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Jueces

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Jueces

1. Los jueces son personajes que Dios, en momentos difíciles, suscitó para librar a las tribus de Israel de sus opresores. Obtenida la victoria y la libertad, con el prestigio que esto les daba, quedaban reconocidos como gobernantes, que ejercían su poder principalmente juzgando al pueblo, de donde les vino el nombre de Jueces.

2. Las tribus, aunque conscientes de su unidad étnica y religiosa, no formaban por esta época una unidad políticamente organizada. Cada tribu vivía por sí, luchando con los cananeos por adueñarse del territorio, o en paz con ellos, resignada en la estrechez de los límites que desde el principio había logrado. Esto había traído otro mal más grave, que el Legislador había puesto ya empeño en evitar: El trato íntimo con los canenaos, las alianzas matrimoniales y, con esto, la contaminación con los idólatras e inmorales cultos cananeos.

3. Este libro es continuación del de Josué, aunque no está enlazado literariamente con él. Tiene dos prólogos. El primero, histórico (1,1 - 2,5), nos pinta la situación política y religiosa del pueblo, reproduciendo a veces a la letra textos de' Josué. El segundo (2,6 - 3,6) nos presenta las normas de la Providencia divina con Israel y el plan del libro. Israel prevarica, dándose al culto de los dioses cananeos, y Dios le castiga con invasiones; esto le induce a penitencia, y movido por ello, Dios le envía un libertador. Sigue luego la historia de los Jueces, de los que unos, los mayores, tienen su historia más o menos desarrollada, y de los otros, los menores, no se hace más que una breve mención (3,7 - 16,31).
Dos apéndices históricos (17-18 y 19-21) nos refieren sucesos de la misma época, pero que están fuera del plan general del libro.

4. Quién sea el autor, se desconoce en absoluto; ni aun de la época de su composición sabemos cosa cierta. Pero si que los documentos empleados eran antiguos, anteriores, a lo menos algunos, a la conquista de Jerusalén por David (1,21; 19,10-13).
La cronología resulta oscura. Todos coinciden en que no se pueden sumar los años de gobierno de los Jueces y los de las invasiones. Por excesiva, la suma no se ajustaría a la realidad histórica. Alguien la reduce, suponiendo la coexistencia de varios Jueces; pero como no sabemos cuáles sean, quedaríamos sin cronología alguna. Más razonable parece suponer que no entran en ésta los años de invasión, como de poder ilegítimo, y que esos años van incluidos en los de los Jueces, según el uso corriente en la antigüedad. En la cronología oficial de España no figura José Bonaparte. El rey legítimo de España era Fernando VII (1808 - 1833).
Otra particularidad de la cronología del libro es la naturaliza de las cifras, casi todas de una generación, de cuarenta años, su duplo, ochenta, o los submúltiplos, veinte, diez, etc. Como la Naturaleza no procede con esta regularidad, hay que suponer aquí algún artificio. El autor, no disponiendo de datos precisos, ordenó de este modo los que poseía. Eso mismo veremos en el libro siguiente de Samuel.
Al libro de los Jueces suele ir unido el de Rut. Es un bello idilio, cuya finalidad parece ser darnos la genealogía de David, en la que aparece como abuela de éste una moabita, que por esto figurará después en la genealogía del Salvador. Mateo 1,5.


SUMARIO


Nuevas conquistas

1 1Después de muerto Josué, consultaron los hijos de Israel a Yavé, diciendo: «¿Quién de nosotros subirá antes contra el cananeo y le combatirá?» 2Y respondió Yavé: «Judá subirá, pues he dado la tierra en sus manos». 3Y dijo Judá a Simeón, su hermano: «Sube conmigo a la parte que me ha tocado, a hacer la guerra al cananeo, y también iré luego yo contigo a la que te ha tocado a ti». Y fué con él Simeón.
4Subió, pues, Judá, y puso Yavé en sus manos al cananeo y al fereceo, y derrotaron en Bezec a diez mil nombres. 5Habiendo encontrado en Bezec a Adoni Bezec, le atacaron y derrotaron a los cananeos y fereceos. 6Huyó Adoni Bezec y ellos le persiguieron, y cogiéndole, le amputaron los pulgares de las manos y de los pies. 7Y dijo Adoni Bezec: «Setenta reyes con los pulgares de manos y pies amputados, migajeaban debajo de mi mesa. Me devuelve Dios lo que yo les hice a ellos»; y le llevaron a Jerusalén y allí murió. 8Atacaron los hijos de Judá a Jerusalén: y habiéndola tomado, pasaron a los habitantes a filo de espada y pegaron fuego a la ciudad.
9Bajaron luego los hijos de Judá, para combatir a los cananeos que habitaban en el monte, en el Negueb y en el Sefela. 10Marchó contra los cananeos que habitaban en Hebrón, antes llamado Cariat Arbe, y batió a Sesai, Jimón y Tolmai. 11De allí marchó contra los habitantes de Dabir, que se llamó antes Cariat Sefer. 12Caleb dijo: «Al que ataque y tome a Cariat Sefer, le daré por mujer mi hija Acsa». 13Otoniel, hijo de Quenez, el hermano menor de Caleb, se apoderó de ella, y Caleb le dió su hija Acsa por mujer. 14Cuando era llevada a la casa de Otoniél, él la excitó a que pidiera a su padre un campo. Inclinóse ella, según iba montada, sobre el asno, y Caleb le preguntó: «¿Qué tienes?» 15Ella dijo: «Hazme una gracia. Ya que me has dado tierra de secano, dame también regadíos». Y le dio Caleb el Gulot superior y el Gulot inferior.
16Los hijos de Jeser, el Quineo, suegro de Moisés, subieron de la ciudad de Tamarim, con los hijos de Judá, al desierto que está al mediodía de Judá, según se baja a Arad, y vinieron a habitar con el pueblo.
17Marchó después Judá con Simeón y batieron a los cananeos que habitaban en Sefat, la destruyeron totalmente, y se llamó la ciudad Jorma. 18Apoderóse también Judá de Gaza y de su territorio, de Ascalón y Acarón con los suyos. 19Fué Yavé con Judá y se apoderó Judá de la parte montañosa, pero no pudo expulsar a los habitantes del llano, que tenían carros de hierro. 20Atribuyóse Hebrón a Caleb, como lo había dicho Moisés, y aquél arrojó de allí a los tres hijos de Enac.

21Los hijos de Benjamín no expulsaron a los jebuseos que habitaban en Jerusalén, y los jebuseos han habitado hasta el día de hoy con los hijos de Benjamín.
22También la casa de José subió contra Betel, y Yavé estuvo con ellos. 23La casa de José hizo una exploración cerca de Betel, que antes se llamó Luz, 24y los centinelas cogieron a un hombre que salía de la ciudad, y le dijeron: "Enséñanos por dónde se entra en la ciudad y te haremos gracia». 25El les enseñó por dónde podrían entrar en la ciudad, y ellos la pasaron a filo de espada, pero dejaron en libertad a aquel hombre y a toda su familia. 26Este hombre se fué a tierra de geteos y edificó allí una ciudad, a la que dió el nombre de Luz, y así se llama todavía hoy.


Cananeos no expulsados

27Manasés no expulsó a los habitantes de Betsán y de las ciudades de ella dependientes, ni a los de Tanac, Dor, Jeblam, Mageddo y las ciudades dependientes de ellas, y los cananeos se arriesgaron a permanecer en esta tierra. 28Cuando Israel fué suficientemente fuerte los hicieron tributarios, pero no los arrojaron.
29Efraím no expulsó a los cananeos que habitaban Gazer, y los cananeos siguieron habitando en medio de Efraím.
30Zabulón no expulsó a los habitantes de Quetrom ni a los de Nalol, y los cananeos siguieron habitando en medio de Zabulón, pero fueron hechos tributarios.
31Aser no expulsó a los habitantes de Acó ni a los de Sidón, ni a los de Ajelab, de Aczib, de Jelba. de Afec y de Rejob; 32y los hijos de Aser habitan en la tierra en medio de los cananeos, porque no los expulsaron.
33Neftalí no expulsó a los habitantes de Bet Sames ni a los de Bet Anot, y habitó en medio de los cananeos, habitantes de aquella tierra; pero los habitantes de Bet Sames y de Bet Anot fueron sometidos a tributo. 34Los amorreos rechazaron a los hijos de Dan hacia los montes y no los dejaban bajar al llano; 35arriesgáronse los amorreos a quedarse en el Har Jeres, en Ayalón y en Selebim pero la mano de la casa de José pesó mucho sobre ellos y fueron sometidos a tributo. 36El territorio de los amorreos se extendía desde la subida de Acrabim y desde Sela para arriba.


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Comentarios del Capítulo 1

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  • 1 Después de la muerte de Josué y repartida por éste la tierra, queda todavía labor para cada una de las tribus (Jos 15,1ss).(Volver a Lectura).

  • 3 La tibu de Simeón estaba enclavada en la de Judá (Jos 19,1ss).(Volver a Lectura).

  • 7 Ya sabemos por Josué lo que eran estos reyes (cf. Jos 12,7). Esto de cortar los dedos de los pies o de las manos, o los pies o las manos, era una costrumbre bárbara no rara en Oriente, una de tantas consecuencias del vae victis (¡Ay de los vencidos! o dolor de los vencidos) de todos los tiempos.(Volver a Lectura).

  • 8 Sobre Jerusalén, véase Jos 15,63.(Volver a Lectura).

  • 12 Sobre Caleb, véase Job 14,6.(Volver a Lectura).

  • 16 De este suegro o pariente de Moisés se habla en Num 10,39, cuando el caudillo le invitó para servir de guía. Se ve por aquí que aceptó la invitación y que luego se incorporó a Judá.(Volver a Lectura).

  • 18 En Josué (13,3) se asegura que la llanura filistea no fue conquistada, y esto concuerda con Jue 3,3 y con la historia subsiguiente.(Volver a Lectura).

  • 23 Bétel, antes Luz, es famosa por la visión de Jacob (Gén 28,11ss) y ocupa un lugar importante en la historia religiosa de Israel.(Volver a Lectura).

  • 36 En todo este capítulo, el autor sagrado recoge algunos breves pero interesantes documentos sobre la obra de la conquista. Aquí se ven los esfuerzos de algunas tribus, como Judá y José; la impotencia de otras para asegurarse la posesión de su lote, como Dan; la política de otras, que prefieren dejar en paz a los cananeos haciéndoles pagar algún tributo, y, finalmente, la pereza de otras, que se acomodan a vivir con ellos en un plan de igualdad.(Volver a Lectura).




Infidelidad del pueblo

2 1Subió el ángel de Yavé de Galgal a Betel y dijo: «Yo os he hecho subir de Egipto y os he traído a la tierra que juré a vuestros padres, y he dicho: No romperé mi pacto eterno con vosotros, 2si vosotros no pactáis con los habitantes de esta tierra; habéis de destruir sus altares. Pero vosotros no me habéis obedecido: ¿por qué habéis obrado así? 3Pues yo también me he dicho: No los arrojaré de ante vosotros, y los tendréis por enemigos, y sus dioses serán para vosotros un lazo». 4Cuando el ángel de Yavé hubo dicho estas palabras a todos los hijos de Israel, lloraron todos a voces. 5Llamaron a este lugar Boquim, y ofrecieron allí sacrificios a Yavé.

