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I Reyes

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I Reyes

1. Forman estos dos libros una sola obra, dividida también en dos libros, como la anterior, según la división introducida en las versiones.
Con la consolidación de la monarquía en Israel logró David asegurar la libertad de su pueblo y colocarlo sobre todos los pueblos vecinos, que en los tiempos anteriores le molestaban con sus continuas invasiones. Salomón representa el apogeo de la monarquía hebrea. Afianzado en el trono que recibió de su padre, logró con las artes de la paz hacerse respetar de los pueblos vecinos, entre los que Israel aparece como una potencia. La obra principal de Salomón fue la construcción del templo y la organización del culto de Yavé. Con esto, Jerusalén quedó constituida para siempre en el centro religioso de Israel. Pero toda obra humana es imperfecta, y la de Salomón no estuvo exenta de esta ley. A su muerte, los vicios de su reinado trajeron la escisión de Israel, que no se volvió a soldar, en los tres siglos y medio que duró la monarquía, hasta 587.

2. Los libros de los Reyes, que empiezan pintándonos con vivos colores la gloria del reinado de Salomón, nos cuentan después la historia lamentable del pueblo, dividido en dos reinos, con frecuencia en guerra fratricida. Mas no es esto lo que, sobre todo, preocupa al autor sagrado, sino la vida religiosa de la nación. Se resume ésta en la lucha de la religión verdadera con los restos del paganismo cananeo, siempre vivaces por la tendencia de los hebreos a la veneración de muchos dioses y al culto de las divinidades de los otros pueblos con quienes poco a poco se fue poniendo en contacto, Fenicia primero, luego Asiria y Caldea. Al fin, las dos monarquías en que se dividió la de Salomón acabaron en la deportación, la una a Asiria y la otra a Caldea, donde la masa general del pueblo quedó como unas gotas de agua diluidas en el mar de las naciones gentilicas, y el resto, purificado de sus vicios idolátricos, volvió luego a trabajar en la restauración de Jerusalén y a preparar la venida del Mesías. Tal es el argumento de los dos libros de los Reyes.

3. Sirve de marco a la historia de cada uno de los reyes un esquema que contiene el sincronismo de ambos reinos, el juicio sobre la conducta religiosa del monarca, la referencia de las fuentes históricas, que son las Crónicas de los dos reinos. En este marco van encuadrados los pocos hechos que el historiador sagrado nos cuenta de cada monarca. Se divide la obra en tres partes. La primera nos cuenta la historia de Salomón, que reinó cuarenta años sobre las doce tribus (1 Re 1-11). La segunda comprende la historia paralela de los dos reinos en que a la muerte de Salomón se dividió Israel; sus relaciones, casi siempre hostiles, hasta la desaparición del reino de Samaría en 721, en que el pueblo fue llevado a Asiria (1 Re 12,22 - 2 Re 17) y substituido en la tierra por otras naciones orientales. La última parte cuenta la historia de Judá, ya solo, desde la caída y cautividad de Samaría hasta su propia ruina, en 587. El autor es desconocido, mas parece pertenecer a la escuela de Jeremías. La época de la composición está próxima al cautiverio. El plan de la primera parte es semejante al de los libros de Samuel, y asimismo la cronología. El resto tiene parecido con los Jueces. Sirve de marco a los sinceros historiadores un esquema sobre la conducta religiosa de los reyes y del pueblo, inspirado en la doctrina del Deuteronomio sobre la unidad del altar. La historia está tomada de las Crónicas de ambos reinos, que expresamente cita el autor. El juicio sobre los reyes de Israel o Samaría es constantemente el mismo, desfavorable, y por esto las dinastías se suceden unas a otras en medio de guerras civiles y regicidios. En Judá se distinguen algunos reyes piadosos, si bien los bruscos cambios en la vida religiosa del pueblo nos hacen ver la gran influencia del paganismo de las naciones vecinas e invasoras, Asiria y Caldea. A pesar de esto, Dios mantiene la promesa de la perpetuidad de la dinastia davídica hasta el fin. Los profetas, sobre todo Elías y Eliseo en el reino del Norte, ocupan una parte importante en la historia del pueblo.

4. La cronología de las partes segunda y tercera, basada en los años de cada reinado, es más detallada, aunque de difícil armonización, a causa de la deficiente conservación del texto o de los diferentes cómputos. Los documentos cuneiformes nos dan aquí gran luz, tanto en la parte histórica como en la cronología.




SUMARIO


PRIMERA PARTE


HISTORIA DEL REINADO DE SALOMÓN
(1 - 11)

Abisag

1 1Era ya viejo el rey David, entrado en años, y por más que le cubrían con ropas, no podía entrar en calor. 2Dijéronle entonces sus servidores: «Que busquen para mi señor, el rey, una joven virgen, que le cuide y le sirva; durmiendo en su seno, el rey mi señor entrará en calor». 3Buscaron por toda la tierra de Israel una joven hermosa, y hallaron a Abisag, sunamita, y la trajeron al rey. 4Era esta joven muy hermosa, y cuidaba al rey y le servía, pero el rey no la conoció.


Pretensiones de Adonías al trono

5Adonías, hijo de Jaguit, había levantado sus pensamientos y decía: «Yo reinaré». Se había hecho con carros y caballos, y cincuenta hombres que corrieran delante de él; 6y su padre nunca se lo había reprochado, diciéndole: «¿Por que haces eso?» Era, además, Adonías de hermosa presencia, y había nacido después de Absalón. 7Se entendía con Joab, hijo de Sarvia, y con Abiatar, sacerdote, que se hicieron partidarios suyos; 8pero el sacerdote Sadoc, Banaias, hijo de Joyada, Natán, profeta, Semeí, Reí y los valientes de David, no le seguían.
9Inmoló Adonías ovejas, bueyes y becerros cebados, junto a la piedra de Zojelet, que está al lado de En Rogel, e invitó a todos sus hermanos, los hijos del rey, y a todos los hombres de Judá que estaban al servicio del rey; 10pero no invitó a Natán, profeta, ni a Banaias, ni a los valientes, ni a Salomón, su hermano.
11Entonces dijo Natán a Betsabé, madre de Salomón: «¿No sabes que Adonías, hijo de Jaguit, pretende reinar, sin que nuestro señor David lo sepa? 12Ven, pues, y sigue ahora mi consejo, para que salves tu vida y la de tu hijo Salomón. 13Ve y entra al rey David, y dile: ¡Oh rey, mi señor! ¿No has jurado tú a tu sierva, diciendo: Salomón, tu hijo reinará después de mí, él se sentará sobre mi trono? ¿Cómo, pues, reina Adonías?» 14Y mientras tú hablas con el rey, entraré yo detrás y confirmaré tus palabras».
15Betsabé fué a la cámara del rey. Estaba ya muy viejo, y le servía Abisag, la sunamita. 16Inclinóse y prosternóse ante el rey, que le preguntó: «¿Qué quieres?» 17Ella le respondió: «¡Oh señor! Tú has jurado a tu sierva por Yavé, diciendo: Salomón, tu hijo, reinará después de mí, él se sentará sobre mi trono; 18y he aquí que Adonías se ha hecho rey, sin que tú sepas nada. 19Ha inmolado bueyes, becerros cebados y ovejas, en gran número, y ha invitado a Abiatar, sacerdote, a Joab, jefe del ejército, pero no ha invitado a Salomón, tu siervo. 20En tanto, los ojos de todo Israel están puestos en ti, ¡oh rey!, mi señor, esperando que tú des a conocer quién es el que se ha de sentar sobre el trono del rey, mi señor, después de él; 21pues de lo contrario, cuando el rey mi señor se duerma con sus padres, mi hijo Salomón y yo seremos tenidos por culpables».
22Mientras todavía estaba ella hablando con el rey, llegó Natán, profeta. 23Anunciáronselo a David, diciendo: «Natán, profeta, está ahí». Entró a la presencia del rey, y se prosternó ante él, rostro a tierra, 24y dijo: «¡Oh rey, mi señor! ¿Has dicho tú: Adonías reinará después de mí, y se sentará sobre mi trono?
25Porque hoy ha bajado, y ha inmolado bueyes, becerros cebados y ovejas en gran número, y ha invitado a todos los hijos del rey y a los jefes del ejército, y al sacerdote Abiatar, que están comiendo y bebiendo con él, y han dicho: ¡Viva Adonías, rey! 26pero no me ha invitado a mí, tu siervo, ni al sacerdote Sadoc, ni a Banaias, hijo de Joyada, ni a Salomón, tu siervo. 27¿Se ha hecho esto por voluntad del rey mi señor, sin dar a saber a tus siervos quién es el que se ha de sentar en el trono del rey, mi señor, después de él?»
28El rey David respondió: «Que venga Betsabé». Entró ella y se puso ante el rey, 29y el rey hizo este juramento: «Vive Yavé, que libró mi alma de toda angustia, 30que asi como he jurado por Yavé, Dios de Israel, diciendo: Salomón, tu hijo, reinará después de mí, y se sentará en mi trono en lugar mío, ahora mismo lo haré».

31Betsabé se inclinó rostro a tierra, prosternándose ante el rey, y dijo: «Viva por siempre mi señor, el rey David». 32Luego dijo el rey: «Que vengan Sadoc, sacerdote; Natán, profeta, y Banaias,

Batidores del faraón.

hijo de Joyada». Cuando estuvieron éstos en presencia del rey, 33el rey les dijo: «Tomad con vosotros a los servidores de vuestro señor, montad a Salomón sobre mi mula, y bajadle a Guijón. 34Allí el sacerdote Sadoc y Natán, profeta, le ungirán rey de Israel, y tocaréis las trompetas, gritando: ¡Viva el rey Salomón! 35Después volveréis a subir tras él, y se sentará en mi trono, para que reine en mi lugar; pues a él le instituyo jefe de Israel y de Judá. 36Banaias, hijo de Joyada, respondió al rey: «Amén. Hágalo así Yavé, el Dios de mi señor, el rey, 37y como estuvo Yavé con el rey, mi señor, esté igualmente con Salomón, y alce su trono sobre el trono de mi señor, el rey David».


Unción de Salomón

38Bajó el sacerdote Sadoc, con Natán, profeta, Banaias, hijo de Joyada, los cereteos y los peleteos; y montando a Salomón sobre la mula de David, le llevaron a Guijón: 39y tomando Sadoc, sacerdote, el cuerno de óleo del tabernáculo, ungió a Salomón, al son de las trompetas, y gritó todo el pueblo: «¡Viva Salomón, rey!» 40Después subió con él todo el pueblo, tocando las flautas y haciendo gran fiesta, y parecía retemblar la tierra con sus aclamaciones.
41Oyólo Adonías, así como sus invitados, cuando terminaba su banquete; y Joab, al oír el sonido de las trompetas, dijo: «¿Por qué con tanto estrépito se alborota la ciudad?» 42Todavía estaba él hablando, cuando llegó Jonatán, hijo del sacerdote Abiatar. Díjole Adonías: «Acércate, que tú eres un valiente, y de seguro traerás buenas nuevas». 43Respondió Jonatán a Adonías: 44«De cierto que nuestro señor el rey David ha hecho rey a Salomón. Ha hecho que montado en la mula del rey, fueran con él Sadoc, sacerdote; Natán, profeta; Banaias, hijo de Joyada; los cereteos y péleteos; 45y Sadoc, sacerdote, y Natán, profeta, le han ungido rey en Guijón, y de allí han subido con grandes muestras de júbilo, y toda la ciudad está en conmoción; ése es el estrépito que habéis oído. 46Además, Salomón se ha sentado en el trono real, 47y los servidores del rey han ido a felicitar al rey David, diciendo: «Que haga tu Dios el nombre de Salomón más grande que el tuyo, y eleve su trono sobre tu trono». 48El rey mismo se prosternó en su lecho, y habló asi: «Bendito Yavé, Dios de Israel, que ha hecho sentarse hoy sobre mi trono un sucesor, viéndolo mis ojos».
49Todos los convidados de Adonías se llenaron de miedo, y levantándose, fuéronse cada uno por su lado. 50Adonías, temiendo de Salomón, se levantó y fué a cogerse de los cuernos del altar.
51Vinieron a decir a Salomón: «Adonías tiene miedo del rey Salomón, y ha ido a cogerse de los cuernos del altar, diciendo: Que el rey Salomón me jure hoy que no hará morir por la espada a su siervo». 52Salomón respondió: «Si él se porta lealmente, ni uno de sus cabellos caerá a tierra; pero si algo malo trama, morirá». 53Mandó, pues, Salomón gentes que le hicieron bajar del altar, y Adonías vino a postrarse ante el rey Salomón, que le dijo: «Vete a tu casa».


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  • 30 La ley de sucesión es la voluntad del rey (1,17).(Volver a Lectura).

  • 38 Unos 600 metros por encima de la fuente de Roguel, al pie del monte sobre el que la ciudad estaba edificada, se halla la fuente guijón, que, como la de Roguel, debía de ser el lugar de reunión del pueblo. Ahí es consagrado el nuevo rey, Salomón, por el sacerdote Sadoc, con la asistencia del profeta Natán y siendo espectadores todos los soldados que formaban la guardia real, que por este acto se convierte en guardia de Salomón.(Volver a Lectura).

  • 49 La inesperada noticia desconcierta a los conspiradores, que huyen cada uno por su parte. Su jefe, que se sentía más culpable, corre a buscar asilo en el altar del tabernáculo (Ex 21,14).(Volver a Lectura).




Últimas instrucciones de David a Salomón

2 1Llegaron los días de la muerte para David, y dió sus instrucciones a Salomón, su hijo, diciéndole: 2«Yo me voy por el camino de todos; esfuérzate, pues, y sé hombre. 3Sé fiel a Yavé, tu Dios, marchando por sus caminos, guardando sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos y testimonios, como están escritos en la ley de Moisés, para que seas afortunado en cuanto hicieres y dondequiera que vayas; 4de manera que cumpla Yavé su palabra, la que a mí me ha dado, diciendo: Si tus hijos siguen su camino ante Mí en verdad y con todo su corazón y toda su alma, no te faltará jamás un descendiente sobre el trono de Israel. 5Bien sabes también tú mismo lo que me ha hecho Joab, hijo de Sarvia; lo que hizo con los dos jefes del ejército de Israel, Abner, hijo de Ner, y Amasa, hijo de Jeter, que los mató, derramando en la paz la sangre de la guerra, y manchando con la sangre de la guerra el cinturón que ceñía sus lomos y los zapatos que calzaban sus pies. 6Haz, pues, con él, conforme a tu sabiduría, y no dejes que sus cabellos blancos bajen en paz a la morada de los muertos. 7Trata con benevolencia a los hijos de Barzilai, el galadita, y sean de los invitados a tu mesa, pues hicieron así bien conmigo, cuando yo iba huyendo de Absalón, tu hermano. 8Ahí está contigo también Semei, hijo de Gera, benjaminita, que profirió contra mí violentas maldiciones, el día que iba yo a Majanaim. Cuando luego me salió al encuentro al Jordán, yo le juré por Yavé, diciendo: No te haré morir a espada. 9Pero ahora no le dejes impune, pues como sabio que eres, sabes cómo has de tratarle, y harás que con sangre bajen sus canas al sepulcro».
10Durmióse David con sus padres, y fué sepultado en la ciudad de David. 11El tiempo que reinó David sobre Israel, fué de cuarenta años; siete años reinó en Hebrón y treinta y tres en su Jerusalén. 12Sentóse Salomón, en el trono de David, su padre, y su reino quedó muy firme.
13Adonías, hijo de Hagit, fué en busca de Betsabé, madre de Salomón. Ella le dijo: «¿Vienes de paz?» Y él respondió: «De paz», 14y añadió: «Quisiera decirte una palabra». «Habla»—le dijo ella—. 15Y él dijo: «Tú sabes que el reino era mío, y que todo Israel había puesto en mí sus ojos para hacerme rey; pero el reino ha sido traspasado, y dado a mi hermano, porque Yavé se lo había destinado. 16Una sola cosa te pido ahora; no me la niegues». Ella respondió: «Di». 17Y él prosiguió: «Te pido que digas a Salomón, porque él no te lo negará, que me dé por mujer a Abisag, la sunamita». 18Betsabé dijo: «Bien, yo hablaré por ti al rey». 20Betsabé fué a hablar a Salomón por Adonías, y el rey se levantó para salir a su encuentro, se prosternó ante ella, y sentándose sobre su trono, hizo poner otro para la madre del rey, y la sentó a su derecha.
20Ella le dijo entonces: «Tengo una cosita que pedirte; no me la niegues». Y el rey la dijo: «Pide, madre mía, que yo no te negaré nada». 21Ella dijo: «Que des por mujer a Adonías, tu hermano Abisag, la sunamita». 22El rey Salomón preguntó a su madre: «¿Por qué pides tú para Adonías a Abisag, la sunamita? Pide ya el reino para él, pues que es mi hermano mayor, y tiene con él a Abiatar, sacerdote, y a Joab, hijo de Sarvia». 23Y juró por Yavé, diciendo: «Así me haga Yavé y así me añada, si no ha sido pronunciada contra su vida esta palabra de Adonías. 24Ahora, pues, vive Yavé, que me ha confirmado y me ha establecido sobre el trono de David, mi padre, y me ha edificado casa, según su promesa, que hoy mismo morirá Adonías».

25El rey Salomón mandó a Banaias, hijo de Joyada, que le hirió, y Adonías murió. 26Luego dijo el rey al sacerdote Abiatar: «Vete a tus tierras de Anatot. Tú merecías la muerte, pero yo no quiero hacerte morir ahora, por haber llevado el arca del Señor, Yavé, delante de David, mi padre, y porque participaste en los trabajos de mi padre». 27Echó, pues, Salomón a Abiatar, para que no fuese sacerdote de Yavé, cumpliéndose así la palabra que había pronunciado Yavé contra la casa de Helí, en Silo.
28Llegaron estas noticias a Joab, que había seguido el partido dé Adonías y no había seguido el de Salomón, y se refugió en el tabernáculo de Yavé, cogiéndose a los cuernos del altar. 29Dijeron a Salomón que Joab se había refugiado en el tabernáculo de Yavé, y estaba junto al altar; y Salomón mandó a Banaias, hijo de Joyada, diciendo: «Ve y hiérele». 30Llegado al tabernáculo de Yavé, Banaias dijo a Joab: «Así habla el rey; sal». Pero él respondió: «No, quiero morir aquí». Banaias, llevó al rey esta respuesta, diciendo: Esto he dicho a Joab, y esto me ha contestado». 31El rey dijo a Banaias: «Haz como él dice: hiérele y sepúltale, y quita de sobre mí y de sobre la casa de mi padre la sangre inocente que Joab ha derramado. 32Haga caer Yavé esa sangre sobre su cabeza, pues mató a dos hombres más rectos y mejores que él, dándoles la muerte con la espada, sin que nada supiera mi padre David: a Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Israel, y Amasa, hijo de Jeter, jefe del ejército de Judá. 33Su sangre caerá sobre la cabeza de Joab y sobre la de sus descendientes, por siempre, mientras que sobre David y su descendencia, sobre su casa y su trono, dará siempre Yavé su paz».
34Subió entonces Banaias, hijo de Joyada, y le hirió, matándole, y Joab fué sepultado en su sepulcro en el desierto. 35Puso el rey en su lugar, por jefe del ejército, a Banaias, hijo de Joyada, y al sacerdote Sadoc en el lugar de Abiatar.
36Hizo el rey llamar a Semei, y le dijo: «Hazte una casa en Jerusalén y habita en ella, sin salir ni entrar para nada. El día en que salgas y pases el torrente de Cedrón, 37sabe que con toda certeza morirás; sea tu sangre sobre tu cabeza». 38Semei respondió al rey: «La orden es buena. Como lo dice mi señor el rey, así hará tu siervo».
Semei estuvo mucho tiempo en Jerusalén; 39pero al cabo de tres años, dos siervos de Semei huyeron a refugiarse junto a Aquis, hijo de Maca, rey de Get. Le dijeron a Semei: «Tus siervos están en Get»; 40y levantándose, montó en su asno y se fué a Get, a Aquis, en busca de sus siervos, y de vuelta, se los trajo con él. 41Informaron a Salomón de que Semei había ido de Jerusalén a Get y estaba ya de vuelta; 42y mandando llamar a Semeí, le dijo: «¿No te conjuré yo, por Yavé, y no te advertí que el día en que salieras acá o allá sería el de tu muerte? Y me dijiste tú: La orden es buena y la obedeceré. 43¿Por qué, pues, no has guardado el juramento de Yavé, y la orden que yo te di?» 44Y siguió diciendo el rey a Semei: «Bien sabes tú, tu corazón lo sabe muy bien, todo el mal que hiciste a David, mi padre. Yavé hace recaer tu maldad sobre tu cabeza, 45mientras que el rey Salomón será bendecido, y el trono de David afirmado por siempre ante Yavé».
46Dió el rey orden a Banaias, hijo de Joyada, que salió e hirió a Semei, y Semei murió. El reino se afirmó en las manos de Salomón.


