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II Samuel

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II Samuel

SUMARIO


PRIMERA PARTE


DAVID EN HEBRÓN
(1 - 4)

Comunican a David la noticia de la muerte de Saúl

1 1Después de la muerte de Saúl, cuando hacía dos días que David, victorioso de los amalecitas, estaba en Siceleg, 2llegó el tercer día al campamento un hombre, que venía del campo de Saúl, desgarrados los vestidos y cubierta la cabeza de polvo. Cuando estuvo cerca de David, se echó en tierra, prosternándose, 3y David le preguntó: «¿De dónde vienes?» El respondió: «Vengo huido del campamento de Israel». 4David preguntó: «¿Qué ha sucedido? Cuéntamelo». El respondió: «El pueblo huyó de la batalla, y gran número de hombres han caído y han perecido. Saúl mismo y Jonatán, su hijo, han sido muertos». 5David dijo al joven que le daba estas noticias: «¿Y cómo sabes tú que han muerto Saúl y su hijo Jonatán?» 6El joven que le daba las noticias respondió: «Yo me hallaba por casualidad en el monte Gelboe, y vi a Saúl, apoyado sobre su lanza, mientras se acercaban a él carros y caballeros, que estaban ya para alcanzarle; 7y volviéndose, me vió y me llamó. Yo respondí: «Aquí me tienes». 8Me dijo: «¿Quién eres tú?» Yo le respondí; Soy un amalecita». 9Y él me dijo: «Acércate a mi y mátame, porque me siento presa de un espasmo, mientras todavía tengo en mí toda la vida». 10Yo me acerqué a él y le maté, pues sabía muy bien que no sobreviviría a su derrota; y cogiendo la diadema que llevaba en la cabeza y el brazalete que tenía en su brazo, se los he traído aquí a mi señor».
11David, cogiendo sus vestiduras, las rasgó, y también todos los hombres que con él estaban. 12Hicieron duelo, llorando y ayunando hasta la tarde, por Saúl, por su hijo Jonatán y por el pueblo de Yavé y la casa de Israel, que habían caído bajo la espada.
13David dijo al joven que le había traído las noticias: «¿De dónde eres tú?» El respondió: «Soy hijo de un extranjero, de un amalecita». 14Y David le dijo: «¿Y cómo te atreviste a tender tu mano para dar muerte al ungido de Yavé?» 15Y llamando a uno de los suyos le dijo: «Échate sobre él y mátale». El hombre hirió al amalecita, que murió. 16David dijo: «¡Caiga tu sangre sobre tu cabeza! Tu misma boca ha atestiguado contra ti al decir: Yo he dado la muerte al ungido de Yavé».


Elegía de David por Saúl y Jonatán

17 David cantó una elegía por Saúl y Jonatán, su hijo, 18y mandó que se la enseñasen a los hijos de Judá. Es el canto del arco, y está escrito en el libro de Jaser:

19«Tu gloria, Israel, ha perecido en tus montes;
¿Cómo cayeron los héroes?
20No lo propaléis en Get;
No lo publiquéis por las calles de Ascalón,
Que no se regocijen las hijas de los filisteos,
Y no salten de júbilo las hijas de los incircuncisos.
21¡Montes de Gelboe! No caiga sobre vosotros ni rocío ni lluvia,
Ni seáis campos de primicias,
Porque allí fué abatido el escudo de los héroes,
El escudo de Saúl, como si no fuera el ungido con el óleo.
22De la sangre de los muertos, de la grasa de los valientes,
El arco de Jonatán no se hartaba nunca,
La espada de Saúl no se blandía en vano.
23Saúl y Jonatán, amados y queridos, inseparables en vida,
Tampoco se separaron en la muerte.
Más ágiles que las águilas,
Más fuertes que los leones.
24Hijas de Israel, llorad por Saúl,
Que os vestía de lino fino,
Y adornaba de oro vuestros vestidos.
25¿Cómo han caído los héroes en medio de la batalla?
¿Cómo fue traspasado Jonatán en las alturas?
26 Angustiado estoy por tí, ¡oh Jonatán, hermano mío!
Me eras carísimo,
Y tu amor era para mí dulcísimo,
Más que el amor de las mujeres.
27 ¿Cómo han caído los héroes?
¿Cómo han caído los fuertes guerreros?»


