Proemio: Del estado político y religioso de Israel (1,1 - 3,6). Judá (1,1 - 11), Caleb (1,12 - 21), José (1,22 - 20), Zabulón, etc. (1,30 - 36). El ángel del Señor (2,1 - 5). La vida religiosa de Israel en la época de los jueces (2,6 - 23). Pueblos cananeos no sometidos (3,1 - 6). parte única: Historia de los jueces (3,7,16,31). otoniel (3,7 - 11). Aod, vencedor de los moabitas (3,12 - 31). Débora y Barac (4 - 5). Gedeón (6 - 8). Abimelec, rey en Siquem (9). Jefté (10 - 12). Sansón (13 - 16). Apéndices (17 - 21): Origen del santuario de Dan (17 - 18). La destrucción de la tribu de Benjamín (19 - 21).
Nuevas conquistas
1 1Después de muerto Josué, consultaron los hijos de Israel a Yavé, diciendo: «¿Quién de nosotros subirá antes contra el cananeo y le combatirá?» 2Y respondió Yavé: «Judá subirá, pues he dado la tierra en sus manos». 3Y dijo Judá a Simeón, su hermano: «Sube conmigo a la parte que me ha tocado, a hacer
la guerra al cananeo, y también iré luego yo contigo a la que te ha tocado a ti». Y fué con él Simeón.
4Subió, pues, Judá, y puso Yavé en sus manos al cananeo y al fereceo, y derrotaron en Bezec a diez mil nombres. 5Habiendo encontrado en Bezec a Adoni Bezec, le atacaron y derrotaron a los cananeos y fereceos. 6Huyó Adoni Bezec y ellos le persiguieron, y cogiéndole, le amputaron los pulgares de las manos y de los pies. 7Y dijo Adoni Bezec: «Setenta reyes con los pulgares de manos y pies amputados, migajeaban debajo de mi mesa. Me devuelve Dios lo que yo les hice a ellos»; y le llevaron a Jerusalén y allí murió. 8Atacaron los hijos de Judá a Jerusalén: y habiéndola tomado, pasaron a los habitantes a filo de espada y pegaron fuego a la ciudad.
9Bajaron luego los hijos de Judá, para combatir a los cananeos que habitaban en el monte, en el Negueb y en el Sefela. 10Marchó contra los cananeos que habitaban en Hebrón, antes llamado Cariat Arbe, y batió a Sesai, Jimón y Tolmai. 11De allí marchó contra los habitantes de Dabir, que se llamó antes Cariat Sefer. 12Caleb dijo: «Al que ataque y tome a Cariat Sefer, le daré por mujer mi hija Acsa». 13Otoniel, hijo de Quenez, el hermano menor de Caleb, se apoderó de ella, y Caleb le dió su hija Acsa por mujer. 14Cuando era llevada a la casa de Otoniél, él la excitó a que pidiera a su padre un campo. Inclinóse ella, según iba montada, sobre el asno, y Caleb le preguntó: «¿Qué tienes?» 15Ella dijo: «Hazme una gracia. Ya que me has dado tierra de secano, dame también regadíos». Y le dio Caleb el Gulot superior y el Gulot inferior.
16Los hijos de Jeser, el Quineo,
suegro de Moisés, subieron de la ciudad de Tamarim, con los hijos de Judá, al desierto que está al mediodía de Judá, según se baja a Arad, y vinieron a habitar con el pueblo.
17Marchó después Judá con Simeón y batieron a los cananeos que habitaban en Sefat, la destruyeron totalmente, y se llamó la ciudad Jorma. 18Apoderóse también Judá de Gaza y de su territorio, de Ascalón y Acarón con los suyos. 19Fué Yavé con Judá y se apoderó Judá de la parte montañosa, pero no pudo expulsar a los habitantes del llano, que tenían carros de hierro. 20Atribuyóse Hebrón a Caleb, como lo había dicho Moisés, y aquél arrojó de allí a los tres hijos de Enac.
21Los hijos de Benjamín no expulsaron a los jebuseos que habitaban en Jerusalén, y los jebuseos han habitado hasta el día de hoy con los hijos de Benjamín.
22También la casa de José subió contra Betel, y Yavé estuvo con ellos. 23La casa de José hizo una exploración cerca de Betel, que antes se llamó Luz, 24y los centinelas cogieron a un hombre que salía de la ciudad, y le dijeron: "Enséñanos por dónde se entra en la ciudad y te haremos gracia». 25El les enseñó por dónde podrían entrar en la ciudad, y ellos la pasaron a filo de espada, pero dejaron en libertad a aquel
hombre y a toda su familia. 26Este hombre se fué a tierra de geteos y edificó allí una ciudad, a la que dió el nombre de Luz, y así se llama
todavía hoy.
Cananeos no expulsados
27Manasés no expulsó a los habitantes de Betsán y de las ciudades de ella dependientes, ni a los de Tanac, Dor, Jeblam, Mageddo y las ciudades dependientes de ellas, y los cananeos se arriesgaron a permanecer en esta tierra. 28Cuando Israel fué suficientemente fuerte los hicieron tributarios, pero no los arrojaron.
29Efraím no expulsó a los cananeos que habitaban Gazer, y los cananeos siguieron habitando en medio de Efraím.
30Zabulón no expulsó a los habitantes de Quetrom ni a los de Nalol, y los cananeos siguieron habitando en medio de Zabulón, pero fueron hechos tributarios.
31Aser no expulsó a los habitantes de Acó ni a los de Sidón, ni a los de Ajelab, de Aczib, de Jelba. de Afec y de Rejob; 32y los hijos de Aser habitan en la tierra en medio de los cananeos, porque no los expulsaron.
33Neftalí no expulsó a los habitantes de Bet Sames ni a los de Bet Anot, y habitó en medio de los cananeos, habitantes de aquella tierra; pero los habitantes de Bet Sames y de Bet Anot fueron sometidos a tributo. 34Los amorreos rechazaron a los hijos de Dan hacia los montes y no los dejaban bajar al llano; 35arriesgáronse los amorreos a quedarse en el Har Jeres, en Ayalón y en Selebim pero la mano de la casa de José pesó mucho sobre ellos y fueron sometidos a tributo. 36El territorio de los amorreos se extendía desde la subida de Acrabim y desde Sela para arriba.
Escuchar el Capítulo 1
1 Después de la muerte de Josué y repartida por éste la tierra, queda todavía labor para cada una de las tribus (Jos 15,1ss).(Volver a Lectura).
3 La tibu de Simeón estaba enclavada en la de Judá (Jos 19,1ss).(Volver a Lectura).
7 Ya sabemos por Josué lo que eran estos reyes (cf. Jos 12,7). Esto de cortar los dedos de los pies o de las manos, o los pies o las manos, era una costrumbre bárbara no rara en Oriente, una de tantas consecuencias del vae victis (¡Ay de los vencidos! o dolor de los vencidos) de todos los tiempos.(Volver a Lectura).
8 Sobre Jerusalén, véase Jos 15,63.(Volver a Lectura).
12 Sobre Caleb, véase Job 14,6.(Volver a Lectura).
16 De este suegro o pariente de Moisés se habla en Num 10,39, cuando el caudillo le invitó para servir de guía. Se ve por aquí que aceptó la invitación y que luego se incorporó a Judá.(Volver a Lectura).
18 En Josué (13,3) se asegura que la llanura filistea no fue conquistada, y esto concuerda con Jue 3,3 y con la historia subsiguiente.(Volver a Lectura).
23 Bétel, antes Luz, es famosa por la visión de Jacob (Gén 28,11ss) y ocupa un lugar importante en la historia religiosa de Israel.(Volver a Lectura).
36 En todo este capítulo, el autor sagrado recoge algunos breves pero interesantes documentos sobre la obra de la conquista. Aquí se ven los esfuerzos de algunas tribus, como Judá y José; la impotencia de otras para asegurarse la posesión de su lote, como Dan; la política de otras, que prefieren dejar en paz a los cananeos haciéndoles pagar algún tributo, y, finalmente, la pereza de otras, que se acomodan a vivir con ellos en un plan de igualdad.(Volver a Lectura).
Infidelidad del pueblo
2 1Subió
el ángel de Yavé de Galgal a Betel y dijo: «Yo os he hecho subir de Egipto y os he traído a la tierra que juré a vuestros padres, y he dicho: No romperé mi pacto eterno con vosotros, 2si vosotros no pactáis con los habitantes de esta tierra; habéis de destruir sus altares. Pero vosotros no me habéis obedecido: ¿por qué habéis obrado así? 3Pues yo también me he dicho: No los arrojaré de ante vosotros, y los tendréis por enemigos, y sus dioses serán para vosotros un lazo». 4Cuando el ángel de Yavé hubo dicho estas palabras a todos los hijos de Israel, lloraron todos a voces. 5Llamaron a este lugar Boquim, y ofrecieron allí sacrificios a Yavé.
Los jueces
6Cuando Josué despidió al pueblo y se fueron los hijos de Israel cada uno a su heredad, para posesionarse de la tierra, 7el pueblo sirvió a Yavé durante toda la vida de Josué y la de los ancianos que le sobrevivieron y habían visto toda la grande obra que Yavé había hecho en favor de Israel. 8Josué, hijo de Nun, siervo de Yavé, murió a la edad de ciento diez años 9y fué sepultado en el territorio de su heredad, en Tamnat Jefer, en los montes de Efraím, al norte del monte Gas. 11Los hijos de Israel hicieron el mal a los ojos de Yavé y sirvieron a los baales. 12Se apartaron de Yavé, el Dios de sus padres, que los había sacado de Egipto, y se fueron tras otros dioses, de entre los dioses de los pueblos que los rodeaban, y se postraron ante ellos, irritando a Yavé.
13Apartándose de Yavé, sirvieron a Baal y Astarté. 14Encendióse en cólera Yavé contra Israel, y los entregó en manos de salteadores, que los asaltaban y los vendían a los enemigos del contorno, y llegaron a no poder ya resistir a sus enemigos. 15En cualquier salida que hacían pesaba sobre ellos para mal la mano de Yavé, como Él se lo había dicho, como se lo había jurado, y se vieron en muy gran aprieto.
16Yavé suscitó jueces, que los libraron de los salteadores; 17pero desobedeciendo también a los jueces se prostituyeron, yéndose detrás de dioses extraños; y los adoraron, apartándose bien pronto del camino que habían seguido sus padres, obedeciendo los preceptos de Yavé; no
hicieron ellos así. 18Cuando Yavé les suscitaba un juez, estaba con él y los libraba de la opresión de sus enemigos durante la vida del juez, porque se compadecía Yavé de sus gemidos, a causa de los que los oprimían y los vejaban. 19En muriendo el juez, volvían a corromperse, más todavía que sus padres, yéndose tras de los dioses extraños para servirlos y adorarlos, sin dejar de cometer sus crímenes, y persistían en sus caminos.
20Encendióse la cólera de Yavé contra Israel, y dijo: «Pues que este pueblo ha roto el pacto que Yo había establecido con sus padres y
no me obedece, 21tampoco volveré Yo a arrojar de ante ellos a ninguno de los pueblos que dejara Josué al morir, 22para por ellos poner a Israel a prueba, si procuraría o no seguir los caminos de Yavé, como los procuraron sus padres». 23Y Yavé dejó en paz, sin apresurarse a expulsarlos, a aquellos pueblos que no había entregado en manos de Josué.
Escuchar el Capítulo 2
1 Este ángel sube de Gálgala, el antiguo campamento de Israel (Jos 4,19), y llega a Betel, como leen los LXX, donde habla a sus moradores, y por ellos a todos Israel, echándoles en cara su mala correspondencia a los favores de Yavé. Los sacrificios ofrecidos significan el afecto de las reconvenciones del ángel. El nombre de Boquim, dado al sitio del llanto, no aparece más en la Biblia.(Volver a Lectura).
6 El comienzo de este versículo se enlaza bien con Jos 24,28, y el v. 7-10 con 24,29-31, donde se habla de la fidelidad de Israel. Pero ésta no duró mucho; pronto los hijos de Israel se dieron al culto de los dioses cananeos, irritando al Señor, que los entregó en manos de sus enemigos (Lev 26; Dt 28). La calamidad hizo volver en sí al pueblo, que, arrepentido, clamó a Yavé. Este, entonces, les mandó un libertador, que los libró y gobernó luego por largo tiempo (I Re 8,4.6ss).
En esta segunda Introducción el autor sagrado nos muestra la conducta de Dios correspondiendo a la del pueblo. Es el esquema de todos los jueces mayores. El autor parte de esta alternativa continua, y debe advertirse la universalidad del pecado del pueblo de Israel, del arrepentimiento, del castigo y de la liberación.(Volver a Lectura).
19 Esta constante alternativa de pecado y castigo, conversión y misericordia, es el tema fundamental de este libro. (Véase Dt 28).(Volver a Lectura).
3 1He aquí los pueblos que dejó Yavé, para probar por ellos a Israel, a cuantos no conocieron las guerras de Canán; 2 sólo para probar a las generaciones de los hijos de Israel, acostumbrando a la guerra a los que no la habían hecho antes: 3Cinco príncipes de los filisteos; todos los cananeos; los sidonios, y los jeveos que habitaban el monte Líbano, desde el monte Baal Hermón hasta la entrada de Hamat. 4Estos pueblos habían de servir para por ellos probar a Israel, y saber si obedecería los mandatos que Yavé había dado a sus padres por medio de Moisés. 5Los hijos de Israel habitaban en medio de los cananeos, de los geteos, de los amorreos, de los fereceos, de los jeveos y de los jebuseos. 6Tomaron por mujeres a las hijas de éstos y dieron a los hijos de ellos las hijas propias y sirvieron a sus dioses.
Otoniel, Aod, Samgar
7Hicieron el mal los hijos de Israel a los ojos de Yavé, y olvidándose de Yavé, su Dios, sirvieron a Baal y Astarte. 8Encendióse la cólera de Yavé contra Israel y los entregó a manos de Cusán Rasataim, rey de Edom, y los hijos de Israel sirvieron a Cusán Rasataim ocho años. 9Clamaron a Yavé los hijos de Israel; y suscitó Yavé a los hijos de Israel un libertador, que los libertó; Otoniel, hijo de Quenaz, el hermano menor de Caleb. 10Vino sobre él el espíritu de Yavé, y juzgó a Israel y salió a hacer la guerra. Puso Yavé en sus manos a Cusán Rasataim, rey de Edom, y pesó su mano sobre Cusán Rasataim; 11y estuvo en paz la tierra durante cuarenta años, y murió Otoniel, hijo de Quenaz.
12Volvieron otra vez a hacer mal los hijos de Israel a los ojos de Yavé, y Yavé hizo fuerte a Eglón, rey de Moab, contra los hijos de Israel, porque hacían el mal a los ojos de Yavé. 13Eglón se unió con los hijos de Ammón y con Amalec; y marchó contra Israel, le derrotó y conquistó la ciudad de Tamarin; 14y sirvieron los hijos de Israel a Eglón, rey de Moab, dieciocho años.