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  • 1 David, sintiéndose morir, hace su testamento, y en él inculca, sobre todo, la fidelidad a Yavé. La prudencia le había obligado a guardar durante su reinado cierta indulgencia con algunos de sus vasallos; pero la hora de la justicia debe llegar, y encomienda a su hijo su ejecución.(Volver a Lectura).

  • 10 La ciudad de David (2 Sam 5,7), donde David recibe sepultura, vendrá a ser el panteón de todos los reyes de Judá.(Volver a Lectura).

  • 22 La petición de Adonias. de que se le diera por mujer la que habla sido mujer de su padre, parece incluir aspiraciones al trono; asi al menos la interpretó Salomón.(Volver a Lectura).




Casamiento de Salomón

3 1Emparentó Salomón con el Faraón, rey de Egipto, tomando a una hija del Faraón por mujer. Trájola a la ciudad de David, hasta acabar de edificar su casa, la casa de Yavé, y las murallas de Jerusalén en derredor. 2El pueblo sacrificaba en los altos, porque no había sido hasta entonces edificada casa a Yavé. 3Salomón amaba a Yavé y marchaba según las órdenes de David, su padre, pero sacrificaba y quemaba perfumes en los altos.
4Fué el rey a sacrificar a Gabaón, que era uno de los principales altos. Mil holocaustos ofrecía Salomón en aquel altar. 5Yavé se le apareció en Gabaón durante la noche, en sueños, y dijo Dios a Salomón: «Pídeme lo que quieras que te dé». 6Salomón respondió: «Tú hiciste gran misericordia a David, mi padre, conforme marchaba él en Tu presencia en la fidelidad, en la justicia y en la rectitud de corazón ante ti; le has guardado esta misericordia, dándole un hijo que se sentara sobre su trono, como lo está hoy. 7Ahora, pues, ¡oh Yavé!, mi Dios, que has hecho reinar a tu siervo en el lugar de David, mi padre, no siendo yo más que un mocito, que no sabe por dónde ha de entrar y por dónde ha de salir, 8y que está tu siervo en medio del pueblo que tú te elegiste, un pueblo grande, que por su muchedumbre no puede contarse ni numerarse, 9da a tu siervo un corazón prudente, para juzgar a tu pueblo y poder discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién, si no, podrá gobernar a un pueblo tan grande?»
10Agradó a Yavé que Salomón le hiciera esta petición; 11y Dios le dijo: «Por haberme pedido esto, y no haber pedido para ti, ni vida larga, ni muchas riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino haberme pedido entendimiento para hacer justicia, 12Yo te concedo lo que me has pedido, y Te doy un corazón sabio e inteligente, tal como antes de ti no ha habido otro, ni lo haya en adelante después de ti. 13Y aún te añado lo que no has pedido; riquezas y gloria, tales que no habrá en tus días rey alguno como tú; 14y si andas por Mis caminos, guardando Mis leyes y Mis mandamientos, como lo hizo David, tu padre, prolongaré tus días».

15Despertóse Salomón de su sueño, y de vuelta a Jerusalén, se presentó ante el arca de la alianza de Yavé, y ofreció holocaustos y sacrificios eucarísticos, y dió un banquete a todos sus servidores.
16Vinieron por entonces al rey, y se presentaron ante él, dos mujeres de mala vida. 17Dijo una de ellas: «Escucha, mi señor: Yo moraba con esta mujer en la misma casa, y allí di a luz un niño. 18A los tres días dió también ella a luz un niño. Habitábamos juntas, y ningún extraño había entrado en la casa, no había allí más que las dos. 19El hijo de esta mujer murió una noche, por haberse ella acostado sobre él; 20y ella, levantándose en medio de la noche, me quitó de mi lado a mi hijo, mientras tu sierva dormía, y púsolo a su lado, dejando al mío a su hijo muerto. 21Cuando yo me levanté por la mañana, para dar el pecho a mi hijo, halléle muerto; mas mirándole atentamente durante la mañana, vi que no era mi hijo, el que había yo parido».
22La otra mujer dijo: «No, mi hijo es el que vive, es el tuyo el que ha muerto». Y la primera replicaba: «No, tu hijo es el muerto, y el mío el vivo».
Y así disputaban en presencia del rey. 23Tomó entonces el rey la palabra: «La una dice: Mi hijo es el que vive, el tuyo ha muerto; y la otra dice: No, es el tuyo el que ha muerto, y el mío vive»; 24y añadió: «Traedme una espada». Trajeron al rey la espada, 25y él dijo: «Partid por el medio al niño vivo, y dad la mitad de él a la una, y la otra mitad a la otra».
26Entonces la mujer, cuyo era el niño vivo, dijo al rey, pues se le conmovían todas las entrañas por su hijo: «¡Oh, señor rey, dale a ésa el niño, pero vivo, que no le maten. Mientras que la otra decía: «Ni para mí, ni para ti, que le partan». 27Entonces dijo el rey: «Dad a la primera el niño vivo, sin matarle; ella es su madre». 28Todo Israel supo la sentencia que el rey había pronunciado, y todos temieron al rey, viendo que había en él una sabiduría divina para hacer justicia.


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  • 1 Tal matrimonio es una señal de la importancia que Israel había adquirido en el reinado de David, y esta alianza con el faraón de Egipto contribuirá a aumentarla. Se cree que el padre de la princesa fue Siamón, penúltimo rey de la dinastía XXI, que reinó en Tanis (976-958). Según 9,15, hizo una expedición militar a Palestina y conquistó Guezer a los filisteos y la entregó al yerno, como dote de su hija.(Volver a Lectura).

  • 2 El Deuteronomio insiste mucho en que no se ha de sacrificar más que en el lugar elegido por Dios; e tabernáculo, primero, y después, el templo de Jerusalén. Sin embargo, esta ley no parece haberse cumplido siempre, aun en el fempo de los reyes más piadosos. Se nos dice muchas veces que seguía sacrificándose en los altos. Sólo en tiempo de Josías se cumplió rigurosamente.(Volver a Lectura).

  • 16 Este episodio es una prueba de la sabiduría del rey, y a la vez nos da una idea de lo que era la sabiduría oriental, la agudeza de ingenio para resolver los graves problemas que la vida puede presentar (cf. 2 Sam 14,5ss).(Volver a Lectura).




Altos funcionarios de Salomón

4 1Reinaba Salomón sobre Israel. 2Los jefes que tenía a su servicio eran: Azarías, hijo de Sadoc, su primer ministro; 3Elijoret y Ajias, hijos de Sisa, eran los secretarios; Josafat, hijo de Ajilud, cronista; 4Banaias, hijo de Joyada, mandaba el ejército; Sadoc y Abiatar eran sacerdotes; 5Azarías, hijo de Natán, super intendente; Zabud, hijo de Natán, era el consejero íntimo del rey. 6Ajisar, mayordomo del palacio; Adoniram, hijo de Abdar, el prefecto de los tributos.
7Tenía Salomón sobre todo Israel doce intendentes, que proveían al rey y a su casa, cada uno durante un mes del año. 8Sus nombres eran: Ben Hur, en la montaña de Efraím; 9Ben Decar, en Minces, en Salebin, en Betsames, y el Elón de Betanán; 10Ben Jeset, en Arubot; éste tenía también Soco y toda la región de Jefer; 11Ben Abinadad, que tenía todas las alturas de Dor, estaba casado con Taíet, hija de Salomón; 12Baña, hijo de Ajilud, tenía Tanac y Mageddo y todo Betsán, que está cerca de Sartana, por debajo Jezrael, desde Betsán hasta Abel mejula y más allá de Jocmeán; 13Ben Gaber, en Ramot Galad, tenía los burgos de Jair, hijo de Manasés, en Galad, sesenta grandes ciudades muradas y con cerrojos de bronce; 14Ajinodab, hijo de Ido, en Majanaím: 15Ajimas, en Neftalí, también casado con una hija de Salomón, de nombre Basemat; 16Baña, hijo de Jusi, en Aser Alot; 17Josafat, hijo de Farua, en Isacar; 18Semeí, hijo de Ela, en Benjamín; 19Gebar, hijo de Urí, en la región de Galad, la tierra de Seón, rey de los amorreos y de Og, rey de Basán; para esta región había un solo intendente. 20Judá e Israel eran numerosos como las arenas que hay en la orilla del mar, y comían, bebían y se alegraban. 21Salomón señoreaba sobre todos los reinos desde el río hasta la tierra de los filisteos y hasta la frontera de Egipto; todos le pagaban tributo, y le estuvieron sometidos todo el tiempo de su vida.
22Consumía Salomón cada día treinta coros de harina común; diez bueyes cebados; 23veinte bueyes de pasto y cien carneros, sin contar los ciervos, las cabras, los búfalos y las aves cebadas. 24Señoreaba toda la tierra al lado de acá del río, desde Tafta, hasta Gaza y sobre todos los reyes del lado de acá del río, y tuvo paz por todos lados en derredor suyo.

25Judá e Israel habitaban seguros, cada uno debajo de su parra y de su higuera, desde Dan hasta Berseba, durante toda la vida de Salomón.

Sección transversal del Templo (GRESSMANN).

26Tenía Salomón en sus caballerizas cuarenta mil pesebres, para los caballos de sus carros y doce mil caballos de silla. 27Los intendentes proveían al rey Salomón y a cuantos se sentaban a su mesa, cada uno un mes, sin dejar que nada faltara. 28Hacían llegar también la cebada y la paja para los caballos de tiro y de carrera allí donde se hallaran, cada uno según las órdenes recibidas. 29Dió Dios a Salomón sabiduría y un gran entendimiento y anchura de corazón, como la arena que está a orillas del mar. 30La sabiduría de Salomón sobrepasaba la de todos los hijos del oriente y la sabiduría toda del Egipto. 31Fué más sabio que hombre alguno; más que Etán, el ezraíta; más que Eman, Calcol y Dorda, hijos de Majol, y su fama se extendió por todos los pueblos en derredor. 32Profirió tres mil parábolas, y sus cantos fueron mil cinco; 33disertó acerca de los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que nace en el muro, y acerca de los animales, de las aves, de los reptiles y los peces. 34De todos los pueblos venían para oír la sabiduría de Salomón, de parte de todos los reyes de la tierra, a los que había llegado la fama de su sabiduría.


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  • 3 Estos son secretarios reales(2 Sam 8,17; 20,25), y el tercero, cronista o archivero, ya constituido por David (2 Sam 8,16; 20,24).(Volver a Lectura).

  • 4 Banayas, antes jefe de la guardia real, sucede ahora a Joab en el mando del ejército (2,35). Sadoc y Abiatar sólo pudieron ser sacerdotes al principio del reinado (2 Sam 8,24; 20,25), pues Abiatar fue desterrado a Anatot, y Sadoc dejó el puesto a su hijo, habiendo gozado, no sabemos cuánto tiempo, de la confianza del rey (2,25ss.35).(Volver a Lectura).

  • 5 Este segundo Azarías está a la cabeza de los intendentes o gobernadores de provincias, según los v.7ss. Zabud, según los LXX es sólo amigo del rey, título muy conocido en la corte de los Tolomeos y Seléucidas (cf. 1 Mac 10,19ss.65; 11,57). Debe suprimirse el sacerdocio que le atribuyen el hebreo y la Vulgata.(Volver a Lectura).

  • 6 La casa real había crecido y exigía un mayordomo para atender a su administración. El prefecto de los tributos o ministro de Hacienda ya había sido establedido por david (2 Sam 20,24)..(Volver a Lectura).

  • 7 Estos intendentes tenían por oficio recoger los tributos destinados al sustento de la casa real. Hay en los nombres algunas incorrecciones, que los LXX no permiten corregir del todo.(Volver a Lectura).

  • 20 Este versículo nos pinta la vida idílica de Israel bajo el gobierno de un rey tan sabio, poderoso y bendecido de Yavé (Miq 4,4; Zac 3,10).(Volver a Lectura).

  • 21 Seún el texto hebreo, el c. 5 empieza en 4,21 de la Vulgata y los LXX. este capítulo nos da cuenta del reinado de Salomón, que, aunque no fue guerrero ni conquistador, supo conservar la situación adquirida por su padre y la influencia sobre los vecinos de Canán, de la Transjordania y de Siria.(Volver a Lectura).

  • 26 Es de maravillar tanto ejército en un reino que vivía en paz, pero la obra de David era preciso conservarla con el respeto que infunden las armas. David no tuvo carros de guerra (2 Sam 10,18); fue Salomón quien los introdujo en Israel. El texto paralelo de 2 Par 9,25 pone 4000. En 10,26 los carros no son más de 1400. Por aquí se ve cómo la tradición judía tendía a acrecentar la gloria de Salomón y de su reino. Es un ejemplo que no debemos olvidar para formar juicio del valor de los números en otros casos análogos.(Volver a Lectura).

  • 29 Este párrafo se enlaza con el fin del capítulo tercero, donde se habla de la sabiduría de Salomón, en la que superaba a los árabes del desierto, a los egipcios y a todos lo hombres. Y entre éstos señala a los cuatro hijos de Majol, que conocemos por I Par 2,6, aunque no precisamente como sabios (cf. 6,31; 44,15.19).(Volver a Lectura).

  • 32 Por parábola, masal, se entiende proverbios, sentencias, en los cuales entraban como elemento metafórico los animales y las plantas, igual que entran en muchos de nuestros refranes. Esta es la ciencia de la naturaleza de que habla el v. 13 (cf. Prov 6,6; 30,24).(Volver a Lectura).




Alianza de Salomón con Hiram, rey de Tiro

5 1Hiram, rey de Tiro, mandó sus embajadores a Salomón, cuando supo que había sido ungido rey en lugar de su padre, pues siempre había sido amigo de David. 2Salomón dijo a Hiram: 3«Tú sabes que David, mi padre, no pudo hacer casa para Yavé, su Dios, por las guerras que tuvo en torno, hasta que Yavé los puso bajo la planta de sus pies.

Planta del Templo (GRESSMANN).

4Ahora Yavé, mi Dios, me ha dado la paz por todas partes; no tengo enemigos ni querellas, 5y quiero edificar a Yavé, mi Dios, una casa, como se lo manifestó Yavé a mi padre, diciendo: «Tu hijo, el que pondré Yo en tu lugar sobre tu trono, edificará casa a Mi nombre».

6Manda, pues, cortar para mí cedros en el Líbano; mis siervos se unirán a los tuyos, y yo te daré lo que tú me pidas para el salario de los tuyos, pues bien sabes que no hay entre nosotros quien sepa labrar la madera como los sidonios».
7Alegróse mucho Hiram cuando oyó las palabras de Salomón, y dijo: «Bendito Yavé, que ha dado a David un hijo sabio, para ese gran pueblo». 8Y mandó a Salomón esta respuesta: «He oído lo que me has mandado a decir. Haré lo que me pides, en cuanto a la madera de cedros y cipreses.
9Mi siervos los bajarán del Líbano al mar, y yo los haré llegar en balsas hasta el lugar que tú me digas. Allí se desatarán, y tú los tomarás, y cumplirás mi deseo proveyendo de víveres a mi casa».
10Hiram facilitó a Salomón cuanta madera de cedro y de ciprés quiso éste; 11y Salomón daba a Hiram veinte mil coros de trigo para el mantenimiento de su casa, y veinte coros de aceite de olivas molidas. Esto es lo que cada año entregaba Salomón a Hiram. 12Yavé dió a Salomón la sabiduría, como se lo había prometido, y hubo entre Hiram y Salomón paz, e hicieron una alianza.
13Salomón hizo en todo Israel una leva de treinta mil hombres para el trabajo, 14que enviaba al Líbano. Diez mil por mes alternativamente, estando un mes en el Líbano y dos en sus casas. El prefecto de estos trabajadores obligados era Adoniram. 15Tenía además Salomón setenta mil hombres dedicados al transporte, y ochenta mil cortadores en el monte, 16sin contar los principales jefes que había puesto Salomón al frente de las obras, en número de tres mil trescientos, que mandaban a los grupos de trabajadores. 17Mandó el rey traer grandes piedras, escogidas, para los cimientos de la casa, y los carpinteros 18y canteros de Salomón y los de Hiram cortaban y labraban la madera y la cantería para la casa.


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  • 6 Los reyes de Asiria nos cuentan en sus inscripciones y crónicas cómo en sus expediciones militares subían al Líbano y cortaban cedros y abetos, que llevaban a Nínive para sus construcciones. En Palestina escasea la madera de construcción y falta la de cedro.(Volver a Lectura).

  • 11 Equivalentes a 80.000 hectolitros de trigo y 8000 de aceite.(Volver a Lectura).

  • 13 Como en Egipto, los trabajos se van a ejecutar a base de prestaciones personales forzadas. Es de suponer que sobre los cananeos recaería principalmente esta carga, pero los hebreos no quedaban exentos de ella. Y como carecían de todo género de máquinas y medios de transporte, todo el trabajo debía llevarse a cabo a fuerza de brazos.(Volver a Lectura).




Edificación del templo

6 1El año cuatrocientos ochenta, después de la salida de los hijos de Israel de Egipto, el cuarto año del reinado de Salomón sobre Israel, el mes de Ziv, que es el segundo mes, comenzó a edificar la casa de Yavé. 2Tenía la casa que Salomón edificó a Yavé sesenta codos de largo, veinte de ancho y treinta de alto.
19Dispuso dentro, en lo mas interior de la casa, el santuario para el arca de la alianza de Yavé, 16breservando este espacio para el santuario, el santísimo. 17Los cuarenta codos de delante eran el largo de la casa, es decir, del templo. 20aEl santuario tenía veinte codos de largo, veinte codos de ancho y veinte de alto. 3El vestíbulo, delante del templo, de la casa, era veinte codos de largo, el ancho de la casa, y diez de profundidad, por delante de la casa. 4Hizo en la casa ventanas enrejadas. 5Edificó también en derredor de la casa tres órdenes de habitaciones, que rodeaban los muros de la casa, el templo y el santuario, en tres pisos. 6El inferior era de cinco codos de ancho, el de en medio de seis codos de ancho, y el tercero de siete codos, pues había hecho retallos en el muro, por fuera, para no tener que empotrar en los muros.

Palacio llamado «Bosque del Líbano» (GRESSMANN).

7Cuando se construyó la casa, hízose de piedras ya labradas, de modo que durante la edificación no se oyó allí el golpe del martillo, ni el del pico, ni de ningún otro instrumento de hierro. 8La puerta de entrada a las habitaciones del piso inferior estaba al costado derecho de la casa, y por un caracol se subía al del medio, y de éste al tercero.
9Cuando hubo acabado de edificar la casa, recubrió las paredes por dentro con tablas de cedro, desde el suelo hasta el techo. 10A cada uno de los pisos de habitaciones que rodeaban la casa les dió cinco codos de altura, y los unió a la casa con vigas de cedro. 15Revistió Salomón los muros de la casa, al interior, con planchas de cedro, desde el suelo hasta el techo, revistiendo así de madera todo el interior; y el suelo lo revistió de planchas de ciprés.