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  • 10 En su relato, el amalecita se atribuye falsamente la muerte de Saúl a petición de éste, creyendo que así se congraciaría con David, y éste le recompensaría. Por lo contrario, su falsa confesión es causa de su castigo.(Volver a Lectura).

  • 18 La nobleza de sentimientos de David, tantas veces mostrada en su proceder para con Saúl, se manifiesta en este canto elegiaco, en que David se lamenta no sólo de la muerte de Jonatán, su entrañable amigo, sino de la de Saúl, su encarnizado perseguidor. Formaba parte de la colección de cánticos de guerra, ya citada en Jos 10-13.(Volver a Lectura).





David, rey de Judá

2 1 Después de esto, consultó David a Yavé, diciendo: «¿He de subir a alguna de las ciudades de Judá?» Y Yavé respondió: «Sube». Preguntó David: «¿A cuál de ellas subiré?» Y Yavé respondió: «A Hebrón». 2Subió, pues, allá David, con sus dos mujeres, Ajinoam de Jezrael y Abigail de Carmel, mujer de Nabal. 3Hizo también que subieran los que estaban con él, cada uno con su familia, y habitaron en la ciudad de Hebrón. 4Vinieron los hombres de Judá, y ungieron allí a David, rey de la casa de Judá. Supo David que las gentes de Jabes Galad habían dado sepultura a Saúl; 5y David envió mensajeros a los hombres de Jabes Galad, que les dijeran: «Benditos seáis de Yavé por la misericordia que habéis hecho con vuestro señor Saúl, dándole sepultura. 6Que haga Yavé con vosotros misericordia y verdad. Yo también os pagaré con favores lo que habéis hecho. 7Fortaleced vuestras manos y tened valor, pues que, muerto Saúl, los hombres de Judá me han ungido por rey suyo.


Oposición de la casa de Saúl

8Pero Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Saúl, tomó a Isboset, hijo de Saúl; y llevándole a Majanaim, 9le alzó por rey de Galad, de Aser, de Jezrael, de Efraím, de Benjamín y de todo Israel.
10Cuarenta años tenía Isboset, hijo de Saúl, cuando comenzó a reinar en Israel y reinó dos años.
11El tiempo que David reinó en Hebrón, sobre la casa de Judá, fué de siete años y seis meses.


La batalla de Gabaón

12Abner, hijo de Ner, y los seguidores de Isboset, salieron de Majanaim para Gabaón.

13Joab, hijo de Sarvia, y los seguidores de David se pusieron en marcha. Encontráronse cerca del estanque de Gabaón y acamparon los unos de un lado del estanque y los otros del otro. 14Abner dijo a Joab: «Salgan unos cuantos jóvenes y combatan a nuestra vista». Joab respondió: «Que salgan». 15Y salieron, avanzando en igual número, doce de Benjamín, por Isboset, hijo de Saúl, y doce de los seguidores de David»; y cogiendo cada uno a su adversario por la cabeza, le hundió la espada en el costado, y cayeron todos a una, llamándose por eso aquel lugar Elcatusurim (campo de los costados), que está en Gabaón. 17Hubo aquel día muy recia batalla, y Abner y los hombres de Israel fueron vencidos por los seguidores de David. 18Estaban allí los tres hijos de Sarvia: Joab, Abisai y Azael. Azael era ligero de pies, como un corzo de los campos, 19y persiguió a Abner, sin apartarse de él, ni a la derecha ni a la izquierda. 20Abner miró detrás de sí, y le dijo: «¿Eres tú, Azael?» El respondió: «Yo soy». 21Y Abner le dijo: «Apártate o a la derecha o a la izquierda, coge a uno de esos mozos, y toma sus despojos». Pero Azael no quiso apartarse de él, 22y Abner dijo entonces a Azael: «Apártate de mí o te derribo en tierra, ¿y cómo podría yo levantar mis ojos delante de Joab, tu hermano?» 23Pero Azael rehusó retirarse, y Abner le hirió entonces con el regatón de la lanza en el abdomen, saliéndole la lanza por detrás, y allí cayó y murió. Todos, al llegar al lugar donde había caído Azael, se detenían. 24Joab y Abisai persiguieron a Abner, llegando al ponerse del sol a la colina de Anima, que está frente a Guiaj, del lado del desierto de Gabaón.
25Los hijos de Benjamín se reunieron detrás de Abner en apretado haz, y se apostaron en lo alto de la colina; 26y Abner llamando a Joab, le dijo a voces: «¿Hasta cuándo no dejará de devorar la espada? ¿No sabes que al fin viene la desesperación? ¿A cuándo esperas, para decir a los tuyos que dejen de perseguir a sus hermanos?» 27Y Joab respondió: «Por Dios vivo, que si no hubieras hablado tú, el pueblo no habría dejado de perseguir a sus hermanos hasta mañana». 28Y Joab hizo sonar la trompeta, y el pueblo se detuvo, y no persiguieron ya a Israel, cesando el combate. 29Ábner y sus gentes, después de marchar toda la noche por el Araba, pasaron el Jordán, cruzaron todo el Bitrón, y llegaron a Majanaim.
30Joab, cesando en la persecución de Abner, reunió a todo el pueblo. Faltaban de los seguidores de David diecinueve hombres y Azael. 31Los seguidores de David habían herido de muerte a trescientos sesenta hombres de los de Benjamín, de los de Abner. Llevaron a Azael y le sepultaron en el sepulcro de su padre en Belén. 32Joab y sus hombres marcharon toda la noche, y llegaron a Hebrón al despuntar el día.