15Clamaron los hijos de Israel a Yavé, y Yavé les suscitó un libertador: Aod, hijo de Gera, benjaminita, zurdo. Los hijos de Israel enviaron por medio de él un presente a Eglón, rey de Moab. 16Habíase hecho Aod un puñal de dos filos, de un palmo de largo, que se ciñó bajo sus vestidos, sobre el muslo derecho. 17Presentó los dones a Eglón, rey de Moab, que era un hombre muy gordo; 18y hecha la presentación, despidió a los que habían traído el presente. 19Venía él de Ha Pesilim, cerca de Gálgala, y le dijo: «Tengo que decirte, ¡oh rey!, una cosa en secreto». El dijo: «Salid»; y se salieron todos los que estaban con él. 20Estaba tomando el fresco en el cenador alto, que era sólo para él, y le dijo: «Tengo que comunicarte una palabra de parte de Dios, ¡oh rey!» Eglón se levantó de su silla; 21y entonces Aod, cogiendo con su mano izquierda el puñal que sobre el muslo derecho llevaba, se lo clavó en el vientre, 22entrándole también el puño tras la hoja y cerrándose la gordura en derredor de la hoja, pues no sacó del vientre el puñal. 23Salió Aod al pórtico, cerrando tras sí las puertas del cenador y echando el cerrojo. 24Una vez que hubo salido, vinieron los servidores; y viendo que las puertas del cenador tenían echado el cerrojo, se dijeron: «Seguramente está haciendo alguna necesidad en el cubículo de verano». 25Esperaron mucho tiempo, hasta darles vergüenza, y como las puertas del cenáculo alto no se abrían, cogieron la llave y abrieron, viendo que su amo yacía en tierra, muerto. 26Mientras estaban ellos perplejos, huyó velozmente Aod, pasó de Ha Pesilim y se puso en salvo en Seirat. 27En cuanto llegó, hizo tocar las trompetas en el monte de Efraím. Los hijos de Israel bajaron con él de la montaña, y él se puso al frente de ellos 28y les dijo: «Seguidme, que Yavé ha entregado en vuestras manos a vuestros enemigos, los moabitas». Bajaron tras él se apoderaron de los vados del Jordán, frente a Moab, sin dejar pasar a nadie. 29Derrotaron entonces a Moab. De unos diez mil hombres, todos robustos y valientes, no escapó uno solo. 30Aquel día quedó Moab humillado bajo la mano de Israel; y la tierra quedó en paz durante ochenta años, mientras vivió Aod.
31Después de Aod, Samgar, hijo de Anat, derrotó a seiscientos filisteos con una aijada de bueyes, libertando también él a Israel.
Escuchar el Capítulo 3
1 Israel no ocupó todo Canán. Las razones pudieron ser múltiples, ya se mire desde el punto de vista humano, ya desde el divino. En este lugar el autor sagrado señala una de las que Dios pudo tener: servirse de los cananeos para poner a prueba la fidelidad de su pueblo (2,21s; 3,4).(Volver a Lectura).
7 El pecado que el autor menciona como prevaricación de Israel es servir a los baales y aseras o astartés. Baal significa señor, dueño. Es un dios que se considera como dueño del territorio, de la ciudad y de los elementos que influyen en su vida, como la lluevia, el calor, etc. Lleva por complemento el nombre de la ciudad, del santuario, etc, y según éstas se multiplican. Por su significación se daba también a Yavé este nombre, por lo que es posible que a veces los hebreos lo identificasen con su Dios. Asera es una diosa, luego indentificada con Astarte o astoret, según la puntuación de los masoretas paredra de baal, que señoreaba sobre la fertilidad del suelo, la fecundidad de los animales o de los hombres, de donde proceden la sustentación y la riqueza humana. En la época griega se los identificó con la fortuna de la ciudad. Su culto tenía con frecuencia un carácter obsceno, por considerarlos dioses de la fecundidad.(Volver a Lectura).
8 El invasor viene del sur. Es el rey, no de Aram, Mesopotamia, sino de Edom. El mismo Cusán aparece emparentado con Madián en Hab 3,7.(Volver a Lectura).
11 Sobre la cronología, véase la Introducción a los libros históricos, nº 8.(Volver a Lectura).
12 La invasión viene ahora del otro lado del Jordán, por Jericó o ciudad de las Palmas (Jos 9,16), y son los moabitas, amonitas y amalecitas, los enemigos tradicionales de Israel, que invaden los territorios de Benjamín y Efraím, a los que el acceso es más fácil.(Volver a Lectura).
31 Los filisteos vienen más tarde, y algunas versiones antiguas ponen Samgar, Semagar o Samera, hijo de Enaán, después de Sansón (16-31). Este héroe que así hace frente a tantos filisteos se parece al laureado de David, que se menciona en 2 Sam 23,11s.(Volver a Lectura).
Débora
4 1Volvieron los hijos de Israel a hacer mal a los ojos de Yavé, 2y los entregó Yavé en mano de Jabin, rey de Canán, que reinaba en Asor y tenía por jefe de su ejército a Sísara, que residía en Jaroset Goím. 3Clamaron los hijos de Israel a Yavé, pues tenían aquéllos novecientos carros de hierro, y desde hacía veinte años oprimían duramente a los hijos de Israel. 4Juzgaba en aquel tiempo a Israel Débora, profetisa, mujer de Lapidot. 5Sentábase para juzgar debajo de la palmera de Débora, entre Rama y Betel, en el monte de Efraím; y los hijos de Israel iban a ella a pedir justicia. 6Mandó a llamar Débora a Barac, hijo de Abinoem, de Cades, de Neftalí, y le dijo: «¿No te ha mandado Yavé, Dios de Israel? Ve a ocupar el monte Tabor y lleva contigo diez mil hombres, de los hijos de Neftalí y de los de Zabulón. 7Yo te traeré allí, al torrente de Cisón, a Sísara, jefe del ejército de Jabín, y a sus carros y sus tropas, y los pondré en tus manos». 8Díjola Barac: «Si vienes tú conmigo, iré; si no vienes tú, no iré». 9Ella le contestó: «Iré, sí, iré contigo; pero ya no será gloria tuya la expedición que vas a emprender, porque a mano de una mujer entregará Yavé a Sísara». Levantóse Débora y se fué con Barac a Cades. 10Convocó Barac a Zabulón y Neftalí a Cades, y subió con diez mil hombres, subiendo también con él Débora.
11Jeber, quineo, se había separado de los otros quineos, hijos de Jobab, suegro de Moisés, y había plantado sus tiendas en el encinar de Sesira, cerca de Cades.
12Hicieron saber a Sísara que Barac, hijo de Abinoem, subía al monte Tabor; 13y Sisara reunió todos sus carros, novecientos carros de hierro, y todo el ejército de que disponía, y salió de Jereset Goim al torrente de Cisón. 14Dijo entonces Débora a Barac: «Anda, que hoy es el día en que Yavé entrega a Sísara en tus manos. ¿No va Él delante de ti?» 15Bajó Barac del monte Tabor con los diez mil hombres que llevaba, y puso Yavé en fuga a Sísara, a todos sus carros y a lodo su ejército, a filo de espada ante Barac. Sísara se bajó de su carro y huyó a pie. 16Barac persiguió con su infantería a los carros y al ejército hasta Joreset Goím, y todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada, sin que quedara ni un solo hombre. 17Sísara huyó a pie a la tienda de Jael, la mujer de Jeber, el quineo, pues había paz entre Jabin, rey de Jasor, y la casa de Jeber, quineo. 18Salió Jael al encuentro de Sísara, y le dijo: «Entra, señor mío, entra en mi casa y no temas». Entró él en la tienda, y ella le tapó con una alfombra. Díjola él: «Dame, por favor, un poco de agua, que tengo sed». Y sacando ella el odre de la leche, le dió de beber y volvió a cubrirle. 20Díjola él: «Estáte a la puerta de la tienda, y si viene alguno preguntando si hay aquí algún hombre, dile que no». 21Cogió Jael, mujer de Jeber, un clavo de los de fijar la tienda; y tomando en su mano un martillo, se acercó a él calladamente y le clavó en la sien el clavo, que penetró en la tierra; y él, profundamente dormido, desfalleció y murió. 22Llegó entonces Barac, que iba persiguiendo a Sísara. Jael salió a su encuentro y le dijo: «Ven, que te enseñe al hombre a quien vienes buscando». Entró y halló a Sísara en tierra, muerto, clavado el clavo en la sien. 23Aquel día humilló Yavé a Jabín, rey de Canán, ante los hijos de Israel, 24y la mano de los hijos de Israel pesó cada vez más sobre Jabín, rey de Canán, hasta que le destruyeron.
Escuchar el Capítulo 4
2 Los expositores encuentran difícil este relato a causa de «Jabín, rey de Canán, que reinaba en Jasor», al norte de Canán, y cuyo ejército está concentrado todo él en la llanura de Esdrelón bajo las órdenes de un general que tiene su residencia en Jaroset Goím. Este general sería Sísara, personaje principal de esta historia.(Volver a Lectura).
5 Débora es una mujer que, por su inteligencia y grande ánimo, goza de gran crédito en la montaña de Efraím y sirve de juez árbitro para resolver los pleitos del pueblo (2 Sam 20,19). Afligida por la situación del pueblo, acude a Barac, personaje influyente en el norte, para que concentre las tribus de su región en el Tabor y allí presente la batalla a Sísara. Barac consiente si Débora viene con él, esperando mucho de ella por la autoridad de que gozaba en el pueblo (2 Sam 14,2; 20,16; 2 Re 22,14).(Volver a Lectura).
11 Jobab no es conocido (1,16), y moraba en el Mediodía, en el territorio de Judá; este miembro de su familia se había separado y moraba cerca de Isacar (2 Par 6,57), próximo al campo de batalla.(Volver a Lectura).
17 La familia nómada de Jebeer tenía alianza con el rey, y allí corre Sísara en busca de refugio. Esto agrava la conducta de Jael, que, ofreciéndole asilo en la tienda de su marido, le quita la vida. Débora celebra a Jael en su canto por su patriotismo, o mejor, por su afecto hacia el pueblo que la había adoptado (5,24ss y 4,9); mas con ello no justifica moralmente su acción.(Volver a Lectura).
Cántico triunfal de Débora
5 1Aquel día cantaron Débora y Barac, hijo de Abinoem, este canto:
2«Los príncipes de Israel al frente, Ofrecióse el pueblo al peligro.
Bendecid a Yavé.
3Oid, reyes, dadme oído, príncipes.
Yo, yo cantaré a Yavé. Yo cantaré a Yavé, Dios de Israel.
4Cuando tú, ¡oh Yavé!, salías de Seir,
Cuando subías desde los campos de Edom,
Tembló ante ti la tierra,
Destilaron los cielos,
Y las nubes se deshicieron en agua.
5Derritiéronse los montes a la presencia de Yavé,
Este, el Sinaí, a la presencia de Yavé, Dios de Israel.
6En los días de Samgar, hijo de Anat, en los dias de Jael,
Estaban desiertos los caminos;
Los que antes andaban por caminos trillados,
Ibanse por senderos desviados;
7Desiertos estaban los lugares indefensos,
Desiertos en Israel,
Hasta que me levanté yo,
Hasta que me levanté yo, madre en Israel.
8Elegidos dioses nuevos, estaba a las puertas la guerra;
Y no se veía ni un escudo ni una lanza.
Entre los cuarenta mil de Israel.
9Se va mi corazón tras los príncipes de Israel.
Los que del pueblo os ofrecisteis al peligro,
Bendecid a Yavé.
10Los que montáis blancas asnas,
Los que os sentáis sobre tapices.
Los que ya vais por los caminos, cantad.
El que fué lugar de rapiña,
Es ya lugar de regocijo.
11Cantad en él las justicias de Yavé,
Las justicias que ha hecho Yavé,
A los lugares indefensos de Israel.
Entonces pudo ya el pueblo de Yavé bajar a sus puertas.
9Despierta, despierta, Débora,
Despierta, despierta, entona un canto.
Levántate, Barac,
Apresa a los que te aprisionaban, hijo de Abinoem.
13Entonces vencieron los pequeños a los grandes;
Prevaleció el pueblo de Yavé contra los fuertes.
14Los de Efraím los exterminaron en el valle.
Detrás de ti (Débora) iba Benjamín con tu ejército.
De Maquir bajaron los jefes, de Zabulón los capitanes;
15Los príncipes de Isacar están con Débora.
Isacar y Barac se precipitaron con los infantes en el valle.
En Rubén hay división,
Hay en el corazón grandes propósitos.
16¿Por qué te quedaste en tus apriscos,
Oyendo las flautas de tus pastores?
En Rubén hay división,
Hay en su corazón grandes propósitos.
17Gad descansaba al otro lado del Jordán.
Y Dan; ¿por qué se quedó junto a sus naves?
Aser, a orillas del mar, descansaba en sus puertos;
18Pero Zabulón es un pueblo que ofrece su vida a la muerte.
Lo mismo es también Neftalí, desde lo alto de sus campos.
19Vinieron los reyes, combatieron;
Lucharon entonces los reyes de Canán,
En Tanac, junto a las aguas de Mageddo.
No cogieron plata por botín.
20Desde los cielos combatieron las estrellas;
Desde sus órbitas combatieron las estrellas,
Contra Sisara.
21El torrente de Cisón los arrastró,
El viejo torrente de Cisón.
Pisa firme, alma mía!
22Entonces resonaron los cascos de los caballos,
En la veloz huida de los guerreros.
Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Yavé,
23Maldecid, maldecid a sus habitantes,
Porque no cooperaron a la victoria de Yavé,
A la ayuda de Yavé a sus valientes.
24Bendita entre las mujeres Jael, Mujer de Jaber, el quineo;
Bendita entre las mujeres de su tienda.
25La pidió agua, y ella le dió leche;
En el vaso de honor le sirvió leche;
26Cogió el clavo con la izquierda,
Con la derecha el pesado martillo,
Y golpeó a Sisara,
Rompióle la cabeza,
Le atravesó la sien.
27El se retorció, cayó, yació,
A sus pies se retorció,
Cayó donde se retorció,
Allí mismo quedó exánime.
28Mira por la ventana la madre de Sísara,
Por entre las celosías y grita:
¿Por qué tardan en venir sus carros?
¿Por qué tardan en oírse los pasos de sus cuadrigas?
29Las más avisadas de sus mujeres le contestan,
Y ella se repite las mismas palabras:
30Seguramente están repartiéndose los despojos,
Una joven, dos jóvenes para cada uno, presa:
Un vestido de varios colores para Sísara, presa;
Un vestido, dos vestidos de colores para mis hombros.
31Perezcan así todos tus enemigos, ¡oh Yavé!
Y sean, los que te aman, como el sol cuando nace con toda su fuerza».
La tierra estuvo en paz durante cuarenta años.
Escuchar el Capítulo 5
2 La primera estrofa (2-5) sirve de introducción. El poeta invita a cantar a Yavé, Dios de Israel, que, morando en el Sinaí, viene a través de Edom en socorro de su pueblo (cf. Dt 33,2; Sal 67,8s; Hab 3,3).(Volver a Lectura).
6 Los v. 6-8, que forman la segunda estrofa, nos describen la opresión en que vivía el pueblo. La situación militar de Israel corresponde bien a la de 1 Sam 13,19.22.(Volver a Lectura).