16aRevistió también de planchas de cedro los veinte codos del fondo de la casa, desde el suelo, todo lo alto de los muros. 18El revestimiento interior de cedro iba tallado con entalladuras de flores abiertas y en botón, y todo era cedro, sin que se viera nada de piedra.
29Hizo esculpir todo en torno de la casa en los muros, por dentro y por fuera, querubines, palmas y guirnaldas de flores. 21Recubrió luego de oro fino el interior de la casa, e hizo se colgara de anillos de oro el velo, delante del santuario, que recubrió también de oro puro. 20bHizo para delante del santuario un altar de madera de cedro, y lo recubrió de oro puro. 22Toda la casa la recubrió de oro puro, de arriba abajo, y recubrió también de oro todo el altar, que estaba ante el santuario. 30También recubrió de oro el piso de la casa, lo mismo en el espacio interior que en el exterior.
23aHizo en el santuario dos querubines de madera de olivo. 28La altura del uno era de diez codos, 23be igualmente de diez codos la del otro. 24Cinco codos era el largo de una de las alas del querubín, y cinco el de la otra, haciendo en todo diez codos, desde la punta de un ala hasta la punta de la otra. 26El segundo querubín tenía también diez codos. La medida y la forma eran las mismas para ambos querubines. 27Puso los querubines en medio de la casa, en el espacio interior. Tenían las alas desplegadas, y la punta del ala del primero tocaba a uno de los muros, y la punta del ala del segundo al otro muro, tocándose una a otra las otras dos alas en el medio de la casa. 28También cubrió de oro los querubines. 31A la entrada del santuario hizo una puerta de dos hojas, de madera de olivo, y el dintel y las jambas eran de cinco esquinas. 32Las dos hojas eran de madera de olivo, y talladas con entalladuras de querubines, palmas y botones de flores; y todo, querubines, palmas y botones de flores, cubierto de láminas de oro. 33Hizo igualmente para las puertas de entrada del templo postes de madera de olivo, cuadrados, y dos hojas de madera de ciprés. 34Ambas puertas eran de madera de ciprés, de dos hojas giratorias la una, y de dos hojas giratorias la otra. 35Hizo esculpir en ellas querubines, palmas y botones de flor, y todo lo recubrió de láminas de oro. 36Hizo también el atrio interior, de tres órdenes de piedras labradas, y uno de vigas de cedro.
11Entonces dirigió Yavé la palabra a Salomón, diciendo: 12«Tú estás edificando esta casa. Si sigues Mis leyes, y pones por obra mis mandamientos, y guardas y observas todos mis preceptos, Yo cumpliré contigo Mi palabra, la promesa que hice a David, tu padre, 13y habitaré en medio de los hijos de Israel, y no abandonaré a mi pueblo, Israel». 14Así, pues, edificó Salomón la casa y la terminó. 37El año cuarto, el mes de Ziv, quedaron puestos los cimientos de la casa de Yavé; 38y el año undécimo, el mes de Bul, que es el octavo mes, estaba terminada en todas sus partes y con todo lo necesario. La construyó en el espacio de siete años.


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  • 1 En vista del evidente desorden del texto, damos a continuación el orden que creemos sería el texto primitivo, restituido el cual de la narración gana mucho en claridad y continuidad. Sería, probablemente, 1 2 19 16b 17 20a; 3 4 5 6 7 8 9 10 15 16a 18 29 21 20b 22 30 23a 26 23b 24 25 27 28 31 32 33 34 35 36 11 12 13 14 37 38. El suceso más importante del reinado de Salomón fue la construcción del templo. No es extraño que el autor sagrado quiera fijar su fecha, que fue el año 480, osea 12 x 40, doce generaciones de cuarenta años, a contar de la salida de Egipto. Sobre esta cronología véase la Introducción al libro de los Jueces. Ziv es el nombre del cuarto mes del antigua calendario hebreo, del cual se conservan otros tres: Abid, Bul y Etanim.(Volver a Lectura).

  • 2 El valor del codo no puede precisarse; equivalía a cosa de medio metro. Podemos, pues, dar como medida del templo 30 10 y 15 metros. Comparado con los templos egipcios, era bien modesto; pero en Israel no se había visto semejante cosa.(Volver a Lectura).

  • 3 El templo constaba de dos partes: el hecal, o santo, y el debir, santísimo; delante del primero se había colocado una gran portada, el ulam, que tenía de largo el ancho del templo y de ancho la mitad, 20 x 10codos. De su altura no se dice nada.(Volver a Lectura).

  • 5 En torno al hecal y al debir levantó para el servicio del templo un edificio de tres pisos, que sólo alcanzaba la mitad de la altura del templo, quedando las ventanas por encima.(Volver a Lectura).

  • 17 El hecal tenía 40 codos de largo, quedando 20 para el debir, que resultaba cuadrado, como lo dice el v. 20.(Volver a Lectura).

  • 31 Es decir, que el dintel era en forma de ángulo.(Volver a Lectura).

  • 36 Este atrio, cuya disposición respecto al templo ignoramos, en medio del cual debía de estar el altar de los holocaustos, se llamó interior, con respecto a los otros edificios posteriores. Era el atrio llamado después de los sacerdotes. Vendría a ser un cercado con un muro semejante a los otros, de tres hiladas de piedra y una viga de cedro para mayor consistencia (cf. 7,12).(Volver a Lectura).




Construcción del palacio de Salomón

7 1También edificó Salomón su casa, durando trece años la edificación, hasta que estuvo completamente terminada. 2Construyó la casa «Bosque del Líbano», de cien codos de largo, cincuenta codos de ancho y treinta codos de alto, sobre tres filas de columnas de cedro y capiteles de cedro sobre las columnas. 3Estaba cubierta de tablones de cedro, arriba, sobre arquitrabes que se apoyaban en las cuarenta y cinco columnas, quince columnas en cada hilera, 4pues había tres naves, y en cada una de ellas ventanas que se correspondían unas enfrente de otras. 5Todas las puertas y ventanas eran cuadradas, y en las tres naves se correspondían unas a otras. 6Hizo además un pórtico de columnas de cincuenta codos de largo y treinta de ancho, y delante de éste, otro pórtico con columnas y techo. 7Hizo asimismo el salón del trono, donde juzgaba, el pórtico de la justicia, cubriéndolo de cedro desde el suelo hasta el techo. 8Del mismo modo fué construida la casa donde había de habitar, en otro patio, detrás del pórtico. Hizo también otra casa habitación, de obra semejante a la del pórtico, para la hija del Faraón, que había tomado por mujer.
9Para todas estas construcciones se emplearon grandes piedras, que habían sido cortadas con la sierra, a la medida, por el lado de dentro y el de fuera, y esto desde los cimientos hasta las cornisas, y asimismo en el exterior, hasta el gran atrio. 10Los cimientos eran de excelentes y muy grandes piedras de diez y de ocho codos. 11De ahí arriba se emplearon también excelentes piedras cortadas a la medida, y madera de cedro. 12En el gran atrio había todo en torno tres órdenes de piedras labradas, y uno de vigas de cedro. Lo mismo que en el atrio interior de la casa de Yavé, así también en el atrio de la casa.


Utensilios para el templo

13Trajo Salomón de Tiro a Hiram, hijo de una viuda de la tribu de Neftalí y de padre natural de Tiro, que trabajaba el bronce. 14Estaba Hiram lleno de sabiduría, de entendimiento y de conocimiento, para hacer toda suerte de obras de bronce; y vino al rey Salomón, y fué quien hizo para él toda la obra. 15Fundió dos columnas de bronce. Tenía cada una dieciocho codos de alto, y un hilo de doce codos era el que podía rodear a cada una de las columnas. 16No eran macizas, sino huecas: el grueso de sus paredes era de cuatro dedos. Fundió capiteles de bronce para encima de las columnas, de cinco codos de alto el uno, y cinco codos de alto el otro. 17Hizo para los capiteles de encima de las columnas reticulados y trenzados, de trenzas a modo de cadenas, uno para cada capitel. 18abHizo granadas todo en derredor del reticulado y el trenzado de los capiteles en dos filas. 20bHabía doscientas granadas en las filas que rodeaban un capitel, 18cy las mismas en las que rodeaban el otro. 19cEran en todo cuatrocientas granadas. 19aLos capiteles eran por arriba de forma de flor de loto... 20aErigió las columnas en el pórtico del templo. 21Alzó la primera al lado de la derecha, y la llamó Jaquin, luego la del lado de la izquierda, y la llamó Boaz. 23Encima de las columnas había una flor de loto. Así terminó la obra de las columnas.

El mar de bronce (GRESSMANN).

23Hizo asimismo un mar de fundición, de diez codos del uno al otro lado, redondo, y de cinco codos de alto, y ceñíalo en derredor un cordón de treinta codos. 24Por debajo del borde llevaba todo en derredor coloquíntidas, diez por cada codo, dispuestas en dos órdenes, y fundidas al mismo tiempo que el mar. 25Estaba asentado sobre doce bueyes, de los cuales, tres miraban al norte, tres al poniente, tres al mediodía y tres al naciente.

Sobre éstos se apoyaba el mar, y la parte posterior de sus cuerpos quedaba por dentro. 26Tenía un palmo de grueso, y su labio estaba en forma de cáliz, como una flor de loto. Hacía dos mil bat.

Fuentes móviles de bronce(GRESSMANN).

27Hizo también diez basas de bronce. Cada una tenía cuatro codos de largo, cuatro codos de ancho y tres de alto. 28He aquí cómo eran: Estaban hechas de tableros, encerrados dentro de sus marcos y unidos. 29En los tableros, dentro de los marcos, había leones, bueyes y querubines, y en los marcos, lo mismo por encima que por debajo de los leones y bueyes, había adornos en relieve. 30Cada basa tenía cuatro ruedas de bronce con sus ejes de bronce, y en las cuatro esquinas había repisas de fundición, sobre las cuales iba la fuente, y que sobresalían de los festones. 31El coronamiento de las basas tenía en lo interior un hueco, con una prolongación de un codo hacia arriba; este hueco era redondo, de la misma hechura del remate y de medio codo de altura, y también esculpido pero los tableros eran cuadrados, no redondos. 32Las cuatro ruedas estaban debajo de los tableros, y los ejes de las ruedas, fijos en la basa. Tenía cada rueda codo y medio de altura, 33y estaban hechas como las de un carro; sus ejes, llantas, rayos y cubos, todo era fundido: 34y en las cuatro esquinas de cada basa había cuatro repisas, que hacían un mismo cuerpo con la basa. 35La parte superior de la basa terminaba en un cilindro de medio codo de altura, cuyos apoyos y entables eran una sola pieza. 36Esculpió en los tableros y en los marcos querubines, leones y palmas, en todos los espacios vacíos y molduras en derredor. 37Así fué como hizo las diez basas; la fundición, la medida y la forma eran las mismas para todas.
38Hizo también diez fuentes de bronce, cada una de cuarenta bat de cabida, y de cuatro codos cada una, para asentarlas en las diez basas; 39y puso cinco basas al lado derecho de la casa y cinco al lado izquierdo, y el mar de bronce lo puso al lado derecho, al sudeste. 40Hizo también Hiram los ceniceros, las tenazas y las copas. Así terminó Hiram toda la obra de bronce, que Salomón le encargó para la casa de Yavé; 41dos columnas, con sus capiteles para encima de las columnas; sus reticulados y trenzados para los capiteles; 42las cuatrocientas granadas para los reticulados y trenzados; dos filas de granadas para cada una en derredor de los capiteles; 43las diez basas y las diez fuentes para poner sobre estas basas; 44el mar y los doce bueyes que iban debajo de él; 45los ceniceros, las tenazas y las copas. Todos estos utensilios que el rey Salomón mandó hacer a Hiram para la casa de Yavé eran de bronce bruñido. 46Hízolos fundir el rey en las llanuras del Jordán, de suelo arcilloso, entre Sucot y Sartán. 47Salomón no inquirió el peso de bronce de estos utensilios, por su gran cantidad. 48Salomón hizo, además, todos los otros utensilios para la casa de Yavé: el altar de oro, la mesa de oro, sobre la cual se ponían los panes de la proposición; 49los candelabros de oro macizo, cinco a la derecha y cinco a la izquierda del santuario, con sus flores, sus lámparas y sus despabiladeras de oro; 50las fuentes, los cuchillos, las copas, las tazas y los braseros de oro macizo; los goznes de oro para la puerta del interior de la casa, a la entrada del santísimo, y para la puerta de entrada del templo.
51Así se acabó toda la obra que hizo el rey Salomón para la casa de Yavé. Después tomó el dinero, el oro y los utensilios que David, su padre, había consagrado, y los puso en el tesoro de la casa de Yavé.


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  • 1 David había construido una casa de cedro (2 Sam 5,11; 7,2). Salomón aspira a casa más grande; quiere tener un palacio, o mejor dicho, un conjunto de edificios.(Volver a Lectura).

  • 2 El primero de los edificios que formaban como el real alcázar fue este «Bosque del Líbano» o «Salón de Columna», de tres naves.(Volver a Lectura).

  • 13 A las obras arquitectónicas se siguen las de fundición de utensilios destinados al templo, y primero las dos colosales columnas de bronce con sus capiteles, que debían colocarse a la entrada. En los templetes egipcios, y aun fenicios, se colocaban dos obesliscos o dos columnas flanqueando el ingreso. No carecían de simbolismo y acaso representaban divinidades. en nuestro caso son simples adornos tomados por el artista tirio-hebreo del arte extranjero. Los nombres Jaquin y Boaz, con que fueron designados, tal vez querían decir primitivamente jiqam beoz, «que permanezca firme» el templo.(Volver a Lectura).

  • 23 Se trata aquí de un gran pilón de bronce, sostenido por doce figuras de toro, que servía para depósito del agua en los servicios del templo.(Volver a Lectura).

  • 26 El pilón tenía 42.500 litros de capacidad.(Volver a Lectura).

  • 27 Estas son pilas más pequeñas para el mismo fin. No hay que olvidar que el templo, con los sacrificios de animales, venía a convertirse en un gran macelo. El fin de estos sacrificios no quitaba en modo alguno los inconvenientes de la operación.(Volver a Lectura).




Dedicación del templo

8 1Entonces convocó Salomón a los ancianos de Israel, a todos los cabezas de las tribus y a los príncipes de las familias de los hijos de Israel, para trasladar el arca de la alianza de Yavé, de la ciudad de David, que es Sión. 2Reuniéronse con el rey Salomón todos los varones de Israel en el mes de Etanim, que es el séptimo mes, en el día solemne de la fiesta; 3y llegados todos los ancianos de Israel, llevaron los sacerdotes el arca. 4Llevaban el arca de Yavé, el tabernáculo de la reunión y todos los utensilios sagrados del tabernáculo. Los sacerdotes y los levitas los llevaban. 5El rey Salomón y toda la asamblea de Israel, convocada por él, iban delante del arca. Sacrificaron ovejas y bueyes en número incontable por su muchedumbre. 6Los sacerdotes pusieron el arca de la alianza de Yavé en su sitio, en el santuario de la casa, en el lugar santísimo, bajo las alas de los querubines; 7pues los querubines tenían las alas extendidas sobre el lugar del arca y la cubrían por encima, el arca y sus barras. 8Se había dado a las barras una longitud suficiente para que sus extremidades se viesen desde el lugar santo, que está delante del santuario, pero sin que pudieran verse desde fuera, y así quedaron hasta el día de hoy. 9No había en el arca ninguna otra cosa más que las dos tablas de piedra, que Moisés depositó en ella en Horeb, cuando hizo Yavé alianza con los hijos de Israel, a su salida de Egipto.
10En cuanto salieron los sacerdotes del santuario, la nube llenó la casa de Yavé, 11sin que pudieran permanecer allí los sacerdotes para el servicio, por causa de la nube, pues la gloria de Yavé llenaba la casa.
12Entonces dijo Salomón: «Yavé ha dicho que habitaría en la oscuridad. 13Yo he edificado una casa para que sea Tu morada, el lugar de Tu habitación para siempre».
14Volvióse el rey y bendijo a toda la asamblea de Israel, mientras toda la asamblea de Israel se tenía en pie, 15y dijo: «Bendito Yavé, Dios de Israel, que con Su misma boca habló a David, mi padre, y ha cumplido con Su mano lo que había prometido, diciendo: 16«Desde el día en que Yo saqué de Egipto a Mi pueblo, Israel, no He elegido ciudad de entre todas las tribus de Israel, para que en ella se Me edificase una casa donde residiera Mi nombre, aunque elegí a David para que reinase sobre Mi pueblo, Israel». 17David, mi padre, tuvo en su corazón edificar una casa al nombre de Yavé, Dios de Israel; 18pero Yavé dijo a David, mi padre: «Tú tenías en tu corazón el deseo de edificar una casa a Mi nombre; has hecho bien en tener esa voluntad, 19pero no edificarás tú la casa; tu hijo, salido de tus entrañas, edificará casa a Mi nombre». 20Yavé ha cumplido la palabra que dió. Yo me he levantado en el lugar de David, mi padre, y me siento sobre el trono de Israel, como se lo había anunciado Yavé, y he edificado la casa al nombre de Yavé, Dios de Israel. 21He dispuesto un lugar para el arca de la alianza de Yavé, de la alianza que hizo con nuestros padres al sacarlos de la tierra de Egipto».
22Púsose Salomón ante el altar de Yavé, en presencia de toda la asamblea de Israel; y tendiendo sus manos al cielo, 23dijo: «Yavé, Dios de Israel: No hay Dios semejante a Ti, ni en lo alto en los cielos, ni abajo sobre la tierra. Tú guardas la alianza y la misericordia con tus siervos, los que de todo corazón andan en Tu presencia. 24Así has mantenido tu palabra a Tu siervo David, mi padre, y lo que por Tu boca dijiste lo has cumplido hoy con tu mano. 25Ahora, pues, ¡oh Yavé!, Dios de Israel, guarda la promesa que a David mi padre hiciste, diciendo: No faltará de ti varón delante de Mí, que se siente en el trono de Israel, siempre que tus hijos sigan Mis caminos, y anden delante de Mí como has andado Tú. 26Cúmplase ahora, ¡oh Yavé!, la palabra que a David, Tu siervo, mi padre, dijiste. 27Pero, en verdad, ¿morará Dios sobre la tierra? Los cielos, y los cielos de los cielos, no son capaces de contenerte. ¡Cuánto menos esta casa que yo he edificado! 28Mas con todo, atiende a la plegaria de tu siervo, ¡oh Yavé, Dios mío!, y oye el clamor y la oración que ante Ti hace hoy tu siervo. 29Que estén abiertos Tus ojos noche y día sobre este lugar, del que has dicho: «En él estará Mi nombre», y oye la oración que Tu siervo haga en este lugar. 30Oye, pues, la oración deTtu siervo y la de Tu pueblo Israel; cuando oren en este lugar, óyela Tú también desde el lugar de Tu morada de los cielos, y oyendo, perdona.
31«Cuando pecare alguno contra su prójimo, y haciéndole jurar, le tomen juramento delante de Tu altar en esta casa, 32oye Tú desde los cielos, y obra, juzgando a tus siervos, condenando al impío, haciendo recaer su maldad sobre su cabeza, y justificando al justo, para retribuirle según su justicia. 33Cuando Tu pueblo Israel cayere ante sus enemigos, por haber pecado contra Ti, y vueltos a Ti confiesen Tu nombre y oren, y Te rueguen y Te supliquen en esta casa, 34óyelos Tú en los cielos, y perdona el pecado de Tu pueblo, Israel, y restitúyelos a la tierra que diste a sus padres.