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  • 7 David se muestra buen diplomático. Como antes repartía su botín de guerra con los primates de su tribu (1 Sam 30,26), así ahora envía su felicitación a los de Jabes por la buena obra que habían hecho con el rey caído. Al mismo tiempo les propone le reconozcan como sucesor en el trono.(Volver a Lectura).

  • 8 Abner, general del ejército, o por lealtad a la casa de Saúl o por apego a la privanza, alza por rey a Isboset. Pero, por la mala situación en que el reino había quedado, trasladó su residencia a Transjordania (1 Sam 31,7). Isboset equivale a Isbaal, que seignifica hombre de Baal. No se dice nunca que Saúl rindiese homenaje a los baales (véase la nota a Jue 3,7). Para expresar su aversión a Baal, los escribas sustituyeron este nombre por boset, abominación.(Volver a Lectura).





Guerra civil entre la casa de David y la de Saúl

3 1Fué larga la guerra entre la casa de David y la casa de Saúl, pero David iba fortaleciéndose cada vez más, y la casa de Saúl cada vez más debilitándose.
2En Hebrón naciéronle hijos a David: su primogénito fué Amnón, hijo de Ajinoam de Jezrael; 3el segundo Jeleab, de Abigail, del Carmel, mujer de Nabal; el tercero Absalón, hijo de Maca, hija de Tolmai, rey de Gesur; 4el cuarto Adonías, hijo de Agit; el quinto Safatía, hijo de Abital; 5el sexto Jetram, de Egla, mujer de David. Estos son los hijos que nacieron a David en Hebrón.
6Durante la guerra entre la casa de Saúl y la casa de David, era Abner el que se hacía fuerte por la casa de Saúl. 7Había tenido Saúl una concubina, de nombre Resfa, hija de Aya; e Isboset dijo a Abner: «Por qué has entrado a la concubina de mi padre?» 8Abner, muy irritado por lo que le decía Isboset, respondió: «¿Soy yo acaso hoy una cabeza de perro? Hasta hoy he favorecido yo a la casa de Saúl, tu padre, y a sus hermanos y amigos, y no te he puesto en las manos de David; ¿y tú me recriminas hoy por causa de esa mujer? 9Así haga Dios a Abner, y así le añada, si no hago yo con David, conforme a lo que le ha jurado Yavé, 10que quitaría el reino a la casa de Saúl, y confirmaría el trono de David, sobre Israel y sobre Judá, desde Dan hasta Berseba».
11No pudo Isboset responder a Abner palabra, porque le temía. 12Envió, pues, Abner mensajeros de su parte a David, para que le dijeran: «Haz alianza conmigo y mi mano te ayudará a traer a ti a todo Israel.
13David respondió: «Está bien, yo haré alianza contigo, pero te pido una cosa: Que no vengas a verme, sin traer contigo a Micol, la hija de Saúl, cuando vengas a verme». 14Después de esto mandó David mensajeros a Isboset, hijo de Saúl, que le dijeran: «Devuélveme mi mujer, Micol, que adquirí a costa de cien prepucios de filisteos». 15Mandó Isboset a quitársela a su marido Paltiel, hijo de Laín, y 16el marido se fué tras ella siguiéndola y llorando hasta Bajurim. Abner le dijo: «Anda y vuélvete», y él entonces se volvió. 17Habló Abner a los ancianos de Israel, diciendo: «No es de ayer vuestro deseo de que David reinase sobre vosotros: 18cumplidlo, pues, ahora, pues que Yavé ha hablado a David, diciendo: Por mano de mi siervo David libraré Yo a mi pueblo Israel, de la mano de los filisteos y de la mano de todos sus enemigos».
19Habló también Abner a los hijos de Benjamín, y fué luego a Hebrón, a comunicar a David la disposición en que estaba Israel y toda la casa de Benjamín. 20Vino, pues, Abner a David, a Hebrón, con veinte hombres, y David dió un banquete a Abner y a los que con él habían venido. 21 Y Abner dijo a David: «Voy a levantarme, y partiré para reunir a todo Israel, y traerle a mi señor el rey. Ellos harán alianza contigo, y tú reinarás como deseas». David despidió luego a Abner, y éste se fué en paz.