Los jueces

6Cuando Josué despidió al pueblo y se fueron los hijos de Israel cada uno a su heredad, para posesionarse de la tierra, 7el pueblo sirvió a Yavé durante toda la vida de Josué y la de los ancianos que le sobrevivieron y habían visto toda la grande obra que Yavé había hecho en favor de Israel. 8Josué, hijo de Nun, siervo de Yavé, murió a la edad de ciento diez años 9y fué sepultado en el territorio de su heredad, en Tamnat Jefer, en los montes de Efraím, al norte del monte Gas. 11Los hijos de Israel hicieron el mal a los ojos de Yavé y sirvieron a los baales. 12Se apartaron de Yavé, el Dios de sus padres, que los había sacado de Egipto, y se fueron tras otros dioses, de entre los dioses de los pueblos que los rodeaban, y se postraron ante ellos, irritando a Yavé.

13Apartándose de Yavé, sirvieron a Baal y Astarté. 14Encendióse en cólera Yavé contra Israel, y los entregó en manos de salteadores, que los asaltaban y los vendían a los enemigos del contorno, y llegaron a no poder ya resistir a sus enemigos. 15En cualquier salida que hacían pesaba sobre ellos para mal la mano de Yavé, como Él se lo había dicho, como se lo había jurado, y se vieron en muy gran aprieto.
16Yavé suscitó jueces, que los libraron de los salteadores; 17pero desobedeciendo también a los jueces se prostituyeron, yéndose detrás de dioses extraños; y los adoraron, apartándose bien pronto del camino que habían seguido sus padres, obedeciendo los preceptos de Yavé; no hicieron ellos así. 18Cuando Yavé les suscitaba un juez, estaba con él y los libraba de la opresión de sus enemigos durante la vida del juez, porque se compadecía Yavé de sus gemidos, a causa de los que los oprimían y los vejaban. 19En muriendo el juez, volvían a corromperse, más todavía que sus padres, yéndose tras de los dioses extraños para servirlos y adorarlos, sin dejar de cometer sus crímenes, y persistían en sus caminos.
20Encendióse la cólera de Yavé contra Israel, y dijo: «Pues que este pueblo ha roto el pacto que Yo había establecido con sus padres y no me obedece, 21tampoco volveré Yo a arrojar de ante ellos a ninguno de los pueblos que dejara Josué al morir, 22para por ellos poner a Israel a prueba, si procuraría o no seguir los caminos de Yavé, como los procuraron sus padres». 23Y Yavé dejó en paz, sin apresurarse a expulsarlos, a aquellos pueblos que no había entregado en manos de Josué.


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  • 1 Este ángel sube de Gálgala, el antiguo campamento de Israel (Jos 4,19), y llega a Betel, como leen los LXX, donde habla a sus moradores, y por ellos a todos Israel, echándoles en cara su mala correspondencia a los favores de Yavé. Los sacrificios ofrecidos significan el afecto de las reconvenciones del ángel. El nombre de Boquim, dado al sitio del llanto, no aparece más en la Biblia.(Volver a Lectura).

  • 6 El comienzo de este versículo se enlaza bien con Jos 24,28, y el v. 7-10 con 24,29-31, donde se habla de la fidelidad de Israel. Pero ésta no duró mucho; pronto los hijos de Israel se dieron al culto de los dioses cananeos, irritando al Señor, que los entregó en manos de sus enemigos (Lev 26; Dt 28). La calamidad hizo volver en sí al pueblo, que, arrepentido, clamó a Yavé. Este, entonces, les mandó un libertador, que los libró y gobernó luego por largo tiempo (I Re 8,4.6ss).
    En esta segunda Introducción el autor sagrado nos muestra la conducta de Dios correspondiendo a la del pueblo. Es el esquema de todos los jueces mayores. El autor parte de esta alternativa continua, y debe advertirse la universalidad del pecado del pueblo de Israel, del arrepentimiento, del castigo y de la liberación.(Volver a Lectura).

  • 19 Esta constante alternativa de pecado y castigo, conversión y misericordia, es el tema fundamental de este libro. (Véase Dt 28).(Volver a Lectura).




3 1He aquí los pueblos que dejó Yavé, para probar por ellos a Israel, a cuantos no conocieron las guerras de Canán; 2 sólo para probar a las generaciones de los hijos de Israel, acostumbrando a la guerra a los que no la habían hecho antes: 3Cinco príncipes de los filisteos; todos los cananeos; los sidonios, y los jeveos que habitaban el monte Líbano, desde el monte Baal Hermón hasta la entrada de Hamat. 4Estos pueblos habían de servir para por ellos probar a Israel, y saber si obedecería los mandatos que Yavé había dado a sus padres por medio de Moisés. 5Los hijos de Israel habitaban en medio de los cananeos, de los geteos, de los amorreos, de los fereceos, de los jeveos y de los jebuseos. 6Tomaron por mujeres a las hijas de éstos y dieron a los hijos de ellos las hijas propias y sirvieron a sus dioses.

Otoniel, Aod, Samgar

7Hicieron el mal los hijos de Israel a los ojos de Yavé, y olvidándose de Yavé, su Dios, sirvieron a Baal y Astarte. 8Encendióse la cólera de Yavé contra Israel y los entregó a manos de Cusán Rasataim, rey de Edom, y los hijos de Israel sirvieron a Cusán Rasataim ocho años. 9Clamaron a Yavé los hijos de Israel; y suscitó Yavé a los hijos de Israel un libertador, que los libertó; Otoniel, hijo de Quenaz, el hermano menor de Caleb. 10Vino sobre él el espíritu de Yavé, y juzgó a Israel y salió a hacer la guerra. Puso Yavé en sus manos a Cusán Rasataim, rey de Edom, y pesó su mano sobre Cusán Rasataim; 11y estuvo en paz la tierra durante cuarenta años, y murió Otoniel, hijo de Quenaz.
12Volvieron otra vez a hacer mal los hijos de Israel a los ojos de Yavé, y Yavé hizo fuerte a Eglón, rey de Moab, contra los hijos de Israel, porque hacían el mal a los ojos de Yavé. 13Eglón se unió con los hijos de Ammón y con Amalec; y marchó contra Israel, le derrotó y conquistó la ciudad de Tamarin; 14y sirvieron los hijos de Israel a Eglón, rey de Moab, dieciocho años.

15Clamaron los hijos de Israel a Yavé, y Yavé les suscitó un libertador: Aod, hijo de Gera, benjaminita, zurdo. Los hijos de Israel enviaron por medio de él un presente a Eglón, rey de Moab. 16Habíase hecho Aod un puñal de dos filos, de un palmo de largo, que se ciñó bajo sus vestidos, sobre el muslo derecho. 17Presentó los dones a Eglón, rey de Moab, que era un hombre muy gordo; 18y hecha la presentación, despidió a los que habían traído el presente. 19Venía él de Ha Pesilim, cerca de Gálgala, y le dijo: «Tengo que decirte, ¡oh rey!, una cosa en secreto». El dijo: «Salid»; y se salieron todos los que estaban con él. 20Estaba tomando el fresco en el cenador alto, que era sólo para él, y le dijo: «Tengo que comunicarte una palabra de parte de Dios, ¡oh rey!» Eglón se levantó de su silla; 21y entonces Aod, cogiendo con su mano izquierda el puñal que sobre el muslo derecho llevaba, se lo clavó en el vientre, 22entrándole también el puño tras la hoja y cerrándose la gordura en derredor de la hoja, pues no sacó del vientre el puñal. 23Salió Aod al pórtico, cerrando tras sí las puertas del cenador y echando el cerrojo. 24Una vez que hubo salido, vinieron los servidores; y viendo que las puertas del cenador tenían echado el cerrojo, se dijeron: «Seguramente está haciendo alguna necesidad en el cubículo de verano». 25Esperaron mucho tiempo, hasta darles vergüenza, y como las puertas del cenáculo alto no se abrían, cogieron la llave y abrieron, viendo que su amo yacía en tierra, muerto. 26Mientras estaban ellos perplejos, huyó velozmente Aod, pasó de Ha Pesilim y se puso en salvo en Seirat. 27En cuanto llegó, hizo tocar las trompetas en el monte de Efraím. Los hijos de Israel bajaron con él de la montaña, y él se puso al frente de ellos 28y les dijo: «Seguidme, que Yavé ha entregado en vuestras manos a vuestros enemigos, los moabitas». Bajaron tras él se apoderaron de los vados del Jordán, frente a Moab, sin dejar pasar a nadie. 29Derrotaron entonces a Moab. De unos diez mil hombres, todos robustos y valientes, no escapó uno solo. 30Aquel día quedó Moab humillado bajo la mano de Israel; y la tierra quedó en paz durante ochenta años, mientras vivió Aod.
31Después de Aod, Samgar, hijo de Anat, derrotó a seiscientos filisteos con una aijada de bueyes, libertando también él a Israel.


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  • 1 Israel no ocupó todo Canán. Las razones pudieron ser múltiples, ya se mire desde el punto de vista humano, ya desde el divino. En este lugar el autor sagrado señala una de las que Dios pudo tener: servirse de los cananeos para poner a prueba la fidelidad de su pueblo (2,21s; 3,4).(Volver a Lectura).

  • 7 El pecado que el autor menciona como prevaricación de Israel es servir a los baales y aseras o astartés. Baal significa señor, dueño. Es un dios que se considera como dueño del territorio, de la ciudad y de los elementos que influyen en su vida, como la lluevia, el calor, etc. Lleva por complemento el nombre de la ciudad, del santuario, etc, y según éstas se multiplican. Por su significación se daba también a Yavé este nombre, por lo que es posible que a veces los hebreos lo identificasen con su Dios. Asera es una diosa, luego indentificada con Astarte o astoret, según la puntuación de los masoretas paredra de baal, que señoreaba sobre la fertilidad del suelo, la fecundidad de los animales o de los hombres, de donde proceden la sustentación y la riqueza humana. En la época griega se los identificó con la fortuna de la ciudad. Su culto tenía con frecuencia un carácter obsceno, por considerarlos dioses de la fecundidad.(Volver a Lectura).

  • 8 El invasor viene del sur. Es el rey, no de Aram, Mesopotamia, sino de Edom. El mismo Cusán aparece emparentado con Madián en Hab 3,7.(Volver a Lectura).

  • 11 Sobre la cronología, véase la Introducción a los libros históricos, nº 8.(Volver a Lectura).

  • 12 La invasión viene ahora del otro lado del Jordán, por Jericó o ciudad de las Palmas (Jos 9,16), y son los moabitas, amonitas y amalecitas, los enemigos tradicionales de Israel, que invaden los territorios de Benjamín y Efraím, a los que el acceso es más fácil.(Volver a Lectura).

  • 31 Los filisteos vienen más tarde, y algunas versiones antiguas ponen Samgar, Semagar o Samera, hijo de Enaán, después de Sansón (16-31). Este héroe que así hace frente a tantos filisteos se parece al laureado de David, que se menciona en 2 Sam 23,11s.(Volver a Lectura).