35«Cuando se cierre el cielo y no llueva, por haber ellos pecado contra Ti, y Te rueguen en este lugar, invocando Tu nombre, convertidos del pecado por haberlos Tú afligido, 36oye Tú en los cielos, y perdona el pecado de Tus siervos y de Tu pueblo Israel, enseñándoles el recto camino por donde han de ir, y dando las lluvias a su tierra, la que por heredad diste a Tu pueblo. 37Cuando haya en la tierra hambre o pestilencia; o tizón, añublo, langosta o pulgón invadan la tierra; y cuando el enemigo asedie a Tu pueblo en su tierra, en sus ciudades; cuando haya enfermedades y plagas de cualquier clase; 38si cada uno, si todo Tu pueblo, Israel, reconociendo la llaga de su corazón y alzando las manos hacia este lugar, Te hiciere oraciones y súplicas, 39óyelas desde los cielos, desde el lugar de Tu morada, y perdona. Obra con cada uno según sus caminos, y según ellos Retribúyeles, Tú que escudriñas el corazón de todos los hijos de los hombres, 40y ellos te temerán durante todo el tiempo que habiten en la tierra que diste a nuestros padres.
41«Cuando el extranjero, el que no es de tu pueblo Israel, venga de tierra lejana, por la fama de Tu nombre, 42porque se sabrá que Tu nombre es grande, fuerte Tu mano y tendido Tu brazo; cuando venga a a orar a Ti en esta casa, 43óyele desde los cielos, desde el lugar de Tu morada, y otorga a ese extranjero lo que pida, para que todos los pueblos de la tierra conozcan Tu nombre, para temerte como Tu pueblo, Israel, y sepan que Tu nombre es invocado en esta casa que yo he edificado.
44«Cuando salga el pueblo para combatir a sus enemigos por el camino que Tú les señalares, si dirigen a Yavé sus plegarias, vueltos sus ojos a la ciudad que Tú has elegido y a la casa que yo he edificado a Tu nombre, 45oye desde los cielos sus oraciones y súplicas, y hazle justicia. 46Si hubieren pecado contra Ti, pues no hay hombre que no peque, y estuvieres Tú airado contra ellos, y los entregares al enemigo, para que los cautive y los lleve a tierra enemiga, lejana o cercana; 47si ellos vuelven en sí en la tierra de su cautividad, y dicen: Hemos pecado, hemos hecho el mal, hemos cometido impiedad, 48y se convierten a Ti de todo su corazón y de toda su alma, en la tierra de los enemigos que los cautivaron, y oran a Ti, hacia su tierra, la que diste a sus padres, y hacia la ciudad que elegiste y la casa que yo he edificado a Tu nombre, 49oye en los cielos, en la habitación de Tu morada, su oración y su súplica, y hazles justicia.
50«Perdona, pues, a Tu pueblo, que ha pecado contra Ti, todas las infracciones con que contra Ti se rebelaron, y haz que hagan con ellos misericordia los que los hubieran llevado cautivos; 51porque son Tu pueblo y Tu heredad, que Tú sacaste de Egipto, de en medio del horno del hierro. 52Que estén abiertos Tus ojos a las oraciones de tu siervo y a la plegaria de tu pueblo, Israel, para oírlos en todo aquello en que Te invoquen, 53pues que Tú los separaste para Ti, por heredad Tuya, de entre todos los pueblos de la tierra, como lo dijiste por medio de Moisés, tu siervo, cuando sacaste de Egipto a nuestros padres, ¡oh Señor, Yavé!»
54Cuando hubo acabado Salomón de hacer esta oración y súplica, levantóse de delante del altar de Yavé, donde estaba arrodillado; y con las manos tendidas al cielo, 55puesto en pie, bendijo a toda la asamblea de Israel, diciendo: 56«Bendito Yavé, que ha dado el reposo a su pueblo, conforme a lo que Él había dicho; ninguna de las promesas hechas por medio de Moisés, su siervo, ha fallado; 57que Yavé, nuestro Dios, sea con nosotros, como lo fué con nuestros padres; que no nos deje ni nos abandone, 58sino que incline nuestros corazones hacia Él, para que marchemos por todos sus caminos y sigamos Sus mandamientos, Sus leyes y Sus mandatos, los que Él prescribió a nuestros padres. 59Que éstas mis palabras y el objeto de mis súplicas estén delante de Yavé, día y noche presentes a Yavé, nuestro Dios, para que defienda la causa de su siervo y la de su pueblo, Israel, en todo tiempo; 60para que todos los pueblos de la tierra sepan que Yavé es Dios, y no hay otro. 61Que vuestro corazón sea todo para Yavé, nuestro Dios, como lo es hoy, para seguir Sus leyes y guardar Sus mandamientos».
62El rey y todo Israel ofrecieron sacrificios a Yavé. 63Salomón inmoló veintidós mil bueyes y cien mil ovejas en sacrificios eucarísticos que ofreció a Yavé. Así hizo el rey, y con él todos los hijos de Israel, la dedicación del templo. 64Aquel día consagró el rey el atrio que está delante de la casa de Yavé, pues ofreció allí holocaustos y ofrendas y los sebos de los sacrificios eucarísticos, porque el altar de bronce que hay delante de Yavé era demasiado pequeño para contener los holocaustos, las ofrendas y los sebos de los sacrificios eucarísticos. 65Celebró entonces la fiesta, y todo Israel con él. Una gran muchedumbre, venida de todas partes, desde Hamat hasta el torrente de Egipto, se reunió ante Yavé, nuestro Dios, durante siete días y otros siete días, es decir, catorce días. 66El día octavo despidió al pueblo, y ellos bendijeron al rey, yéndose cada uno a su morada, alegre y lleno de gozo el corazón, por todos los beneficios que Yavé había hecho a David, Su siervo, y a Su pueblo, Israel.


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  • 2 Sobre el mes de Etanim, cf. 6,1.(Volver a Lectura).

  • 9 El primer cuidado fue trasladar el arca desde el tabernáculo, en que David la había colocado, hasta el templo, donde ocuparía, al fondo de la casa, el debir o santísimo. El arca era el símbolo de la presencia de la divinidad. En ella se guardaban las tablas del decálogo, expresión de Su voluntad, según Ex 25,16.21 y Dt 10,2.5.(Volver a Lectura).

  • 10 Como en Ex 40,32s, la nube es la señal de la presencia de Yavé, que toma posesión de su casa, y con esta presencia indica la importancia del templo y su significación religiosa. Ezequiel nos cuenta cómo la gloria de Yavé abandonó su morada al romper Yavé sus relaciones con el pueblo y entregar el templo para ser destruido por los caldeos (11,22s), y cómo volió a ella al ser restaurado (43,2ss).(Volver a Lectura).

  • 14 Parece, por el relato que sigue, que Salomón es aquí el único que, como jefe del pueblo, ejerce funciones sacerdotales. Es quien bendice al pueblo y dirige a Dios la oración que pudiéramos decir consecratoria.(Volver a Lectura).

  • 23 Es de notar, en la oración de Salomón, el claro concepto de la inmensidad de Dios. Ya más que considerar el templo como la morada de Dios, se le da por lugar donde Dios ha querido que se invoque Su nombre; y le pide Salomón que ponga en él sus ojos desde los cielos y oiga las plegarias que desde él se le dirigen. Se nota igualmente el concepto universalista de la religión de Yavé, pidiendo que oiga Dios al extranjero que venga a orar en aquel lugar, incorporándose asé, en cierto modo, al pueblo de Israel.(Volver a Lectura).

  • 62 Esos sacrificios son del rey y del pueblo, y deben contarse como tales las víctimas sacrificadas para comer, que también tenían su carácter sagrado, según Lev 17,1ss. El texto griego omite las cien mil ovejas. Téngase en cuenta lo anotado otras veces respecto del aumento de las cifras de los autores sagrados por los copistas posteriores.(Volver a Lectura).




Segunda aparición de Yavé

9 1Cuando hubo acabado Salomón la casa de Yavé, la casa real y todo cuanto se había propuesto hacer, 2se apareció Yavé por segunda vez a Salomón, como se le había aparecido en Gabaón, 3y le dijo: «He oído tu oración, el ruego que has hecho ante Mí. He santificado esa casa que has edificado, para poner en ella Mi nombre para siempre, y en ella estarán siempre Mis ojos y Mi corazón. 4Si andas en Mi presencia, como anduvo David, tu padre, en integridad de corazón y en equidad, haciendo cuanto Yo te he mandado y guardando Mis leyes y mandamientos, 5Yo afirmaré el trono de tu reino sobre Israel, para siempre, como se lo prometí a David, tu padre, diciendo: No faltará de ti varón en el trono de Israel. 6Pero si os apartáis de Mí vosotros y vuestros hijos, si no guardáis Mis mandamientos, Mis leyes, las que Yo os he prescrito, y os vais tras dioses ajenos, para servirles y prosternaros ante ellos, 7Yo exterminaré a Israel de la tierra que le He dado, y echaré lejos de delante de Mí esta casa, que he consagrado a Mi nombre, e Israel será el sarcasmo y la burla de todos los pueblos. 8Y por alta que estuviera esta casa, cuantos pasen cerca de ella se quedarán pasmados, y silbarán. Se dirá: ¿Por qué ha tratado así Yavé a esta tierra y esta casa? 9Y responderán: Porque abandonaron a Yavé, su Dios, que sacó de la tierra de Egipto a sus padres, y se ligaron a otros dioses, prosternándose ante ellos y sirviéndoles. Por eso ha hecho venir Yavé sobre ellos todos estos males».


Ciudades edificadas por Salomón

10Al cabo de veinte años de haber edificado Salomón la casa de Yavé y la casa real, 11para las cuales Hiram, rey de Tiro, había mandado a Salomón madera de cedro y de ciprés y cuanto oro quiso, dió Salomón a Hiram veinte ciudades en tierra de Galilea. 12Salió Hiram de Tiro, para ver las ciudades que le daba Salomón; y no gustándole, 13dijo: «¿Qué ciudades me has dado, hermano?" Y las llamó tierras de Cabul, nombre que tienen todavía hoy. 14Había mandado Hiram a Salomón ciento veinte talentos de oro.

15He aquí cómo se reguló el servicio personal impuesto por el rey Salomón a los hombres cuya leva hizo para edificar la casa de Yavé y su propia casa, el terraplén y las murallas de Jerusalén, y además, Hasor, Megiddo y Guezer.
16Había subido el Faraón, rey de Egipto; y apoderándose de Guezer, la había incendiado, matando a los cananeos que habitaban la ciudad. Después se la dió en dote a su hija, la mujer de Salomón; 17y Salomón edificó a Guezer, Betorón de abajo, 18Balat y Tamar, en el desierto del mediodía; 19todas las ciudades de almacenes, que le pertenecían, y las destinadas a los carros y a la caballería, y todo cuanto quiso Salomón edificar en Jerusalén, en el Líbano y en toda la tierra de su dominio.
20Toda la gente que había quedado de los amorreos, de los geteos, de los fereceos, de los jeveos y de los jebuseos, que no pertenecían al pueblo de Israel, 21y sus descendientes, que habían quedado después de ellos en la tierra y que los hijos de Israel no habían podido dar al anatema, los hizo Salomón esclavos de servicio como lo han sido hasta hoy; 22no empleó Salomón como tales a los hijos de Israel, que eran sus hombres de guerra, sus servidores, sus jefes, sus oficiales y los comandantes de sus carros y su caballería. 23Los jefes que Salomón puso al frente de las obras eran quinientos cincuenta, encargados de vigilar a los trabajadores.
24La hija del Faraón subió de la ciudad de David a la casa que Salomón le había edificado. Entonces fué cuando se hizo el terraplén.
25Tres veces cada año ofrecía Salomón holocaustos y sacrificios pacíficos sobre el altar que él edificó a Yavé, y quemaba perfumes sobre el que estaba delante de Yavé. El acabó toda la casa.
26Construyó también Salomón naves en AsionGaber, que está junto a Elat, en la costa del Mar Rojo, en la tierra de Edóm; 27y mandó Hiram para estas construcciones a sus siervos, diestros marineros, con los siervos de Salomón, 28y fueron hasta Ofir, y trajeron de allí oro, cuatro cientos veinte talentos, que llevaron al rey Salomón.


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  • 10 Terminadas las obras, era precioso liquidar las cuentas. Según 5,8ss, Salomón debía proveer a Hiram de trigo y aceite, y éste de maderas a Salomón, que tuvo que resignarse a ceder una parte del territorio de Yavé a un gentil, cosa ininteligible para la posteridad en rey tan glorioso (2 Par 8,2).(Volver a Lectura).

  • 15 Hasta aquí se habló de la edificación del templo y del real alcázar; ahora se añaden las construcciones militares en Jerusalen y en otras ciudades estratégicas, entre ellas Guezer, conquistada por el faraón, y Tamar, en el desierto del Medidodía, al sur del mar Muerto. Miraban estas obras, primero, a asegurar su reino, y luego, los caminos seguidos por las caravanas que hacían el comercio entre el Egipto y el Asia.(Volver a Lectura).

  • 20 Según el derecho antiguo, Salomón sujetó a la prestación personal como siervos a los cananeos vencidos. Los hebreos también lo fueron, según 3,27; pero por tiempos y no en la misma forma que los cananeos.(Volver a Lectura).

  • 24 Este terraplén o milo parece haber sido el relleno que empezó David y acabó Salomón en el valle que separaba el monte en que se alzaba la ciudad cananea, o ciudad de David, de la montaña en que se edificó el templo y el regio alcázar.(Volver a Lectura).

  • 26 Este episodio de la vida de Salomón nos indica cuáles eran sus planes de gobierno, con que pretendía transformar la vida del pueblo, dedicado hasta allí a la agricultura y a la ganadería. El Ofir se hallaba por el mar Rojo abajo, sin que se pueda determinar si en la costa africana, en la arábiga o más allá, en la índica.(Volver a Lectura).




La reina de Saba, en Jerusalén

10 1Llegó a la reina de Saba la fama que para gloria de Yavé tenía Salomón, y vino para probarle con enigmas. 2Llegó a Jerusalén con muy numeroso séquito y con camellos cargados de aromas, de oro, en gran cantidad, y de piedras preciosas. Vino a Salomón, y le propuso cuanto quiso proponerle: 3y a todas sus preguntas respondió Salomón, sin que hubiera nada que el rey no pudiera explicarle. 4La reina de Saba, al ver la sabiduría de Salomón, la casa que había edificado, 5los manjares de su mesa y las habitaciones de sus servidores, sus cometidos y los vestidos que vestían, los de los coperos, y los holocaustos que se ofrecían en la casa de Yavé, fuera de sí, 6dijo al rey: «Verdad es cuanto en mi tierra me dijeron de tus cosas y de tu sabiduría. 7Yo no lo creía antes de venir y haberlo visto con mis propios ojos. Pero cuanto me dijeron, no es ni la mitad. Tienes más sabiduría y prosperidad que la fama que a mí me había llegado. 8Dichosas tus gentes, dichosos tus servidores, que están siempre ante ti, y oyen tu sabiduría. 9Bendito Yavé, tu Dios, que te ha hecho la gracia de ponerte sobre el trono de Israel. Por el amor que Yavé tiene siempre a Israel, te ha hecho su rey, para que hagas derecho y justicia». 10Dió al rey ciento veinte talentos de oro, una gran cantidad de aromas y de piedras preciosas. No se vieron nunca después tantos aromas, como los que la reina de Saba dió al rey Salomón.
11Las flotas de Hiram, que traían el oro de Ofir, trajeron también de Ofir gran cantidad de madera de sándalo y de piedras preciosas. 12Con la madera de sándalo hizo el rey las balaustradas de la casa de Yavé y de la casa del rey, y arpas y salterios para los cantores. No vino después nunca más madera de ésta, y no se ha vuelto a ver hasta hoy. 13El rey Salomón dió a la reina de Saba todo cuanto ella deseó y le pidió, haciéndole, además, presentes dignos de un rey como Salomón. Después se volvió ella a su tierra con sus servidores.

14El peso de oro que cada año llegaba a Salomón era de seiscientos sesenta y seis talentos de oro, además del que como tributo recibía de los grandes mercaderes, de los impuestos, 15de los traficantes, de los príncipes de los beduinos y de los intendentes de la tierra. 16Hizo también el rey Salomón doscientos grandes escudos de oro macizo, para cada uno de los cuales empleó seiscientos siclos de oro, 17y otros trescientos escudos de oro macizo, para cada uno de los cuales empleó tres minas de oro, y los puso en la casa «Bosque del Líbano». 18Hizo también el rey un gran trono de marfil que cubrió con láminas de oro purísimo. 19Seis gradas tenía el trono, y por arriba cabezas de toros, y tenía dos brazos, uno a cada lado del asiento, y junto a los brazos dos leones, 20y doce leones en las gradas, uno a cada lado de cada una de ellas. No se ha hecho nada semejante para rey alguno. 21Todas las copas del rey Salomón eran de oro, y toda la vajilla de la casa «Bosque del Líbano» era de oro macizo. No había nada de plata, no se hacía caso alguno de ésta en tiempos de Salomón, 22porque el rey tenía en el mar naves de Tarsis con las de Hiram, y cada tres años llegaban las naves de Tarsis, trayendo oro, plata, marfil, monos y pavones.
23Fué el rey Salomón más grande que todos los reyes de la tierra, por las riquezas y la sabiduría. 24Todo el mundo buscaba ver a Salomón, para oír la sabiduría que había puesto Yavé en su corazón; 25y todos le llevaban presentes, objetos de plata, de oro, vestidos, aromas, caballos y mulos, y todos los años era lo mismo. 26Reunió carros y caballos. Tenía mil cuatrocientos carros y doce mil jinetes, que puso en las ciudades donde tenía los carros y en Jerusalén, cerca del rey. 27El rey hizo que en Jerusalén abundara la plata como las piedras, y los cedros fueran tan numerosos como los sicómoros que crecen en el llano. 28Los caballos los traía de Egipto, de Coa; una caravana de comerciantes del rey los compraba a un precio determinado; 29un tiro de carro venía a costar, al salir de Egipto, seiscientos siclos de plata, y un caballo ciento cincuenta siclos. Traíanlos también al mismo tiempo para los reyes de los geteos y los de Siria.


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  • 1 Para darnos una idea de la fama de Salomón, el autor sagrado nos trae este episodio de la reina de Saba. Este pueblo es ya conocido por Gén 10,7.28 y 25,3. Habitaba hacia el sudoeste de la Arabia y era un pueblo traficante, según Ez 27,22ss; Sal 71,15; Is 60,6; Jer 6,20; Job 6,19. Las crónicas de Senaquerib nos hablan de reinas de Arabia con quienes hubo de sostener guerra. La de nuestro relato era, pues, reina de un pueblo de comerciantes árabes, de los que con frecuencia atravesaban Palestina con sus caravanas, y eran obligados a pagar sus derechos de peaje. No sería extraño que en esta visita entrase por mucho también el interés de sus vasallos.(Volver a Lectura).

  • 3 Serían probablemente parecidos al que propuso Sansón. (Juec. 14, 14). Esta especie de sabiduría la estiman mucho los orientales.(Volver a Lectura).

  • 11 El contexto pide que los v.11ss se lean al fin del capítulo precedente, y así quedará el v.13 unido al 10 y como conclusión del relato. Como príncipes orientales, la reina y el rey se hicieron mutuamente obsequios.(Volver a Lectura).

  • 14 Esta suma era en verdad fabulosa. El talento equivalía a 3000 siclos, éste a unos 14 gramos, luego el talento a 42 kilos de oro. La suma de 666 equivale a unas 28 toneladas de oro. Así podía deslumbrar a sus vasallos y a los extraños con el lujo de su corte.(Volver a Lectura).

  • 22 Naves de Tarsis eran naves de alto bordo, los transatlánticos de la época. Los fenicios, aliados y maestros de los hebreos den la navegación, eran los mejores manrinos de la antigüedad. Tarsis se hallaba situada fuera del estrecho de Gibraltar, en España. Señalaba el extremo de las regiones occidentales frecuentadas por las naves fenicias.(Volver a Lectura).

  • 26 Sobre esto véase 5,6 y 9,19.(Volver a Lectura).

  • 27 En estilo de hipérbole oriental, el autor sagrado nos dice cuánto abundaban los metales y las otras materias preciosas en un reino antes pobre de ellas.(Volver a Lectura).

  • 28 Coa se halla en Cilicia, y Musri, al norte, en la región del Tauro. De allí traía Salomón los caballos para su ejército y para los príncipes vecinos. Con semejante tráfico hacía, sin duda, un buen negocio, y esto parece ser lo que el autor sagrado quiere decirnos. El caballo era poco conocido en Palestina hasta la época de Salomón; en vez de él se usaba el mulo o el asno (2Sam 13,29; 18,9; 1Re 1,33).(Volver a Lectura).