22Vinieron los seguidores de David y Joab, de vuelta de expedición, trayendo consigo gran botín. No estaba ya Abner con David en Hebrón; ya le había despedido David y ya se había ido él en paz; 23pero al llegar Joab con el ejército que mandaba, dieron aviso a Joab, diciendo: «Abner, hijo de Ner, ha venido a estar con el rey, y éste le ha despedido, y él se ha ido en paz». 24Vino entonces Joab al rey, y le dijo: «¿Cómo has hecho esto? Ha venido a estar contigo Abner ¿por qué, pues, le has dejado irse en paz? 25¿No sabes tú que Abner, hijo de Ner, ha venido a engañarte y a espiarte en tus entradas y salidas y sorprender tus planes?»
26Y en saliendo de estar con David, mandó Joab algunos tras Abner que le trajeron desde la cisterna de Sira, sin que David supiera nada. 27Cuando Abner estuvo de vuelta en Hebrón, Joab, llevándole aparte dentro de la puerta, como para hablarle en secreto, le hirió en el vientre y le mató, en venganza de la sangre de Azael, su hermano. 28Al saberlo David, dijo: «Inocente soy yo para siempre, yo y mi reino delante de Yavé, de la sangre de Abner, hijo de Ner; 29caiga su sangre sobre la cabeza de Joab, y sobre toda la casa de su padre. Haya siempre en la casa de Joab quien padezca de flujo, leproso, quien ande con báculo, quien muera a cuchillo, quien carezca de pan».
30Joab y Abisai, su hermano, mataron a Ábner, porque éste había muerto a Azael, hermano de los dos, en la batalla de Gabaón.
31David dijo a Joab y a todo el pueblo que con él estaba: «Rasgad vuestras vestiduras, ceñíos de saco, y haced duelo por Abner». 32Sepultaron a Abner en Hebrón. El rey iba detrás del féretro: y lloró en alta voz sobre la tumba de Abner, y todo el pueblo lloró con él. 33El rey cantó una elegía por Abner, y dijo: «¿Ha muerto acaso Abner la muerte del criminal?
34No estaban atadas tus manos,
Ni encadenados tus pies.
Caíste como cae el inocente,
A manos de malvados».
35 Todo el pueblo siguió llorando a Abner, 36y se acercaron a David para hacerle tomar algún alimento antes de que acabase el día; pero David juró: «Hágame esto Yavé, y esto me añada, si como nada antes de la puesta del sol». 36Todo el pueblo lo supo, viendo con agrado lo que hacía el rey: 37y comprendió aquel día, que no había sido obra del rey la muerte de Abner, hijo de Ner. 38El rey dijo a sus servidores: «¿No veis que ha caido hoy en Israel un gran capitán y un gran hombre? 39Por lo que a mí hace, yo soy todavía débil, aunque ungido, y esos hombres, los hijos de Sarvia, son más poderosos que yo. Que Yavé pague al que ha hecho el mal, según su malicia».