Débora

4 1Volvieron los hijos de Israel a hacer mal a los ojos de Yavé, 2y los entregó Yavé en mano de Jabin, rey de Canán, que reinaba en Asor y tenía por jefe de su ejército a Sísara, que residía en Jaroset Goím. 3Clamaron los hijos de Israel a Yavé, pues tenían aquéllos novecientos carros de hierro, y desde hacía veinte años oprimían duramente a los hijos de Israel. 4Juzgaba en aquel tiempo a Israel Débora, profetisa, mujer de Lapidot. 5Sentábase para juzgar debajo de la palmera de Débora, entre Rama y Betel, en el monte de Efraím; y los hijos de Israel iban a ella a pedir justicia. 6Mandó a llamar Débora a Barac, hijo de Abinoem, de Cades, de Neftalí, y le dijo: «¿No te ha mandado Yavé, Dios de Israel? Ve a ocupar el monte Tabor y lleva contigo diez mil hombres, de los hijos de Neftalí y de los de Zabulón. 7Yo te traeré allí, al torrente de Cisón, a Sísara, jefe del ejército de Jabín, y a sus carros y sus tropas, y los pondré en tus manos». 8Díjola Barac: «Si vienes tú conmigo, iré; si no vienes tú, no iré». 9Ella le contestó: «Iré, sí, iré contigo; pero ya no será gloria tuya la expedición que vas a emprender, porque a mano de una mujer entregará Yavé a Sísara». Levantóse Débora y se fué con Barac a Cades. 10Convocó Barac a Zabulón y Neftalí a Cades, y subió con diez mil hombres, subiendo también con él Débora.
11Jeber, quineo, se había separado de los otros quineos, hijos de Jobab, suegro de Moisés, y había plantado sus tiendas en el encinar de Sesira, cerca de Cades.

12Hicieron saber a Sísara que Barac, hijo de Abinoem, subía al monte Tabor; 13y Sisara reunió todos sus carros, novecientos carros de hierro, y todo el ejército de que disponía, y salió de Jereset Goim al torrente de Cisón. 14Dijo entonces Débora a Barac: «Anda, que hoy es el día en que Yavé entrega a Sísara en tus manos. ¿No va Él delante de ti?» 15Bajó Barac del monte Tabor con los diez mil hombres que llevaba, y puso Yavé en fuga a Sísara, a todos sus carros y a lodo su ejército, a filo de espada ante Barac. Sísara se bajó de su carro y huyó a pie. 16Barac persiguió con su infantería a los carros y al ejército hasta Joreset Goím, y todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada, sin que quedara ni un solo hombre. 17Sísara huyó a pie a la tienda de Jael, la mujer de Jeber, el quineo, pues había paz entre Jabin, rey de Jasor, y la casa de Jeber, quineo. 18Salió Jael al encuentro de Sísara, y le dijo: «Entra, señor mío, entra en mi casa y no temas». Entró él en la tienda, y ella le tapó con una alfombra. Díjola él: «Dame, por favor, un poco de agua, que tengo sed». Y sacando ella el odre de la leche, le dió de beber y volvió a cubrirle. 20Díjola él: «Estáte a la puerta de la tienda, y si viene alguno preguntando si hay aquí algún hombre, dile que no». 21Cogió Jael, mujer de Jeber, un clavo de los de fijar la tienda; y tomando en su mano un martillo, se acercó a él calladamente y le clavó en la sien el clavo, que penetró en la tierra; y él, profundamente dormido, desfalleció y murió. 22Llegó entonces Barac, que iba persiguiendo a Sísara. Jael salió a su encuentro y le dijo: «Ven, que te enseñe al hombre a quien vienes buscando». Entró y halló a Sísara en tierra, muerto, clavado el clavo en la sien. 23Aquel día humilló Yavé a Jabín, rey de Canán, ante los hijos de Israel, 24y la mano de los hijos de Israel pesó cada vez más sobre Jabín, rey de Canán, hasta que le destruyeron.


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  • 2 Los expositores encuentran difícil este relato a causa de «Jabín, rey de Canán, que reinaba en Jasor», al norte de Canán, y cuyo ejército está concentrado todo él en la llanura de Esdrelón bajo las órdenes de un general que tiene su residencia en Jaroset Goím. Este general sería Sísara, personaje principal de esta historia.(Volver a Lectura).

  • 5 Débora es una mujer que, por su inteligencia y grande ánimo, goza de gran crédito en la montaña de Efraím y sirve de juez árbitro para resolver los pleitos del pueblo (2 Sam 20,19). Afligida por la situación del pueblo, acude a Barac, personaje influyente en el norte, para que concentre las tribus de su región en el Tabor y allí presente la batalla a Sísara. Barac consiente si Débora viene con él, esperando mucho de ella por la autoridad de que gozaba en el pueblo (2 Sam 14,2; 20,16; 2 Re 22,14).(Volver a Lectura).

  • 11 Jobab no es conocido (1,16), y moraba en el Mediodía, en el territorio de Judá; este miembro de su familia se había separado y moraba cerca de Isacar (2 Par 6,57), próximo al campo de batalla.(Volver a Lectura).

  • 17 La familia nómada de Jebeer tenía alianza con el rey, y allí corre Sísara en busca de refugio. Esto agrava la conducta de Jael, que, ofreciéndole asilo en la tienda de su marido, le quita la vida. Débora celebra a Jael en su canto por su patriotismo, o mejor, por su afecto hacia el pueblo que la había adoptado (5,24ss y 4,9); mas con ello no justifica moralmente su acción.(Volver a Lectura).




Cántico triunfal de Débora

5 1Aquel día cantaron Débora y Barac, hijo de Abinoem, este canto:
2«Los príncipes de Israel al frente, Ofrecióse el pueblo al peligro.
Bendecid a Yavé.
3Oid, reyes, dadme oído, príncipes.
Yo, yo cantaré a Yavé. Yo cantaré a Yavé, Dios de Israel.
4Cuando tú, ¡oh Yavé!, salías de Seir,
Cuando subías desde los campos de Edom,
Tembló ante ti la tierra,
Destilaron los cielos,
Y las nubes se deshicieron en agua.
5Derritiéronse los montes a la presencia de Yavé,
Este, el Sinaí, a la presencia de Yavé, Dios de Israel.
6En los días de Samgar, hijo de Anat, en los dias de Jael,
Estaban desiertos los caminos;
Los que antes andaban por caminos trillados,
Ibanse por senderos desviados;
7Desiertos estaban los lugares indefensos,
Desiertos en Israel,
Hasta que me levanté yo,
Hasta que me levanté yo, madre en Israel.
8Elegidos dioses nuevos, estaba a las puertas la guerra;
Y no se veía ni un escudo ni una lanza. Entre los cuarenta mil de Israel.
9Se va mi corazón tras los príncipes de Israel.
Los que del pueblo os ofrecisteis al peligro,
Bendecid a Yavé.
10Los que montáis blancas asnas,
Los que os sentáis sobre tapices.
Los que ya vais por los caminos, cantad.
El que fué lugar de rapiña,
Es ya lugar de regocijo.
11Cantad en él las justicias de Yavé,
Las justicias que ha hecho Yavé,
A los lugares indefensos de Israel.
Entonces pudo ya el pueblo de Yavé bajar a sus puertas.
9Despierta, despierta, Débora,
Despierta, despierta, entona un canto.
Levántate, Barac,
Apresa a los que te aprisionaban, hijo de Abinoem.
13Entonces vencieron los pequeños a los grandes;
Prevaleció el pueblo de Yavé contra los fuertes.
14Los de Efraím los exterminaron en el valle.
Detrás de ti (Débora) iba Benjamín con tu ejército.
De Maquir bajaron los jefes, de Zabulón los capitanes;
15Los príncipes de Isacar están con Débora.
Isacar y Barac se precipitaron con los infantes en el valle.
En Rubén hay división,
Hay en el corazón grandes propósitos.
16¿Por qué te quedaste en tus apriscos,
Oyendo las flautas de tus pastores?

En Rubén hay división,
Hay en su corazón grandes propósitos.
17Gad descansaba al otro lado del Jordán.
Y Dan; ¿por qué se quedó junto a sus naves?
Aser, a orillas del mar, descansaba en sus puertos;
18Pero Zabulón es un pueblo que ofrece su vida a la muerte.
Lo mismo es también Neftalí, desde lo alto de sus campos.
19Vinieron los reyes, combatieron;
Lucharon entonces los reyes de Canán,
En Tanac, junto a las aguas de Mageddo.
No cogieron plata por botín.
20Desde los cielos combatieron las estrellas;
Desde sus órbitas combatieron las estrellas,
Contra Sisara.
21El torrente de Cisón los arrastró,
El viejo torrente de Cisón.
Pisa firme, alma mía!
22Entonces resonaron los cascos de los caballos,
En la veloz huida de los guerreros.
Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Yavé,
23Maldecid, maldecid a sus habitantes,
Porque no cooperaron a la victoria de Yavé,
A la ayuda de Yavé a sus valientes.
24Bendita entre las mujeres Jael, Mujer de Jaber, el quineo;
Bendita entre las mujeres de su tienda.
25La pidió agua, y ella le dió leche;
En el vaso de honor le sirvió leche;
26Cogió el clavo con la izquierda,
Con la derecha el pesado martillo,
Y golpeó a Sisara,
Rompióle la cabeza,
Le atravesó la sien.
27El se retorció, cayó, yació,
A sus pies se retorció,
Cayó donde se retorció,
Allí mismo quedó exánime.
28Mira por la ventana la madre de Sísara,
Por entre las celosías y grita:
¿Por qué tardan en venir sus carros?
¿Por qué tardan en oírse los pasos de sus cuadrigas?
29Las más avisadas de sus mujeres le contestan,
Y ella se repite las mismas palabras:
30Seguramente están repartiéndose los despojos,
Una joven, dos jóvenes para cada uno, presa:
Un vestido de varios colores para Sísara, presa;
Un vestido, dos vestidos de colores para mis hombros.
31Perezcan así todos tus enemigos, ¡oh Yavé!
Y sean, los que te aman, como el sol cuando nace con toda su fuerza».
La tierra estuvo en paz durante cuarenta años.


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  • 2 La primera estrofa (2-5) sirve de introducción. El poeta invita a cantar a Yavé, Dios de Israel, que, morando en el Sinaí, viene a través de Edom en socorro de su pueblo (cf. Dt 33,2; Sal 67,8s; Hab 3,3).(Volver a Lectura).

  • 6 Los v. 6-8, que forman la segunda estrofa, nos describen la opresión en que vivía el pueblo. La situación militar de Israel corresponde bien a la de 1 Sam 13,19.22.(Volver a Lectura).

  • 9 La tercera estrofa (9-11) celebra ya el triunfo de los príncipes de Israel.(Volver a Lectura).

  • 23 Meroz, una ciudad desconocida, es maldecida por no haberse asociado a los patriotas. Tal vez debe leerse Semerón, mencionada en Jos 19,15 entre las ciudades de Zabulón.(Volver a Lectura).

  • 28 Hermosa descripción de las mujeres de la casa de Sísara, que están soñando con un gran triunfo y un gran botín (28-30).(Volver a Lectura).