Las mujeres extranjeras

11 1El rey Salomón, además de la hija del Faraón, amó a muchas mujeres extranjeras, moabitas, amonitas, edomitas, sidonias y geteas, 2de las naciones de que había dicho Yavé a los hijos de Israel: «No entréis a ellas, ni entren ellas a vosotros, porque de seguro arrastrarán vuestros corazones tras sus dioses». A éstas, pues, se unió Salomón con amor. 3Tuvo setecientas mujeres de sangre real y trescientas concubinas, y las mujeres torcieron su corazón. 4Cuando envejeció Salomón, sus mujeres arrastraron su corazón hacia los dioses ajenos; y no era su corazón enteramente de Yavé, su Dios, como lo había sido el de David, su padre; 5y se fué Salomón tras de Astarte, diosa de los sidonios, y tras de Malcom, abominación de los amonitas; 6e hizo Salomón el mal a los ojos de Yavé, y no siguió enteramente a Yavé, como David, su padre. 7Entonces edificó Salomón, en la montaña que está frente a Jerusalén, un excelso a Camos, abominación de Moab, y a Moloc, abominación de los hijos de Ammón; 8y de modo semejante hizo para todas sus mujeres extranjeras, que allí quemaban perfumes y sacrificaban a sus dioses.
9Irritóse Yavé contra Salomón, porque había apartado su corazón de Yavé, Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, 10y le había mandado cuanto a esto que no se fuese tras los dioses ajenos; pero él no siguió lo que Yavé le había mandado. 11Yavé dijo a Salomón: «Pues que así has obrado, y has roto Mi alianza y las leyes que Yo te había prescrito, Yo romperé de sobre ti tu reino y Se lo daré a un siervo tuyo. 12No lo haré, sin embargo, en tus días, por amor de David, tu padre; Lo arrancaré de las manos de tu hijo. 13Ni le arrancaré tampoco todo el reino, sino que dejaré a tu hijo una tribu, por amor de David, Mi siervo, y por amor de Jerusalén, que Yo he elegido.


Enemigos de Salomón

14Suscitó Yavé a Salomón un enemigo, Adad, amonita, de la sangre real de Edom. 15Cuando David batió a Edom, Joab, jefe del ejército, subió para enterrar a los muertos, y mató a todos los varones de Edom, 16quedándose con todo Israel durante seis meses en Edom, hasta exterminar a todos los varones. 17Entonces Adad, con algunos edomitas, siervos de su padre, huyó para refugiarse en Egipto, siendo todavía muchacho. 18Partiendo de Madián, se fueron a Parán, y uniéndose allí a algunos de Parán, llegaron a Egipto, junto al Faraón, rey de Egipto. El Faraón dió a Adad una casa, proveyó a su subsistencia y le dió tierras. 19Fué Adad muy grato al Faraón, que le dió por mujer Ano, hermana mayor de su mujer, hermana de la reina Tafnes. 20La hermana de Tafnes le dió su hijo Guenubat, a quien Tafnes educó en la casa del Faraón, estando en ella Guenubat como un hijo del Faraón.
21Cuando supo Adad, en Egipto, que David se había dormido con sus padres, y que Joab, jefe del ejército, había muerto, dijo al Faraón: «Déjame ir a mi tierra»; 26y el Faraón le respondió: «¿Qué te falta cerca de mí, para que quieras irte a tu tierra?» Y él contestó: «Nada me falta, pero déjame ir». Adad se volvió a su casa. Este fué el mal que hizo Adad, que odiaba a Israel, y se hizo rey de Edom.

23Suscitó Dios a Salomón otro enemigo, Rezón, hijo de Elyada, que había huido de su señor Adadezer, rey de Soba. 24Reunió gente y se hizo jefe de banda, cuando David derrotó a las tropas arameas. Fuese entonces a Damasco y se estableció allí, y reinó en Damasco, 25siendo enemigo de Israel todo el tiempo de la vida de Salomón. Al mismo tiempo que Adad, le hacía el mal que podía, porque aborrecía a Israel y reinaba en Siria.
26También Jeroboam, siervo de Salomón, se alzó contra el rey. Era hijo de Nabat, efrateo, de Sereda, siervo de Salomón, y tenía por madre a una viuda llamada Serna. 27He aquí la ocasión de alzarse contra el rey. Estaba Salomón construyendo el terraplén para rellenar la depresión que había en la ciudad de David, su padre. 28Jeroboam era hombre muy capaz y fuerte; y habiéndole visto Salomón a la obra, dió al joven el mando de todas las gentes de trabajo de la casa de José.


Ajías predice a Jeroboam que reinará sobre Israel

29Por aquel tiempo salió Jeroboam de Jerusalén y le halló en el camino el profeta Ajías, de Silo. Iba éste cubierto con un manto nuevo, y estaban los dos solos en el campo. 30Ajías cogió el manto nuevo que llevaba sobre sí, lo partió en doce pedazos, 31y dijo a Jeroboam: «Coge diez pedazos, porque así habla Yavé, Dios de Israel: Voy a romper el reino en manos de Salomón, y a darte a ti diez tribus. 32El tendrá una tribu, por amor de David, Mi siervo, y de Jerusalén, que Yo he elegido entre todas las tribus de Israel. 33Porque Me han abandonado, y se han prosternado ante Astarte, diosa de los sidonios, ante Gamos, dios de Moab, y ante Malcom, dios de los hijos de Ammón. No han marchado por Mis caminos, haciendo lo que es bueno a Mis ojos y guardando Mis leyes y mandamientos, como lo hizo David, padre de Salomón. 34No quitaré de sus manos todo el reino, pues Mantendré su reinado todos los días de su vida, por amor de David, Mi siervo, a quien elegí Yo y que guardó Mis mandamientos y Mis leyes. 35Pero quitaré el reino de las manos de su hijo, y Te daré a ti diez tribus, 36dejando a su hijo una tribu, para que David, Mi siervo, tenga siempre una lámpara ante Mí en Jerusalén, la ciudad que Yo he elegido para poner allí Mi nombre. 37A ti Te tomaré Yo, dominarás sobre cuanto tu corazón desea, y serás rey de Israel. 38Si me obedeces en cuanto Yo te mande y sigues Mis caminos, Mis leyes y mandamientos, como lo hizo David, Mi siervo, Yo seré contigo y Te edificaré casa estable, como se la edifiqué a David, y te daré Israel. 39Humillaré a la descendencia de David, mas no por siempre». 40Salomón procuró dar muerte a Jeroboam, pero Jeroboam huyó, refugiándose en Egipto, cerca de Sesac, rey de Egipto, hasta la muerte de Salomón.
41Lo demás de los hechos de Salomón, de lo que hizo y de su sabiduría, ¿no está escrito en el libro de los hechos de Salomón?
42Reinó Salomón en Jerusalén cuarenta años sobre todo Israel, 43y luego se durmió con sus padres, y fué sepultado en la ciudad de David, su padre. Le sucedió Roboam, su hijo.


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  • 1 De Saúl no se menciona más que una esposa y una concubina o esposa de segundo orden (1Sam 14,50; 2Sam 21,11); pero David creyó conveniente, siguiendo el uso oriental, aumentar su harén para acrecentar su autoridad real. Salomón en esto llegó al colmo, y el autor lamenta que muchas de las mujeres fueran extranjeras, que traían consigo sus dioses y sus devociones, siendo por aquí causa de perversión para el rey. El Cantar de los Cantares (6,8) habla de 60 princesas y 80 de las otras. En ambos casos, las cifras han debido de ser aumentadas por los copistas posteriores.(Volver a Lectura).

  • 26 Pero lo más grave fue el conato de sublevación de Jeroboam, efraimita y capataz de los obreros que trabajaban en el terraplén. Parece que en éste el tradicional orgullo de la tribu, que soportaba de mala gana la hegemonía de Judá, se avivó con las imposiciones de aquellos trabajos, que ante todo creía redundar en provecho de la tribu rival.(Volver a Lectura).

  • 29 La tendencia idolátrica de Salomón tuvo que producir grave escándalo en los israelitas más fieles, sobre todo entre aquellos que seguían las inspiraciones de los profetas de Yavé. De tales sentimientos vino a hacerse portavoz este profeta, Ajías de Silo, que promete, en forma tan expresiva, a Jeroboam el reino sobre diez de las doce tribus de Israel.(Volver a Lectura).

  • 42 Salomón reinó cuarenta años, sucediéndole su hijo Roboam, que reinó diecisiete años. En adelante la cronología cambiará de aspecto y no veremos repetirse el número cuarenta.(Volver a Lectura).




SEGUNDA PARTE


HISTORIA SINCRÓNICA DE LOS REYES HASTA ACAB Y JOSAFAT
(12 - 22)

División del reino

12 1Roboam fué a Siquem, por haberse reunido en Siquem todo Israel para proclamarle rey. 2Jeroboam, hijo de Nabat, que había venido de Egipto, donde moraba por haber huido lejos de Salomón, recibió estas noticias, 3y le mandaron a llamar. Vinieron Jeroboam y toda la asamblea de Israel a Roboam, y le hablaron así:
4«Tu padre hizo muy pesado nuestro yugo; aligera tú, pues, ahora esta dura servidumbre, y te serviremos. 5El les respondió: «Id, y volved a mí dentro de tres días». Fuése el pueblo. 6El rey Roboam consultó a los ancianos que habían estado cerca de Salomón, su padre, durante su vida, diciéndoles: «¿Qué me aconsejáis que haga con este pueblo?» 7Y ellos le dijeron: «Si ahora te rindes a este pueblo, y le complaces hablándole blandas palabras, te estará siempre sujeto». 8Pero Roboam no siguió el consejo de los ancianos, y consultó a los jóvenes que se habían criado con él y le rodeaban, 9diciéndoles: «¿Qué me aconsejáis que responda a este pueblo que así me habla? Aligera el yugo que tu padre nos impuso». 10Y los jóvenes que se habían criado con él, le dijeron así: «Habla de este modo al pueblo que te ha dicho: Tu padre hizo muy pesado su yugo sobre nosotros, aligéralo tu. Háblales así: Mi dedo meñique es más grueso que los lomos de mi padre. 11Ahora, pues, mi padre os cargó con pesado yugo, y yo haré vuestro yugo más pesado todavía. Mi padre os azotó con azotes, y yo os azotaré con escorpiones».
12Vinieron, pues, Jeroboam y todo el pueblo, al día tercero, según lo que había dicho el rey: «Volved dentro de tres días»; 13y el rey respondió al pueblo duramente, dejando el consejo que le habían dado los ancianos, 14y le habló así, según el consejo de los jóvenes: «Mi padre hizo pesado vuestro yugo, y yo lo haré más pesado todavía; mi padre os azotó con azotes y yo os azotaré con escorpiones». 15Desoyó, pues, el rey al pueblo, porque así lo disponía Yavé, para cumplir la palabra que Yavé había dicho por medio de Ajías, de Silo, a Jeroboam, hijo de Nabat.
16Entonces todo Israel, viendo que el rey no le escuchaba, dijo al rey: «¿Qué tenemos que ver nosotros con David? ¿Ni qué heredad es la nuestra con el hijo de Isaí? ¡A tus tiendas, Israel! ¡Provee ahora a tu casa, David!»

Fuése Israel a sus tiendas, 17y Roboam no reinó sobre más hijos de Israel que los que habitaban en las ciudades de Judá. 18Mandó entonces Roboam a Adoram, que era prefecto de los tributos; pero éste fué lapidado por todo Israel, y murió. Apresuróse Roboam a montar en su carro, para huir a Jerusalén; 19y así se separó Israel de la casa de David hasta el día de hoy.
20Sabiendo que había vuelto Jeroboam, todo Israel le mandó a llamar a la asamblea, y le hicieron rey de todo Israel. La tribu de Judá fué la sola que siguió a la casa de David. 21Llegado Roboam a Jerusalén, convocó a toda la casa de Judá y a la tribu de Benjamín, ciento ochenta mil hombres de guerra, para hacer la guerra a la casa de Israel y reducirla a la obediencia de Roboam, hijo de Salomón; 22pero Semeias, varón de Dios, recibió palabras de Yavé, diciendo: 23«Habla a Roboam, hijo de Salomón, rey de Judá, y a toda la casa de Judá y de Benjamín, y a todos los del pueblo, diciendo:
24«He aquí lo que dice Yavé: No subáis a hacer la guerra a vuestros hermanos, los hijos de Israel. Vuélvase cada uno de vosotros a su casa, porque de mí ha venido esto»; y ellos, obedeciendo la palabra de Dios, se volvieron, según la palabra de Yavé.


Reinado de Jeroboam en Israel

25Jeroboam edificó Siquem, en la montaña de Efraím, y residió allí; salió después y edificó Penuel. 26Jeroboam se dijo en su corazón: «El reino podría muy bien volver otra vez a la casa de David. 27Si este pueblo sube a Jerusalén para hacer sus sacrificios en la casa de Yavé, el corazón del pueblo se volverá a su señor, Roboam, rey de Judá; me matarán a mí y se volverán a Roboam, rey de Judá». 28Después de pensarlo, hizo el rey dos becerros de oro, y dijo al pueblo: «Bastante tiempo habéis subido a Jerusalén; ahí tienes a tu dios, el que te sacó de la tierra de Egipto». 29Hizo poner uno de los becerros en Betel y el otro en Dan; 30y esto indujo al pecado, pues iba el pueblo hasta Dan para adorar. 31Edificó también Jeroboam lugares excelsos, e hizo, sacerdotes a gentes del pueblo, que no eran de los hijos de Leví. 32Instituyó Jeroboam una solemnidad en el mes octavo, el quince del mes, conforme a las de Judá, y sacrificó sobre el altar. Así puso también en Betel sacerdotes en los altos que había construido, para que sacrificasen a los becerros que había hecho; 33y subió al altar que se había hecho en Betel, el día quince del octavo mes, que él a su voluntad eligió. Instituyó una fiesta para los hijos de Israel, y subió al altar para quemar perfumes.


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  • 1 Siquem es bien conocido desde la edad patriarcal (Gén 12,6; 37,12; Jos 24,1; 25,32). Es seguro que Roboam va a ella para ser ungido o reconocido rey por las tribus del Norte, cuya aspiración era ya conocida.(Volver a Lectura).

  • 2 Este versículo debe leerse al fin del capítulo precedente y unir el v.I con el v.3.(Volver a Lectura).

  • 4 La gloria exterior de los reyes y de los Estados se sostiene con frecuencia a costa de sus súbditos. Las obras de Salomón y su magnificencia se realizaron en gran parte con la prestación personal de su pueblo por espacio de muchos años. El pueblo, que no estaba hecho a ese régimen, protesta contra él. Era lo que Samuel les había anunciado (1 Sam 8,10ss).(Volver a Lectura).

  • 6 En el consejo del rey existían dos tendencias: la tradicionalista, representada por los ancianos, que prefería al esplendor externo la libertad y la paz interna, y la nueva, introducida por Salomón, amante del progreso en la vida material y de l pompa externa. El rey se inclinó hacia la última y respondió al pueblo con dureza.(Volver a Lectura).

  • 19 Prescindiendo de los divinos designios, la escisión, tan profunda y definitiva, que no tuvo soldadura en la vida de Israel, históricamente se explica por el concurso de varias causas. La rivalidad entre Judá y Efraím, como causa remota; los gravámenes a que Salomón sometió al pueblo, como causa inmediata. La persistencia principalmente se debió a la política de los reyes de Israel.(Volver a Lectura).

  • 24 Roboam, aunque de momento pensó reducir al pueblo rebelde por la fuerza, al fin hubo de resignarse a quedar sólo por rey de Jerusalén y Judá.(Volver a Lectura).

  • 33 Jeroboam erige en estos dos santuarios, opuestos al santuario nacional, dos becerros de oro, repitiendo la prevaricación del desierto. Esta prevaricación persiste durante todo el tiempo de la vida de Israel y es considerada por el hagiógrafo como el principal pecado con que todos los reyes de Israel hicieron pecar a su pueblo, sin que ninguno se apartara de la conducta de Jeroboam.(Volver a Lectura).




Un profeta reprende a Jeroboam

13 1Llegó de Judá a Betel un hombre de Dios, por mandato de Yavé, mientras estaba Jeroboam en el altar para quemar perfumes; 2y alzando su voz contra el altar, según la palabra de Yavé, gritó: «¡Altar, altar! Así habla Yavé: Nacerá de la casa de David un hijo, que se llamará Josías, que inmolará sobre ti a los sacerdotes de los altos que en ti queman perfumes, y sobre ti quemarán huesos humanos». 3Y dió entonces mismo una señal, diciendo: «Esta es la señal que da Yavé: El altar se quebrará y se derramará la ceniza que hay en él».
4Al oír el rey Jeroboam las palabras del varón de Dios, lo que había gritado contra el altar de Betel, extendió su brazo desde el altar, diciendo: «Detenedle»; pero la mano que contra él extendió se quedó rígida, y no pudo volverla a sí. 5El altar se quebró, y las cenizas que sobre él había se derramaron, según la señal que el hombre de Dios había dado, conforme a la palabra de Yavé. 6Entonces el rey, dirigiéndose al hombre de Dios, dijo: «Implora a Yavé, tu Dios, y ruégale por mí, para que pueda volver a mí la mano». El hombre de Dios imploró a Yavé, y el rey pudo volver a sí la mano, que quedó como estaba antes. 7Entonces dijo el rey al hombre de Dios: «Vente conmigo a mi casa para tomar algo, y te haré un presente». 8Pero el hombre de Dios dijo al rey: «No iré contigo a tu casa, aunque me dieras la mitad de tu casa, y no comeré pan ni beberé agua en este lugar, 9porque esa orden me ha sido dada por la palabra de Yavé: No comas pan, ni bebas agua, ni tomes para tu vuelta el camino por donde vayas». 10Fuése, pues, por otro camino, no tomando para volver el camino por donde había venido a Betel.
11Habitaba en Betel un viejo profeta, cuyos hijos vinieron a contarle lo que el hombre de Dios había hecho aquel día en Betel y lo que había dicho al rey; 12y su padre les dijo: «¿Por qué camino ha ido?» Indicáronle sus hijos el camino por donde se volvió el hombre de Dios venido de Judá; 13y él les dijo: «Aparejadme el asno». Ellos se lo aparejaron, y él, subiendo en el asno, 14se fué tras el hombre de Dios; y una vez que le alcanzó, mientras estaba sentado bajo una encina, le preguntó: «¿Eres tú el hombre de Dios que ha venido de Judá?» El le respondió: «Yo soy». 15Díjole entonces el otro: «Ven conmigo a casa, para tomar algún alimento». 16Pero él respondió: «No puedo ir contigo, ni entrar en tu casa, 17porque la palabra de Yavé me ha dicho: No comas pan, ni bebas agua, ni tomes para la vuelta el camino de la ida».
18Pero él le dijo: «Yo también soy profeta como tú, y un ángel me ha hablado de parte de Yavé, diciéndome: «Tráele contigo a tu casa, para que coma pan y beba agua». Mentía. 19Volvióse entonces con él, y en su casa comió pan y bebió agua. 20Pero mientras estaban sentados a la mesa, fué palabra de Yavé al profeta que le había hecho volver, 21que gritó al venido de Judá: «Así habla Yavé: Por haber sido rebelde al mandato de Yavé, y no haber guardado la orden que Yavé, tu Dios, te había dado, 22y porque volviéndote has comido pan y bebido agua en el lugar de que te había dicho: No comas pan allí, ni bebas allí agua, no entrará tu cadáver en la sepultura de tu padre».

Santuario cananeo situado en lo alto de un monte.

23Cuando el profeta que le había hecho volver acabó de comer pan y de beber agua, hizo que aparejaran para el otro su asno, y el hombre de Dios se fué. 24Encontró en el camino un león que le mató, quedando su cadáver tendido en el camino; el asno siguió junto a él, y el león junto al cadáver. 25Los que pasaban vieron el cadáver tendido en el camino, y junto a él el león, y hablaron de ello en la ciudad donde moraba el viejo profeta. 26Cuando el profeta que le había hecho volver lo supo, dijo: «Es el hombre de Dios, que ha sido rebelde a la orden de Yavé, y por eso le ha entregado Yavé al león, que le ha destrozado y muerto, conforme a la palabra que Yavé le había dicho». 27Después, dirigiéndose a sus hijos, dijo: «Aparejadme un asno». Aparejáronlo ellos, 28y se fué. Halló el cadáver tendido en el camino, y el asno y el león que estaban junto al cadáver. El león ni había devorado el cadáver ni había destrozado al asno. 29El profeta levantó el cadáver del hombre de Dios, y poniéndolo sobre el asno, se lo llevó, y vino con él a la ciudad, donde le lloró y le sepultó. 30Puso su cadáver en la sepultura, y le lloraba, diciendo: «¡Ay, hermano mío!» 31Después que le sepultó, dijo a sus hijos: «Cuando yo muera, me sepultaréis en la sepultura donde está enterrado el hombre de Dios, poniendo mis huesos junto a los suyos, para que mis huesos se conserven intactos junto a los suyos; 32porque se ha de cumplir la palabra que de parte de Yavé gritó él contra el altar de Betel, y contra todos los altares de la ciudad de Samaría».
33A pesar de esto, no se apartó Jeroboam de su mal camino; creó nuevos sacerdotes de entre todo el pueblo para los altos. A cualquiera que quisiera serlo, le consagraba él sacerdote de los altos.
34Esto fué causa de pecado para la casa de Jeroboam, y por eso fué exterminada y borrada de sobre la haz de la tierra.