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  • 14 David pide su primera esposa, que nunca había repudiado, y por la que había pagado a su padre una rica dote, doble de la que el rey había pedido (I Sam 18,25ss). Con ella podía presentarse ante las tribus de Israel como yerno de Saúl y continuador de su casa. La petición va dirigida a Isboset (o Isbaal), pero Abner será el encargado de obtener la aquiescencia de su rey a la petición de David.(Volver a Lectura).





Muerte de Isboset

4 1Cuando supo Isboset que Abner habia muerto en Hebrón, se le cayeron los brazos, y todo Israel quedó consternado. 2Estaban con el hijo de Saúl dos jefes de bandidos uno de nombre Bana y otro de nombre Recab, hijos de Remón, de Berot, de los hijos de Benjamín, pues Berot se cuenta también como parte de Benjamín. 3Estos berotitas habían huido a Guitaim, y habían habitado allí hasta entonces. 4Un hijo de Jonatán, hijo de Saúl, tenía cinco años; y al llegar de Jezrael la noticia de la muerte de Saúl y Jonatán, le cogió la nodriza para huir con él, y en la precipitación de la fuga le dejó caer, y quedó cojo; se llamaba Mifisboset. 5Los hijos de Remón, de Berot, Recab y Bana, vinieron durante las horas del calor 6y entraron en la casa de Isboset, que estaba durmiendo la siesta; la portera, limpiando trigo, se había dormido;

y Recab y Bana 7llegaron sin ser vistos hasta la alcoba donde Isboset dormía, e hiriéndole, le mataron, y cortándole la cabeza, huyeron por el camino del desierto toda la noche. 8Trajeron a David, a Hebrón, la cabeza de Isboset, y dijeron al rey: «Ahí tienes la cabeza de Isboset, hijo de Saúl, tu enemigo, que te perseguía; Yavé ha vengado hoy a mi señor, el rey, de Saúl y de su descendencia». 9Pero David, respondiendo a Recab y Bana, su hermano, hijos de Remón de Berot, les dijo: «Vive Yavé, que me salvó de toda angustia; 10que si al que me anunció, diciendo: Ha muerto Saúl, creyendo anunciarme cosa grata para mí, le cogí, y le maté en Siceleg, cuando parecía que era digno de albricias por la noticia, 11¿cuanto más ahora, que unos malvados han quitado la vida a un hombre inocente, en su casa, en su lecho, no habré de demandar su sangre de vuestras manos, exterminándoos de sobre la tierra?» 10Dió, pues, orden David a sus gentes, de matarlos; y cortándoles manos y pies, los colgaron junto a la piscina de Hebrón. La cabeza de Isboset, la cogieron y la sepultaron en el sepulcro de Abner, en Hebrón.


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SEGUNDA PARTE


DAVID, REY EN JERUSALÉN
(5 - 20)

Reina David sobre todo Israel

5 1 Vinieron a David, a Hebrón, todas las tribus de Israel, y hablaron, diciendo: «Hueso tuyo y carne tuya somos; 2ya antes, cuando reinaba Saúl sobre nosotros, tú sacabas a Israel y entrabas con él. Además Yavé te ha dicho: Apacienta a mi pueblo, y sé el jefe de Israel». 3Vinieron, pues, todos los ancianos de Israel a David, a Hebrón; y David hizo con ellos alianza en Hebrón ante Yavé, y ungieron a David rey de Israel. 4Treinta años tenía David cuando comenzó a reinar, y reinó cuarenta años. 5Reinó en Hebrón, sobre Judá, siete años y seis meses, y treinta y tres años en Jerusalén, sobre todo Israel y Judá.
6El rey se dirigió con su gente a Jerusalén, contra los jebuseos que la habitaban, que dijeron a David: «No entrarás tú aquí: ciegos y cojos bastarán para impedírtelo». Con lo que querían decir: «Jamás entrará David aquí». 7Pero David se apoderó de la fortaleza de Sión, que es la ciudad de David; 8pues había dicho: «¿Quién, batiendo al jebuseo, llegará a alcanzar por el túnel a los ciegos y cojos, aborrecidos del alma de David?» Por eso quedó en proverbio: «No volverán a casa los ciegos y los cojos».
9David estableció su residencia en la fortaleza, y la llamó la ciudad de David, y edificó en derredor, desde el terraplén para adentro. 10David iba creciendo en poder cada vez más, y Yavé Sebaot estaba con él.