Gedeón

6 1Los hijos de Israel hicieron mal a los ojos de Yavé, y Yavé los entregó en manos de Madián, durante siete años. 2La mano de Madián pesó fuertemente sobre Israel. Por miedo a Madián se hicieron los hijos de Israel los antros que hay en los montes, las cavernas y las alturas fortificadas. 3Cuando Israel había sembrado, subía Madián con Amalec y con los Bene Quedem y marchaban contra ellos; 4acampaban en medio de Israel y devastaban los campos hasta cerca de Gaza, no dejando subsistencia alguna en Israel, ni ovejas, ni bueyes, ni asnos, 5pues subían con sus ganados y sus tiendas, como una nube de langostas. Ellos y sus camellos eran innumerables, y venían a la tierra para devastarla. 6Israel vino a ser muy débil, a causa de Madián, y los hijos de Israel clamaron a Yavé. 7Cuando los hijos de Israel clamaron a Yavé contra Madián, 8Yavé les envió un profeta, que les dijo: «Así habla Yavé, Dios de Israel: Yo os hice subir de Egipto y os saqué de la servidumbre. 9Yo os libré de la mano de los egipcios y de la mano de todos vuestros opresores; Yo los arrojé ante vosotros, y os di la tierra.
10Entonces os dije: «Yo Yavé, vuestro Dios; no temáis a los dioses de los amorreos, en cuya tierra habitáis. Pero vosotros no habéis escuchado mi voz». 11Vino el ángel de Yavé y se sentó bajo el terebinto de Ofra, que era propiedad de Joás, abiaserita, cuando Gedeón, su hijo, estaba batiendo el trigo en el lagar para esconderlo de Madián. 12Apareciósele el ángel de Yavé y le dijo: «Yavé contigo, valiente héroe». 13Gedeón le dijo: «Por favor, mi señor, si Yavé está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? ¿Dónde están todos los prodigios que nos contaron nuestros padres, diciendo: Yavé nos hizo subir de Egipto? Y ahora Yavé nos ha abandonado, y nos ha puesto en las manos de Madián». 14Yavé se volvió a él y le dijo: «Ve, y con esa fuerza que tú tienes, libra a Israel de las manos de Madián; ¿no soy Yo quien te envía?» 15Gedeón le dijo: «De gracia, Señor, ¿con qué voy a libertar yo a Israel? Mi familia es la más débil de las de Manasés, y yo soy el más pequeño de la casa de mi padre». 16Yavé le dijo: «Yo estaré contigo y derrotarás a Madián, como si fuera un solo hombre».
17Gedeón le dijo: «Si he hallado gracia a tus ojos, dame una señal de que eres tú quien me habla, 18y no te vayas de aquí hasta que vuelva yo con una ofrenda y te la presente». Yavé le dijo: «Aquí me estaré hasta que tú vuelvas». 19Entróse Gedeón y preparó un cabrito, y con un efá de harina hizo panes ácimos; y poniendo la carne en un cestillo y el caldo en una olla, los llevó debajo del terebinto y se los presentó. 20El ángel de Dios le dijo: «Coge la carne y los ácimos, ponlos encima de aquella piedra y vierte sobre ellos el caldo».

Hízolo asi Gedeón; y el ángel de Yavé, 21alzando el báculo que en la mano tenía, tocó con la punta la carne y los panes. Surgió en seguida fuego de la piedra, que consumió la carne y los panes, y el ángel de Yavé desapareció de su vista. 22Viendo Gedeón que era el ángel de Yavé, dijo: «¡Ay, Señor, Yavé ¿Entonces he visto cara a cara al ángel de Yave?» 23Díjole Yavé: «La paz sea contigo, no temas, no morirás». 24Gedeón alzó allí un altar, y le llamó Yavé Salom, que todavía existe en Ofra de Abiezer. 25Aquella misma noche le dijo Yavé a Gedeón: «Coge el toro de tu padre, el segundo toro, de siete años; derriba el altar de Baal que tiene tu padre, y corta el asera que hay cerca, 26y construye con la leña un altar a Yavé, tu Dios, en lo alto de este fuerte; y tomando el toro segundo, lo ofreces en holocausto sobre la leña que cortarás». 27Tomó, pues, Gedeón diez hombres de entre sus criados, e hizo como le había mandado Yavé; pero como no se atreviese a hacerlo de día, por temor de la casa de su padre y de las gentes de la ciudad, lo hizo de noche. 28Cuando, al levantarse a la mañana siguiente, las gentes de la ciudad vieron que el altar de Baal había sido destruido, cortado el asera que había cerca, y el toro segundo ofrecido en holocausto sobre el altar construido, 29se preguntaban unos a otros: «¿Quién ha hecho esto?» Inquirieron, buscaron, y alguien dijo: «Gedeón, el hijo de Joás, ha hecho esto». Entonces dijeron a Joás las gentes de la ciudad: 30«Saca a tu hijo para que muera, pues ha derribado el altar de Baal y ha cortado el asera que estaba cerca». 31Joás respondió a todos los que estaban contra él: «¿Os toca a vosotros defender a Baal? ¿Sois vosotros los que le habéis de salvar a él? Quien tome partido por Baal, será muerto hoy mismo. Si Baal es dios, que se defienda a sí mismo, ya que le han derribado su altar». 32Aquel día dieron a Gedeón el nombre de Jerobaal, diciendo: «Que sea Baal quien se vengue de él, pues que ha derribado su altar». 33Todo Madián, Amalec y los Benequedem, se juntaron, y pasando el Jordán, vinieron a acampar en el valle de Jezrael. 34El espíritu de Yavé revistió a Gedeón, que tocó la trompeta, y los abieseritas le siguieron. 35Envió mensajeros a todo Manasés, que se reunió también para seguirle. Mandólos también a Aser, a Zabulón y a Neftalí, que subieron a su encuentro.
36Dijo Gedeón a Dios: «Si en verdad quieres salvar a Israel por mi mano, como me has dicho, 37voy a poner un vellón de lana al sereno; si sólo el vellón se cubre de rocío quedando todo el suelo seco, conoceré que libertarás a Israel por mi mano, como me lo has dicho». Así sucedió.
38A la mañana siguiente levantóse muy temprano, y exprimiendo el vellón, sacó de él el rocío, una cazuela llena de agua. 39Gedeón dijo a Dios: «Qué no se encienda tu cólera contra mi, si hablo todavía otra vez; quisiera hacer otra prueba con el vellón; que sea el vellón el que se quede seco, y caiga el rocío sobre todo el suelo».
40Así lo hizo Dios aquella noche: sólo el vellón quedó seco, y todo el suelo estaba cubierto de rocío.


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  • 1 El enemigo es ahora Madián, al que se juntan Amalec y otras tribus árabes, que vienen en algara por el Jordán y por el Mediodía, y aunque no se proponen dejar sus tiendas para establecerse en Canán, van despacio, y como dueños de la situación, no se parten hasta haber esquilmado bien la tierra (cf 2 Sam 30,1ss).(Volver a Lectura).

  • 8 Esta corrección trae a la memoria la de 2,2ss, salvo que quien aquí la hace es un profeta.(Volver a Lectura).

  • 11 Al contrario, aquí es un ángel, como en 2,2ss. Gedeón está limpiando un poco de trigo, que ha podido sustraer a las garras de los madianitas. Este terebinto debe de tener alguna relación con el santuario de Baal, que luego será destruido por Gedeón.(Volver a Lectura).

  • 18 Gedeón toma al ángel por un profeta, y como a tal le ofrece lo que a un huésped de honor (Gén 18,6s; Jue 13,15). Con su acción el ángel se dio a conocer, y entonces, como a sitio sagrado, Gedeón lo declaró consagrado con la erección de un altar, que en los días del escritor existía aún.(Volver a Lectura).

  • 22 Teme morir por haber visto la cara del ángel de Yavé (cf. Jue 13,22).(Volver a Lectura).

  • 25 En una visión nocturna Yavé ordena a Gedeón destruir el santuario de Baal y levantar un altar a Yavé en cierto lugar fuerte, y ofrecer sobre él en sacrificio un buey de su padre. por la respuesta del padre en el v. 31 se ve que Joás, su padre, participaba ya de los sentimientos de Gedeón.(Volver a Lectura).

  • 33 Una vez más los enemigos se presentan, y esta vez asientan todos juntos su cmapo en la llanura de Esdrelón, cerca de la tribu de Manasés. Es la ocasión que Dios ofrece a Gedón. El espíritu de Dios le impulsa a emprender la gran hazaña.(Volver a Lectura).

  • 36 Pero Gedeón se muestra hombre de poca fe, y antes de proseguir su obra pide nuevas pruebas de que Yavé le envía para salvar a su pueblo (Is 7,11; I Sam 2,34; 10,1ss).(Volver a Lectura).




Victoria contra los madianitas

7 1A la mañana siguiente, Jerobaal, que es Gedeón, fué a acampar con toda la gente que estaba con él, por encima de la fuente de Jarod. El campamento de Madián estaba debajo del de Gedeón, al norte de las colinas de Moré, en el valle.
2Y dijo Yavé a Gedeón: «Es demasiada la gente que tienes contigo, para que Yo entregue en sus manos a Madián y se glorie Israel contra mí, diciendo: Ha sido Mi mano la que me ha librado. 3Haz llegar esto a oídos de la gente: el que tema y tenga miedo, que se vuelva y se retire». Veintidós mil hombres se volvieron, y quedaron sólo diez mil. 4Yavé dijo a Gedeón: «Todavía es demasiada la gente. Hazlos bajar al agua y allí te los seleccionaré; y aquel de quien Yo te diga: Ese irá contigo, vaya; y todos aquellos de quienes te diga: Esos no irán contigo, que no vayan». 5Hizo bajar al agua Gedeón a la gente, y dijo Yavé a Gedeón: «Todos los que en su mano laman el agua con la lengua, como la lamen los perros, ponlos aparte de los que para beber doblen su rodilla».
6Trescientos fueron los que al beber lamieron el agua en su mano, llevándola a la boca; todos los demás se arrodillaron para beber. 7Y dijo Yavé a Gedeón: «Con esos trescientos hombres que han lamido el agua, os libertaré y entregaré a Madián en tus manos. Todos los demás, que se vayan cada uno a su casa». 8Se proveyeron de víveres y cogieron las trompetas, y a todos los otros israelitas los mandó a cada uno a su tienda, quedándose con los trescientos hombres. El campamento de Madián estaba abajo, en el valle.
9Aquella noche le dijo Yavé: «Levántate y baja al campamento, porque Te los entrego en tus manos. 10Y si temes atacar, baja con Fara, tu escudero, al campamento, 11y escucha lo que dicen, y se fortalecerán tus manos y atacarás el campamento». Bajó con Fara, su escudero, hasta el extremo del campamento, donde estaban los hombres de armas. 12Madián, Amelec y los Bene Quedém se habían extendido por el valle, numerosos como langostas, y sus camellos eran innumerables, como las arenas del mar. 13Cuando llegó Gedeón, estaba un hombre contando a su compañero un sueño, diciéndole: «He tenido un sueño. Rodaba por el campamento de Madián un pan de cebada, que llegó hasta una tienda y chocó contra ella, la derribó y la hizo rodar por la tierra, y la tienda quedó por tierra».

14El compañero le dijo: «Eso no es sino la espada de Gedeón, hijo de Joás, de Jezrael. Dios ha puesto en sus manos a Madián y a todo el campamento». 15Como Gedeón oyó el sueño y la explicación, se prosternó; y volviéndose al campamento de Israel, les dijo: «Arriba, que Yavé ha entregado en nuestras manos el campamento de Madián». 16Dividió en tres escuadras los trescientos hombres, y les entregó a todos trompetas, cántaros vacíos, y en los cántaros, teas encendidas, 17diciéndoles: «Miradme a mí y haced como me veáis hacer. En cuanto llegue yo a los límites del campamento, hacéis lo que yo haga. 18 Cuando toque yo la trompeta y la toquen los que van conmigo, la tocaréis también vosotros en derredor de todo el campamento, y gritaréis: «¡Por Yavé y por Gedeón!».
19Gedeón y el centenar de hombres que le acompañaban llegaron a los límites del campamento al comienzo de la segunda vigilia, en cuanto acababan de relevarse los centinelas, y tocaron las trompetas y rompieron los cántaros que llevaban en la mano.
20Los tres cuerpos tocaron las trompetas, rompieron los cántaros; y cogiendo las teas con la mano izquierda y las trompetas con la derecha para tocarlas, gritaban: «¡Espada por Yavé y por Gedeón!». 21Quedáronse cada uno en su puesto en derredor del campamento, y todo el campamento se puso a correr, a gritar y a huir. 22Mientras los trescientos hombres tocaban las trompetas, hizo Yavé que volviesen todos su espada los unos contra los otros en todo el campamento, y huyó el campamento hasta Bet Seta, hacia Sederata, hasta los límites del Abel Mejula, junto a Tabat. 23Reuniéronse los hombres de Israel, de Neftalí, de Aser y de todo Manasés, y persiguieron a los de Madián. 24Gedeón mandó mensajeros por todo el monte de Efraím, para decirles: «Bajad al encuentro de Madián y tomad, antes que lleguen, los vados hasta Betbera y los del Jordán». Reuniéronse todos los hombres de Efraím y tomaron los vados hasta Betbera y los del Jordán. 25Se apoderaron de dos príncipes de Madián, Oreb y Zebe, y dieron muerte a Oreb en la roca de Oreb, y a Zebe en el lugar de Zebe. Persiguieron a Madián y llevaron a Gedeón las cabezas de Oreb y Zebe, del otro lado del Jordán.