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  • 1 Este episodio señala la oposición del espíritu de los profetas de Yavé contra la obra religiosa de Jeroboam. El profeta venido de Judá nos trae a la memoria la conducta de Amós bajo Jeroboam II (Am 7s).(Volver a Lectura).

  • 11 Un segundo profeto de Betel simpatiza con el primero y aplaude su conducta, aunque él no se atreva tal vez a seguirle. La prohibición de tomar algo en Betel, cuya infracción le costó la vida, significa la abominación por ese culto. «Con los que tal hacen, ni comer» (1 Cor 5,11).(Volver a Lectura).




Ajías predice a Jeroboam su ruina

14 1Enfermó por entonces Abiya, hijo de Jeroboam; 2Jeroboam dijo a su mujer: «Anda, levántate y disfrázate de modo que nadie sepa que eres la mujer de Jeroboam, y vete a Silo. Allí está Ajías, profeta, el que me anunció que sería rey de este pueblo. 3Coge contigo diez panes, tortas y una vasija de miel, y entra en su casa, y él te dirá lo que va a ser del niño». 4Hízolo así la mujer de Jeroboam. Se levantó, fué a Silo, y entró en la casa de Ajías. Ajías no veía ya, pues por la vejez se le habían quedado fijos los ojos; 5pero Yavé había dicho a Ajías: «La mujer de Jeroboam va a venir a consultarte acerca de su hijo, que está enfermo; cuando llegue querrá hacerse pasar por otra».
6Cuando oyó Ajías el ruido de sus pasos, en el momento en que trasponía la puerta, dijo: «Entra mujer de Jeroboám. ¿Por qué te finges otra? Estoy encargado de anunciarte cosas muy duras. 7Ve y dile a Jeroboam: Así habla Yavé, Dios de Israel: «Yo te alcé de en medio del pueblo, y te hice jefe de mi pueblo, Israel, 8rompiendo el reino de la casa de David y dándotelo a ti. Pero tú no has sido como mi siervo David, que guardó mis mandamientos y me siguió de todo su corazón, no haciendo más que lo recto a mis ojos; 9antes hiciste el mal, más que cuantos han sido antes de ti, haciéndote otros dioses y fundiendo imágenes para irritarme, echándome tras de tus espaldas. 10Por eso Voy a hacer venir el mal sobre la casa de Jeroboam, y exterminaré a todos cuantos a Jeroboam pertenecen, al esclavo y al libre en Israel, y barreré a la casa de Jeroboam, como se barren las basuras, hasta que del todo desaparezca. 11El que de la casa de Jeroboam muera en la ciudad, será devorado de los perros, y el que muera en el campo, será comido por las aves del cielo. Porque habla Yavé». 12Y tú álzate y vete a tu casa. En cuanto tus pies entren en la ciudad, morirá el niño: 13todo Israel le llorará, y será sepultado, pues será el único de la casa de Jeroboam que será sepultado, por ser el único de la casa de Jeroboam en que se ha hallado algo de bueno a los ojos de Yavé, Dios de Israel.

14Yavé alzará sobre Israel un rey, que exterminará en su día a la casa de Jeroboam. ¿Y qué es lo de ahora? 15Yavé sacudirá a Israel como en el agua se agita una caña, y arrancará a Israel de esta buena tierra que dió a sus padres, y le dispersará al otro lado del río, por haberse hecho ídolos, irritando a Yavé. 16Entregará a Israel por los pecados que ha cometido Jeroboam, y los que ha hecho cometer a Israel». 17Levantóse la mujer de Jeroboam, y se fué. Llegó a Tirsa, y cuando tocaba con sus pies el umbral de la puerta, murió el niño. 18Se le enterró, y todo Israel le lloró, según la palabra que Yavé había dicho por su siervo Ajías, profeta. 19Lo demás de los hechos de Jeroboam, de las guerras que hizo, y de cómo reinó, todo ello está escrito en las crónicas de los reyes de Israel. 20Reinó veintidós años, y se durmió con sus padres. Le sucedió Nadab, su hijo.

El reino de Judá bajo Roboam

21Roboam, hijo de Salomón, reinó sobre Judá. Tenía cuarenta y un años cuando comenzó a reinar en Jerusalén, la ciudad que Yavé se había elegido de entre todas las tribus de Israel para poner allí su nombre. Su madre se llamaba Noama, amonita.
22Roboam hizo el mal a los ojos de Yavé, irritando su celo con los pecados que cometía, más que cuanto lo habían hecho antes sus padres. 23Edificáronse altos, con cipos y aseras sobre todas las alturas y bajo todo árbol frondoso. 24Hasta consagrados a la prostitución idolátrica hubo en la tierra. Imitaron todas las abominaciones de las gentes que Yavé había echado delante de los hijos de Israel.
25El año quinto del reinado de Roboam, Sesac, rey de Egipto, subió contra Jerusalén. 26Pilló los tesoros de la casa de Yavé y los tesoros de la casa del rey; todo lo pilló, con todos los escudos de oro que había hecho Salomón. 27El rey Roboam hizo en su lugar escudos de bronce, y se los entregó a los jefes de la guardia de la entrada de la casa del rey. 28Cuantas veces iba el rey a la casa de Yavé, los llevaban los de la guardia, y luego los volvían al cuartel de la guardia.
29El resto de los hechos de Roboam, cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 30Siempre hubo guerra entre Roboam y Jeroboam. 31Durmióse Roboam con sus padres, y fué sepultado en la ciudad de David. Su madre se llamó Noama, amonita. Le sucedió Abiam, hijo suyo.


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  • 25 Sesac, después de haber destruido la dinastía XXI, tanita, a que pertenecía el suegro de Salomón, pretendió restablecer la influencia de Egipto sobre Canán y emprendió esta campaña en el año 17 de su reinado (c. 930), y de ella nos ha dejado recuerdo en los muros del templo de Amón, en Karnak.(Volver a Lectura).




Abiam, rey de Judá

15 1El año octavo del reinado de Jeroboam, hijo de Nabat, comenzó a reinar en Judá Abiam. 2Reinó tres años en Jerusalén. Su madre se llamaba Maca, hija de Abisalón. 3Dióse a todos los pecados que antes de él había cometido su padre, y su corazón no estuvo enteramente con Yavé, como lo había estado el de David, su padre. 4Mas por amor de David, Yavé, su Dios, dió a éste una lámpara en Jerusalén, estableciendo a su hijo después de él y sosteniendo a Jerusalén; 5porque David había hecho lo recto a los ojos de Yavé, y no se había apartado de ninguno de sus mandamientos durante toda su vida, fuera de lo de Urías, el geteo. 6Hubo guerra entre Roboam y Jeroboam mientras vivió aquél.
7El resto de los hechos de Abiam, lo que hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?
Hubo guerra entre Abiam y Jeroboam. 8Abiam se durmió con sus padres, y fué sepultado en la ciudad de David. Le sucedió Asa, su hijo.

Cipos en un santuario de Guezer.

Reinado de Asa en Judá

9El año veinte del reinado de Jeroboam, comenzó a reinar Asa en Judá. 10Reinó cuarenta y un años en Jerusalén, y su madre se llamaba Maca, hija de Abisalam. 11Asa hizo lo recto a los ojos de Yavé, como David, su padre. 12Arrancó de la tierra a los consagrados a la prostitución idolátrica, e hizo desaparecer los ídolos que sus padres se habían hecho;

13y hasta despojó a su madre, Maca, de la dignidad de reina, porque se había hecho un asera abominable; cogió la abominación y la quemó en el torrente de Cedrón. 14Pero no desaparecieron todos los altos, aunque el corazón de Asa estuvo enteramente con Yavé durante toda su vida. 15Llevó a la casa de Yavé cosas consagradas por su padre y por él mismo, plata, oro y utensilios.
16Hubo guerra entre Asa y Basa, rey de Israel, durante toda su vida. 17Basa, rey de Israel, subió contra Judá, y fortificó Rama para impedir a Asa, rey de Judá, salir y entrar. 18Asa tomó toda la plata y todo el oro que habían quedado en el tesoro de la casa de Yavé y en el tesoro de la casa del rey, y se lo entregó a sus servidores, que envió a Ben Adad, hijo de Tabrimón, hijo de Jezyón, rey de Siria, que residía en Damasco. El rey Asa le dijo: 19«Que haya alianza entre tí y mí, como la hubo entre mi padre y tu padre. Te mando este presente de plata y oro. Rompe tu alianza con Basa, rey de Israel, para que éste se aleje de mí».
20Ben Adad escuchó a Asa, y mandó a los jefes de su ejército contra las ciudades de Israel; y devastó a Iyón, Dad, Abel, Bet Maca, todo el Quinerot, y toda la tierra de Neftalí. 21Cuando Basa supo ésto, cesó de fortificar a Rama y se volvió a Tirsa. 22El rey Asa convocó a todo Judá sin excepción, y se apoderó de las piedras y de la madera que Basa empleaba en las fortificaciones de Rama, y el rey Asa se sirvió de ellas para fortificar a Gueba de Benjamín y Mispa.
23El resto de los hechos de Asa, todas sus hazañas, cuanto hizo, las ciudades que edificó, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Al tiempo de su vejez estuvo enfermo de los pies.
24Durmióse Asa con sus padres, y fué sepultado con sus padres en la ciudad de David, su padre. Le sucedió Josafat, su hijo.


Reinados de Nadab y Basa en Israel

25 Nadab, hijo de Jeroboam, reinó sobre Israel, comenzó a reinar el segundo año de Asa, rey de Judá, y reinó dos años sobre Israel. 26Hizo lo malo a los ojos de Yavé, y marchó por el camino de su padre, dándose a todas las abominaciones que su padre había hecho cometer a Israel.
27Basa, hijo de Asiya, de la casa de Isacar, conspiró contra él, y le mató en Guibetón, que pertenecía a los filisteos, mientras Nadab y todo Israel asediaba a Guibetón. 28Le mató el año tecero de Asa, rey de Judá y reinó en lugar suyo. 29Cuando reinó, destruyó toda la casa de Jeroboam, sin dejar escapar a nadie, matando a cuanto respiraba, según la palabra que Yavé había dicho por medio de Ajías, de Silo, su siervo, 30por los pecados que Jeroboam había cometido y los que había hecho cometer a Israel, irritando así a Yavé, Dios de Israel.
31 El resto de los hechos de Nadab, cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?
32Hubo guerra entre Asa y Basa todos los días de su vida.
33El año tercero de Asa, rey de Judá, reinó sobre todo Israel en Tirsa Basa, hijo de Ajiya. Reinó veinticuatro años. 34Hizo lo malo a los ojos de Yavé, y marchó por el camino de Jeroboam, dándose a los pecados que Jeroboam había hecho cometer a Israel.


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  • 6 Este versículo falta en el griego y es repetición del v.7.(Volver a Lectura).

  • 8 Tenemos en los vs. 1 - 8 el modelo del esquema adoptado por el autor en esta segunda parte, para encuadrar los hechos históricos de cada uno de los reinados.(Volver a Lectura).

  • 11 Asa es el primero de los reformadores religiosos que ha tenido Judá, el precursor de Josafat, Ezequías y Josías. Con qué energía haya tomado la obra se ve por lo hecho con su madre. Esta asera, más abominable que las otras, debía de ser la diosa paredra que se había dado a Yavé.(Volver a Lectura).

  • 14 Estos altos vienen mencionándose desde antiguo, y Asa, lo mismo que los otros reyes, excepto Josías, los deja subsistir. Aunque dedicados a Yavé, con facilidad se contaminaban con supersticiones y ritos idolátricos.(Volver a Lectura).

  • 16 La guerra de Israel contra Judá fue constante, hasta que, atacado en serio Israel por Damasco, resolvió hacer paces con sus hermanos.(Volver a Lectura).

  • 32 Simple repetición del v. 16.(Volver a Lectura).




16 1Recibió Jehú, hijo de Janani, palabra de Yavé contra Basa, diciendo: 2«Yo te he levantado del polvo, y te hice jefe de mi pueblo Israel; mas por haber tú marchado por el camino de Jeroboam, y haber hecho pecar a mi pueblo, Israel, irritándome con sus pecados, 3voy Yo a barrer a Basa y a su casa, y liaré tu casa semejante a la de Jeroboam, hijo de Nabat. 4El que de la casa de Basa muera en la ciudad, será devorado por los perros; y el que de los suyos muera en el campo, será comido por las aves del cielo». 5El resto de los hechos de Basa, cuanto hizo, sus hazañas, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?
6Basa se durmió con sus padres, y fué sepultado en Tirsa. Le sucedió Ela, su hijo.
7La palabra de Yavé había sido dirigida por medio del profeta Jehú, hijo de Janani, contra Basa y contra su casa, no sólo por todo el mal que él había hecho a los ojos de Yavé, irritándole con la obra de sus manos y haciéndose semejante a la casa de Jeroboam, sino también por haber destruido a la casa de Jeroboam.


Reinados de Ela, Zimri y Omri en Israel

8El año veintiséis de Asa, rey de Judá, comenzó a reinar sobre Israel en Tirsa, Ela, hijo de Basa, y reinó dos años. 9Conspiró contra él Zimri, su siervo, jefe de la mitad de los carros. Estaba Ela en Tirsa, comiendo y embriagándose en casa de Arsa, su mayordomo en Tirsa; 10y entró Zimri y le hirió, matándole, el año veintisiete de Asa, rey de Judá, y reinó en su lugar. 11Hecho rey, una vez que se sentó sobre el trono, 12destruyó a toda la casa de Basa, sin dejar que escapara nadie de cuantos le pertenecían, ni pariente ni amigo. Destruyó Zimri toda la casa de Basa, según la palabra que Yavé había dicho contra Basa, por medio de Jehú, profeta, 13por todos los pecados que Basa y Ela, su hijo, habían cometido y habían hecho cometer a Israel, irritando con sus ídolos a Yavé, Dios de Israel.
14El resto de los hechos de Ela, cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?
15El año veintisiete de Asa, rey de Judá, reinó siete días Zimri en Tirsa. 16Estaba el pueblo acampado contra Guibetón, que pertenecía a los filisteos, y supo la noticia: «Zimri ha conspirado contra el rey, y aun le ha dado muerte»; y aquel mismo día todo Israel alzó en el campamento por rey a Omri, jefe del ejército. 17Omri, y con el todo Israel, subieron de Guibetón, y pusieron cerco a Tirsa. 18Cuando Zimri vió que era tomada la ciudad, se metió en el palacio real, y puso fuego a la casa con él dentro, y así murió, 19por los pecados que él había cometido, haciendo lo malo a los ojos de Yavé, y marchando por el camino de Jeroboam, y dándose a los pecados que Jeroboam había cometido, para hacer pecar a Israel.

20El resto de los hechos de Zimri, la conspiración que tramó, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?
21Entonces el pueblo de Israel se dividió en dos partidos; una mitad del pueblo quería hacer rey a Tibni, hijo de Guinat, y la otra mitad estaba por Omri. 22Los partidarios de Omri vencieron a los partidarios de Tibni, hijo de Guinat, y Tibni fué muerto, y reinó Omri.
23 El año treinta y uno de Asa, rey de Judá, comenzó a reinar Omri sobre Israel, y reinó doce años. Reinó en Tirsa seis años; 24luego compró a Semer la montaña de Samaría, por dos talentos de plata, y edificó sobre la montaña, dando a la ciudad que edificó el nombre de Samaría, del monte de Semer, el dueño del monte. 25Omri hizo el mal a los ojos de Yavé, y obró todavía peor que los que le habían precedido. 26Marchó por todos los caminos de Jeroboam, hijo de Nabat, y se dió a todos los pecados que Jeroboam había hecho cometer a Israel, irritando con sus ídolos a Yavé, Dios de Israel.
27El resto de los hechos de Omri, cuanto hizo, sus hazañas, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? 28Se durmió Omri con sus padres, y fué sepultado en Samaría. Le sucedió Ajab, su hijo.


Reinado de Ajab en Israel

29Ajab, hijo de Omri, comenzó a reinar en Israel el año treinta y ocho de Asa, rey de Judá, 30y reinó sobre Israel en Samaría veintidós años.
Ajab, hijo de Omri, hizo el mal a los ojos de Yavé, más que todos cuantos le habían precedido; 31y como si fuese todavía poco para él darse a los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, tomó por mujer a Jezabel, hija de Etbal, rey de Sidón, y se fué tras Baal, le sirvió y se prosternó ante él. 32Alzó a Baal un altar en la casa de Baal que edificó en Samaría, 33hízose además un asera, haciendo más que cuantos reyes le precedieron para provocar la ira de Yavé, Dios de Israel.
34En cuanto a su tiempo, Jiel, de Betel, reedificó a Jericó; echó los fundamentos, al precio de su primogénito, Abiram: y puso las puertas, al precio de Segub, su hijo menor, según la palabra que Yavé había dicho por medio de Josué, hijo de Nun.


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  • 4 Es el cumplimiento de la profecía de Jehú en la persona de Ela, hijo de Basa, por uno de sus generales codicioso del trono.(Volver a Lectura).

  • 15 Dios, que se sirve de los hombres para ejecutar su justicia, no aprueba las obras hechas con malos fines y contra la ley de Dios. Así, Zimri, que dio muerte al soberano para ocupar su trono, tuvo bien pronto la paga de su crimen por mano de otro general, Omri.(Volver a Lectura).

  • 24 Omri es uno de los principales reyes de Israel, hasta el punto de que, en los monumentos asirios, Israel es generalmente llamado Bet Omri = la casa de Omri. La edificación de Samaría es igualmente un suceso importantísimo en la historia de Israel, que con ello tiene ya su capital que oponer a la del reino de Judá. La elección del lugar, por su centralidad y su natural fortaleza, es muestra del buen ojo político militar de Omri.(Volver a Lectura).

  • 33 Con Ajab se da en Israel una nueva y profunda invasión de la religión cananea, favorecida por la reina Jezabel, sidonia. Para combatirla manda Dios a Elías, que con razón es considerado como el príncipe de los profetas que se oponen a la corrupción idolátrica.(Volver a Lectura).

  • 34 La maldición de Josué (Jos 6,26) significaba que Jericó quedaba borrada del número de las ciudades. Quien quisiera reedificarla debía proceder como si se tratara de una fundación nueva. Ahora bien, los ritos cananeos exigían el sacrificio de un niño al poner la primera piedra y de otro al colocar la último. Así lo hizo Jiel, mostrando con ello cuán imbuido estaba de las supersticiones cananeas.(Volver a Lectura).