9 La tercera estrofa (9-11) celebra ya el triunfo de los príncipes de Israel.(Volver a Lectura).
23 Meroz, una ciudad desconocida, es maldecida por no haberse asociado a los patriotas. Tal vez debe leerse Semerón, mencionada en Jos 19,15 entre las ciudades de Zabulón.(Volver a Lectura).
28 Hermosa descripción de las mujeres de la casa de Sísara, que están soñando con un gran triunfo y un gran botín (28-30).(Volver a Lectura).
Gedeón
6 1Los hijos de Israel hicieron mal a los ojos de Yavé, y Yavé los entregó en manos de Madián, durante siete años. 2La mano de Madián pesó fuertemente sobre Israel. Por miedo a Madián se hicieron los hijos de Israel los antros que hay en los montes, las cavernas y las alturas fortificadas. 3Cuando Israel había sembrado, subía Madián con Amalec y con los Bene Quedem y marchaban contra ellos; 4acampaban en medio de Israel y devastaban los campos hasta cerca de Gaza, no dejando subsistencia alguna en Israel, ni ovejas, ni bueyes, ni asnos, 5pues subían
con sus ganados y sus tiendas, como una nube de langostas. Ellos y sus camellos eran innumerables, y venían a la tierra para devastarla. 6Israel vino a ser muy débil, a causa de Madián, y los hijos de Israel clamaron a Yavé. 7Cuando los hijos de Israel clamaron a Yavé contra Madián, 8Yavé les envió un profeta, que les dijo: «Así habla Yavé, Dios de Israel: Yo os hice subir de Egipto y os saqué de la servidumbre. 9Yo os libré de la mano de los egipcios y de la mano de todos vuestros opresores; Yo los arrojé ante vosotros, y os di la tierra.
10Entonces os dije: «Yo Yavé, vuestro Dios; no temáis a los dioses de los amorreos, en cuya tierra habitáis. Pero vosotros no habéis escuchado mi voz». 11Vino el ángel de Yavé y se sentó bajo el terebinto de Ofra, que era propiedad de Joás, abiaserita, cuando Gedeón, su hijo, estaba batiendo el trigo en el lagar para esconderlo de Madián. 12Apareciósele el ángel de Yavé y le dijo: «Yavé contigo, valiente héroe». 13Gedeón le dijo: «Por favor, mi señor, si Yavé está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? ¿Dónde están todos los prodigios que nos contaron nuestros padres, diciendo: Yavé nos
hizo subir de Egipto? Y ahora Yavé nos ha abandonado, y nos ha puesto en las manos de Madián». 14Yavé se volvió a él y le dijo: «Ve, y con esa
fuerza que tú tienes, libra a Israel de las manos de Madián; ¿no soy Yo quien te envía?» 15Gedeón le dijo: «De gracia, Señor, ¿con qué voy a
libertar yo a Israel? Mi familia es la más débil de las de Manasés, y yo soy el más pequeño de la casa de mi padre». 16Yavé le dijo: «Yo
estaré contigo y derrotarás a Madián, como si fuera un solo hombre».
17Gedeón le dijo: «Si he hallado gracia a tus ojos, dame una señal de que eres tú quien me habla, 18y no te vayas de aquí hasta que vuelva yo con una ofrenda y te la presente». Yavé le dijo: «Aquí me estaré hasta que tú vuelvas». 19Entróse Gedeón y preparó un cabrito, y con un efá de harina hizo panes ácimos; y poniendo la carne en un cestillo y el caldo en una olla, los llevó debajo del terebinto y se los presentó.
20El ángel de Dios le dijo: «Coge la carne y los ácimos, ponlos encima de aquella piedra y vierte sobre ellos el caldo».
Hízolo asi Gedeón; y el ángel de Yavé, 21alzando el báculo que en la mano tenía, tocó con la punta la carne y los panes. Surgió en seguida fuego de la piedra, que consumió la carne y los panes, y el ángel de Yavé desapareció de su vista. 22Viendo Gedeón que era el ángel de Yavé, dijo: «¡Ay, Señor, Yavé ¿Entonces he visto cara a cara al ángel de Yave?»
23Díjole Yavé: «La paz sea contigo, no temas, no morirás». 24Gedeón alzó allí un altar, y le llamó Yavé Salom, que todavía existe en Ofra de Abiezer. 25Aquella misma noche le dijo Yavé a Gedeón: «Coge el toro de tu padre, el segundo toro, de siete años; derriba el altar de Baal que tiene tu padre, y corta el asera que hay cerca, 26y construye con la leña un altar a Yavé, tu Dios, en lo alto de este fuerte; y tomando el toro segundo, lo ofreces en holocausto sobre la leña que cortarás». 27Tomó, pues, Gedeón diez hombres de entre sus criados, e hizo como le había mandado Yavé; pero como no se atreviese a hacerlo de día, por temor de la casa de su padre y de las gentes de la ciudad, lo hizo de noche. 28Cuando, al levantarse a la mañana siguiente, las gentes de la ciudad vieron que el altar de Baal había sido destruido, cortado el asera que había cerca, y el toro segundo ofrecido en holocausto sobre el altar construido, 29se preguntaban unos a otros: «¿Quién ha hecho esto?» Inquirieron, buscaron, y alguien dijo: «Gedeón, el hijo de Joás, ha hecho esto». Entonces dijeron a Joás las gentes de la ciudad: 30«Saca a tu hijo para que muera, pues ha derribado el altar de Baal y ha cortado el asera que estaba cerca». 31Joás respondió a todos los que estaban contra él: «¿Os toca a vosotros defender a Baal? ¿Sois vosotros los que le habéis de salvar a él? Quien tome partido por Baal, será muerto hoy mismo. Si Baal es dios, que se defienda a sí mismo, ya que le han derribado su altar». 32Aquel día dieron a Gedeón el nombre de Jerobaal, diciendo: «Que sea Baal quien se vengue de él, pues que ha derribado su altar».
33Todo Madián, Amalec y los
Benequedem, se juntaron, y pasando el Jordán, vinieron a acampar en el valle de Jezrael. 34El espíritu de Yavé revistió a Gedeón, que tocó
la trompeta, y los abieseritas le siguieron. 35Envió mensajeros a todo Manasés, que se reunió también para seguirle. Mandólos también a Aser,
a Zabulón y a Neftalí, que subieron a su encuentro.
36Dijo Gedeón a Dios: «Si en verdad quieres salvar a Israel por mi mano, como me has dicho, 37voy a poner un vellón de lana al sereno; si sólo el vellón se cubre de rocío quedando todo el suelo seco, conoceré que libertarás a Israel por mi mano, como me lo has dicho». Así sucedió.
38A la mañana siguiente levantóse muy temprano, y exprimiendo el vellón, sacó de él el rocío, una cazuela llena de agua. 39Gedeón dijo a Dios: «Qué no se encienda tu cólera contra mi, si hablo todavía otra vez; quisiera hacer otra prueba con el vellón; que sea el vellón el que se quede seco, y caiga el rocío sobre todo el suelo».
40Así lo hizo Dios aquella noche: sólo el vellón quedó seco, y todo el suelo estaba cubierto de rocío.
Escuchar el Capítulo 6
1 El enemigo es ahora Madián, al que se juntan Amalec y otras tribus árabes, que vienen en algara por el Jordán y por el Mediodía, y aunque no se proponen dejar sus tiendas para establecerse en Canán, van despacio, y como dueños de la situación, no se parten hasta haber esquilmado bien la tierra (cf 2 Sam 30,1ss).(Volver a Lectura).
8 Esta corrección trae a la memoria la de 2,2ss, salvo que quien aquí la hace es un profeta.(Volver a Lectura).
11 Al contrario, aquí es un ángel, como en 2,2ss. Gedeón está limpiando un poco de trigo, que ha podido sustraer a las garras de los madianitas. Este terebinto debe de tener alguna relación con el santuario de Baal, que luego será destruido por Gedeón.(Volver a Lectura).
18 Gedeón toma al ángel por un profeta, y como a tal le ofrece lo que a un huésped de honor (Gén 18,6s; Jue 13,15). Con su acción el ángel se dio a conocer, y entonces, como a sitio sagrado, Gedeón lo declaró consagrado con la erección de un altar, que en los días del escritor existía aún.(Volver a Lectura).
22 Teme morir por haber visto la cara del ángel de Yavé (cf. Jue 13,22).(Volver a Lectura).
25 En una visión nocturna Yavé ordena a Gedeón destruir el santuario de Baal y levantar un altar a Yavé en cierto lugar fuerte, y ofrecer sobre él en sacrificio un buey de su padre. por la respuesta del padre en el v. 31 se ve que Joás, su padre, participaba ya de los sentimientos de Gedeón.(Volver a Lectura).
33 Una vez más los enemigos se presentan, y esta vez asientan todos juntos su cmapo en la llanura de Esdrelón, cerca de la tribu de Manasés. Es la ocasión que Dios ofrece a Gedón. El espíritu de Dios le impulsa a emprender la gran hazaña.(Volver a Lectura).
36 Pero Gedeón se muestra hombre de poca fe, y antes de proseguir su obra pide nuevas pruebas de que Yavé le envía para salvar a su pueblo (Is 7,11; I Sam 2,34; 10,1ss).(Volver a Lectura).
Victoria contra los madianitas
7 1A la mañana siguiente, Jerobaal, que es Gedeón, fué a acampar con toda la gente que estaba con él, por encima de la fuente de Jarod. El campamento de Madián estaba debajo del de Gedeón, al norte de las colinas de Moré, en el valle.
2Y dijo Yavé a Gedeón: «Es demasiada la gente que tienes contigo, para que Yo entregue en sus manos a Madián y se glorie Israel contra mí,
diciendo: Ha sido Mi mano la que me ha librado. 3Haz llegar esto a oídos de la gente: el que tema y tenga miedo, que se vuelva y se retire». Veintidós mil hombres se volvieron, y quedaron sólo diez mil. 4Yavé dijo a Gedeón: «Todavía es demasiada la gente. Hazlos bajar al agua y allí te los seleccionaré; y aquel de quien Yo te diga: Ese irá contigo, vaya; y todos aquellos de quienes te diga: Esos no irán contigo, que no vayan». 5Hizo bajar al agua Gedeón a la gente, y dijo Yavé a Gedeón: «Todos los que en su mano laman el agua con la lengua, como la lamen los perros, ponlos aparte de los que para beber doblen su rodilla».
6Trescientos fueron los que al beber lamieron el agua en su mano, llevándola a la boca; todos los demás se arrodillaron para beber. 7Y dijo Yavé a Gedeón: «Con esos trescientos hombres que han lamido el agua, os libertaré y entregaré a Madián en tus manos. Todos los demás, que se vayan cada uno a su casa». 8Se proveyeron de víveres y cogieron las trompetas, y a todos los otros israelitas los mandó a cada uno a su tienda, quedándose con los trescientos hombres. El campamento de Madián estaba abajo, en el valle.
9Aquella noche le dijo Yavé: «Levántate y baja al campamento, porque Te los entrego en tus manos. 10Y si temes atacar, baja con Fara, tu escudero, al campamento, 11y escucha lo que dicen, y se fortalecerán tus manos y atacarás el campamento». Bajó con Fara, su escudero, hasta el extremo del campamento, donde estaban los hombres de armas. 12Madián, Amelec y los Bene Quedém se habían extendido por el valle, numerosos como langostas, y sus camellos eran innumerables, como las arenas del mar. 13Cuando llegó Gedeón, estaba un hombre contando a su compañero un sueño, diciéndole: «He tenido un sueño. Rodaba por el campamento de Madián un pan de cebada, que llegó hasta una tienda y chocó contra ella, la derribó y la hizo rodar por la tierra, y la tienda quedó por tierra».
14El compañero le dijo: «Eso no es sino la espada de Gedeón, hijo de Joás, de Jezrael. Dios ha puesto en sus manos a Madián y a todo el campamento». 15Como Gedeón oyó el sueño y la explicación, se prosternó; y volviéndose al campamento de Israel, les dijo: «Arriba, que Yavé ha entregado en nuestras manos el campamento de Madián». 16Dividió en tres escuadras los trescientos hombres, y les entregó a todos trompetas, cántaros vacíos, y en los cántaros, teas encendidas, 17diciéndoles: «Miradme a mí y haced como me veáis hacer. En cuanto llegue yo a los límites del campamento, hacéis lo que yo haga. 18 Cuando toque yo la trompeta y la toquen los que van conmigo, la tocaréis también vosotros en derredor de todo el campamento, y gritaréis: «¡Por Yavé y por Gedeón!».
19Gedeón y el centenar de hombres que le acompañaban llegaron a los límites del campamento al comienzo de la segunda vigilia, en cuanto acababan de relevarse los centinelas, y tocaron las trompetas y rompieron los cántaros que llevaban en la mano.
20Los tres cuerpos tocaron las trompetas, rompieron los cántaros; y cogiendo las teas con la mano izquierda y las trompetas con la derecha para tocarlas, gritaban: «¡Espada por Yavé y por Gedeón!». 21Quedáronse cada uno en su puesto en derredor del campamento, y todo el campamento se puso a correr, a gritar y a huir. 22Mientras los trescientos hombres tocaban las trompetas, hizo Yavé que volviesen todos su espada los unos contra los otros en todo el campamento, y huyó el campamento hasta Bet Seta, hacia Sederata, hasta los límites del Abel Mejula, junto a Tabat. 23Reuniéronse los hombres de Israel, de Neftalí, de Aser y de todo Manasés, y persiguieron a los de Madián. 24Gedeón mandó mensajeros por todo el monte de Efraím, para decirles: «Bajad al encuentro de Madián y tomad, antes que lleguen, los vados hasta Betbera y los del Jordán». Reuniéronse todos los hombres de Efraím y tomaron los vados hasta Betbera y los del Jordán. 25Se apoderaron de dos príncipes de Madián, Oreb y Zebe, y dieron muerte a Oreb en la roca de Oreb, y a Zebe en el lugar de Zebe. Persiguieron a Madián y llevaron a Gedeón las cabezas de Oreb y Zebe, del otro lado del Jordán.
Escuchar el Capítulo 7
10 Este «si temes» indica que, en efecto, Gedeón, al ver aquella muchedumbre y la escasez de los suyos, temió. Dios quiso confortarle por los sueños que siguen, tan conformes con el estilo de los antiguos (Gén 40,9.16; I Sam 28,15).(Volver a Lectura).