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  • 10 Este «si temes» indica que, en efecto, Gedeón, al ver aquella muchedumbre y la escasez de los suyos, temió. Dios quiso confortarle por los sueños que siguen, tan conformes con el estilo de los antiguos (Gén 40,9.16; I Sam 28,15).(Volver a Lectura).




8 1Dijéronle los hombres de Efraím: «¿Cómo has hecho con nosotros eso de no llamarnos cuando ibas a combatir contra Madián?», y se querellaron violentamente contra él. 2El les dijo: «¿Qué es lo que he hecho yo, para lo vuestro? No ha sido mejor el rebusco de Efraím que la vendimia de Abiezer? 3En vuestras manos ha puesto Dios a los príncipes de Madián, Oreb y Zebe. ¿Qué he podido yo hacer comparable a lo vuestro?» Calmóse su cólera contra él, cuando así les habló. 4Llegó Gedeón al Jordán, lo pasó con los trescientos hombres que llevaba, cansados de la persecución, 5y dijo a las gentes de Sucot: «Dad, os ruego, unos panes a la gente que me sigue, que están cansados y van en persecución de Zebe y Salmana, reyes de Madián». 6Respondiéronle los jefes de Sucot: «¿Acaso tienes ya en tus manos el puño de Zebe y Salmana, para que demos pan a tu tropa?» 7Y Gedeón les dijo: «¡Si! Cuando Yavé haya puesto en mis manos a Zebe y Salmana, yo desgarraré vuestras carnes con espinas del desierto y cardos». 8Desde allí subió a Fanuel, e hizo a las gentes de Fanuel la misma petición, recibiendo la misma respuesta de los hijos de Sucot. 9Y dijo también a las gentes de Fanuel: «Cuando vuelva vencedor, arrasaré esta fortaleza». 10Zebe y Salmana estaban en Carcor con su ejército, unos quince mil hombres, los que habían quedado de todo el ejército de los Bene Quedem, pues habían perecido ciento veinte mil hombres de armas. 11Gedeón subió por el camino de los que moran en tiendas, al oriente de Nobal y de Jegboa, y atacó el campamento, que se creía seguro. 12Zebe y Salmana huyeron. El los persiguió y se apoderó de los dos reyes de Madián, Zebe y Salmana, y derrotó a todo su ejército. 13Volvióse Gedeón, hijo de Joás, de la batalla, por la subida de Jares; 14y habiendo cogido a un joven de los de Sucot, le interrogó y éste le dió por escrito los nombres de los jefes y ancianos de Sucot, setenta y siete hombres. 15Entonces vino Gedeón a las gentes de Sucot y dijo: «Ved aquí a Zebe y Salmana, con los que me zaheristeis diciendo: ¿Acaso tienes ya en tu poder el puño de Zebe y Salmana, para que demos de comer a tus tropas fatigadas?» 16Cogió, pues, a los ancianos de la ciudad, y con espinas del desierto y cardos castigó a los de Sucot. 17Arrasó la fortaleza de Fanuel y mató a los hombres de la ciudad. 18Dijo a Zebe y Salmana: «¿Cómo eran los hombres que matasteis en el Tabor?»

Ellos respondieron: «Eran como tú. Cada uno de ellos parecía un hijo de rey». 19El les dijo: «Eran hermanos míos, hijos de mi madre. 20Vive Yavé, que no os mataría si no les hubierais dado muerte». 21Y dijo a Jeter, su primogénito: «Anda, mátalos». El joven no desenvainó la espada, por tener miedo, pues era todavía muy niño; y Zebe y Salmana dijeron: «Levántate y mátanos tú, pues como es el hombre, es la fuerza». Levantóse Gedeón y los mató, y cogió las lunetas que llevaban al cuello sus camellos.
22Las gentes de Israel dijeron a Gedeón: «Reina sobre nosotros, tú, tu hijo y los hijos de tu hijos, pues nos has libertado de las manos de Madián». 23Respondióles Gedeón: «No reinaré yo sobre vosotros, ni reinará tampoco mi hijo. Yavé será vuestro rey», 24y añadió: «Voy a pediros una cosa. Dadme cada uno de su bolín los arillos de nariz que habéis cogido». Los enemigos, como ismaelitas, llevaban arillos de oro en la nariz. 25Ellos respondieron: «Con mucho gusto te los daremos»; y extendiendo un manto, fueron echando en él cada uno los arillos del botín. 26Y fué el peso de los arillos de oro que había pedido Gedeón, de tres mil setecientos siclos de oro, sin contar las lunetas y los pendientes, ni los vestidos de púrpura que llevaban los reyes de Madián, ni los collares que al cuello llevaban sus camellos. 27Con este oro hizo Gedeón un Efod que puso en su ciudad, en Efra. Todo Israel iba a prostituirse ante este Efod, que fué un lazo para Gedeón y para su casa. 28Madián quedó humillado ante los hijos de Israel y no volvió a levantar la cabeza, quedando la tierra en paz durante cuarenta años, los días de Gedeón.
29Jerobaal, hijo de Joás, se volvió a su casa; 30y tuvo Gedeón setenta hijos, todos nacidos de él, pues fueron muchas sus mujeres. 31Una concubina que tenía en Siquem le parió también un hijo, al que puso por nombre Abimelec. 32Murió Gedeón, hijo de Joás, en buena ancianidad, y fué sepultado en la sepultura de Joás, su padre, en Efra de Abiezer. 33Muerto Gedeón, los hijos de Israel se prostituyeron de nuevo ante los baales y tomaron por su dios a Baal Berit, 35y no se acordaron más de Yavé, su Dios, que los había librado de los enemigos que los rodeaban. 35No se mostraron agradecidos a la casa de Jerobaal, Gedeón, según el mucho bien que éste había hecho por Israel.


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  • 1 Resalta aquí el orgullo de Efraím, como a lo largo de toda la historia (12,1ss).(Volver a Lectura).

  • 6 Sucot y Fanuel, al otro lado del Jordán, nos son conocidas por la historia de Jacob (Gén 32,30; 33,17). Los moradores no asienten a la petición de Gedeón porque no están seguros aún de su victoria, y acaso porque sienten más simpatías por los vencidos que por los vencedores (15,9ss).(Volver a Lectura).

  • 16 Con los cardos y espinas duras del desierto castigó a los jefes de Sucot, azotándolos desnudo el cuerpo. La memoria de esta victoria la hallamos en Is 9,4; Sal 82,10.(Volver a Lectura).

  • 22 Estas palabras del pueblo indican cómo empieza a nacer la idea monárquica en Israel (cf. I Sam 8,7; 10,19). Las palabras de Gedeón no significan que él rechace la realeza, sino que quiere ejercerla en nombre de Yavé, como simple mandatario suyo. De cómo la haya ejercido no tenemos noticias. pero sus 70 hijos no revelan que se ajustase al Deuteronomio 17,17.(Volver a Lectura).

  • 24 Las mujeres y aun los hombres solían llevar, como singular adorno, un anillo prendidoen la pared central de la nariz o en una de las laterales. Estos anillos, recogidos de los muertos, pide Gedeón para hacer con ellos un efod. Este le servirá para consultar a Yavé, como vemos en I Sam 23,6.9; 30,7.(Volver a Lectura).

  • 27 Indudablemente el efod, en este caso, no es la vestidura sacerdotal que lleva este nombre. Es probablemente un ídolo, en relación con los terafim, destinados a la adivinación. Lo que era, no podemos determinarlo exactamente; aquí estuvo el escándalo de que nos habla el texto. Sin embargo, el castigo no viene hasta después del v. 33.(Volver a Lectura).

  • 31 Parece ser el caso, todavía frecuente entre los nómadas del desierto de Moab, de una mujer que no habita en la casa del marido, sino que, por razones particulares, sigue habitando en su propia casa.(Volver a Lectura).

  • 35 Este versículo es introducción al capítulo siguiente, que comienza ccon la matanza de los hijos de Jerobaal o Gedeón.(Volver a Lectura).




Abimelec

9 1 Abimelec, hijo de Jerobaal, se fué a Siquem, y habló a los hermanos de su madre y a toda la familia de la casa del padre de su madre, diciéndoles: 2«Hablad al oído a todos los varones de Siquem: ¿Qué es mejor para vosotros: que os dominen setenta hombres, todos hijos de Jerobaal, o que os domine uno solo? Acordaos de que yo soy hueso vuestro y carne vuestra». 3Habiendo hablado de él los hermanos de su madre a todos los habitantes de la ciudad, conforme a aquellas palabras, se inclinó su corazón hacia Abimelec, pues se dijeron: «Este es hermano nuestro»; 4y le dieron setenta siclos de plata de la casa de Baal Berit, con los que asoldó a hombres vagos y pervertidos que le siguieron.
5Bajó con ellos a la casa de su padre, a Efra, y mató a sus hermanos, los hijos de Jerobaal, setenta hombres, a todos sobre una misma piedra. Sólo se salvó Jotán, el hijo menor de Jerobaal, que pudo esconderse. 6Reuniérsonse entonces todos los habitantes de Siquem y todos los de Bet Melo, y viniendo, proclamaron rey a Abimelec, junto al terebinto de Misab, que está en Siquem.

Apólogo de Jotán

7Súpolo Jotán, y fué a ponerse en la cresta del monte Garizim; y alzando su voz, les dijo a gritos desde allí: «Oídme, habitantes de Siquem, así os oiga Dios a vosotros. 8Pusiéronse en camino los árboles para ungir un rey que reinase sobre ellos, y dijeron al olivo: Reina sobre nosotros. 9Contestóles el olivo: ¿Voy yo a renunciar a mi aceite, que es mi gloria ante Dios y ante los hombres, para ir a mecerme sobre los árboles? 10Dijeron, pues los árboles a la higuera: Ven tú, y reina sobre nosotros. 11Y les respondió la higuera: ¿Voy a renunciar yo a mis dulces y ricos frutos, para ir a mecerme sobre los árboles? 12Dijeron, pues, los árboles a la vid: Ven tu, y reina sobre nos otros: 13Y les contestó la vid: ¿Voy yo a renunciar a mi mosto, alegría de Dios y de los hombres, para ir a mecerme sobre los árboles? 14Y dijeron todos los árboles a la zarza espinosa: Ven tú, y reina sobre nosotros. 15Y dijo la zarza espinosa a los árboles: Si en verdad queréis ungirme por rey vuestro, venid y poneos a mi sombra, y si no, que salga fuego de la zarza espinosa y devore a los cedros del Líbano.
16Ahora bien, si al elegir rey a Abimelec habéis obrado bien y justamente; si os habéis portado con Jerobaal y su casa como ella merecía —17pues mi padre combatió por vosotros, y exponiendo su vida, os libró del poder de Madián-; 18levantándoos hoy contra la casa de mi padre y matando a sus hijos, setenta sobre una misma piedra, y haciendo rey de las gentes de Siquem a Abimelec, hijo de una esclava suya, porque es hermano vuestro; 19si habéis obrado leal y justamente hoy con Jerobaal y su casa, que haga Abimelec vuestra felicidad y que hagáis vosotros la suya. 20Pero si no, que salga de Abimelec un fuego que devore a los habitantes de Siquem y de Bet Milo, y salga de Siquem y de Bet Milo un fuego que devore a Abimelec».