11Hirán, rey de Tiro, envió a David una embajada y maderas de cedro, carpinteros y canteros, que edificaron la casa de David.
12Conoció David que Yavé le había confirmado rey de Israel, y que realzaba su reino por amor de Israel, su pueblo. 13Tomó David más concubinas y mujeres, de Jerusalén, después de venir de Hebrón, y le nacieron hijos e hijas. 14He aquí los nombres de los que le nacieron en Jerusalén: Samua, Sobab, Natán, Salomón, 15Jebar, Elima, Nefeg, 16Jafia, Elisama, Elijoda y Elifelet.
17Cuando los filisteos supieron que David había sido ungido rey de Israel, subieron todos en busca suya, y David, que lo supo, bajó a su encuentro. 18Los filisteos hicieron una incursión en el valle de Refaím, 19y David consultó a Yavé, diciendo: «¿Subiré contra Jos filisteos? ¿Los entregarás en mis manos?» Y Yavé dijo a David: «Sube, pues de cierto los entregaré en tus manos». 20Vino, pues, David, a Baal Parasim, donde los derrotó, y dijo: «Yavé ha roto a mis enemigos como rompen las aguas». Por eso se dió a aquel lugar el nombre de Baal Parasim. 21Dejaron allí sus ídolos, que David y su gentes se llevaron. 22Volvieron los filisteos a subir, y a invadir el valle de Refaím. 23Consultó David a Yavé: «¿Subiré contra los filisteos? ¿Los entregarás en mis manos?» Y Él le respondió: «No subas a su encuentro, rodea por detrás de ellos y atácalos por la espalda, desde el lado de las balsameras. 24Cuando entre las balsameras oigas ruido de pasos, ataca fuertemente, porque es Yavé que marcha delante de ti, para derrotar al ejército de los filisteos». 25David hizo lo que Yavé le mandaba, y batió a los filisteos desde Gabaón hasta Quezer.


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  • 6 La ciudad de Jebús está situada en un punto estratégico para cortar las comunicaciones entre las tribus del sur y las del norte. David se propuso quitar de en medio aquel escándalo de todo buen israelita, y a la cabeza de sus huestes aguerridas se dirige contra ellos. La acogida que los habitantes de la ciudad le hacen muestra lo confiados que estaban en la fuerza de sus fortificaciones.(Volver a Lectura).

  • 8 La moderna arqueología de la ciudad pone en claro este versículo. En la falda oriental del monte sobre que estaba edificada Jerusalén se halla la uente que los hebreos llamaron luego de Guijón (I Re 1,33). A fin de aprovecharse de sus aguas en caso de asedio, los jebuseos hbían hecho una galería subterránea, que comunicaba la ciudadela con la fuente. Por esta fuente y galería subió la gente de David y se hicieron dueños de la ciudad, contra todas las previsiones de sus habitantes.(Volver a Lectura).

  • 9 Jerusalén viene a ser el centro político de Israel, como será también poco después e! centro religioso, con el traslado del arca. David mostró en la elección su buen ojo, pues nunca después perdió Jerusalén su preponderancia en Israel.(Volver a Lectura).

  • 10 David quiso hacer de Jerusalén la capital de su reino. Para ello era preciso aumentar sus fortificaciones y disponer su interior, que debía recibir gran aumento de población. El escogió para su residencia la ciudadela, que de esto recibió el nombre de ciudad de David (1 Re 2,10).(Volver a Lectura).

  • 24 El ruido de las balsameras era la señal de que era llegado el momento oportuno del ataque. El valle de Refaím lo ponen unos al sur de Jerusalén, en el camino de Belén; otros, más bien al norte de la ciudad, no lejos de os antíguos campos de batalla de Saúl (1 Sam 4,1s).(Volver a Lectura).