8 1Dijéronle los hombres de Efraím: «¿Cómo has hecho con nosotros eso de no llamarnos cuando ibas a combatir contra Madián?», y se querellaron violentamente contra él. 2El les dijo: «¿Qué es lo que he hecho yo, para lo vuestro? No ha sido mejor el rebusco de Efraím que la vendimia de Abiezer? 3En vuestras manos ha puesto Dios a los príncipes de Madián, Oreb y Zebe. ¿Qué he podido yo hacer comparable a lo vuestro?» Calmóse su cólera contra él, cuando así les habló. 4Llegó Gedeón al Jordán, lo pasó con los trescientos hombres que llevaba, cansados de la persecución, 5y dijo a las gentes de Sucot: «Dad, os ruego, unos panes a la gente que me sigue, que están cansados y van en persecución de Zebe y Salmana, reyes de Madián». 6Respondiéronle los jefes de Sucot: «¿Acaso tienes ya en tus manos el puño de Zebe y Salmana, para que demos pan a tu tropa?» 7Y Gedeón les dijo: «¡Si! Cuando Yavé haya puesto en mis manos a Zebe y Salmana, yo desgarraré vuestras carnes con espinas del desierto y cardos». 8Desde allí subió a Fanuel, e hizo a las gentes de Fanuel la misma petición, recibiendo la misma respuesta de los hijos de Sucot. 9Y dijo también a las gentes de Fanuel: «Cuando vuelva vencedor, arrasaré esta fortaleza». 10Zebe y Salmana estaban en Carcor con su ejército, unos quince mil hombres, los que habían quedado de todo el ejército de los Bene Quedem, pues habían perecido ciento veinte mil hombres de armas. 11Gedeón subió por el camino de los que moran en tiendas, al oriente de Nobal y de Jegboa, y atacó el campamento, que se creía seguro. 12Zebe y Salmana huyeron. El los persiguió y se apoderó de los dos reyes de Madián, Zebe y Salmana, y derrotó a todo su ejército. 13Volvióse Gedeón, hijo de Joás, de la batalla, por la subida de Jares; 14y habiendo cogido a un joven de los de Sucot, le interrogó y éste le dió por escrito los nombres de los jefes y ancianos de Sucot, setenta y siete hombres. 15Entonces vino Gedeón a las gentes de Sucot y dijo: «Ved aquí a Zebe y Salmana, con los que me zaheristeis diciendo: ¿Acaso tienes ya en tu poder el puño de Zebe y Salmana, para que demos de comer a tus tropas fatigadas?» 16Cogió, pues, a los ancianos de la ciudad, y con espinas del desierto y cardos castigó a los de Sucot. 17Arrasó la fortaleza de Fanuel y mató a los hombres de la ciudad. 18Dijo a Zebe y Salmana: «¿Cómo eran los hombres que matasteis en el Tabor?»
Ellos respondieron: «Eran como tú. Cada uno de ellos parecía un hijo de rey».
19El les dijo: «Eran hermanos míos, hijos de mi madre. 20Vive Yavé, que no os mataría si no les hubierais dado muerte». 21Y dijo a Jeter, su primogénito: «Anda, mátalos». El joven no desenvainó la espada, por tener miedo, pues era todavía muy niño; y Zebe y Salmana dijeron: «Levántate y mátanos tú, pues como es el hombre, es la fuerza». Levantóse Gedeón y los mató, y cogió las lunetas que llevaban al cuello sus camellos.
22Las gentes de Israel dijeron a
Gedeón: «Reina sobre nosotros, tú, tu hijo y los hijos de tu hijos, pues nos has libertado de las manos de Madián». 23Respondióles Gedeón: «No reinaré yo sobre vosotros, ni reinará tampoco mi hijo. Yavé será vuestro rey», 24y añadió: «Voy a pediros una cosa. Dadme cada uno de su bolín los arillos de nariz que habéis cogido». Los enemigos, como ismaelitas, llevaban arillos de oro en la nariz. 25Ellos respondieron: «Con mucho gusto te los daremos»; y extendiendo un manto, fueron echando en él cada uno los arillos del botín. 26Y fué el peso de los arillos de oro que había pedido Gedeón, de tres mil setecientos siclos de oro, sin contar las lunetas y los pendientes, ni los vestidos de púrpura que llevaban los reyes de Madián, ni los collares que al cuello llevaban sus camellos. 27Con este oro hizo Gedeón un Efod que puso en su ciudad, en Efra. Todo Israel iba a prostituirse ante este Efod, que fué un lazo para Gedeón y para su casa. 28Madián quedó humillado ante los hijos de Israel y no volvió a levantar la cabeza, quedando la tierra en paz durante cuarenta años, los días de Gedeón.
29Jerobaal, hijo de Joás, se volvió a su casa; 30y tuvo Gedeón setenta hijos, todos nacidos de él, pues fueron muchas sus mujeres. 31Una concubina que tenía en Siquem le parió también un hijo, al que puso por nombre Abimelec. 32Murió Gedeón, hijo de Joás, en buena ancianidad, y fué sepultado en la sepultura de Joás, su padre, en Efra de Abiezer. 33Muerto Gedeón, los hijos de Israel se prostituyeron de nuevo ante los baales y tomaron por su dios a Baal Berit, 35y no se acordaron más de Yavé, su Dios, que los había librado de los enemigos que los rodeaban. 35No se mostraron agradecidos a la casa de Jerobaal, Gedeón, según el mucho bien que éste había hecho por Israel.
Escuchar el Capítulo 8
1 Resalta aquí el orgullo de Efraím, como a lo largo de toda la historia (12,1ss).(Volver a Lectura).
6 Sucot y Fanuel, al otro lado del Jordán, nos son conocidas por la historia de Jacob (Gén 32,30; 33,17). Los moradores no asienten a la petición de Gedeón porque no están seguros aún de su victoria, y acaso porque sienten más simpatías por los vencidos que por los vencedores (15,9ss).(Volver a Lectura).
16 Con los cardos y espinas duras del desierto castigó a los jefes de Sucot, azotándolos desnudo el cuerpo. La memoria de esta victoria la hallamos en Is 9,4; Sal 82,10.(Volver a Lectura).
22 Estas palabras del pueblo indican cómo empieza a nacer la idea monárquica en Israel (cf. I Sam 8,7; 10,19). Las palabras de Gedeón no significan que él rechace la realeza, sino que quiere ejercerla en nombre de Yavé, como simple mandatario suyo. De cómo la haya ejercido no tenemos noticias. pero sus 70 hijos no revelan que se ajustase al Deuteronomio 17,17.(Volver a Lectura).
24 Las mujeres y aun los hombres solían llevar, como singular adorno, un anillo prendidoen la pared central de la nariz o en una de las laterales. Estos anillos, recogidos de los muertos, pide Gedeón para hacer con ellos un efod. Este le servirá para consultar a Yavé, como vemos en I Sam 23,6.9; 30,7.(Volver a Lectura).
27 Indudablemente el efod, en este caso, no es la vestidura sacerdotal que lleva este nombre. Es probablemente un ídolo, en relación con los terafim, destinados a la adivinación. Lo que era, no podemos determinarlo exactamente; aquí estuvo el escándalo de que nos habla el texto. Sin embargo, el castigo no viene hasta después del v. 33.(Volver a Lectura).
31 Parece ser el caso, todavía frecuente entre los nómadas del desierto de Moab, de una mujer que no habita en la casa del marido, sino que, por razones particulares, sigue habitando en su propia casa.(Volver a Lectura).
35 Este versículo es introducción al capítulo siguiente, que comienza ccon la matanza de los hijos de Jerobaal o Gedeón.(Volver a Lectura).
Abimelec
9 1 Abimelec, hijo de Jerobaal, se fué a Siquem, y habló a los hermanos de su madre y a toda la familia de la casa del padre de su madre, diciéndoles: 2«Hablad al oído a todos los varones de Siquem: ¿Qué es mejor para vosotros: que os dominen setenta hombres, todos hijos de Jerobaal, o que os domine uno solo? Acordaos de que yo soy hueso vuestro y carne vuestra». 3Habiendo hablado de él los hermanos de su madre a todos los habitantes de la ciudad, conforme a aquellas palabras, se inclinó su corazón hacia Abimelec, pues se dijeron: «Este es hermano nuestro»; 4y le dieron setenta siclos de plata de la casa de Baal Berit, con los que asoldó a hombres vagos y pervertidos que le siguieron.
5Bajó con ellos a la casa de su padre, a Efra, y mató a sus hermanos, los hijos de Jerobaal, setenta hombres, a todos sobre una misma piedra. Sólo se salvó Jotán, el hijo menor de Jerobaal, que pudo esconderse. 6Reuniérsonse entonces todos los habitantes de Siquem y todos los de Bet Melo, y viniendo, proclamaron rey a Abimelec, junto al terebinto de Misab, que está en Siquem.
Apólogo de Jotán
7Súpolo Jotán, y fué a ponerse
en la cresta del monte Garizim; y alzando su voz, les dijo a gritos desde allí: «Oídme, habitantes de Siquem, así os oiga Dios a vosotros. 8Pusiéronse en camino los árboles para ungir un rey que reinase sobre ellos, y dijeron al olivo: Reina sobre nosotros. 9Contestóles el olivo: ¿Voy yo a renunciar a mi aceite, que es mi gloria ante Dios y ante los hombres, para ir a mecerme sobre los árboles? 10Dijeron, pues los árboles a la higuera: Ven tú, y reina sobre nosotros. 11Y les respondió la higuera: ¿Voy a renunciar yo a mis dulces y ricos frutos, para ir a mecerme sobre los árboles? 12Dijeron, pues, los árboles a la vid: Ven tu, y reina sobre nos otros: 13Y les contestó la vid: ¿Voy yo a renunciar a mi mosto, alegría de Dios y de los hombres, para ir a mecerme sobre los árboles? 14Y dijeron todos los árboles a la zarza espinosa: Ven tú, y reina sobre nosotros. 15Y dijo la zarza espinosa a los árboles: Si en verdad queréis ungirme por rey vuestro, venid y poneos a mi sombra, y si no, que salga fuego de la zarza espinosa y devore a los cedros del Líbano.
16Ahora bien, si al elegir rey a Abimelec habéis obrado bien y justamente; si os habéis portado con Jerobaal y su casa como ella merecía
—17pues mi padre combatió por vosotros, y exponiendo su vida, os libró del poder de Madián-; 18levantándoos hoy contra la casa de mi padre y matando a sus hijos, setenta sobre una misma piedra, y haciendo rey de las gentes de Siquem a Abimelec, hijo de una esclava suya, porque es hermano vuestro; 19si habéis obrado leal y justamente hoy con Jerobaal y su casa, que haga Abimelec vuestra felicidad y que hagáis vosotros la suya. 20Pero si no, que salga de Abimelec un fuego que devore a los habitantes de Siquem y de Bet Milo, y salga de Siquem y de Bet Milo un fuego que devore a Abimelec».
Desastroso fin de Abimelec
21Retiróse Jotán y emprendió la huida, yéndose a Bera, donde habitó, por miedo de Abimelec, su hermano. 22Tres años dominó Abimelec sobre Israel. 23Mandó Dios un mal espíritu entre Abimelec y los habitantes de Siquem, e hicieron traición los habitantes de Siquem a Abimelec, 24para que el asesinato de los setenta hijos de Jerobaal y la sangre de ellos cayese sobre Abimelec, su hermano, que los había matado, y sobre los habitantes de Siquem, que le habían prestado ayuda, para matar a sus hermanos.
25Pusieron los habitantes de Siquem en lo alto de los montes asechanzas, que despojaban a cuantos pasaban cerca de ellos por los caminos, y llegó esto a conocimiento deAbimelec.
26Vino a Siquem Gaal, hijo de Obed, con sus hermanos. Los de Siquem pusieron en él su confianza; 27y salieron al campo, vendimiaron
sus viñas, pisaron e hicieron gran fiesta; y entrando en la casa de su dios, comieron y bebieron, maldiciendo a Abimelec. «¿Quién es Abimelec, y quién es Siquem- 28dijo Gaal, hijo de Obed— para que le sirvamos? ¿No sirvieron el hijo de Jerobaal y Zebul, su gobernador, a los hombres de Jemor, padre de Siquem? ¿Por qué, entonces, vamos a servirles a ellos nosotros? 29¡Quién me diera este pueblo en mis manos! Yo expulsaría a Abimelec. Le diría: Refuerza tu ejército y sal». 30Llegaron a oídos de Zebul, gobernador de la ciudad, las palabras de Gaal, hijo de Obed;
y montando en cólera, 31mandó secretamente mensajeros a Abimelec, para decirle: «Mira que ha venido Gaal, hijo de Obed, a Siquem con sus hermanos, y está sublevando la ciudad. 32Sal, pues, de noche tú y la gente que tienes contigo, y ponte en el campo en emboscada. 33Por la mañana, al salir del sol levántate, y cae sobre la ciudad; y cuando Gaal y los que le siguen salgan contra ti, haz contra ellos lo que puedas». 34Levantóse Abimelec y toda la gente que con él tenía, de noche, y se pusieron en emboscada cerca de Siquem, divididos en cuatro cuerpos. 36Salió Gaal, hijo de Obed, a la puerta de la ciudad; y se alzó Abimelec y el cuerpo que con él estaba de la emboscada. 36Vió Gaal a la gente, y dijo a Zebul: «Mira cómo baja gente de las cumbres de los montes». Y le dijo Zebul: «Son las sombras de los montes, que
se te hacen hombres». 37Volvió a mirar Gaal, y dijo: «Es gente que baja de Tabor Arez, y otro cuerpo que viene por el camino de Elon
Neconenim». 38Díjole entonces Zebul: «¿Dónde está ahora tu boca, con que dijiste: Quién es Abimelec, para que le sirvamos? ¿No es ésa la gente para ti despreciable? Sal, pues, a darle la batalla». 39Salió Gaal, y a la vista de los habitantes de Siquem combatió contra Abimelec, que le puso en fuga. 40Gaal huyó de él, y cayeron muchos hasta la puerta de la ciudad. 41Abimelec se quedó en Haruma, mientras
que Zebul impidió a Gaal y los suyos permanecer en la ciudad. 42Al día siguiente salió el pueblo al campo, y lo supo Abimelec, 43que cogiendo su gente, la había dividido en tres cuerpos, los había puesto en el campo en emboscada, y cuando vió que el pueblo salía de la ciudad, se levantó, arremetió contra ellos, 44y avanzando Abimelec con el cuerpo que le seguía, se puso a la puerta de la ciudad, mientras que los otros dos cuerpos se extendían por el campo y destrozaban a cuantos en él había. 45Abimelec combatió a la ciudad durante todo aquel día y se apoderó de ella, dando muerte a cuantos allí había, la destruyó y la sembró de sal.
46Los que estaban en la fortaleza de Siquem se fueron a la torre de la casa de El Berit. 47Supo Abimelec que se habían reunido todos los habitantes de la fortaleza de Siquem; 48 y subió al monte Selmón con toda la gente que llevaba; y tomando en su mano un hacha, cortó una rama de un árbol y se la puso al hombro, mandando a su gente que hiciera prestamente lo que le veía hacer a él. 49Cortó, pues, también toda la gente cada uno su rama; y siguiendo a Abimelec, las pusieron contra la fortaleza, y prendiéndolas fuego, la incendiaron, muriendo allí todos los habitantes de la fortaleza de Siquem, unos mil entre hombres y mujeres. 50Fué luego Abimelec a Tebes, que sitió y tomó. 51Pero había en Tebes, en medio de la ciudad, una fuerte torre, en la que se refugiaron todos los habitantes de la ciudad, hombres y mujeres, y cerrando tras sí, se subieron a lo alto de la torre. 52Abimelec llegó a la torre, la atacó y se aproximó para pegar fuego a la puerta; 53y entonces una mujer le
lanzó contra la cabeza un pedazo de rueda de molino y le rompió el cráneo. 54Llamó él en seguida a su escudero y le dijo: «Saca tu espada
y mátame, para que no pueda decirse que me mató una mujer». El joven le traspasó, y murió Abimelec. 55Viendo los hijos de Israel que había
muerto Abimelec, fuéronse cada uno a su casa. 56Así hizo caer Dios sobre la cabeza de Abimelec el mal que había hecho a su padre, asesinando
a sus setenta hermanos; 57y sobre las gentes de Siquem todo el mal que habían hecho, cumpliéndose en ellos la maldición de Jotán, hijo de Jerobaal.