Desastroso fin de Abimelec

21Retiróse Jotán y emprendió la huida, yéndose a Bera, donde habitó, por miedo de Abimelec, su hermano. 22Tres años dominó Abimelec sobre Israel. 23Mandó Dios un mal espíritu entre Abimelec y los habitantes de Siquem, e hicieron traición los habitantes de Siquem a Abimelec, 24para que el asesinato de los setenta hijos de Jerobaal y la sangre de ellos cayese sobre Abimelec, su hermano, que los había matado, y sobre los habitantes de Siquem, que le habían prestado ayuda, para matar a sus hermanos.

25Pusieron los habitantes de Siquem en lo alto de los montes asechanzas, que despojaban a cuantos pasaban cerca de ellos por los caminos, y llegó esto a conocimiento deAbimelec.
26Vino a Siquem Gaal, hijo de Obed, con sus hermanos. Los de Siquem pusieron en él su confianza; 27y salieron al campo, vendimiaron sus viñas, pisaron e hicieron gran fiesta; y entrando en la casa de su dios, comieron y bebieron, maldiciendo a Abimelec. «¿Quién es Abimelec, y quién es Siquem- 28dijo Gaal, hijo de Obed— para que le sirvamos? ¿No sirvieron el hijo de Jerobaal y Zebul, su gobernador, a los hombres de Jemor, padre de Siquem? ¿Por qué, entonces, vamos a servirles a ellos nosotros? 29¡Quién me diera este pueblo en mis manos! Yo expulsaría a Abimelec. Le diría: Refuerza tu ejército y sal». 30Llegaron a oídos de Zebul, gobernador de la ciudad, las palabras de Gaal, hijo de Obed; y montando en cólera, 31mandó secretamente mensajeros a Abimelec, para decirle: «Mira que ha venido Gaal, hijo de Obed, a Siquem con sus hermanos, y está sublevando la ciudad. 32Sal, pues, de noche tú y la gente que tienes contigo, y ponte en el campo en emboscada. 33Por la mañana, al salir del sol levántate, y cae sobre la ciudad; y cuando Gaal y los que le siguen salgan contra ti, haz contra ellos lo que puedas». 34Levantóse Abimelec y toda la gente que con él tenía, de noche, y se pusieron en emboscada cerca de Siquem, divididos en cuatro cuerpos. 36Salió Gaal, hijo de Obed, a la puerta de la ciudad; y se alzó Abimelec y el cuerpo que con él estaba de la emboscada. 36Vió Gaal a la gente, y dijo a Zebul: «Mira cómo baja gente de las cumbres de los montes». Y le dijo Zebul: «Son las sombras de los montes, que se te hacen hombres». 37Volvió a mirar Gaal, y dijo: «Es gente que baja de Tabor Arez, y otro cuerpo que viene por el camino de Elon Neconenim». 38Díjole entonces Zebul: «¿Dónde está ahora tu boca, con que dijiste: Quién es Abimelec, para que le sirvamos? ¿No es ésa la gente para ti despreciable? Sal, pues, a darle la batalla». 39Salió Gaal, y a la vista de los habitantes de Siquem combatió contra Abimelec, que le puso en fuga. 40Gaal huyó de él, y cayeron muchos hasta la puerta de la ciudad. 41Abimelec se quedó en Haruma, mientras que Zebul impidió a Gaal y los suyos permanecer en la ciudad. 42Al día siguiente salió el pueblo al campo, y lo supo Abimelec, 43que cogiendo su gente, la había dividido en tres cuerpos, los había puesto en el campo en emboscada, y cuando vió que el pueblo salía de la ciudad, se levantó, arremetió contra ellos, 44y avanzando Abimelec con el cuerpo que le seguía, se puso a la puerta de la ciudad, mientras que los otros dos cuerpos se extendían por el campo y destrozaban a cuantos en él había. 45Abimelec combatió a la ciudad durante todo aquel día y se apoderó de ella, dando muerte a cuantos allí había, la destruyó y la sembró de sal.
46Los que estaban en la fortaleza de Siquem se fueron a la torre de la casa de El Berit. 47Supo Abimelec que se habían reunido todos los habitantes de la fortaleza de Siquem; 48 y subió al monte Selmón con toda la gente que llevaba; y tomando en su mano un hacha, cortó una rama de un árbol y se la puso al hombro, mandando a su gente que hiciera prestamente lo que le veía hacer a él. 49Cortó, pues, también toda la gente cada uno su rama; y siguiendo a Abimelec, las pusieron contra la fortaleza, y prendiéndolas fuego, la incendiaron, muriendo allí todos los habitantes de la fortaleza de Siquem, unos mil entre hombres y mujeres. 50Fué luego Abimelec a Tebes, que sitió y tomó. 51Pero había en Tebes, en medio de la ciudad, una fuerte torre, en la que se refugiaron todos los habitantes de la ciudad, hombres y mujeres, y cerrando tras sí, se subieron a lo alto de la torre. 52Abimelec llegó a la torre, la atacó y se aproximó para pegar fuego a la puerta; 53y entonces una mujer le lanzó contra la cabeza un pedazo de rueda de molino y le rompió el cráneo. 54Llamó él en seguida a su escudero y le dijo: «Saca tu espada y mátame, para que no pueda decirse que me mató una mujer». El joven le traspasó, y murió Abimelec. 55Viendo los hijos de Israel que había muerto Abimelec, fuéronse cada uno a su casa. 56Así hizo caer Dios sobre la cabeza de Abimelec el mal que había hecho a su padre, asesinando a sus setenta hermanos; 57y sobre las gentes de Siquem todo el mal que habían hecho, cumpliéndose en ellos la maldición de Jotán, hijo de Jerobaal.


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  • 6 El deseo de Israel de darse un rey, que obtiene satisfacción en tiempo de Samuel, comienza ya a manifestarse después de la victoria de Gedeón (8,22), con el ofrecimiento que hacen a éste de que se proclame rey, pero más todavía en la proclamación efectiva de Abimelec por los siquemitas.(Volver a Lectura).

  • 7 El apólogo no revela simpatía por el régimen monárquico. Los personajes de valor no quieren abandonar sus ocupaciones para dedicarse a la vida ociosa de un rey. Sólo el que no hace cosa de provecho acepta la dignidad para molestar a los otros. Tal es la moraleja.(Volver a Lectura).

  • 53 La muerte de Abimelec nos trae a la memoria la de Saúl (I Sam 31,4) y la de Seba (2 Sam 20,21s).(Volver a Lectura).




Tola

10 1Después de Abimelec, surgió para librar a Israel Tola, hijo de Fuá, hijo de Dodó, hombre de Isacar. Habitó en Samir, en los montes de Efraím. 2Juzgó a Israel durante veintitrés años y murió, siendo sepultado en Samir.


Jair

3Después de él surgió Jair, de Galad, que juzgó a Israel por veintidós años. 4Tuvo treinta hijos, que montaban treinta asnos y eran dueños de treinta ciudades, llamadas todavía Javot Jair, en la tierra de Galad. 5Murió Jair y fué sepultado en Camón.


Jefté

6Volvieron los hijos de Israel a hacer mal a los ojos de Yavé, y sirvieron a los baales y Astartes, a los dioses de Sidón, a los de Moab, a los de los hijos de Ammón, a los de los filisteos, y se apartaron de Yavé, no sirviéndole más.

7Encendióse la ira de Yavé contra Israel y los entregó en manos de los filisteos y en manos de los hijos de Ammón, 8que los oprimieron, y afligieron con gran violencia a los hijos de Israel, durante dieciocho años. 9Los hijos de Ammón oprimieron a todos los hijos de Israel que habitaban al otro lado del Jordán, en la tierra de los amorreos, en Galad, y hasta pasaron el Jordán para combatir a Judá, a Benjamín y la casa de Efraím, viéndose Israel muy apretado.
10Clamaron a Yavé los hijos de Israel, diciendo: «Hemos pecado contra ti, porque hemos dejado a nuestro Dios y hemos servido a los baales». 11Yavé dijo a los hijos de Israel: «¿No os liberté Yo de los egipcios, de los amorreos, de los hijos de Ammón, de los filisteos? 12Y cuando os oprimían los de Sidón, Amalec y Madián, y clamasteis a mí, ¿no os libré Yo de sus manos? 13Pero vosotros me habéis dejado a Mí para servir a dioses extraños. Por eso no os libraré ya más. 14Id e invocad a los dioses que os habéis dado; que os libren ellos al tiempo de vuestra angustia». 15 Los hijos de Israel dijeron a Yavé: «Hemos pecado, castíganos como quieras, pero líbranos ahora». 16Quitaron de en medio de ellos los dioses extraños y sirvieron a Yavé, pero su alma no podía soportar la aflicción de Israel. 17Reuniéronse los hijos de Ammón y acamparon en Galad; y se reunieron también los hijos de Israel, acampando en Masfa. 18El pueblo, los jefes de Israel, se dijeron unos a otros: «¿Quién será el que comenzará a combatir a los hijos de Ammón? Que sea él quien mande a todos los habitantes de Galad».


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  • 1 De Tola, originario de Isacar, pero morador de los montes de Efraím, no se cuenta ninguna hazaña guerrera; tal vez fue un hombre bueno e inteligente, que como árbitro administraba justicia, a la manera de Débora, bajo una palmera, entre Bétel y Rama (4,5).(Volver a Lectura).

  • 3 Lo mismo debemos pensar de Jair, de quien tenemos noticias por Núm 32,41; Dt 3,14; Jos 13,30; I Par 2,22.(Volver a Lectura).