Traslado del arca a Jerusalén

6 1Volvió a reunir David a los selectos de Israel, treinta mil hombres; 2y acompañado de todo el pueblo congregado tras él, se puso en marcha desde Baale Judá, para subir el arca de Dios, sobre la cual se invoca el nombre de Yavé Sebaot, sentado sobre los querubines. 3Pusieron sobre un carro nuevo el arca de Dios, y la sacaron de la casa de Abinadab, que está sobre la colina. 4Oza y Ajio, hijos de Abinadab, guiaban el carro nuevo; iba Oza al lado del arca, y Ajio iba delante; 5David y toda la casa de Israel iban danzando delante de Yavé con todas sus fuerzas, con arpas, salterios, adufes, flautas y címbalos. 6Cuando llegaron a la era de Nacón, tendió Oza la mano hacia el arca de Dios, y la cogió, porque los bueyes daban sacudidas. 7Encendióse de pronto contra Oza la cólera de Yavé, y cayó allí muerto, junto al arca de Dios. 8Entristecióse David de que hubiese herido Yavé a Oza, y fué llamado aquel lugar Pere Oza, hasta hoy.
9Atemorizóse entonces David de Yavé, y dijo: «¿Cómo voy a llevar a mí el arca de Yavé?» 10Y desistió ya de llevar a sí el arca de Yavé, a la ciudad de David, y la hizo llevar a casa de Obededón, de Get. 11Tres meses estuvo el arca de Yavé en casa de Obededón, y Yavé le bendijo a él y a toda su casa. 12Dijéronle a David: «Yavé ha bendecido a la casa de Obededón y a cuanto tiene con él, por causa del arca de Dios»; y poniéndose David en camino, subió el arca de Dios, de la casa de Obededón a la ciudad de David, con un jubiloso cortejo.

13Como los que llevaban el arca de Yavé hubieron andado seis pasos, se sacrificaron un buey y un becerro cebado. 14David danzaba con toda su fuerza.
16Cuando el arca de Yavé llegó a la ciudad de David, Micol, hija de Saúl, miró por la ventana; y al ver al rey David, saltando y danzando delante de Yavé, le menospreció en su corazón. 17Una vez que el arca de Yavé fué introducida y puesta en su lugar, en medio del tabernáculo que David había alzado para ella, David ofreció a Yavé holocaustos y sacrificios eucarísticos. 18Acabado que hubo de ofrecer los holocaustos y los sacrificios eucarísticos, bendijo al pueblo en nombre de Yavé Sebaot. 19Repartió a todo el pueblo, a toda la muchedumbre de Israel, hombres y mujeres, a cada uno una torta, un pedazo de carne y un racimo de uvas, y el pueblo se fué cada uno a su casa.
20Cuando se volvió David a la suya para bendecirla, Micol, la hija de Saúl, le salió al encuentro, diciendo: «¡Qué gloria hoy para el rey de Israel, haberse desnudado a los ojos de las siervas de sus siervos, como se desnuda un juglar!» 21David respondió a Micol: «Delante de Yavé, que con preferencia a tu padre y a toda su casa me eligió para hacerme jefe de su pueblo, de Israel, he danzado yo. 22Y aún más vil que esto quiero parecer todavía, y rebajarme más a tus ojos, y seré así honrado a los ojos de las siervas de que tú has hablado». 23Y ya Micol, hija de Saúl, no tuvo más hijos hasta el día de su muerte.


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  • 1 Desde su vuelta de los filisteos, el arca había permanecido en Quiriat-Jearim (1Sam 6,21). Ahora David quiere trasladarla a Jerusalén, para atender mejor al culto de Yavé y para acrecentar la autoridad de la nueva capital.(Volver a Lectura).

  • 14 Este detalle de culto de Yavé no tiene nada de extraño para nosotros, que vemos esto mismo en el culto cristiano en ciudades y pueblos de España. En Sal 149,3 y 150,4, el salmista invita a alabar a Yavé con danzas. Estas tenían en los tiempos primitivos un sentido religioso, y en muchos cultos orientales eran actos rituales, que sólo practicaban los sacerdotes (1Re 18,16ss).(Volver a Lectura).





José vendido por sus hermanos
ANTONIO DEL CASTILLO SAAVEDRA (1616 - 1668). JOSÉ VENDIDO POR SUS HERMANOS. GÉN 37,28.


Moisés salvado de las aguas del Nilo
PAOLO VERONESE (1528 - 1588). MOISÉS SALVADO DE LAS AGUAS DEL NILO. EX 2,5-6.