Escuchar el Capítulo 9
6 El deseo de Israel de darse un rey, que obtiene satisfacción en tiempo de Samuel, comienza ya a manifestarse después de la victoria de Gedeón (8,22), con el ofrecimiento que hacen a éste de que se proclame rey, pero más todavía en la proclamación efectiva de Abimelec por los siquemitas.(Volver a Lectura).
7 El apólogo no revela simpatía por el régimen monárquico. Los personajes de valor no quieren abandonar sus ocupaciones para dedicarse a la vida ociosa de un rey. Sólo el que no hace cosa de provecho acepta la dignidad para molestar a los otros. Tal es la moraleja.(Volver a Lectura).
53 La muerte de Abimelec nos trae a la memoria la de Saúl (I Sam 31,4) y la de Seba (2 Sam 20,21s).(Volver a Lectura).
Tola
10 1Después de Abimelec, surgió para librar a Israel Tola, hijo de Fuá, hijo de Dodó, hombre de Isacar. Habitó en Samir, en los montes de Efraím. 2Juzgó a Israel durante veintitrés años y murió, siendo sepultado en Samir.
Jair
3Después de él surgió Jair, de Galad, que juzgó a Israel por veintidós años. 4Tuvo treinta hijos, que montaban treinta asnos y eran dueños de treinta ciudades, llamadas todavía Javot Jair, en la tierra de Galad. 5Murió Jair y fué sepultado en Camón.
Jefté
6Volvieron los hijos de Israel a hacer mal a los ojos de Yavé, y sirvieron a los baales y Astartes, a los dioses de Sidón, a los de Moab, a los de los hijos de Ammón, a los de los filisteos, y se apartaron de Yavé, no sirviéndole más.
7Encendióse la ira de Yavé contra Israel y los entregó en manos de los filisteos y en manos de los hijos de Ammón, 8que los oprimieron, y afligieron con gran violencia a los hijos de Israel, durante dieciocho años. 9Los hijos de Ammón oprimieron a todos los hijos de Israel que habitaban al otro lado del Jordán, en la tierra de los amorreos, en Galad, y hasta pasaron el Jordán para combatir a Judá, a Benjamín y la casa de Efraím, viéndose Israel muy apretado.
10Clamaron a Yavé los hijos de Israel, diciendo: «Hemos pecado contra ti, porque hemos dejado a nuestro Dios y hemos servido a los baales».
11Yavé dijo a los hijos de Israel: «¿No os liberté Yo de los egipcios, de los amorreos, de los hijos de Ammón, de los filisteos? 12Y cuando os oprimían los de Sidón, Amalec y Madián, y clamasteis a mí, ¿no os libré Yo de sus manos? 13Pero vosotros me habéis dejado a Mí para servir a dioses extraños. Por eso no os libraré ya más. 14Id e invocad a los dioses que os habéis dado; que os libren ellos al tiempo de vuestra angustia». 15 Los hijos de Israel dijeron a Yavé: «Hemos pecado, castíganos como quieras, pero líbranos ahora». 16Quitaron de en medio de ellos los dioses extraños y sirvieron a Yavé, pero su alma no podía soportar la aflicción de Israel. 17Reuniéronse los hijos de Ammón y acamparon en Galad; y se reunieron también los hijos de Israel, acampando en Masfa. 18El pueblo, los
jefes de Israel, se dijeron unos a otros: «¿Quién será el que comenzará a combatir a los hijos de Ammón? Que sea él quien mande a todos los habitantes de Galad».
Escuchar el Capítulo 10
1 De Tola, originario de Isacar, pero morador de los montes de Efraím, no se cuenta ninguna hazaña guerrera; tal vez fue un hombre bueno e inteligente, que como árbitro administraba justicia, a la manera de Débora, bajo una palmera, entre Bétel y Rama (4,5).(Volver a Lectura).
3 Lo mismo debemos pensar de Jair, de quien tenemos noticias por Núm 32,41; Dt 3,14; Jos 13,30; I Par 2,22.(Volver a Lectura).
11 1Era Jefté, el galadita, un fuerte guerrero, hijo de una meretriz, y tuvo por padre a Galad. 2La mujer de Galad dió a éste otros hijos, que cuando fueron grandes arrojaron de casa a Jefté, diciendo: «No vas tú a heredar en la casa de nuestro padre, pues eres hijo de otra mujer». 3Jefté huyó de sus hermanos y habitó en tierra de Tob. Uniéronse con él gentes perdidas, que salían con él. 4Al cabo de días, hicieron guerra los hijos de Ammón contra Israel; 5y fueron entonces los ancianos de Galad a la tierra de Tob, en busca de Jefté, 6y le dijeron: «Ven, serás nuestro jefe en la guerra contra los hijos de Ammón». 7Respondió Jefté a los ancianos de Galad, diciéndoles: «¿No sois vosotros los que me aborrecéis y me arrojasteis de la casa de mi padre? ¿A qué venís a mí ahora, cuando os veis en aprieto?» 8Los ancianos de Galad respondieron: «Por eso venimos a ti ahora, para que vengas a combatir con nosotros a los hijos de Ammón y seas nuestro jefe, el de todos los habitantes de Galad». 9Contestóles Jefté: «Si me lleváis con vosotros a combatir contra los hijos de Ammón, en el caso de que Yavé me los entregue, seré vuestro jefe». 10 Dijéronle los ancianos de Galad: «Sea Yavé testigo entre nosotros, si no hiciéremos lo que dices». 11Partió Jefté con los ancianos de Galad y le hicieron su jefe y caudillo, y repitió Jefté sus palabras en presencia de Yavé, en Masfa.
12Mandó Jefté mensajeros al rey de los hijos de Ammón, que le dijeran: «¿Qué hay entre tú y yo, para que hayas venido contra mí a combatir la tierra?» 13El rey de los hijos de Ammón respondió a los mensajeros de Jefté: «Cuando subió Israel de Egipto, se apoderó de mi tierra,
desde el Arnón hasta Jaboc y hasta el Jordán. Devuélvemela, pues, ahora pacíficamente». 14Jefté mandó nuevos mensajeros al rey de los hijos de Ammón, 15que le dijeran: «He aquí lo que dice Jefté: Israel no se apoderó de la tierra de Moab, ni de la tierra de los hijos de Ammón. 16 Cuando Israel subió de Egipto, marchó por el desierto hasta el Mar Rojo y llegó a Cades. 17Entonces envió Israel mensajeros al rey de Edom, para que le dijeran: Te ruego que me dejes pasar por tu tierra; pero el rey de Edom no se lo consintió; también se los envió al rey de Moab, que rehusó; e Israel se quedó en Cades. 18Después, marchando por el desierto, rodeó la tierra de Edom y la tierra de Moab, y llegó al oriente de la tierra de Moab y acampó del lado de allá del Arnón, sin entrar en tierra de Moab, pues el Arnón era el límite de Moab. 19Israel envió mensajeros a Seón, rey de los amorreos, rey de Hesebón, para decirle: «Te ruego que nos dejes pasar por tu tierra, hasta nuestro lugar». 20Pero Seón no se fió de Israel dejándole pasar por su tierra, y reuniendo a toda su gente, acampó en Jasa y luchó contra Israel. 21Yavé, Dios de Israel, puso a Seón con todo su pueblo en las manos de Israel, que los derrotó y se apoderó de la tierra de los amorreos, que habitaban en aquella región.
22Se apoderó de toda la tierra de los amorreos, desde el Arnón hasta Jaboc y desde el desierto hasta el Jordán.
23Ahora, pues, que Yavé, Dios de Israel, desposeyó a los amorreos ante su pueblo, Israel, ¿pretendes tú apoderarte de su tierra y
seríamos despojados de cuanto Yavé, nuestro Dios, nos dió en posesión? 24¿Eso que Camos, tu Dios, te ha dado en posesión, no lo posees tú?
¿Y no vamos a poseer nosotros lo que Yavé, nuestro Dios, nos ha dado en posesión? 25¿Querrás tú ser mejor que Balac, hijo de Sefor, rey de
Moab? ¿Acaso ha disputado éste a Israel su tierra? ¿Le ha hecho acaso la guerra? 26Hace trescientos años que habita Israel en Hesebón y en
Aroer y en las ciudades que de ellas dependen, lo mismo que en todas las que están a orillas del Arnón. ¿Por qué no las habéis tomado durante todo ese tiempo? 27Yo no te he hecho mal alguno; pero tú obras mal conmigo, haciéndome la guerra. Que Yavé, el Juez, juzgue hoy entre los hijos de Israel y los hijos de Ammón». 28El rey de los hijos de Ammón desoyó lo que Jefté le mandó a decir.
29El espíritu de Yavé fué sobre
Jefté y pasando por Galad y Manasés, llegó hasta Masfa de Galad, y de Masfa de Galad marchó contra los hijos de Ammón. 30Jefté hizo voto a Yavé, diciendo: «Si pones en mis manos a los hijos de Ammón, 31el que a mi vuelta, cuando venga yo en paz de vencerlos, salga de las
puertas de mi casa a mi encuentro, será de Yavé y se lo ofreceré en holocausto». 32Avanzó Jefté contra los hijos de Ammón y se los dió Yavé
en sus manos, batiéndolos desde Aroer hasta según se va a Menit, veinte ciudades, y hasta Abel Queramim. Fue una gran derrota, y los hijos de Ammón quedaron humillados ante los hijos de Israel.
La hija de Jefté
34Al volver Jefté a Masfa, salió a recibirle su hija con tímpanos y danzas. Era su hija única, no tenía más hijos ni hijas. Al verla rasgó él sus vestiduras y dijo: «¡Ah, hija mia, me has abatido del todo, y tú misma te has abatido al mismo tiempo! He abierto mi boca a Yavé y no puedo volverme atrás». 36Ella le dijo: «Padre mío, si has abierto tu boca a Yavé, haz conmigo lo que de tu boca salió, pues te ha vengado Yavé de tus enemigos, los hijos de Ammón». 37Y añadió: «Hazme esta gracia: Déjame que por dos meses vaya con mis compañeras por los montes, llorando mi virginidad». 38«Ve», le contestó él, y ella se fué por los montes con sus compañeras, y lloró por dos meses su virginidad. 39Pasados los dos meses, volvió a su casa, y él cumplió en ella el voto que había hecho. No había conocido varón. 40De ahí viene la costumbre en Israel, de que al terminar el año, se reúnan todos los años las hijas de Israel para llorar a la hija de Jefté, galadita, por cuatro días.
Escuchar el Capítulo 11
1 Los expositores encuentran oscuro el origen de jefté, hijo de una meretriz y de padre desconocido. Lo que sacamos en claro es que era galadita y que, desechado de su pueblo, lo abandonó, yéndose a Tob, al norte de Galad. Allí reunió una tropa y se dio a hacer algaras contra las tribus del desierto, con lo que se hizo famoso. Hallándose en grave aprieto, sus paisanos se acordaron de él.(Volver a Lectura).
29 Descartada la solución pacífica, Jefté se resuelve a emprender la guerra. No otra cosa significa esa acción del espíritu de Dios sobre él. A pesar de su vida anterior, le guía un espíritu religioso, y hace un voto a Yavé si le da la victoria. Las palabras con que está formulado parecen indicar que la materia del voto será persona de su familia.(Volver a Lectura).
34 Alegres las doncellas, salen las primeras a recibir al venedor, yendo a la cabeza la hija de Jefté, hija única. el padre se duele, como es natural; pero ni él ni la joven dudan un momento sobre el cumplimiento del voto (11,31; Dt 12,31; Jer 7,31; 19,5).(Volver a Lectura).
39 Son muchos los intérpretes que explican este sacrificio como simbólico, no real. Sin embargo, toda la descripción que del voto y de su cumplimiento se hace parece convencer de que Jefté realmente sacrificó su hija a Yavé. De aquí no se deduce que el acto fuera legítimo, fue contra toda ley. Ni parece esto de extrañar, dado el ambiente religioso-moral que israel respiraba y de que muchas veces se dejó inficionar.(Volver a Lectura).
Guerra civil entre efraimitas y galaditas
12 1Los hijos de Efraím se reunieron, y pasando a Safón, dijeron a Jefté: «¿Por qué fuiste a combatir a los hijos de Ammón, sin habernos llamado a combatir contigo? Vamos a pegar fuego a tu casa» 2Jefté les respondió: «Estaba yo y estaba mi pueblo en gran contienda con los hijos de Ammón. Entonces os llamé yo, pero no me habéis librado vosotros de sus manos. 3Viendo que no me librabais vosotros, puse mi vida en mis manos, marché contra los hijos de Ammón, y Yavé me los entregó. ¿Por qué, pues, venís hoy a hacerme la guerra?» 4Reunió Jefté a todas las gentes de Galad y libró batalla contra Efraím. 5Los hombres de Galad derrotaron a los de Efraím, que decían de ellos: «Vosotros, galaditas, sois huídos de Efraím; ni sois de Efraím, ni de Manasés». Los galaditas se apoderaron de los vados del Jordán del lado de Efraím; y cuando llegaba alguno de los fugitivos de Efraím, diciendo: «Dejadme pasar», le preguntaban: «¿Eres efraimita?» Respondía: «No»; 6entonces ellos le decían: «A ver, di: schibbolet», y él decía sibbolet, pues no podían pronunciar así. Los hombres de Galad
le cogían y le degollaban junto a los vados del Jordán. Murieron entonces cuarenta y dos mil hombres de Efraím.
7Juzgó a Israel Jefté, galadita, durante seis años, y murió, siendo sepultado en una de las ciudades de Galad.
Abesán
8Después de él fué juez en Israel Abesán, de Belén. 9Tuvo treinta hijos y treinta hijas. Casó a éstas con gente de fuera, y trajo de fuera mujeres para sus hijos. 10Juzgó a Israel siete años, murió, y fué sepultado en Belén.
Elón
11Después de él juzgó a Israel Elón, de Zabulón, durante diez años; 12murió Elón, de Zabulón, y fué se pultado en Ayalón, en tierra de Zabulón.
Abdón
13Después de él juzgó a Israel Abdón, hijo de Faratón. 14Tuvo cuarenta hijos y treinta nietos, que montaban sobre setenta asnos. Juzgó a Israel durante ocho años, 15murió, y fué sepultado en Faratón, en el monte de Efraím, en tierra de Salim.
Escuchar el Capítulo 12
8 Abesán de Belén es otro como Tola (10,1), de quien no se cuenta hazaña guerra y que debió de ser hombre bueno y juez inteligente y probo. Igual hemos de decir de los siguientes, Elón y Abdón.(Volver a Lectura).