El profeta Elías

17 1Elías, tesbíta, habitante en Galad, dijo a Ajab: «Vive Yavé, Dios de Israel, a quien sirvo, que no habrá en estos años ni rocío ni lluvia, sino por mi palabra». 2Y dirigió Yavé a Elías Su palabra, diciendo: 3«Pártete de aquí, vete hacia el oriente, y escóndete junto al torrente de Querit, que está frente al Jordán. 4Beberás el agua del torrente, y Yo mandaré a los cuervos que te den de comer allí». 5Hizo según la palabra de Yavé, y fué a asentarse junto al torrente de Querit, que está frente al Jordán. 6Los cuervos le llevaban por la mañana pan y carne, y pan y carne por la tarde, y bebía del agua del torrente; 7pero al cabo de cierto tiempo se secó el torrente, pues no había caído lluvia alguna sobre la tierra.
8Entonces le dirigió Yavé su palabra, diciendo: 9«Levántate y vete a Sarepta, que pertenece a Sidón, y mora allí. Yo he dado orden a una mujer viuda para que te mantenga allí». 10Levantóse y fuése a Sarepta. Al llegar a la entrada de la ciudad, vió a una mujer viuda, que recogía leña; la llamó, y le dijo: «Vete a buscarme, por favor, un poco de agua en un vaso para que beba»; 11y ella fué a buscarla. Llamóla de nuevo cuando iba a traérselo, y le dijo: «Tráeme también, por favor, un bocado de pan»; 12pero ella le contestó: «Vive Yavé, tu Dios, que no tengo nada de pan cocido, y que no me queda más que un puñado de harina en la tinaja, y un poco de aceite en la vasija; precisamente estaba ahora cogiendo unos trozos de leña, para ir a preparar esto para mí y para mi hijo; lo comeremos, y después nos dejaremos morir».

13El le dijo: «No temas, ve y haz lo que has dicho, pero prepárame para mí antes una tortita, y tráemela, y luego ya harás para ti y para tu hijo; 14pues he aquí lo que dice Yavé: No faltará la harina que tienes en la tinaja, ni disminuirá el aceite en la vasija, hasta el día en que Yavé haga caer la lluvia sobre la haz de la tierra». 16Fué ella e hizo lo que le había dicho Elías, y durante mucho tiempo tuvieron que comer, ella y su familia y Elías, 16sin que faltase la harina de la tinaja, ni disminuyese el aceite de la vasija, según lo que había dicho Yavé por Elías.
17Después de esto enfermó el hijo de la mujer, dueña de la casa; y su enfermedad era tan violenta, que no podía resollar. 18La mujer dijo entonces a Elías: «¿Qué hay entre ti y mí, hombre de Dios? ¿Has venido por ventura a mi casa para traer a memoria mis pecados y hacer morir a mi hijo?» 19El le respondió: «Dame acá tu hijo». El le tomó del regazo de su madre, le subió a la habitación donde él dormía, y le puso en su cama, 20e invocó a Yavé, diciendo: «¡Oh Yavé, mi Dios! ¿Vas a afligir a la viuda que en su casa me ha recibido como huésped, matando a su hijo?» 21Tendióse tres veces sobre el niño, invocando a Yavé, y diciendo: «¡Yavé, Dios mío! Que vuelva, te ruego, el alma de este niño a entrar en él». 22Yavé oyó la voz de Elías, y volvió dentro del niño su alma, y revivió. 23Tomó entonces al niño Elías, bajó y entrególo a su madre diciendo: «Mira, tu hijo vive». 24La mujer dijo a Elías: «Ahora conozco que eres hombre de Dios, y que es verdad en tu boca la palabra de Yavé».


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  • 1 En castigo de las idolatrías que la alianza con los fenicios había traído a Israel, manda a su profeta predecir esta gran calamidad. Sabemos por la Escritura que la sequía no era rara en Palestina (Gén 2,10; 26,1ss). El torrente Querit no está identificado; pero debía de hallarse en la Transjordania, de donde el profeta era natural.(Volver a Lectura).

  • 8 Dios no manda a su profeta a ninguna casa de Israel, sino a la de esta viuda sidonia, donde Elías experimenta la benevolencia de aquella pagana y él le responde con dos milagros. El Señor declaró el sentido mesiánico de la vocación de los gentiles que implicaba este hecho (Lc 4,26).(Volver a Lectura).




Elías y los profetas de Baal

18 1Pasado mucho tiempo, al tercer año, dirigió Yavé su palabra a Elías, diciendo: «Ve, preséntate a Ajab, que voy a hacer que caiga la lluvia sobre la haz de la tierra». 2Fué, pues, Elías, para presentarse ante Ajab.
El hambre era grande en Samaría, 3y Ajab mandó a llamar a Abdías, su mayordomo. Abdías era muy temeroso de Yavé; 4y cuando Jezabel exterminaba a los profetas de Yavé, escondió a cien profetas, de cincuenta en cincuenta, por cincuenta días en cavernas, proveyéndoles de pan y de agua. 5Ajab dijo a Abdías: «Vete por la tierra a todas las fuentes de agua y a todos los torrentes, a ver si por allí hay alguna hierba para que podamos conservar con vida a los caballos y mulos, y no nos quedemos sin ganado». 6Dividiéronse, pues, la tierra para recorrerla, y Ajab se fué solo por un camino, y Abdías se fué solo por otro camino.
7Cuando iba Abdías por su camino, encontróse con Elías, y como le reconoció, echóse sobre el rostro, diciendo: «¿Eres tú, mi señor, Elías?» 8El le respondió: «Sí, yo soy; vete a decir a tu señor: Ahí está Elías». 9Y Abdías le contestó: «¿Qué pecado he cometido yo, para que tú me entregues en manos de Ajab, que seguramente me hará morir? 10Vive Yavé, tu Dios, que no hay nación ni reino a donde no haya mandado mi amo a buscarte; cuando venían diciéndole que no estabas allí, hacia jurar al reino y a la nación que no te habían hallado. 11¿Y ahora tú me dices: Ve a decir a tu amo, ahí está Elías? 12Además, en cuanto yo te deje, el espíritu de Yavé te llevará yo no sé dónde, y cuando vaya a informar a Ajab, él no te hallará y me matará. Sin embargo, tu siervo teme a Yavé desde su juventud. 13¿No le han dicho a mi señor lo que yo hice cuando Jezabel mataba a los profetas de Yavé? Yo oculté a cien profetas de Yavé, de cincuenta en cincuenta, en cavernas, y los proveí de pan y de agua. 14Y ahora me mandas: Ve a decir a tu amo, ahí está Elías. Me matará».
15Pero Elías le dijo: «Vive Yavé Sebaot, a quien sirvo, que hoy mismo me presentaré yo delante de Ajab». 16Abdías, yendo al encuentro de Ajab, le informó, y Ajab se volvió para ir al encuentro de Elías. 17Apenas le vió Ajab, le dijo: «¿Eres tú, ruina de Israel?» 18Y Elías le respondió: «No soy yo la ruina de Israel, sino tú y la casa de tu padre, apartándoos de los mandamientos de Yavé y yéndoos tras los Baales. 19Anda, convoca a todo Israel al monte Carmel, y a los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, y a los cuatrocientos profetas del asera, que comen de la mesa de Jezabel». 20Convocó, pues, Ajab a todos los hijos de Israel y a todos los profetas al monte Carmel; 21y acercándose Elías a todo el pueblo, le dijo: «¿Hasta cuándo habéis de estar vosotros claudicando de un lado y de otro? Si Yavé es Dios, seguidle a él; y si lo es Baal, id tras él». El pueblo no respondió nada.
22Volvió a decir Elías al pueblo: «Sólo quedo yo de los profetas de Yavé, mientras que hay cuatrocientos cincuenta profetas de Baal. 23Que traigan bueyes, para que escojan ellos uno, lo corten en pedazos y lo pongan sobre la leña, pero sin poner fuego debajo; yo prepararé otro sobre la leña, sin poner fuego debajo.

24Después, invocad vosotros el nombre de vuestros dioses, y yo invocaré el nombre de Yavé. El Dios que respondiere con el fuego, ése sea Dios»; y todo el pueblo respondió: «Está muy bien».
25Entonces dijo Elías a los profetas de Baal: «Escogeos el buey, y haced vosotros primero, pues que sois los más, e invocad el nombre de vuestros dioses, pero sin poner fuego debajo». 26Tomaron ellos el buey que les entregaron, aprestáronlo, y estuvieron invocando el nombre de Baal, desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: «Baal, respóndenos». Pero no había voz, ni quien respondiese, mientras estaban ellos saltando en torno del altar que habían hecho.
27Al mediodía burlábase de ellos Elías, diciendo: «Gritad bien fuerte; dios es, pero quizá está entretenido conversando, o tiene algún negocio, o está de viaje. Acaso esté dormido, y así le despertaréis». 28Ellos daban voces y más voces, y se sajaban con cuchillos y lancetas, según su costumbre, hasta chorrear la sangre sobre ellos. 29Pasado el mediodía, siguieron enfurecidos hasta la hora en que suele hacerse la ofrenda de la tarde; pero no hubo voz, ni quien escuchase ni respondiese.
30Entonces dijo Elías a todo el pueblo: «Acercaos». Y todo el pueblo se acercó a él. Preparó el altar de Yavé, que estaba en ruinas; 31y tomando Elías doce piedras, según el número de las tribus de los hijos de Jacob, a quien había dicho Yavé: «Israel será tu nombre», 32alzó con ellas un altar al nombre de Yavé. Hizo en derredor una zanja, tan grande como la superficie en que se siembran dos atos de simiente; 33compuso la leña, cortó el buey en pedazos y púsolo sobre la leña. 34Dijo luego: «Llenad de agua cuatro cántaros, y echadla sobre el holocausto y sobre la leña». Después dijo: «Haced lo mismo otra vez». Otra vez lo hicieron. Dijo aún: «Hacedlo por tercera vez». Y por tercera vez lo hicieron. 35Corría el agua todo en derredor del altar, y había llenado el agua también la zanja. 36Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, llegóse el profeta Elías, y dijo: «Yavé, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel: Que se sepa hoy que tú eres Dios de Israel, y que yo soy tu siervo, que todo esto hago por mandato tuyo. 37respóndeme, Yavé, respóndeme, para que todo este pueblo conozca que tú, ¡oh Yavé!, eres Dios, y que tú conviertes a Ti su corazón». 38Bajó entonces fuego de Yavé, que consumió el holocausto y la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió las aguas que había en la zanja. 39Viendo esto el pueblo, cayeron todos sobre sus rostros, y dijeron: «¡Yavé es Dios, Yavé es Dios!» 40Y díjoles Elías: «Coged a los profetas de Baal, sin dejar que escape ninguno». Cogiéronlos ellos, y llevólos Elías al torrente Cisón, donde los degolló.
41Entonces dijo Elías a Ajab: «Sube a comer y a beber, porque ya se oye gran ruido de lluvia». 42Y subió Ajab a comer y a beber. Elías subió a la cumbre del Carmel y se postró en tierra, poniendo el rostro entre las rodillas; 43y dijo a su siervo: «Sube y mira hacia el mar». Subió él, miró y dijo: «No se Ve nada». Elías le dijo: «Vuelve a hacerlo siete veces». 44Y a la séptima vez dijo el siervo: «Veo una nubecilla, como la palma de la mano de un hombre, que sube del mar». El le dijo: «Ve y dile a Ajab: «Unce, y baja, no te lo impida luego la lluvia». 45Y en esto se cubrió el cielo de nubes, sopló el viento, y cayó gran lluvia. Subió Ajab y vino a Jezrael. 46Fué sobre Elías la mano de Yavé, que ciñó sus lomos, y vino corriendo a Jezrael delante de Ajab.


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  • 1 Estos tres años deben contarse desde el oráculo del profeta en 17,1.(Volver a Lectura).

  • 3 Este Abdías era lo que su nombre significa: un verdadero siervo de Yavé, uno de los siete mil que no habían doblado su rodilla ante Baal (19,18).(Volver a Lectura).

  • 34 El culto cananeo era muy ruidoso; pero aquí el autor sagrado acentúa la nota para poner en ridículo a los adoradores de Baal.(Volver a Lectura).




Va Elías a Horeb, huyendo de Jezabel

19 1Ajab hizo saber a Jezabel lo que había hecho Elías, y cómo había pasado a cuchillo a todos los profetas; 2y Jezabel mandó a Elías un mensajero, para decirle: «Así me hagan los dioses y así me añadan, si mañana a estas horas no estás tú como uno de ellos». 3Huyó, pues, Elías, para salvar su vida, y llegó a Berseba, que está en Judá; y dejando allí a su siervo, 4siguió él por el desierto un día de camino, y sentóse bajo una mata de retama; deseó morirse, y dijo: «¡Basta, Yavé! Lleva ya mi alma, que no soy mejor que mis padres». 5Y echándose bajo la planta de retama, se quedó dormido. Y he aquí que un ángel le tocó, diciéndole: «Levántate y come». 6Miró él, y vio a su cabecera una torta cocida y una vasija de agua. Comió y bebió, y luego volvió a acostarse; 7pero el ángel de Yavé vino por segunda vez, y le tocó, diciéndole: «Levántate y come, porque te queda todavía mucho camino».
8Levantóse, pues, comió y bebió, y anduvo con la fuerza de aquella comida cuarenta días y cuarenta noches, hasta el monte de Dios, Horeb. 9Allí metióse en una cueva, donde pasó la noche, y le dirigió Yavé su palabra, diciendo: «¿Qué haces aquí, Elías?» 10El respondió: «He sentido vivo celo por Yavé Sebaot; porque los hijos de Israel han roto tu alianza, han derribado tus altares, y han pasado a cuchillo a tus profetas, de los que sólo he quedado yo, y me están buscando para quitarme la vida».

11Díjole Yavé: «Sal afuera y ponte en el monte ante Yavé». Y he aquí que pasó Yavé, y delante de él un viento fuerte y poderoso que rompía los montes y quebraba las peñas; pero no estaba Yavé en el viento. Y vino tras el viento un terremoto; pero no estaba Yavé en el terremoto. 12Vino tras el terremoto un fuego, pero no estaba Yavé en el fuego. Tras el fuego vino un ligero y blando susurro. 13Cuando lo oyó Elías, cubrióse el rostro con su manto, y saliendo, se puso en pie a la entrada de la caverna, y oyó una voz que le dirigía estas palabras: «¿Qué haces aquí, Elías?» 14Y él respondió: «He sentido vivo celo por Yavé Sebaot, porque los hijos de Israel han roto tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a cuchillo a tus profetas, de los que sólo quedo yo, y me buscan para quitarme la vida».
15Díjole entonces Yavé: «Vete, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y cuando llegues, unge a Jazael por rey de Siria, 16y a Jehú, hijo de Nimsi, le unges por rey de Israel. A Eliseo, hijo de Safat, de Abelmeula, le ungirás, para que sea profeta en lugar tuyo. 17Al que escapare de la espada de Jezael, le matará Jehú; y al que escapare de la espada de Jehú, le matará Eliseo. 18Voy a dejar con vida en Israel a siete mil, cuyas rodillas no se han doblado ante Baal, y cuyos labios no le han besado».
19Partió de allí y halló a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando con doce yuntas, una de las cuales era la suya; y pasando Elías junto a él, echóle su manto; 20y él, dejando los bueyes, se vino corriendo tras Elías y le dijo: «Déjame ir a abrazar a mi padre y a mi madre, y te seguiré». Elías le respondió: «Ve, y vuelve, pues ya ves lo que he hecho contigo. 21Alejóse de Elías, y cuando volvió cogió un par de bueyes, y los ofreció en sacrificio; con el yugo y el arado de los bueyes coció la carne, e invitó a comer al pueblo; y levantándose, siguió a Elías y se puso a su servicio.


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  • 1 Pero Jezabel, que reinaba más que su marido, tomó dura venganza de los profetas muertos, matando a su vez a los profetas de Yavé, enemigos de sus ídolos. Elías tuvo que huir de nuevo, y esta vez huye hacia el desierto del Mediodía hasta llegar al Sinaí, la cuna de la religión de Israel (Hab 3,3; Dt 33,2; Jue 5,45; Sal 67,8).(Volver a Lectura).

  • 11 Yavé va a confortar a su fiel profeta con una visión parecida a la de Moisés (Ex 33,18ss). En la gruta que le servía de morada, y que hoy se muestra en uno de los montes del macizo sinaítico, Elías oye primero un viento huracanado, luego un terremoto, después ve un gran fuego. Yavé no estaba en ninguno de esos fenómenos, destinados a llamar la atención de Elías. Después percibió una suave brisa, y entonces le habló Dios y le dio sus órdenes.(Volver a Lectura).

  • 15 Tres son los mandatos que el profeta recibe, pero el texto no nos cuenta más que la ejecución del último. Jazael y Jehú llegaron, en efecto, a reinar en Damasco y en Israel, respectivamente; pero ignoramos la parte de Elías en su entronización (2 Re 8,12; 9,1ss). La historia del profeta está, sin duda, incompleta.(Volver a Lectura).

  • 19 Como la invasión religiosa del culto de Baal se prolongaba, Elías elige y se prepara un sucesor, que continuará su lucha contra ella, mediante prodigios y milagros que caracterizan la misión de estos dos profetas.(Volver a Lectura).




Victorias de Ajab sobre Ben Adad, rey de Siria

20 1Ben Adad, rey de Siria, reunió todo su ejército. Tenía consigo treinta y dos reyes vasallos, caballos y carros. Subió y puso sitio a Samaría, 2y mandó a la ciudad mensajeros, que dijesen a Ajab, rey de Israel: 3«Así habla Ben Adad: Tu plata y tu oro son míos, mías tus mujeres y los más hermosos de tus hijos». 4El rey de Israel respondió: «Rey, mi señor, yo soy tuyo, y tuyo es, como tú dices, todo lo que yo tengo». 5Volvieron los mensajeros, y dijeron: «Así habla Ben Adad: Yo te he mandado a decir: Entrégame tu plata y tu oro, tus mujeres y tus hijos. 6Mañana, pues, a estas horas, yo mandaré a ti mis servidores, para que pongan su mano sobre cuanto de precioso tienes, y me lo traigan».
7El rey de Israel convocó a todos los ancianos de Israel, y les dijo: «Oíd bien, y entended que este hombre nos quiere mal; porque él me ha pedido mis mujeres y mis hijos, mi plata y mi oro, y yo no se los he rehusado». 8Todos los ancianos del pueblo dijeron a Ajab: «No le oigas y niégate a ello». 9Y él les dijo a los mensajeros de Ben Adad: «Decid a vuestro señor, el rey: Yo haré todo lo que has mandado a decir a tu siervo la primera vez, pero esto otro no puedo hacerlo». Los mensajeros se fueron, y le llevaron la respuesta. 10Ben Adad mandó a decir a Ajab: «Que esto me hagan los dioses y esto me añadan, si el polvo de Samaría basta para llenar el hueco de la mano del pueblo todo que me sigue». 11Y el rey de Israel, respondió: «Decidle que no ha de alabarse el que se ciñe, como el que se desciñe». 12Cuando Ben Adad recibió esta respuesta, estaba bebiendo en su tienda con los reyes vasallos, y dijo a sus servidores: «Preparaos». E hicieron sus preparativos contra la ciudad.
13Acercóse a Ajab, rey de Israel, un profeta, y le dijo: «Asi habla Yavé, Dios de Israel: ¿Ves toda esa muchedumbre? Voy a entregarla en tus manos, y así sabrás que Yo soy Yavé». 14Ajab preguntó: «¿Por mano de quién?» Y él respondió: «Así dice Yavé: Por mano de los servidores de los jefes de provincia». Ajab preguntó más: «¿Quién comenzará el combate?» Y él respondió: «Tú mismo». 15Entonces Ajab revistó a los servidores de los jefes de provincia, en todo doscientos treinta y dos. Luego revistó a todo el pueblo, a todos los hijos de Israel, que fueron siete mil.
16Hicieron una salida al mediodía, mientras Ben Adad estaba bebiendo y embriagándose en las tiendas con los treinta y dos vasallos, sus auxiliares. 17Salieron los primeros los servidores de los jefes de provincia. Ben Adad fué informado, y le dijeron: «Los de Samaría han hecho una salida». 18Y él respondió: «Si han salido de paz, traédmelos vivos, y si han salido en guerra, traédmelos vivos».
19Una vez que los servidores de los jefes de provincia salieron de la ciudad, 20cada uno de ellos mató a su hombre, y los sirios emprendieron la fuga. Israel los persiguió. Ben Adad, rey de Siria, se salvó en un caballo con algunos de la caballería. 21El rey de Israel salió y destrozó a la caballería y a los carros, haciendo en los sirios gran estrago.
22Entonces se acercó al rey de Israel el profeta, y le dijo: «Ve y fortifícate, y mira lo que debes hacer, porque el rey de Siria volverá contra ti; a la vuelta del año».