11 1Era Jefté, el galadita, un fuerte guerrero, hijo de una meretriz, y tuvo por padre a Galad. 2La mujer de Galad dió a éste otros hijos, que cuando fueron grandes arrojaron de casa a Jefté, diciendo: «No vas tú a heredar en la casa de nuestro padre, pues eres hijo de otra mujer». 3Jefté huyó de sus hermanos y habitó en tierra de Tob. Uniéronse con él gentes perdidas, que salían con él. 4Al cabo de días, hicieron guerra los hijos de Ammón contra Israel; 5y fueron entonces los ancianos de Galad a la tierra de Tob, en busca de Jefté, 6y le dijeron: «Ven, serás nuestro jefe en la guerra contra los hijos de Ammón». 7Respondió Jefté a los ancianos de Galad, diciéndoles: «¿No sois vosotros los que me aborrecéis y me arrojasteis de la casa de mi padre? ¿A qué venís a mí ahora, cuando os veis en aprieto?» 8Los ancianos de Galad respondieron: «Por eso venimos a ti ahora, para que vengas a combatir con nosotros a los hijos de Ammón y seas nuestro jefe, el de todos los habitantes de Galad». 9Contestóles Jefté: «Si me lleváis con vosotros a combatir contra los hijos de Ammón, en el caso de que Yavé me los entregue, seré vuestro jefe». 10 Dijéronle los ancianos de Galad: «Sea Yavé testigo entre nosotros, si no hiciéremos lo que dices». 11Partió Jefté con los ancianos de Galad y le hicieron su jefe y caudillo, y repitió Jefté sus palabras en presencia de Yavé, en Masfa.
12Mandó Jefté mensajeros al rey de los hijos de Ammón, que le dijeran: «¿Qué hay entre tú y yo, para que hayas venido contra mí a combatir la tierra?» 13El rey de los hijos de Ammón respondió a los mensajeros de Jefté: «Cuando subió Israel de Egipto, se apoderó de mi tierra, desde el Arnón hasta Jaboc y hasta el Jordán. Devuélvemela, pues, ahora pacíficamente». 14Jefté mandó nuevos mensajeros al rey de los hijos de Ammón, 15que le dijeran: «He aquí lo que dice Jefté: Israel no se apoderó de la tierra de Moab, ni de la tierra de los hijos de Ammón. 16 Cuando Israel subió de Egipto, marchó por el desierto hasta el Mar Rojo y llegó a Cades. 17Entonces envió Israel mensajeros al rey de Edom, para que le dijeran: Te ruego que me dejes pasar por tu tierra; pero el rey de Edom no se lo consintió; también se los envió al rey de Moab, que rehusó; e Israel se quedó en Cades. 18Después, marchando por el desierto, rodeó la tierra de Edom y la tierra de Moab, y llegó al oriente de la tierra de Moab y acampó del lado de allá del Arnón, sin entrar en tierra de Moab, pues el Arnón era el límite de Moab. 19Israel envió mensajeros a Seón, rey de los amorreos, rey de Hesebón, para decirle: «Te ruego que nos dejes pasar por tu tierra, hasta nuestro lugar». 20Pero Seón no se fió de Israel dejándole pasar por su tierra, y reuniendo a toda su gente, acampó en Jasa y luchó contra Israel. 21Yavé, Dios de Israel, puso a Seón con todo su pueblo en las manos de Israel, que los derrotó y se apoderó de la tierra de los amorreos, que habitaban en aquella región.

22Se apoderó de toda la tierra de los amorreos, desde el Arnón hasta Jaboc y desde el desierto hasta el Jordán. 23Ahora, pues, que Yavé, Dios de Israel, desposeyó a los amorreos ante su pueblo, Israel, ¿pretendes tú apoderarte de su tierra y seríamos despojados de cuanto Yavé, nuestro Dios, nos dió en posesión? 24¿Eso que Camos, tu Dios, te ha dado en posesión, no lo posees tú? ¿Y no vamos a poseer nosotros lo que Yavé, nuestro Dios, nos ha dado en posesión? 25¿Querrás tú ser mejor que Balac, hijo de Sefor, rey de Moab? ¿Acaso ha disputado éste a Israel su tierra? ¿Le ha hecho acaso la guerra? 26Hace trescientos años que habita Israel en Hesebón y en Aroer y en las ciudades que de ellas dependen, lo mismo que en todas las que están a orillas del Arnón. ¿Por qué no las habéis tomado durante todo ese tiempo? 27Yo no te he hecho mal alguno; pero tú obras mal conmigo, haciéndome la guerra. Que Yavé, el Juez, juzgue hoy entre los hijos de Israel y los hijos de Ammón». 28El rey de los hijos de Ammón desoyó lo que Jefté le mandó a decir.
29El espíritu de Yavé fué sobre Jefté y pasando por Galad y Manasés, llegó hasta Masfa de Galad, y de Masfa de Galad marchó contra los hijos de Ammón. 30Jefté hizo voto a Yavé, diciendo: «Si pones en mis manos a los hijos de Ammón, 31el que a mi vuelta, cuando venga yo en paz de vencerlos, salga de las puertas de mi casa a mi encuentro, será de Yavé y se lo ofreceré en holocausto». 32Avanzó Jefté contra los hijos de Ammón y se los dió Yavé en sus manos, batiéndolos desde Aroer hasta según se va a Menit, veinte ciudades, y hasta Abel Queramim. Fue una gran derrota, y los hijos de Ammón quedaron humillados ante los hijos de Israel.

La hija de Jefté

34Al volver Jefté a Masfa, salió a recibirle su hija con tímpanos y danzas. Era su hija única, no tenía más hijos ni hijas. Al verla rasgó él sus vestiduras y dijo: «¡Ah, hija mia, me has abatido del todo, y tú misma te has abatido al mismo tiempo! He abierto mi boca a Yavé y no puedo volverme atrás». 36Ella le dijo: «Padre mío, si has abierto tu boca a Yavé, haz conmigo lo que de tu boca salió, pues te ha vengado Yavé de tus enemigos, los hijos de Ammón». 37Y añadió: «Hazme esta gracia: Déjame que por dos meses vaya con mis compañeras por los montes, llorando mi virginidad». 38«Ve», le contestó él, y ella se fué por los montes con sus compañeras, y lloró por dos meses su virginidad. 39Pasados los dos meses, volvió a su casa, y él cumplió en ella el voto que había hecho. No había conocido varón. 40De ahí viene la costumbre en Israel, de que al terminar el año, se reúnan todos los años las hijas de Israel para llorar a la hija de Jefté, galadita, por cuatro días.


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  • 1 Los expositores encuentran oscuro el origen de jefté, hijo de una meretriz y de padre desconocido. Lo que sacamos en claro es que era galadita y que, desechado de su pueblo, lo abandonó, yéndose a Tob, al norte de Galad. Allí reunió una tropa y se dio a hacer algaras contra las tribus del desierto, con lo que se hizo famoso. Hallándose en grave aprieto, sus paisanos se acordaron de él.(Volver a Lectura).

  • 29 Descartada la solución pacífica, Jefté se resuelve a emprender la guerra. No otra cosa significa esa acción del espíritu de Dios sobre él. A pesar de su vida anterior, le guía un espíritu religioso, y hace un voto a Yavé si le da la victoria. Las palabras con que está formulado parecen indicar que la materia del voto será persona de su familia.(Volver a Lectura).

  • 34 Alegres las doncellas, salen las primeras a recibir al venedor, yendo a la cabeza la hija de Jefté, hija única. el padre se duele, como es natural; pero ni él ni la joven dudan un momento sobre el cumplimiento del voto (11,31; Dt 12,31; Jer 7,31; 19,5).(Volver a Lectura).

  • 39 Son muchos los intérpretes que explican este sacrificio como simbólico, no real. Sin embargo, toda la descripción que del voto y de su cumplimiento se hace parece convencer de que Jefté realmente sacrificó su hija a Yavé. De aquí no se deduce que el acto fuera legítimo, fue contra toda ley. Ni parece esto de extrañar, dado el ambiente religioso-moral que israel respiraba y de que muchas veces se dejó inficionar.(Volver a Lectura).




Guerra civil entre efraimitas y galaditas

12 1Los hijos de Efraím se reunieron, y pasando a Safón, dijeron a Jefté: «¿Por qué fuiste a combatir a los hijos de Ammón, sin habernos llamado a combatir contigo? Vamos a pegar fuego a tu casa» 2Jefté les respondió: «Estaba yo y estaba mi pueblo en gran contienda con los hijos de Ammón. Entonces os llamé yo, pero no me habéis librado vosotros de sus manos. 3Viendo que no me librabais vosotros, puse mi vida en mis manos, marché contra los hijos de Ammón, y Yavé me los entregó. ¿Por qué, pues, venís hoy a hacerme la guerra?» 4Reunió Jefté a todas las gentes de Galad y libró batalla contra Efraím. 5Los hombres de Galad derrotaron a los de Efraím, que decían de ellos: «Vosotros, galaditas, sois huídos de Efraím; ni sois de Efraím, ni de Manasés». Los galaditas se apoderaron de los vados del Jordán del lado de Efraím; y cuando llegaba alguno de los fugitivos de Efraím, diciendo: «Dejadme pasar», le preguntaban: «¿Eres efraimita?» Respondía: «No»; 6entonces ellos le decían: «A ver, di: schibbolet», y él decía sibbolet, pues no podían pronunciar así. Los hombres de Galad le cogían y le degollaban junto a los vados del Jordán. Murieron entonces cuarenta y dos mil hombres de Efraím.
7Juzgó a Israel Jefté, galadita, durante seis años, y murió, siendo sepultado en una de las ciudades de Galad.

Abesán

8Después de él fué juez en Israel Abesán, de Belén. 9Tuvo treinta hijos y treinta hijas. Casó a éstas con gente de fuera, y trajo de fuera mujeres para sus hijos. 10Juzgó a Israel siete años, murió, y fué sepultado en Belén.

Elón

11Después de él juzgó a Israel Elón, de Zabulón, durante diez años; 12murió Elón, de Zabulón, y fué se pultado en Ayalón, en tierra de Zabulón.

Abdón

13Después de él juzgó a Israel Abdón, hijo de Faratón. 14Tuvo cuarenta hijos y treinta nietos, que montaban sobre setenta asnos. Juzgó a Israel durante ocho años, 15murió, y fué sepultado en Faratón, en el monte de Efraím, en tierra de Salim.


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  • 8 Abesán de Belén es otro como Tola (10,1), de quien no se cuenta hazaña guerra y que debió de ser hombre bueno y juez inteligente y probo. Igual hemos de decir de los siguientes, Elón y Abdón.(Volver a Lectura).




Sansón. Su nacimiento

13 1Volvieron los hijos de Israel a hacer el mal a los ojos de Yavé, y Yavé los dió en manos de los filisteos durante cuarenta años.
2Había un hombre de Sara, de la familia de Dan, de nombre Manué. Su mujer era estéril y no le había dado hijos. 3El ángel de Yavé se apareció a la mujer y le dijo: «Eres estéril y sin hijos, pero vas a concebir y parirás un hijo. 4Mira, pues, que no bebas vino ni licor alguno inebriante, ni comas nada inmundo, 5pues vas a concebir y a parir un hijo, a cuya cabeza no ha de tocar la navaja, porque será nazareo de Dios el niño, desde el vientre de su madre, y será el que primero librará a Israel de la mano de los filisteos». 6Fué la mujer y dijo a su marido: «Ha venido a mí un hombre de Dios. Tenía el aspecto de un ángel de Dios, muy temible. No le pregunté de dónde era y él no me dió a conocer su nombre, 7pero me dijo: Vas a concebir y a parir un hijo. No bebas, pues, vino ni otro licor inebriante, y no comas nada inmundo, porque el niño será nazareo de Dios, desde el vientre de su madre hasta el día de su muerte». 8Entonces Manué oró a Yavé, diciendo: «De gracia, Señor: que el hombre de Dios que enviaste venga otra vez a nosotros, para que nos enseñe lo que hemos de hacer con el niño que ha de nacer». 9Oyó Dios la oración de Manué y volvió el ángel de Dios a la mujer de Manué. Cuando estaba ésta sentada en el campo y no estaba con ella su marido. 10Corrió ella en seguida a anunciárselo a su marido, diciéndole: «El hombre que vino a mí el otro día acaba de aparecérseme.