Sansón. Su nacimiento
13 1Volvieron los hijos de Israel a hacer el mal a los ojos de Yavé, y Yavé los dió en manos de los filisteos durante cuarenta años.
2Había un hombre de Sara, de la familia de Dan, de nombre Manué. Su mujer era estéril y no le había dado hijos. 3El ángel de Yavé se apareció a la mujer y le dijo: «Eres
estéril y sin hijos, pero vas a concebir y parirás un hijo. 4Mira, pues, que no bebas vino ni licor alguno inebriante, ni comas nada inmundo,
5pues vas a concebir y a parir un hijo, a cuya cabeza no ha de tocar la navaja, porque será nazareo de Dios el niño, desde el vientre de su madre, y será el que primero librará a Israel de la mano de los filisteos». 6Fué la mujer y dijo a su marido: «Ha venido a mí un hombre de Dios. Tenía el aspecto de un ángel de Dios, muy temible. No le pregunté de dónde era y él no me dió a conocer su nombre, 7pero me dijo: Vas a concebir y a parir un hijo. No bebas, pues, vino ni otro licor inebriante, y no comas nada inmundo, porque el niño
será nazareo de Dios, desde el vientre de su madre hasta el día de su muerte». 8Entonces Manué oró a Yavé, diciendo: «De gracia, Señor: que el hombre de Dios que enviaste venga otra vez a nosotros, para que nos enseñe lo que hemos de hacer con el niño que ha de nacer». 9Oyó Dios la oración de Manué y volvió el ángel de Dios a la mujer de Manué. Cuando estaba ésta sentada en el campo y no estaba con ella su marido. 10Corrió ella en seguida a anunciárselo a su marido, diciéndole: «El hombre que vino a mí el otro día acaba de aparecérseme.
11Levantóse Manué, y siguiendo a su mujer fué hacia el hombre y le dijo: «¿Eres tú el que has hablado a esta mujer?» El respondió: «Yo soy». 12Repuso
Manué: «Cuando tu palabra se cumpla, ¿qué hay que guardar y qué habremos de hacerle?» 13El ángel de Yavé dijo a Manué: «La mujer, que
se abstenga de cuanto le he dicho: 14que no tome nada de cuanto procede de la vid, no beba vino ni otro licor inebrativo, y no coma nada inmundo: cuanto la mandé, ha de observarlo». 15Manué dijo al ángel de Yavé: «Te ruego que permitas que te retengamos, mientras te traemos preparado un cabrito». 16 El ángel de Yavé dijo a Manué: «Aunque me retengas, no comería tus manjares; pero si quieres preparar un holocausto, ofréceselo a Yavé». Manué, que
no sabía que era el ángel de Yavé, 17le dijo: «¿Cuál es tu nombre, para que te honremos cuando tu palabra se cumpla?» 18El ángel de Yavé le respondió: «¿Para qué me preguntas mi nombre, que es admirable?» 19Manué tomó el cabrito y la oblación, para ofrecerlo a Yavé en holocausto sobre la roca, y sucedió un prodigio a la vista de Manué y su mujer. 20Cuando subía la llama de sobre el altar hacia el cielo, el ángel de Yavé se puso sobre la llama del altar. Al verlo Manué y su mujer, cayeron rostro a tierra 21y ya no vieron más al ángel de Yavé. Entendió entonces Manué que era el ángel de Yavé, 22y dijo a su mujer: «Vamos a morir, porque hemos visto a Dios». 23La mujer le contestó: «Si Yavé quisiera hacernos morir, no habría recibido de nuestras manos el holocausto y la oblación, ni nos hubiera hecho ver todo esto, ni oír hoy todas estas cosas».
24Parió la mujer un hijo y le dió
el nombre de Sansón. Creció el niño, y Yavé le bendijo, 25y comenzó a mostrarse en él el espíritu de Yavé, en Majane Dan, entre Sara y Estaol.
Escuchar el Capítulo 13
1 El pecado es el de siempre, y es causa de la larga servidumbre a que los someten los filisteos, instalados en la llanura de la costa, fuertes y con deseos de añadir a los ricos frutos de su tierra los frutos de la región montañosa. Abundantes en cereales, no tenían ni vino, ni aceite, ni higos, cosas todas que en la montaña se dan con abundancia (Num 13,24).(Volver a Lectura).
2 Por todo este capítulo se ve que Sansón fue un hijo de bendición, nacido de madre estéril y predestinado por Dios para luchar por la liberación de Israel del poder de los filisteos, viviendo toda su vida en aquel estado de consagración legal que en la Ley se llama nazareato. Este estado implicaba tres cosas: «la navaja no tocará su cabeza» (v.5), «no tome nada de cuanto produce la vid» y «no toque nada inmundo» (v.14). Era una santidad legal, uno de aquellos elementos que San pablo llama sin vritud (Gál 4,9), sin provecho para quienes los practican (Heb 13,9).(Volver a Lectura).
15 El buen matrimonio toma al ángel por un varón de Dios y quiere mostrarse agradecido, obsequiándole como a huésped de honor. El ángel obra como el de Gedeón (6,17ss).(Volver a Lectura).
24 Sansón es entre los jueces un caso enteramente singular. No es el héroe que acaudilla al pueblo y le lleva a la victoria. Es él solo quien realiza sus hazañas contra los filisteos, que oprimían a los israelitas del mediodía. Su fuerza extraordinaria estaba ligada a su consagración como nazareo, cuyo signo principal es el no tocar la navaja a la cabeza del consagrado, y la conservación, por tanto, de su cabellera. Cuando perdió ésta, perdió su fuerza. Y la causa de la pérdida fue el amor de las mujeres.(Volver a Lectura).
Boda de Sansón con una filistea
14 1Bajó Sansón a Tamna, y vió allí una mujer de entre las hijas de los filisteos; 2y cuando volvió a subir, dijo a su padre y a su madre: «He visto en Tamna una mujer de entre las híjas de los filisteos; id a tomármela por mujer». 3Dijéronle su padre y su madre: «¿Acaso no hay mujeres entre las hijas de tus hermanos y en mi pueblo, para que vayas tú a tomar mujer de los filisteos, incircuncisos?» Repuso Sansón y dijo a su padre: «Tómame ésa, pues me gusta». 4Su padre y su madre no sabían que aquello venía de Yavé, que buscaba una ocasión de parte de los filisteos, que eran que entonces oprimían a Israel. 5Bajó Sansón a Tamna, cuando al llegar a los olivares de Tamna le salió al encuentro un joven león, rugiendo. 6Apoderóse de Sansón el espíritu de Yavé; y sin tener nada a mano, destrozó el león como se destroza un cabrito. No dijo nada a su padre ni a su madre de lo que había hecho. 7Bajó y habló a la mujer que le había gustado. 8Tiempo después, bajando para desposarse con ella, se desvió para ver el cadáver del león, y vió que había un enjambre de abejas con miel en la osamenta del león. 9Cogióla en sus manos y siguió andando y comiendo; y cuando llegó a su padre y a su madre, les dió de ella, sin decirles que la había cogido de la osamenta del león, y ellos la comieron. 10Bajó, pues, el padre de Sansón a casa de la mujer, y Sansón dió allí un banquete, según la costumbre de los mozos. 11En cuanto le vieron, invitaron a treinta mozos para acompañarle. 12Sansón les dijo: «Quisiera que me permitierais proponeros un enigma. Si dentro de los siete días del convite me lo descifráis acertadamente, yo tendré que daros treinta camisas y treinta túnicas;
Escuchar el Capítulo 14
1 La conducta de Sansón dicta mucho de ajustarse a la Ley. Esta, efectivamente, prohibía insistentemente las uniones con los habitantes de Canán, y los filisteos no estaban exceptuados. Hablan, pues los padres inspirados en la Ley. Ni hay motivo ara suponer una inspiración divina en quien el texto sagrado nos muestra tan poco respetuoso de la Ley de Dios en esta parte. pero el Señor se aprovechaba de aquel capricho de Sansón y le daba ocasión para empezar la obra a que le tenía destinado.(Volver a Lectura).
14 El episodio anteriormente narrado ofreció a Sansón materia para este precioso enigma. Los orientales gustaban mucho de este juego, como se ve por I Re 10,1.(Volver a Lectura).
20 En los Jueces abunda mucho esta idea del espíritu de Yavé, que expresa un impulso para realizar alguna hazaña en beneficio del pueblo y en favor de su liberación. Sansón realiza esta y sus otras hazaños como vengador del pueblo, ultrajado.(Volver a Lectura).
15 1Al cabo de días, al tiempo de la siega, fué Sansón a visitar a su mujer, llevando un cabrito, y dijo: «Quiero entrar a mi mujer en su cámara». 2Pero el padre le negó la entrada, diciendo: «Yo creí que la habías aborrecido enteramente, y se la he entregado a tu compañero. Su hermana menor es más hermosa todavía que ella. Tómala por mujer en lugar suyo». 3Sansón le dijo: «Ahora, ya sin culpa de mi parte contra los filisteos, podré hacerles daño».
Hazañas de Sansón.
4Se fué, y cogiendo trescientas zorras y teas, ató a las zorras dos a dos, cola con cola, y puso entre ambas colas una tea. 5Encendió luego las teas, y soltó a las zorras en las mieses de los filisteos, abrasando los montones de gavillas, los trigos todavía en pie, y hasta los olivares. 6Los filisteos se preguntaban: «¿Quién ha hecho esto?» Y se les dijo: «Ha sido Sansón, el yerno de Tamnat, porque éste le ha quitado su mujer y se la ha dado a un compañero suyo». Los filisteos subieron y la quemaron a ella y a su padre. 7Sansón les dijo: «¿Eso habéis hecho? Pues yo no pararé hasta vengarme de vosotros». 8Y los tundió ancas y muslos, haciendo en ellos gran destrozo, y se bajó luego a la caverna del roquedo de Etam. 9Subieron entonces los filisteos y acamparon en Judá, extendiéndose por Leji.Escuchar el Capítulo 15
10 Este modo de proceder de los de Judá nos dice bien claro que Sansón obra por cuenta propia, aunque en beneficio del pueblo, que, acobardado, no se atrevía a hacer con él causa común.(Volver a Lectura).
19 De una roca en forma de mortero, que por ello llevó después ese nombre, brotó una fuente, que San jerónimo señalaba aún en su época.(Volver a Lectura).
20 Se ve el sentido que aquí tiene la palabra juzgar a Israel: luchar o defender al pueblo como vengador suyo contra los filisteos.(Volver a Lectura).
16 1Fué Sansón a Gaza, donde había una meretriz, a la cual entró. 2Se les dijo a las gentes de Gaza: «Ha venido aquí Sansón». Y le cercaron, y estuvieron toda la noche en acecho cerca de la puerta de la ciudad. Se estuvieron tranquilos durante la noche, diciéndose: «Al alba le mataremos». 3Sansón estuvo acostado hasta medianoche. A medianoche se levantó, y cogiendo las dos hojas de la puerta de la ciudad con las jambas y el cerrojo, se las echó al hombro y las llevó a la cima del monte que mira hacia Hebrón.
Dalila
4Después amó a una mujer del valle de Sorec, de nombre Dalila. 5Los príncipes de los filisteos subieron a ella y la dijeron: «Sedúcele, para saber en qué está su gran fuerza y cómo podríamos apoderarnos de él, para atarle y castigarle. Si lo haces, te daremos cada uno mil
cien siclos de plata». Dijo, pues, 6Dalila a Sansón: «Dime, te ruego, en qué está tu gran fuerza, y con qué habrías de ser atado para sujetarte». 7Sansón respondió: «Si me atasen con siete cuerdas húmedas, que no se hubieran secado todavía, me quedaría sin fuerzas y sería como otro hombre cualquiera». 8Subiéronle los príncipes de los filisteos las siete cuerdas húmedas, sin secar todavía, y ella le ató con ellas. 9Como tenía en su cuarto gentes en acecho, le gritó: «¡Sansón, los filisteos sobre tí!» El rompió las cuerdas como se rompe un cordón de estopa cuando se le pega fuego, y quedó desconocido el secreto de su fuerza.
10Dalila dijo a Sansón: «Te has burlado de mi y me has engañado. Dime, pues, ahora con qué hay que atarte». 11El le dijo: «Si me atan con cuerdas nuevas que no hayan sido empleadas para ningún otro uso, me quedaré sin fuerzas y seré como otro hombre cualquiera». 13Dalila cogió cuerdas nuevas y le ató con ellas. Después le gritó: «¡Sansón, los filisteos sobre til», pues tenía en el cuarto gentes en acecho. El rompió como un hilo las cuerdas que tenía en los brazos. 13Dalila dijo a Sansón: «Hasta ahora te has burlado de mi y no me has dicho más que mentiras. Dime de una vez con qué hay que atarte». El le dijo: «Si entretejes con un lizo las siete trenzas de mi cabeza y las fijas con una clavija de tejedor, me quedaré sin fuerzas y seré como otro hombre cualquiera». 14Entretejió Dalila con un lizo las siete trenzas, las fijó con la clavija de tejedor y le gritó: «¡Sansón, los filisteos sobre til» Y despertando de su sueño, arrancó la clavija y el tretejido.
15Ella le dijo: «¿Cómo puedes decir que me quieres, cuando tu corazón no está conmigo? Por tres veces te has burlado de mí y no me has descubierto en qué está tu gran fuerza». 16Y le importunaba incesantemente, siempre insistiendo en su demanda, hasta llegar a producirle un tedio de muerte.
Prisión de Sansón
21Cogiéronle los filisteos, le sacaron los ojos, y llevándole a Gaza, le encadenaron con doble cadena de bronce, y en la cárcel le pusieron a hacer dar vueltas a la muela. 22Entretanto, volvieron a crecerle los pelos de la cabeza, después de haber sido rapada. 23Los príncipes de los filisteos se congregaron para ofrecer un gran sacrificio a Dagón, su dios; y para regocijarse, decían: «Nuestro dios ha puesto en nuestras manos a Sansón, nuestro enemigo». 24El pueblo, al verle, alababa a su dios, diciendo: «Nuestro dios ha puesto en nuestras manos a nuestro enemigo, al que asolaba nuestra tierra, y mató a tanta gente». 25Cuando su corazón se alegró, dijeron: «Que traigan a Sansón para que nos divierta». 26Sansón fué sacado de la cárcel y tuvo que bailar ante ellos. Habíanle puesto entre las columnas, y Sansón dijo al mozo que le hacía de lazarillo: «Déjame tocar las columnas que sostienen la casa, para apoyarme».
Su última venganza
27Estaba la casa llena de hombres y mujeres. Allí estaban los príncipes de los filisteos, y había entre todos más de tres mil personas, hombres y mujeres viendo bailar a Sansón. 28Entonces invocó Sansón a Yavé, diciendo: «Señor, Yavé, acuérdate de mí, devuélveme la fuerza sólo por esta vez, para que ahora me vengue de los filisteos por mis dos ojos». 29Sansón se agarró a las dos columnas centrales, que sostenían la casa; y haciendo fuerza sobre ellas, sobre la una con la mano derecha, sobre la otra con la mano izquierda, 30dijo: «¡Muera yo con los filisteos!» Tan fuertemente sacudió las columnas, que la casa se hundió sobre los príncipes de los filisteos y sobre todo el pueblo que allí estaba, siendo los muertos que hizo al morir más que los que había hecho en vida. 31Sus hermanos y toda la casa de su padre bajaron y se lo llevaron, y le sepultaron entre Sata y Estaol, en la sepultura de Manué, su padre. Juzgó a Israel durante veinte años.