23Los servidores del rey de Siria dijeron a éste: «Su dios es un dios de monte, por eso nos han vencido; pero si peleamos con ellos en el llano los venceremos. 24Haz, pues, así: Quita a los reyes auxiliares sus mandos, y pon jefes en lugar de ellos, 25y hazte un ejército semejante al que has perdido, con otros tantos caballos y otros tantos carros. Después daremos la batalla en el llano, y se verá si no los vencemos». El rey les dió oídos, e hizo así. 26Pasado el año, Ben Adad reunió a los sirios y vino a Afec, a dar la batalla a Israel. 27Reuniéronse también los hijos de Israel, y aprovisionándose, saliéronles al encuentro. Asentaron su campo frente a ellos, como dos rebañitos de cabras, mientras que los sirios llenaban la tierra.
28Un hombre de Dios se acercó al rey de Israel, y le dijo: «Así habla Yavé: Porque los sirios han dicho: Yavé es un dios de monte, y no de llano, entregaré en tus manos toda esa muchedumbre, y así sabréis que Yo soy Yavé». 29Siete días estuvieron acampando los unos frente a los otros. El séptimo día se trabó el combate; y los hijos de Israel hicieron a los sirios cien mil muertos de la infantería, en un día. 30El resto huyó a la ciudad de Afec, y las murallas se les caían encima a los veintisiete mil hombres que quedaban.
También Ben Adad se refugió en la ciudad, y andaba de cámara en cámara. 31Sus servidores le dijeron: «Nosotros hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes misericordiosos; vamos a vestirnos sacos sobre nuestros lomos, y a ponernos sogas al cuello, y a ir así al rey de Israel, a ver si te deja la vida». 32Vistiéronse sacos sobre los lomos, y pusiéronse sogas al cuello, y se fueron al rey de Israel, y le dijeron: Tu siervo Ben Adad dice: «Déjame la vida». Ajab respondió: «¿Vive todavía? Es mi hermano». 33Tuvieron esto los hombres por buen agüero, y se apresuraron a tomarle por la palabra, diciendo: «Ben Adad es tu hermano». Y él dijo: «Id, y traédmelo». Vino a él Ben Adad, y Ajab le hizo subir a su carro. 34Ben Adad le dijo: «Yo te devolveré las ciudades que mi padre tomó al tuyo, y tendrás en Damasco calles para ti, como las tuvo mi padre en Samaría». Y yo, repuso Ajab, te dejaré ir libre, hecha esta alianza». Hizo, pues, alianza con él, y le dejó ir.
35Uno de los profetas dijo a un su compañero, por mandato de Yavé: «Hiéreme, te lo ruego»; pero éste se negó a herirle. 36Entonces le dijo el otro: «Por no haber obedecido la voz de Yavé, en cuanto me dejes, te herirá un león»; y cuando se alejó, encontróse con un león, que le hirió. 37Encontró el otro a otro hombre, y le dijo: «Hiéreme, te lo ruego»; y éste le dió un golpe, y le hirió. 38Fué a ponerse el profeta en el camino del rey, y se disfrazó, cubriéndose el rostro con un velo. 39Cuando pasaba el rey, le gritó diciendo: «Tu siervo estaba entre las tropas, y apartándose uno, me entregó a un hombre, diciendo: Guarda a este hombre. Si llega a faltar responderás de su vida con la tuya, o con un talento de plata. 40Mientras tu siervo andaba de una parte para otra, el hombre desapareció». El rey de Israel le dijo: «Tu mismo te juzgas, ésa es tu sentencia». 41Quitóse entonces el profeta el velo de sobre los ojos, y vió el rey que era un profeta. 42Éste le dijo entonces: «Así dice Yavé: Por haber dejado ir de tus manos al que yo había dado al anatema, tu vida responderá de la suya, y tu pueblo de su pueblo». 43Fuése el rey para su casa, triste e irritado, y llegó a Samaría.


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  • 1 El texto griego de los LXX nos ofrece los cuatro últimos capítulos del libro primero en este orden: 19,21,20 y 22. Y, en efecto, el 21 pertenece a la historia de Elías y el 20 tiene en el 22 su continuación. Nos atenemos, sin embargo, al orden actual del texto masorético, que es el de la Vulgata. El v.34 indica que en los reinados pasados de Siria e Israel, éste había tenido que aceptar una paz desfavorable, impuesta por los sirios y declararse su vasallo. A exigir el cumplimiento de esta alianza viene ahora Ben Adad con su ejército y hasta 32 reyezuelos o jeques, no más poderosos cada uno que los 31 reyes cananeos vencidos por Josué (Jos 12).(Volver a Lectura).

  • 3 Las exigencias del rey sirio se hallan expresadas en forma sobremanera cruda. pero, a juzgar por la respuesta de Ajab, esto no significaría más que un reconocimiento de vasallaje a que el rey de Israel se resignaba en vista de las fuerzas que vienen sobre él.(Volver a Lectura).

  • 6 Ben Adad no se contenta con una simple declaración de vasallaje: quería hacerlo efectivo, llevándose el oro y la plata para sus arcas, las mujeres para su harén o los de sus aliados y los hijos como rehenes. Ante esta exigencia, Ajab y su consejo se resisten y prefieren la guerra, de la que Dios los sacó con ventaja, castigando el orgullo del rey sirio.(Volver a Lectura).

  • 23 Los consejeros de Ben Adad echan primero la culpa de la derrota a los aliados, que no supieron cumplir con su deber; luego la atribuyen al Dios de Israel, que honrado sobre todo en los altos, podía más en el terreno montañoso, donde sus enemigos no podían hacer uso de los carros y de la caballería; pero el resultado de la nueva batalla en la llanura fue más desastroso que el de la pasada, en las montañas.(Volver a Lectura).

  • 34 Es de notar la cortesía de Ajab para con Ben Adad, bien opuesta a la conducta observada por éste. Tal vez porque reconocía la potencia de Siria, la cual después de la derrota podría rehacerse fácilmente y volver a la carga, o bien por el temor de los asirios, que ya se mostraban amenazadores. Se contenta Ajab con recobrar las ciudades antes perdidas y con un trato comercial tan favorable para Israel cuanto el anterior era desfavorable. Se ve por lo que sigue que esta conducta de política humana no fue bien acogida de los profetas, que juzgaban las cosas desde el punto de vista religioso.(Volver a Lectura).




La viña de Nabot

21 1Después de esto, Nabot, de Jezrael, tenía en Jezrael una viña, junto al palacio de Ajab, rey de Samaría; 2y Ajab dijo a Nabot: Cédeme tu viña, para hacer un huerto para legumbres, pues está muy cerca de mi casa. Yo te daré otra viña mejor, y si esto no te conviene, te daré en dinero su valor». 3Pero Nabot le respondió: «Guárdeme Yavé de cederte la heredad de mis padres». 4Volvióse Ajab a su casa, entristecido e irritado por la respuesta que le había dado Nabot de Jezrael: «No te cederé la heredad de mis padres». Acostóse en su lecho, vuelto el rostro, y no quiso comer. 5Jezabel, su mujer, vino a él y le dijo: «¿Por qué estás triste y no quieres comer?» 6El le respondió: «He hablado a Nabot, de Jezrael, y le he dicho: «Cédeme tu viña en venta, y si no quieres, yo te daré otra viña en su lugar. Pero él me ha contestado: No te daré mi viña». 7Entonces Jezabel, su mujer, le dijo: «¿Y eres tú el rey de Israel? Levántate, come, y que se alegre tu corazón. Yo te haré con la viña de Nabot de Jezrael».
8Escribió ella unas cartas en nombre de Ajab, sellólas con el sello de éste, y se las mandó a los ancianos y a los magistrados que habitaban con Nabot en su ciudad. 9He aquí lo que escribió en las cartas: «Promulgad un ayuno, y traed a Nabot delante del pueblo, 10y poned ante él a dos malvados que depongan contra él, diciendo: Tú has maldecido a Dios y al rey; y sacadle luego y lapidadle hasta que muera».
11Las gentes de la ciudad de Nabot, ancianos y magistrados que habitaban en la ciudad, hicieron como Jezabel les decía, según las cartas que les mandó. 12Promulgaron un ayuno, trajeron a Nabot ante el pueblo, 13y dos malvados vinieron a ponerse ante él, y depusieron así contra Nabot delante del pueblo: «Nabot ha maldecido a Dios y al rey». Luego le sacaron fuera de la ciudad y le lapidaron, y murió.

14Mandaron a decir a Jezabel: «Nabot ha sido lapidado y muerto». 15Cuando Jezabel supo que Nabot había sido lapidado y muerto, dijo a Ajab: «Levántate, y ve a posesionarte de la viña de Nabot de Jezrael, que se negó a cedértela por su precio, porque Nabot no vive ya, ha muerto». 16Ajab, al oír que Nabot había muerto, se levantó para bajar a la viña de Nabot de Jezrael y tomar posesión de ella.
17Entonces fué la palabra de Yavé a Elías, tesbita, diciendo: 18«Levántate, y baja ante Ajab, rey de Israel, a Samaría. Está en la viña de Nabot, a donde ha bajado para posesionarse de ella. 19Dile: Así habla Yavé: ¿No eres tú un asesino y un ladrón? Y le dirás: Así habla Yavé: En el lugar mismo donde han lamido los perros la sangre de Nabot, lamerán los perros tu propia sangre». 20Ajab dijo a Elías: «¿Me has hallado, enemigo mío?» Y Elías le respondió: «Te he hallado. Porque tú te has vendido para hacer el mal a los ojos de Yavé, 21Yo haré venir el mal sobre ti, Yo te barreré, Yo exterminaré a cuantos pertenecen a Ajab, esclavo y libre en Israel, 22y haré tu casa semejante a la de Jeroboam, hijo de Nabat, y a la casa de Basa, hijo de Ajiya, porque tú Me has provocado, y has hecho pecar a Israel. 23Así habla Yavé de Jezabeel: Los perros comerán a Jezabeel cerca del muro de Jezrael. 24El que de la casa de Ajab muera en la ciudad, será comido por los perros, y el que muera en el campo, será comido por las aves del cielo».
25Nadie hubo que como Ajab se vendiera para hacer el mal a los ojos de Yavé. Jezabel, su mujer, le incitaba a ello. 26Obró de manera enteramente abominable, yéndose tras los ídolos, como lo hacían los amorreos, que arrojó Yavé de delante de los hijos de Israel.
27Cuando hubo oído Ajab las palabras de Elías, rasgó sus vestiduras, se vistió de saco y ayunó; dormía con saco y caminaba humillado; 28y Yavé dirigió a Elías, tesbita, su palabra, diciendo: 29«¿Has visto cómo se humilla Ajab ante Mí? Porque se ha humillado ante Mí, Yo no haré venir el mal durante su vida: durante la vida de su hijo haré Yo venir el mal sobre su casa».


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  • 1 Es la continuación del capítulo 19, y en él se pone de relieve la valentía de Elías ante el rey, juguete de una mujer prepotente y despótica. La residencia real estaba en Samaría pero en Jezrael tenía una posesión, donde gustaba pasar el tiempo en invierno.(Volver a Lectura).




Alianza de Ajab con Josafat

22 1Tres años pasaron, sin que hubiera guerra entre Siria e Israel. 2Al tercer año, Josafat, rey de Judá, bajó a ver al rey de Israel. 3El rey de Israel dijo a sus servidores: «¿No sabéis que Ramot Galad es nuestra? Y nosotros nada hacemos para tomársela al rey de Siria». 4Y dijo a Josafat: «¿Quiéres venir conmigo, para atacar a Ramot Galad?» Josafat respondió al rey de Israel: «Iremos: yo como tú, mi pueblo como tu pueblo, y mis caballos como tus caballos. 5Luego dijo Josafat al rey de Israel: «Consulta, te ruego, la palabra de Yavé».
6El rey de Israel reunió a los profetas, en número de unos cuatrocientos, y les preguntó: «¿Iré a atacar a Ramot Galad, o he de desistir de ello?» Y ellos le respondieron: «Sube, que el Señor la entregará en manos del rey». 7Pero Josafat preguntó: «¿No hay aquí ningún profeta de Yavé, para que podamos consultarle?» 8El rey de Israel respondió a Josafat: «Queda todavía aquí un hombre, por quien podríamos consultar a Yavé, pero yo le aborrezco, porque no me profetiza bien alguno; nunca me profetiza más que mal; es Miqueas, hijo de Jimla»; y Josafat dijo: «No hable así el rey». 9Entonces el rey de Israel llamó a un eunuco, y le dijo: «Trae luego a Miqueas, hijo de Jimla».
10Estaban el rey de Israel y Josafat rey de Judá, sentados, cada uno en su trono, vestidos de sus reales vestiduras en la plaza, cerca de la entrada de la puerta de Samaría, y todos los profetas estaban delante de ellos profetizando. 11Sedecías, hijo de Canana, se había hecho unos cuernos de hierro, y decía: «Así habla Yavé: Con estos cuernos heriré yo a los sirios, hasta destruirlos»; 12y todos los profetas profetizaban igualmente, diciendo: «Sube a Ramot Galad y tendrás buen suceso, pues Yavé la pondrá en manos del rey. 13El mensajero que había ido en busca de Miqueas le habló así: «Todos los profetas a una voz profetizan el bien al rey: que sea, pues, tu palabra como la de todos ellos; anuncíale el bien». 14Pero Miqueas le respondió: «Vive Yavé, que yo anunciaré lo que Yavé me diga». 16Llegado al rey, díjole éste: «Miqueas, ¿iremos a atacar a Ramot Galad, o hemos de desistir de ello?» El respondió: «Sube, tendrás buen éxito, y Yavé la entregará en manos del rey». 16El rey le dijo entonces: «¿Cuántas veces habré de conjurarte que no me digas más que la verdad en nombre de Yavé?» 17Miqueas respondió: «Yo he visto a todo Israel disperso por los montes, como ovejas, sin pastor, y Yavé me dijo: Son gentes que no tienen señor, que se vuelva cada uno en paz a su casa».
18El rey de Israel dijo a Josafat: «¿No te lo había dicho yo? No me profetiza nada bueno, no me profetiza más que mal». 19Díjole entonces Miqueas: «Oye, pues, la palabra de Yavé: He visto a Yavé sentado sobre su trono, y rodeado de todo el ejército de los cielos, que estaba a su derecha y a su izquierda; 20y Yavé decía: ¿Quién inducirá a Ajab, para que suba a Ramot Galad, y perezca allí? Unos respondieron de un modo, otros de otro; 21pero vino un espíritu a presentarse ante Yavé, y dijo: «Yo, yo le induciré. ¿Cómo?, preguntó Yavé. 21Y él respondió: Yo iré, y seré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas. Yavé le dijo: Sí, tú le inducirás y saldrás con ello. Ve, pues, y haz así. 23Ahora, pues, he aquí que Yavé ha puesto el espíritu de mentira en boca de todos tus profetas, y ha decretado perderte».
24Llegóse entonces Sedecías, hijo de Canan, que golpeó a Miqueas en la mejilla, diciendo: «¿Por dónde ha salido de mí el espíritu de Yavé, para hablarte a ti? 25Y Miqueas respondió: «Ya lo sabrás, el día en que vayas de cámara en cámara, para esconderte». 26El rey de Israel dijo: «Coge a Miqueas, y llévalo a Ammón, prefecto de la ciudad, y a Joás, hijo del rey, 27y diles: Así dice el rey de Israel: Poned preso a este hombre, y mantenedlo con pan escaso y agua tasada, hasta que yo vuelva en paz».

28Y Miqueas respondió: «Si tu vuelves en paz, no ha hablado Yavé por medio de mí». Y añadió: «Vosotros todos, ¡oh pueblo!, oíd».
29Subieron a Ramot Galad el rey de Israel y Josafat, rey de Judá. El rey de Israel dijo al de Judá: «Voy a disfrazarme para ir al combate, pero tú vístete tus vestiduras». 30El rey de Israel se disfrazó, y fué al combate. 31El rey de Siria había dado a los treinta y dos jefes de sus carros esta orden: «No ataquéis a ninguno, ni chico ni grande, sino sólo al rey de Israel». 32Cuando los jefes de los carros vieron a Josafat se dijeron: «Seguro que éste es el rey de Israel», y todos se dirigieron a el para atacarle. Josafat gritó, 33y viendo los jefes de los carros que no era el rey de Israel, le dejaron. 34Entonces uno disparó su arco al azar, e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la armadura, y el rey dijo a su auriga: «Vuélvete y sácame del campo, porque estoy herido».
35El combate fué muy encarnizado aquel día. El rey estuvo retenido en su carro frente a los sirios, y por la tarde murió. La sangre de la herida corría por dentro de su carro. 36A la puesta del sol, se gritó por todo el campo: «Cada uno a su ciudad, cada uno a su tierra».
37Así murió el rey, que fué llevado a Samaría, y sepultaron al rey en Samaría. 38Cuando lavaron el carro en el estanque de Samaría, los perros lamieron la sangre de Ajab, y las rameras se bañaron en ella, según la palabra que había dicho Yavé.
39El resto de los hechos de Ajab, lo que hizo, la casa de marfil que construyó, las ciudades que edificó, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? 40Ajab se durmió con sus padres, y le sucedió Ocozías, su hijo.


Josafat, rey de Judá. Ocozías, rey de Israel

41Josafat, hijo de Asa, comenzó a reinar en Judá el año cuarto de Ajab, rey de Israel. 42Tenía treinta y cinco años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén veinticinco años. Su madre se llamaba Azaba, hija de Silji. 43Marchó por todos los caminos de Asa, su padre, sin apartarse, haciendo lo que es recto a los ojos de Yavé. 44Pero no desaparecieron los altos, y el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y perfumes en ellos. 45Josafat estuvo en paz con el rey de Israel.
46El resto de los hechos de Josafat, sus gestas y sus guerras, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 47Barrió también de la tierra el resto de los consagrados a la prostitución idolátrica, que quedaban del tiempo de Asa su padre. 48No había entonces rey en Edom; un gobernador la gobernaba. 49Josafat construyó naves de Tarsis, para ir a Ofir, en busca de oro; pero no fueron, porque las naves se destrozaron en Asion Gaber. 50Entonces Ocozías, hijo de Ajab, dijo a Josafat: «¿Quieres que vayan mis servidores con los tuyos en las naves?» Pero Josafat se negó.
51Josafat se durmió con sus padres, y fué sepultado con sus padres en la ciudad de David, su padre. Le sucedió Joram, su hijo.
52Ocozías, hijo de Ajab, comenzó a reinar sobre Israel en Samaría, el año diecisiete de Josafat, rey de Judá, y reinó dos años sobre Israel. 53Hizo el mal a los ojos de Yavé, y marchó por los caminos de su padre y los de su madre, y por el camino de Jeroboam, hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel. 54Sirvió a Baal y se prosternó ante él, y provocó a Yavé, Dios de Israel, como lo había hecho su padre.


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Comentarios del Capítulo 22

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  • 1 Este capítulo es una continuación del 20.(Volver a Lectura).

  • 2 En estos tres años, que no fueron de guerra entre Siria e Israel, sino de camaradería en la guerra contra Asiria, se dio la batalla de Carcar (854), en que, según la crónica de Salmanasar, fueron deshechos doce reyes aliados, entre ellos Ajab, que mandaba 2000 carros y 10000 soldados. Poco después de esta batalla ruvo lugar el extraordinario suceso de la visita del rey de Judá, Josafat al de Israel.(Volver a Lectura).

  • 3 Ben Adad se había comprometido a entregar a Acab las ciudades israelitas que poseía; pero no lo había cumplido, según se ve, y Acab quiso tomarlas por la fuerza.(Volver a Lectura).

  • 23 Este episodio pone de relieve, además de la necesidad que sentían de consultar a Dios antes de emprender cualquier empresa, cómo eran los protetas falsos de Yavé, siempre prontos a lisonjear a los príncipes y a los pueblos, y cómo el verdadero profeta de Dios, que sólo contra tantos, lucha, guiado de la verdad, aun a riesgo de tener que sufrir la prisión y la muerte. Es curiosa la representación que se nos hace del consejo de Dios, en el que hasta el espíritu malo toma parte, como en el prólogo del libro de Job. Dios, que todo lo tiene en sus manos, se vale hasta de los malos para realizar Sus planes de misericordia y justicia.(Volver a Lectura).