11Levantóse Manué, y siguiendo a su mujer fué hacia el hombre y le dijo: «¿Eres tú el que has hablado a esta mujer?» El respondió: «Yo soy». 12Repuso Manué: «Cuando tu palabra se cumpla, ¿qué hay que guardar y qué habremos de hacerle?» 13El ángel de Yavé dijo a Manué: «La mujer, que se abstenga de cuanto le he dicho: 14que no tome nada de cuanto procede de la vid, no beba vino ni otro licor inebrativo, y no coma nada inmundo: cuanto la mandé, ha de observarlo». 15Manué dijo al ángel de Yavé: «Te ruego que permitas que te retengamos, mientras te traemos preparado un cabrito». 16 El ángel de Yavé dijo a Manué: «Aunque me retengas, no comería tus manjares; pero si quieres preparar un holocausto, ofréceselo a Yavé». Manué, que no sabía que era el ángel de Yavé, 17le dijo: «¿Cuál es tu nombre, para que te honremos cuando tu palabra se cumpla?» 18El ángel de Yavé le respondió: «¿Para qué me preguntas mi nombre, que es admirable?» 19Manué tomó el cabrito y la oblación, para ofrecerlo a Yavé en holocausto sobre la roca, y sucedió un prodigio a la vista de Manué y su mujer. 20Cuando subía la llama de sobre el altar hacia el cielo, el ángel de Yavé se puso sobre la llama del altar. Al verlo Manué y su mujer, cayeron rostro a tierra 21y ya no vieron más al ángel de Yavé. Entendió entonces Manué que era el ángel de Yavé, 22y dijo a su mujer: «Vamos a morir, porque hemos visto a Dios». 23La mujer le contestó: «Si Yavé quisiera hacernos morir, no habría recibido de nuestras manos el holocausto y la oblación, ni nos hubiera hecho ver todo esto, ni oír hoy todas estas cosas».
24Parió la mujer un hijo y le dió el nombre de Sansón. Creció el niño, y Yavé le bendijo, 25y comenzó a mostrarse en él el espíritu de Yavé, en Majane Dan, entre Sara y Estaol.


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  • 1 El pecado es el de siempre, y es causa de la larga servidumbre a que los someten los filisteos, instalados en la llanura de la costa, fuertes y con deseos de añadir a los ricos frutos de su tierra los frutos de la región montañosa. Abundantes en cereales, no tenían ni vino, ni aceite, ni higos, cosas todas que en la montaña se dan con abundancia (Num 13,24).(Volver a Lectura).

  • 2 Por todo este capítulo se ve que Sansón fue un hijo de bendición, nacido de madre estéril y predestinado por Dios para luchar por la liberación de Israel del poder de los filisteos, viviendo toda su vida en aquel estado de consagración legal que en la Ley se llama nazareato. Este estado implicaba tres cosas: «la navaja no tocará su cabeza» (v.5), «no tome nada de cuanto produce la vid» y «no toque nada inmundo» (v.14). Era una santidad legal, uno de aquellos elementos que San pablo llama sin vritud (Gál 4,9), sin provecho para quienes los practican (Heb 13,9).(Volver a Lectura).

  • 15 El buen matrimonio toma al ángel por un varón de Dios y quiere mostrarse agradecido, obsequiándole como a huésped de honor. El ángel obra como el de Gedeón (6,17ss).(Volver a Lectura).

  • 24 Sansón es entre los jueces un caso enteramente singular. No es el héroe que acaudilla al pueblo y le lleva a la victoria. Es él solo quien realiza sus hazañas contra los filisteos, que oprimían a los israelitas del mediodía. Su fuerza extraordinaria estaba ligada a su consagración como nazareo, cuyo signo principal es el no tocar la navaja a la cabeza del consagrado, y la conservación, por tanto, de su cabellera. Cuando perdió ésta, perdió su fuerza. Y la causa de la pérdida fue el amor de las mujeres.(Volver a Lectura).




Boda de Sansón con una filistea

14 1Bajó Sansón a Tamna, y vió allí una mujer de entre las hijas de los filisteos; 2y cuando volvió a subir, dijo a su padre y a su madre: «He visto en Tamna una mujer de entre las híjas de los filisteos; id a tomármela por mujer». 3Dijéronle su padre y su madre: «¿Acaso no hay mujeres entre las hijas de tus hermanos y en mi pueblo, para que vayas tú a tomar mujer de los filisteos, incircuncisos?» Repuso Sansón y dijo a su padre: «Tómame ésa, pues me gusta». 4Su padre y su madre no sabían que aquello venía de Yavé, que buscaba una ocasión de parte de los filisteos, que eran que entonces oprimían a Israel. 5Bajó Sansón a Tamna, cuando al llegar a los olivares de Tamna le salió al encuentro un joven león, rugiendo. 6Apoderóse de Sansón el espíritu de Yavé; y sin tener nada a mano, destrozó el león como se destroza un cabrito. No dijo nada a su padre ni a su madre de lo que había hecho. 7Bajó y habló a la mujer que le había gustado. 8Tiempo después, bajando para desposarse con ella, se desvió para ver el cadáver del león, y vió que había un enjambre de abejas con miel en la osamenta del león. 9Cogióla en sus manos y siguió andando y comiendo; y cuando llegó a su padre y a su madre, les dió de ella, sin decirles que la había cogido de la osamenta del león, y ellos la comieron. 10Bajó, pues, el padre de Sansón a casa de la mujer, y Sansón dió allí un banquete, según la costumbre de los mozos. 11En cuanto le vieron, invitaron a treinta mozos para acompañarle. 12Sansón les dijo: «Quisiera que me permitierais proponeros un enigma. Si dentro de los siete días del convite me lo descifráis acertadamente, yo tendré que daros treinta camisas y treinta túnicas;

13pero si no podéis descifrármelo, seréis vosotros los que habréis de darme a mí treinta camisas y treinta túnicas». Ellos le dijeron: «Propón tu enigma, que lo oigamos». 14El les dijo: «Del que come salió lo que se come, y del fuerte la dulzura». Tres días pasaron, sin que pudieran descifrar el enigma. 15Llegó el día séptimo. A la mujer de Sansón le habían dicho ellos: «Persuade a tu marido a que te dé la solución del enigma; si no, te quemaremos a ti y la casa de tu padre. ¿Nos habéis invitado para robarnos?» 16Ella lloraba y le decía: «Me aborreces, has propuesto un enigma a los hijos de mi pueblo y no quieres explicármelo a mí». El la respondió: «No se lo he explicado ni a mi padre ni a mi madre, ¿y voy a explicártelo a ti?» 17Así le había estado llorando durante los siete días del convite; pero el séptimo día, tanto le importunó, que él le dió la explicación, y ella se la comunicó a los hijos de su pueblo. 18Los de la ciudad dijeron a Sansón el día séptimo, antes de la puesta del sol:
«¿Qué más dulce que la miel?
¿Qué más fuerte que el león?»
19El les contestó:
«Si no hubierais arado con mi novilla,
No hubierais descifrado mi enigma».
20Apoderóse de él el espíritu de Yavé; y bajando a Ascalón, mató allí a treinta hombres, los despojó y dió las túnicas a los que habían descifrado el enigma. Muy enfurecido, se subió a casa de sus padres. 21La mujer de Sansón fué entregada a uno de los mozos que le habían servido de compañeros.

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  • 1 La conducta de Sansón dicta mucho de ajustarse a la Ley. Esta, efectivamente, prohibía insistentemente las uniones con los habitantes de Canán, y los filisteos no estaban exceptuados. Hablan, pues los padres inspirados en la Ley. Ni hay motivo ara suponer una inspiración divina en quien el texto sagrado nos muestra tan poco respetuoso de la Ley de Dios en esta parte. pero el Señor se aprovechaba de aquel capricho de Sansón y le daba ocasión para empezar la obra a que le tenía destinado.(Volver a Lectura).

  • 14 El episodio anteriormente narrado ofreció a Sansón materia para este precioso enigma. Los orientales gustaban mucho de este juego, como se ve por I Re 10,1.(Volver a Lectura).

  • 20 En los Jueces abunda mucho esta idea del espíritu de Yavé, que expresa un impulso para realizar alguna hazaña en beneficio del pueblo y en favor de su liberación. Sansón realiza esta y sus otras hazaños como vengador del pueblo, ultrajado.(Volver a Lectura).




15 1Al cabo de días, al tiempo de la siega, fué Sansón a visitar a su mujer, llevando un cabrito, y dijo: «Quiero entrar a mi mujer en su cámara». 2Pero el padre le negó la entrada, diciendo: «Yo creí que la habías aborrecido enteramente, y se la he entregado a tu compañero. Su hermana menor es más hermosa todavía que ella. Tómala por mujer en lugar suyo». 3Sansón le dijo: «Ahora, ya sin culpa de mi parte contra los filisteos, podré hacerles daño».

Hazañas de Sansón.

4Se fué, y cogiendo trescientas zorras y teas, ató a las zorras dos a dos, cola con cola, y puso entre ambas colas una tea. 5Encendió luego las teas, y soltó a las zorras en las mieses de los filisteos, abrasando los montones de gavillas, los trigos todavía en pie, y hasta los olivares. 6Los filisteos se preguntaban: «¿Quién ha hecho esto?» Y se les dijo: «Ha sido Sansón, el yerno de Tamnat, porque éste le ha quitado su mujer y se la ha dado a un compañero suyo». Los filisteos subieron y la quemaron a ella y a su padre. 7Sansón les dijo: «¿Eso habéis hecho? Pues yo no pararé hasta vengarme de vosotros». 8Y los tundió ancas y muslos, haciendo en ellos gran destrozo, y se bajó luego a la caverna del roquedo de Etam. 9Subieron entonces los filisteos y acamparon en Judá, extendiéndose por Leji.

10Los de Judá les preguntaron: «¿Por qué habéis subido contra nosotros?» Ellos respondieron: «Hemos venido a atar a Sansón, para tratarle como él nos ha tratado a nosotros». 11Bajaron, pues, tres mil hombres de Judá a la caverna del roquedo de Etam, y dijeron a Sansón: «¿No sabes que los filisteos nos dominan? ¿Por qué nos has hecho eso?» El les respondió: «He hecho con ellos como ellos han hecho conmigo». 12Ellos repusieron: «Hemos bajado para atarte y entregarle atado en manos de los filisteos». Sansón respondió: «Jurad que no vais a matarme». 13Ellos le dijeron «No, solamente a atarte, para entregarte a los filisteos, pero no te mataremos». Y atándole con dos cuerdas nuevas, le hicieron subir del roquedo. 14Llegados a Leji, los filisteos les salieron al encuentro, lanzando gritos de júbilo. Apoderóse entonces de él el espíritu de Yavé, y las cuerdas que a los brazos tenía fueron como hilos de lino quemados por el fuego; las ligaduras cayeron de sus manos, 15y viendo cerca una quijada de asno fresca, la cogió y derrotó con ella a mil hombres. 16Dijo Sansón: «Con una quijada de asno los he puesto rojos del todo; Con una quijada de asno he derrotado a mil hombres». 17Y dicho esto, tiró la quijada y llamó a aquel lugar Ramat Leji. 18Devorado por la sed, clamó a Yavé, diciendo: «Eres tú el que por la mano de tu siervo has hecho esta gran liberación; ¿voy a caer ahora, muerto de sed, en la mano de los incircuncisos?» 19Y abrió Yavé el mortero que hay en Leji, y brotó de él agua. Bebió, se recobró y vivió, y la llamó por eso la fuente de En Hacore, que es la que hay todavía en Leji. 20Sansón juzgó a Israel en tiempo de los filisteos, durante veinte años.

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  • 10 Este modo de proceder de los de Judá nos dice bien claro que Sansón obra por cuenta propia, aunque en beneficio del pueblo, que, acobardado, no se atrevía a hacer con él causa común.(Volver a Lectura).

  • 19 De una roca en forma de mortero, que por ello llevó después ese nombre, brotó una fuente, que San jerónimo señalaba aún en su época.(Volver a Lectura).

  • 20 Se ve el sentido que aquí tiene la palabra juzgar a Israel: luchar o defender al pueblo como vengador suyo contra los filisteos.(Volver a Lectura).