Escuchar el Capítulo 16
21 Como en Roma, en Oriente los criminales eran condenados a dar vueltas a un molino. Según los LXX en Jer 52,11 el último rey de Judá, Sedecías, habría sido sometido a esta misma pena en Babilonia.(Volver a Lectura).
23 Dagón, mencionado luego en 1 Sam 5,28ss, era el dios de la federación filistea, y en su templo se reúnen todos para celebrar una fiesta de acción de gracias por la prisión de Sansón, reducido a la impotencia. El mismo dios tenía otro templo en Azoto, mencionado en 1 Sam 5,1ss y 1 Mac 10,84; 11,4. era Dagón o Dagán una antigua divinidad de los amorreos venerada luego en toda Mesopotamia y que representaba el grano de trigo, y con esto la fertilidad de la tierra. Se comprende que tal divinidad tuviera muchos devotos en la fértil llanura de los filisteos.(Volver a Lectura).
31 A pesar de lo sucedido, los filisteos no se oponen a que el cadáver de Sansón reciba honrosa sepultura entre los suyos. era para los antiguos cosa uy grave privar de sepultura aun a los enemigos (Dt 28,26; Ez 29,5).(Volver a Lectura).
Culto sacrílego
17 1Había un hombre de los montes de Efraím, Mica de nombre. 2Dijo éste a su madre: «Los mil cien
siclos de plata que habías puesto aparte, por los que te lamentabas a veces, aun oyéndote yo, yo los tengo, yo te los quité». 3Díjole su madre: «Bendito de Yavé seas, hijo mío». Devolvió, pues, los mil cien siclos de plata a su madre, que dijo: «Quiero consagrar a Yavé este dinero y que
de mi mano pase a mi hijo, para que se haga una imagen tallada y chapeada. Ahí, pues, te lo entrego».
4Habiendo, pues, devuelto él a su madre el dinero, tomó su madre doscientos siclos y se los dió a un orífice, y este hizo una imagen tallada y chapeada, que quedó en la casa de Mica;
Escuchar el Capítulo 17
4 Este relato nos da a conocer los orígenes del santuario de Dan, famoso en la historia de Israel (I Re 12,29). Fue en la montaña de Efraím donde Mica erigió un santuario doméstico con su ídolo, su efod y sus terafim, para que el que consagró sacerdote a su hijo.(Volver a Lectura).
7 Aquí se presenta este levita en busca de medios de vida y se pone al servicio de Mica para actuar de sacerdote en vez del hijo. Mica se muestra muy satisfecho, esperando que el ministerio de un levita sea más grato a yavé que el de su hijo (I Re 12,31).(Volver a Lectura).
Conquista de Lais
18 1No había por aquel entonces rey en Israel, y la tribu de Dan andaba buscando dónde establecerse, pues no le había tocado hasta entonces heredad en medio de las otras tribus de Israel. 2Mandaron, pues, los hijos de Dan de entre los suyos a cinco exploradores, hombres fuertes; los mandaron de Sara y de Estaol, para que recorriesen la tierra y la explorasen, diciéndoles: «Id a reconocer la tierra». Llegaron los cinco hombres por los montes de Efraím, hasta la casa de Mica, y pasaron allí la noche. 3Estando cerca de la casa de Mica, conocieron por la voz al joven levita; y acercándose a él, le preguntaron: «¿Quién te ha traído a ti aquí? ¿Que haces aquí, y qué tienes aquí?» 4El les contestó: «Mica ha hecho por mí esto y lo otro, y me he ajustado con él y le sirvo de sacerdote». 5Ellos le dijeron: «Entonces, consulta a Dios, para que sepamos si prosperará el viaje que hemos emprendido». 6Y les dijo el sacerdote: «Id tranquilos, está ante Yavé el camino que seguís». 7Reemprendieron su camino los cinco hombres y llegaron a Lais. Vieron que la gente de ella vivía en seguridad, a modo de los sidonios, pacífica y tranquilamente, sin que nadie dañase a nadie, y que eran ricos y estaban alejados de los sidonios y no tenían relación con nadie. 8Volviéronse, pues, a sus hermanos, a Sara y a Estaol, que les preguntaron: «¿Qué traéis?» Ellos contestaron: 9«Subamos luego contra ellos. Hemos visto la tierra y es muy buena. ¿Os estáis callados? No dilatéis la ida, para apoderarnos de esa tierra. 10Daréis con un pueblo que vive seguro. La tierra es amplia y Dios la ha puesto en vuestras manos. Es una tierra que produce de todo». 11Salieron, pues, de Sara y de Estaol seiscientos hombres de las familias de Dan, armados en guerra; 12y subiendo, acamparon en Caratiarim, de Judá, por lo cual se llamó hasta hoy este lugar Majane Dan, al occidente de Caratiarim. 13Pasaron de allí a los montes de Efraím y llegaron hasta la casa de Mica. 14Los cinco hombres que habían ido a explorar la tierra de Lais dijeron a sus hermanos: «¿Sabéis que en esta casa hay un efod, terafim y una imagen tallada y chapeada? Ved vosotros lo que se ha de hacer». 15Pasaron adelante; y entrando en la casa del joven levita, la casa de Mica, le preguntaron por su salud. 16Los seiscientos hombres de los hijos de Dan, armados en guerra, se quedaron a la entrada de la puerta.
17Subieron los cinco exploradores y entraron para apoderarse del efod, de los terafim y de la imagen chapeada, mientras estaba el sacerdote a la entrada de la puerta con los seiscientos hombres armados en guerra. 18Después que, entrando en la casa de Mica, se apoderaron del efod, de los terafim y de la imagen tallada y chapeada, les dijo el sacerdote: «¿Qué hacéis?» 19Ellos le dijeron: «Cállate, ponte la mano a la boca, vente con nosotros, y serás nuestro padre y nuestro sacerdote. ¿Qué te es mejor, ser sacerdote de la casa de un solo hombre o serlo de una tribu y de las familias de Israel?» 20Alegrósele al sacerdote el corazón; y cogiendo el efod, los terafim y la imagen tallada, se fué con aquella gente. 21Pusiéronse en marcha de nuevo, llevando por delante a los niños, a los animales y las cosas de precio; 22y estaban ya lejos de la casa de Mica, cuando éste y los hombres que habitaban las casas vecinas de la de Mica se reunieron para salir en persecución de los hijos de Dan. 23Gritaron a los hijos de Dan; y éstos, volviendo la cara dijeron a Mica: «¿Qué te ocurre, para que nos vengas dando voces?» 24El contestó: «Mis dioses, los que yo he hecho, me los habéis quitado junto con el sacerdote y os marcháis. ¿Qué me queda entonces? Y todavía me preguntáis qué me ocurre?» 25Dijéronle los hijos de Dan: «No nos hagas oír más tu voz, si no quieres que hombres irritados se arrojen sobre vosotros y pierdas tu vida y la de los de tu casa».
26Prosiguieron los hijos de Dan su camino; y Mica, viendo que eran más fuertes que él, se volvió y tornó a su casa. 27Lleváronse, pues, lo que había hecho Mica y al sacerdote que tenía; y marcharon contra Lais, contra el pueblo tranquilo y confiado, y los pasaron a filo de espada y prendieron fuego a la ciudad. 28No hubo quien la librara, por lo lejos que estaba Sidón y por no tener relación con nadie. Estaba en el valle que se extiende hacia Bet Rejobot. Los hijos de Dan reedificaron la ciudad y habitaron en ella, 29y la llamaron Dan, del nombre de su padre, hijo de Israel, pero antes se llamaba Lais.
Culto sacrílego e ilegítimo en Dan
30Los hijos de Dan se erigieron la imagen tallada de Mica; y Jonatán, hijo de Gersón, hijo de Moisés, él y sus hijos, fueron sacerdotes de la tribu de Dan, hasta el tiempo de la cautividad del arca. 31Permaneció entre ellos la imagen tallada de Mica, que él se había hecho, todo el tiempo que estuvo en Silo la casa de Dios.Escuchar el Capítulo 18
1 Nos hallamos antes de la institución de la monarquía, y la tribu de Dan, instalada al principio dentro de los términos de Judá, se ve forzada a emigar, sin duda por las incursiones de los filisteos (Jos 19,40ss).(Volver a Lectura).
5 Por aquí vemos el interés que tenía para Mica su santuario doméstico. El sacerdote consultaba al Señor a petición de los fieles, y no hemos de creer que lo hacía sin alguna remuneración (I Sam 3,7ss; Mt 16,19).(Volver a Lectura).
7 Lais, junto a una de las fuentes del Jordán, debía de pertenecer a los sidonios; pero hallándose lejos de ellos y sin contacto con la Siria (LXX), podía ser sorprendida y atacada con facilidad.(Volver a Lectura).
14 El efod aquí no es una vestidura sacerdota, como en Ex 28,6ss, sino el instrumento de consultar a Dios, de que se habla en I Sam 14,18ss.(Volver a Lectura).
20 El levita se alegra, entreviendo una situación más honrosa en la futura ciudad de Dan. el Deuteronomio nos presenta a los levitas llevando siempre una vida pobre (12,12.18; 18,6).(Volver a Lectura).
24 Mica llama su dios a la estatua de Yavéque le habían llevado. no hay motivo para pensar que se refiriese a los falsos dioses; era una estatua en que había querido representar a Yavé, contra el segundo precepto del Decálogo (Ex 20,4ss; Dt 5,8ss).(Volver a Lectura).
30 Sólo una porción de la tribu de Dan emigró hacia el norte y fundó el santuario con el ídolo y sacerdote de Mica, mientras que Jonatán, descendiente de Moisés, había desempeñado el sacerdocio en la tribu hasta los días de la emigración.(Volver a Lectura).
31 El objeto de este pasaje parece ser darnos el origen histórico del santuario que, contra la ley, erigieron los danitas en la ciudad de Lais, en el cual puso después Jeroboam uno de los becerros que alzó; la gran prevaricación con que Jeroboam hizo prevaricar a Israel (I Re 12,28).(Volver a Lectura).
Crimen de los de Gueba de Benjamín
19 1Sucedió por aquel tiempo, cuando no había rey en Israel, que un levita, que peregrinaba en el límite septentrional de los montes de Efraím, tomó por mujer a una concubina de Belén de Judá. 2Fuéle infiel la concubina y le dejó, para irse a la casa de su padre, a Belén de Judá, donde se estuvo por espacio de cuatro meses. 3Su marido, llevando consigo un mozo y dos asnos, se encaminó a donde ella estaba, para hablarla al corazón y reducirla. Hízole entrar ella en la casa de su padre, 4que al verle, salió muy contento a recibirle. Instóle su suegro, el padre de la joven, y se quedó allí por tres días, comiendo, bebiendo y pasando la noche allí. 5Al cuarto día se levantó de mañana y se dispuso a marchar; pero el padre de la joven dijo a su yerno: «Toma antes un bocado de pan, para refocilarte, y luego partirás». 6Sentáronse ambos y comieron y bebieron; y el padre de la joven dijo al marido: «Anda, quédate hoy a pasar aquí la noche alegremente». 8Levantóse el marido para marcharse, pero le instó aún su suegro, y se quedó a pasar la noche allí. 8Levantóse de mañana el día quinto, para emprender la marcha; y le dijo el padre de la joven: «Anda, toma un refrigerio y diferid la marcha hasta el caer del día»; y se pusieron a comer juntos. 9Levantóse el marido para marcharse él, la concubina y el mozo; pero el suegro, el padre de la joven, le dijo: «Mira, comienza ya a caer la tarde; anda, pasad la noche aquí, que el día se acaba ya; pasa aquí la noche, que se te alegre el corazón, y mañana os levantáis bien temprano, para volveros a tu casa». 10El marido rehusó pasar allí la noche, se levantó y partió. Llegó frente a Jebús, que es Jerusalén, con el par de asnos y la concubina. 11Cuando estaban cerca de Jebús, el día había ya bajado mucho, y dijo el mozo a su amo: «Será mejor que nos desviemos hacia la ciudad de los jebuseos, para pasar allí la noche». 12El amo le respondió: «No, no torceremos hacia una ciudad extraña, en la que no hay hijos de Israel; 13lleguemos a Gueba»; y añadió; «Anda, vamos a acercarnos a uno de esos dos lugares, y pasaremos la noche en Gueba o en Rama». 14Prosiguieron la marcha, y al ponerse el sol llegaron cerca de Gueba, que es de Benjamín. 15Tomaron, pues, hacia allá, para pasar la noche en Gueba. Entraron y se sentaron en la plaza de la ciudad; y no hubo quien los admitiera en su casa, para pasar en ella la noche.
16Llegó en esto un anciano, que venía de trabajar en el campo; era un hombre de los montes de Efraím, que se hallaba en Gueba; los habitantes del lugar eran benjaminitas. 17 Cuando, al levantar los ojos, vió al viajero en la plaza de la ciudad, le dijo: «¿A dónde vas y de dónde vienes?» 18El le contestó: «Vamos de Belén de Judá al límite septentrional de los montes de Efraím, de donde soy yo. Había ido a Belén de Judá y voy a mi casa, pero nadie me admite en su casa. 19Sin embargo, tenemos paja y forraje para los asnos, y también pan y vino para mí, para tu sierva y para el mozo que acompaña a tus siervos; no necesitamos nada». 20El anciano le dijo: «Sea contigo la paz; de cuanto te es necesario te proveeré yo; no te quedes en la plaza». 21Hízolos entrar en su casa y dió forraje a los asnos. Laváronse los pies los viajeros, y después comieron y bebieron. 22Mientras estaban refocilándose, los hombres de la ciudad, gente perversa, aporrearon fuertemente la puerta, diciendo al anciano, dueño de la casa: «Sácanos al hombre que ha entrado en tu casa, para que le conozcamos. 23El dueño de la casa salió a ellos y les dijo: «No, hermanos míos, no hagáis tal maldad, os lo pido: pues que este hombre ha entrado en mi casa, no cometáis semejante crimen. 24Aquí están mi hija, que es virgen, y la concubina de él: yo os las sacaré fuera, para que abuséis de ellas y hagáis con ellas como bien os parezca; pero a este hombre no le hagáis semejante infamia». 25Aquellos hombres no quisieron escucharle; y entonces el levita cogió a su concubina y la sacó fuera». La conocieron y estuvieron abusando de ella toda la noche, hasta la mañana, dejándola al romper la aurora. 26Al venir la mañana, cayó la mujer a la entrada de la casa donde estaba su señor, y allí quedó hasta que fué de día. 27Su marido se levantó de mañana y abrió la puerta de la casa, para salir y continuar su camino; y vió que la mujer, su concubina, estaba tendida a la entrada de la casa, con las manos en el umbral. 28El le dijo: «Levántate y vámonos»; pero nadie respondió. Púsola entonces el marido sobre su asno, y partió para su lugar. 29Llegado a su casa, cogió un cuchillo y la concubina, y la partió miembro por miembro, en doce trozos, que mandó por toda la tierra de Israel. 30A su vista, dijeron todos: «Jamás ha sucedido cosa parecida, ni se ha visto tal, desde que los hijos de Israel subieron de Egipto, hasta hoy; miradlo bien, deliberad y resolved».
Escuchar el Capítulo 19
1 Los episodios que a continuación se relatan muestran cuánto habla cundido en Israel la corrupción; hasta llegar a ser Gueba una nueva Sodoma. Este crimen lo castiga la ley con la muerte. El haber aprobado toda la tribu a la ciudad criminal, agrava todavía el pecado (Rom 1,32), y explica lo cruento de la represión, que llega casi al total exterminio de Benjamín.(Volver a Lectura).
13 Los viajeros pasan de largo por Jerusalén, que estaba todavía en poder de los jebuseos, y siguieron en busca de hospedaje en una ciudad israelita al norte de Jerusalén.(Volver a Lectura).
15 Sentados en la plaza, esperan que alguien les ofrezca hospedaje. La hospitalidad era un deber sagrado en la antigüedad y lo es hoy en las tribus del desierto (Gén 18,3ss; 19,1ss).(Volver a Lectura).
22 El anciano pone ante los ojos de los criminales la ofensa que hacen a la ley de la hospitalidad. El huésped es siempre sagrado. Para evitar su injuria les ofrece a su hija. Entre dos males elige el que a sus ojos es menor (cf. Gén 19,1ss).(Volver a Lectura).
20 1Salieron, pues, los hijos de Israel, desde Dan hasta Bersebá y la región de Galad, y se reunieron como un solo hombre en Masfa, delante de Yavé.
Guerra de Israel contra Benjamín
2Los jefes de todo el pueblo y todas las tribus de Israel estuvieron presentes en la asamblea del pueblo de Dios; cuatrocientos mil hombres de a pie, armados. 3Supieron los de Benjamín que los hijos de Israel habían subido a Masfa. Los hijos de Israel dijeron: «Sepamos cómo se ha cometido el crimen». 4Tomó entonces la palabra el levita, marido de la mujer que había sido muerta, y dijo: «Yo había entrado en Gueba de Benjamín con mi concubina, para pasar allí la noche. 5Los habitantes de Gueba se levantaron contra mí y rodearon de noche la casa donde estaba, con intención de matarme. Hicieron fuerza a mi concubina, que murió. 6La cogí y la corté en trozos, que mandé por todo el territorio de la heredad de Israel, porque han cometido un crimen infame en Israel. 7Todos estáis aquí, hijos de Israel: deliberad y decidid aquí mismo.
8Y poniéndose el pueblo todo en pie, como un solo hombre, dijeron: «No vuelva nadie a sus tiendas ni se vaya nadie a su casa. 9Lo que hay que hacer con Gueba, es ir contra ella a la suerte. 10Tómense de todas las tribus de Israel diez hombres por cada ciento, ciento de cada mil y mil de cada diez mil, que vayan en busca de víveres para la gente; y cuando estén de vuelta, que sea tratada Gueba de Benjamín, conforme con toda la infamia que ha cometido en Israel». 11Quedáronse, pues, reunidos en torno a la ciudad todos los hijos de Israel, unidos como un solo hombre. 12Habían enviado las tribus de Israel mensajeros a todas las familias de Benjamín, que les dijeran: «¿Qué crimen es éste
que se ha cometido entre vosotros? 13Entregad luego a los perversos de Gueba para que les demos muerte, y extirpemos el mal de en medio de Israel»; pero los benjaminitas no accedieron a la demanda de sus hermanos, los hijos de Israel; 14y saliendo de sus ciudades, se reunieron en Gueba para combatir contra los hijos de Israel. 15Los hijos de Benjamín,
que salidos de sus ciudades se reunieron entonces en Gueba, fueron veintiséis mil hombres de guerra, sin contar los habitantes de Gueba. 16Había, de entre éstos, setecientos hombres escogidos, zurdos, todos capaces de lanzar con la honda una piedra contra un cabello, sin errar el blanco. 17El número de los hijos de Israel reunidos, no contando a los de Benjamín, fué de cuatrocientos mil; todos hombres de guerra.
18Levantáronse, pues, los hijos de Israel y subieron a Betel, y consultando a Dios, preguntaron: «¿Quién subirá primero a combatir a los hijos de Benjamín?» Respondió Yavé: «Judá subirá el primero». 19Pusiéronse en marcha de mañana los hijos de Israel, y acamparon contra Gueba. 20Avanzaron los hijos de Israel, para combatir a los de Benjamín, y se pusieron en orden de batalla contra ellos, delante de Gueba. 21Salieron los hijos de Benjamín de Gueba, y echaron por tierra en aquel día a veintidós mil hombres de Israel. 22Los hombres de
Israel luciéronse fuertes y presentaron nuevamente batalla en el mismo lugar donde se pusieron el primer día; 23habían subido antes a llorar
ante Yavé, hasta la tarde, y habían consultado, diciendo: «¿Marchamos todavía a combatir a Benjamín, nuestro hermano?»; y Yavé había respondido: «Marchad contra él». 24Acercáronse, pues, los hijos de Israel a los hijos de Benjamín el segundo día;
25y salieron a su encuentro de Gueba los hijos de Benjamín, y echaron por tierra esta vez a dieciocho mil hombres de los hijos de Israel, todos hombres de guerra. 26Subió todo el pueblo, todos los hijos de Israel, a Betel; y allí lloraron ante Yavé, ayunaron aquel día hasta la tarde, y ofrecieron holocaustos y hostias pacíficas ante Yavé. Luego consultaron a Yavé.
Derrota y casi total extinción de los benjaminitas
27Por entonces estaba en Silo el arca de la alianza de Dios; 28y Fines, hijo de Eleazar, hijo de Arón, servía ante ella. Preguntaron pues: «¿Marcharé todavía otra vez para combatir a los hijos de Benjamín, mi hermano, o debo desistir?» Yavé respondió: «Marcha, que mañana lo pondré en tu mano». 29Israel puso en torno a Gueba una emboscada; 30y al tercer día subieron los hijos de Israel contra los hijos de Benjamín, y se ordenaron en batalla ante Gueba, como las otras veces. 31Los hijos de Benjamín salieron al encuentro del pueblo, dejándose arrastrar lejos de la ciudad. Comenzaron a herir y matar gente en el campo, como las otras veces, en los dos caminos, de los cuales el uno sube a Betel y el otro a Gabata, unos treinta hombres de Israel. 32Los hijos de Benjamín se decían: «Derrotados ante nosotros como antes». Y los hijos de Israel dijeron: «Huyamos y atraigámoslos sobre estos caminos, lejos de la ciudad; y abandonando todos sus posiciones, se pusieron en orden de batalla en Baal Tamar. 33Los emboscados de Israel, al occidente de Gueba, se echaron fuera de su puesto; 34y llegaron contra Gaba diez mil hombres escogidos de todo Israel. El combate fué duro, pues los hijos de Benjamín no se dieron cuenta del gran desastre que les amenazaba. 35Yavé batió a Benjamín ante Israel, y los hijos de Israel mataron aquel día veinticinco mil cien hombres de Benjamín, hombres de guerra. 36Viéronse derrotados los hijos de Benjamín, y se dieron cuenta de que Israel había cedido terreno ante ellos porque confiaba en la emboscada que había puesto contra Gueba. 37Los emboscados se echaron rápidamente sobre la ciudad, y avanzando contra ella, la pasaron a filo de espada. 38Los hijos de Israel habían convenido con los de la emboscada en una señal, diciendo: «Haced subir de la ciudad una gran nube de humo». 39Al verla, los hijos de Israel simularon la fuga. Los de Benjamín habían ya matado unos treinta hombres y se decían: «Helos ahí batidos ante nosotros, como en la primera batalla». 40Cuando la nube de humo comenzó a alzarse como una columna sobre la ciudad, volvieron los ojos atrás y vieron que toda la ciudad subía en fuego hacia el cielo. 41Diéronles entonces la cara los hijos de Israel; y los de Benjamín, aterrados ante el desastre que se les venía encima, 42volvieron las espaldas ante los hijos de Israel y emprendieron la huida, camino del desierto; pero la batalla los apretaba y los que venían de la ciudad los exterminaron. 43Cercaron a Benjamín, le persiguieron sin descanso, le aplastaron, hasta el oriente de Gueba. 44Dieciocho mil hombres cayeron de Benjamín, todos gente valiente. 45De entre los que huían hacia el desierto, hacia la roca de Remón, mataron los de Israel por las subidas cinco mil, y siguieron persiguiéndolos hasta Guidom y mataron otros dos mil. 46El número total de los de Benjamín que perecieron aquel día fué de veinticinco mil hombres de guerra, todos valientes. 47Seiscientos hombres, de los que emprendieron la huida hacia el desierto y pudieron llegar a la roca de Remón, permanecieron allí durante cuatro meses. 48Los hijos de Israel se volvieron sobre Benjamín y pasaron a filo de espada las ciudades, hombres y ganados y todo cuanto hallaron, e incendiaron cuantas ciudades encontraron.
Escuchar el Capítulo 20
1 Desde este punto se nos presenta otra concepción del pueblo, muy distinta de la que domina hasta aquí. Antes veíamos a las tribus obrar con independencia unas de otras; ahora obran de común acuerdo. El número de los hombres y su organización concuerda también con la que nos presenta el Éxodo, el Levítico y los Números (Ex 12,37; Núm 1,46; 26,51).(Volver a Lectura).
3 Masfa, el sitio de la reunión, es una ciudad de la tribu de Benjamín, en los confines de Efraím, cerca de Bétel. hasta en la época macabea se conservaba la memoria de ser ciudad santa (I Sam 7,5; Jer 40,6.8; I Mac 3,46; 5,35).(Volver a Lectura).
13 Se piden los culpables para castigarlos al tenor de la ley. pero como los benjaminitas hacen causa común con los culpables, a ellos se extenderá el castigo (cf. Dt 17,1ss).(Volver a Lectura).
15 En Masfa debía de haber un altar, pero no modo de consultar a Yavé. para esto suben a Bétel, que estaba cercano. La consulta versa no sobre si han de hacer la guerra, sino sobre quién la ha de dirigir. Esta es la causa de la derrota.(Volver a Lectura).
21 1Los hombres de Israel habían jurado en Masfa, diciendo: «Ninguno de nosotros dará por mujer su hija a uno de Benjamín». 2Vino el pueblo a Betel y estuvo allí ante Dios toda la tarde. Alzando su voz, lamentábase grandemente, diciendo: 3«¿Por qué, ¡oh Yavé, Dios de Israel!, ha sucedido que en Israel venga hoy a faltar una tribu?» 4Al día siguiente, levantándose de mañana, alzaron allí un altar, ofrecieron holocaustos y hostias pacíficas, 5y se preguntaron: «¿Quién de entre las tribus de Israel no ha subido a la asamblea de Yavé?» Porque habían jurado solemnemente contra quien no subiera ante Yavé a Masfa, diciendo: «Será castigado con la muerte. 6Los hijos de Israel se compadecían de Benjamín y se decían: «Hoy ha sido amputada de Israel una tribu. 7¿Qué haremos por ellos, para procurar mujeres a los que quedan? porque hemos jurado por Yavé no darles por mujeres nuestras hijas». 8Dijéronse, pues: «¿Hay alguno entre las tribus de Israel que no haya subido ante Yavé a Masfa?» Y ninguno de Jabes Galad había venido al campo, a la asamblea. 9Hicieron un recuento del pueblo, y no se halló ninguno de Jabes Galad. 10Entonces envió contra ellos la asamblea doce mil hombres de los más valientes, con esla orden: «Id, y pasad a filo de espada a los habitantes de Jabes Galad, con sus mujeres y niños. 11Pero habéis de hacer así: Anatematizad a todo hombre y a toda mujer que haya conocido varón». 12Hallaron entre los habitantes de Jabes Galad cuatrocientas jóvenes vírgenes, que no habían conocido varón compartiendo su lecho, y las llevaron al campo de Silo en la tierra de Canán. 13Mandó entonces toda la asamblea mensajeros que hablaran a los hijos de Benjamín, que estaba en la roca de Remón, y les ofrecieran la paz.
14Volvieron los de Benjamín entonces, y se les dieron por mujeres las que habían sobrevivido de las mujeres de Jabes Galad, pero no hubo bastantes. 15El pueblo se compadecía de Benjamín, porque había abierto Yavé una brecha en las tribus de Israel; 16y los ancianos de la asamblea se preguntaron: «¿Cómo haremos para procurar mujeres a los de Benjamín, puesto que sus mujeres han sido muertas? 17Y decían: «Quede en Benjamín la heredad de los que han escapado, para que no desaparezca una de las tribus de Israel; 18pero nosotros no podemos darles por mujeres nuestras hijas, porque los hijos de Israel han jurado diciendo: Maldito quien dé a los de Benjamín su hija por mujer. 19Y dijeron: «Cerca está la fiesta de Yavé, que de año en año se celebra en Silo» —ciudad situada al norte de Betel, al oriente del camino que de Betel sube a Siquem, y al mediodía de Lebona—. 20Y dieron a los de Benjamín esta orden: 21«Id, y poneos en emboscada en las viñas. Estad atentos; y cuando veáis salir a las hijas de Silo, para danzar en coro, salís vosotros de las viñas y os lleváis cada uno a una de ellas para mujer, y os volvéis a la tierra de Benjamín. 22Si los padres o los hermanos vienen a reclamárnoslas, les diremos: Dejadnos en paz, pues con las de Jabes Galad tomadas en guerra no ha habido una para cada uno, y no habéis sido vosotros los que se las habéis dado, que, sólo entonces seríais culpables». 23Hicieron así los hijos de Benjamín, y cogieron de entre las que danzaban una cada uno, llevándoselas y volviéndose a su heredad. Reedificaron las ciudades y habitaron en ellas. 24Fuéronse entonces los hijos de Israel cada uno a su tribu, a su familia, volviendo todos a su heredad. No había entonces rey en Israel, y hacía cada uno lo que bien le parecía.
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3 La victoria sobre un hermano es causa de llanto. Hay que reparar la desgracia, sin faltar al juramento de que se habla en 21,1.(Volver a Lectura).
8 Este detalle confirma la concepción antes mencionada en 20,1; todos estaban obligados a acudir a la convocatoria. Situación bien distinta de la anterior. Jabes es condenada al anatema, con excepción de las doncellas, que reservan para los benjaminitas (Núm 31,18).(Volver a Lectura).
19 En Silo estaba el tabernáculo, y ahí se celebraba la fiesta anual, sin duda una de las tres prescritas por la Ley (Ex 23,14; 34,23). La solución es digna de un buen casuista. Con ella contribuían a la restauración de la tribu destruida, que pronto volverá a levantar cabeza, según veremos en los libros de Samuel.(Volver a Lectura).
24 Tales excesos reclamaban la institución de una autoridad que impusiera el orden y la justicia, que tanto se echaban de menos en Israel.(Volver a Lectura).