Promesa del trono eterno

7 1Cuando el rey se hubo establecido en su casa y le hubo dado Yavé el descanso, librándole de todos sus enemigos en derredor, 2dijo a Natán, profeta: «Ya ves; yo habito en casas de cedro, y el arca de Yavé está en una tienda». 3Natán respondió al rey: «Anda, haz lo que tienes en tu corazón, pues que Yavé está contigo». 4Pero aquella misma noche tuvo Natán palabra de Yavé: «Anda 5y ve a decir a David, mi siervo: Así habla Yavé: ¿Vas a edificarme tú una casa, para que Yo habite en ella? 6Mira, Yo no he habitado en casa desde el día en que saqué de Egipto a los hijos de Israel, hasta hoy, sino que he andado en una tienda, en un tabernáculo. 7Y en todo el tiempo en que anduve con los hijos de Israel, ¿he dicho Yo palabra a ninguno de los jefes de Israel, a quienes mandé que apacentaran mi pueblo de Israel, de hacerme una casa de cedro? 8Di, pues, a David, mi siervo: Así habla Yavé Sebaot: «Yo te tomé de la majada, de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe de mi pueblo, de Israel. 9He estado contigo por dondequiera que has ido; He exterminado delante de ti a todos tus enemigos, y te estoy haciendo un nombre grande, como el de los grandes de la tierra, 10estableciendo a mi pueblo Israel y plantándolo en su lugar, para que habite en él y no sea ya perturbado, y los hijos de la iniquidad no le aflijan como antes, 11desde el día en que constituí jueces sobre mi pueblo, Israel, y dándote descanso de todos tus enemigos. Hácete, pues, saber Yavé, que Él te edificará casa a ti; 12y que cuando se cumplieren tus días y te duermas con tus padres, suscitaré a tu linaje, después de ti, el que saldrá de tus entrañas, y afirmaré su reino. 13El edificará casa a mi nombre, y Yo estableceré su su trono siempre. 14Yo le seré a él padre, y él me será a Mí hijo. Si obrare él mal, yo le castigaré con varas de hombres y con azotes de hijos de hombres; 15pero no apartaré de él Mi misericordia, como la aparté de Saúl, arrojándole de delante de ti. 16Permanente será tu casa y tu reino para siempre ante Mi rostro, y tu trono estable por la eternidad».

17 Conforme a todas estas palabras y a toda esta visión, habló Natán a David; 18y entrándose el rey David, puesto delante de Yavé, dijo: «Señor, Yavé, ¿quién soy yo, y qué es mi casa, para que hasta tal punto me hayas traído? 19Y aun esto ha sido poco a tus ojos, Señor, Yavé, y has hablado acerca de la casa de tu siervo para lo por venir, aventajándome sobre los otros hombres, Señor, Yavé 20¿Qué más podrá decirte David? Tú, ¡oh Señor, Yavé!, conoces a tu siervo. 21Todas estas grandezas las haces según Tu palabra y según Tu corazón, y se las has dado a conocer a tu siervo. 22¡Qué grande eres, Señor, Yavé! No hay nadie que se Te asemeje, ni hay Dios fuera de ti, como lo hemos oído con nuestros oídos. 23¿Y hay sobre la tierra pueblo, como tu pueblo Israel, que haya rescatado Dios para hacerle el pueblo suyo, dándole su nombre y haciendo por él tan terribles y portentosas maravillas como en favor de tu pueblo hiciste, redimiéndole de Egipto, de las gentes y de sus dioses? 24Has confirmado a tu pueblo Israel, por pueblo Tuyo, para que sea tu pueblo para siempre jamás, y seas Tú su Dios. 25Mantén, pues, siempre, Señor, Yavé, la palabra que has dicho de tu siervo y de su casa, y obra según tu palabra, 26y sea glorificado por siempre tu nombre; y dígase: Yavé Sebaot es el Dios de Israel. Sea firme ante ti la casa de tu siervo David, 27pues que Tú mismo, Yavé Sebaot, Dios de Israel, te has revelado a tu siervo, diciendo: Yo te edificaré a ti casa. 28Por eso se atreve tu siervo a dirigirte esta plegaria: ¡Oh Señor, Yavé! Tú eres Dios, y Tus palabras son verdaderas, y has prometido a tu siervo hacerle esta gracia. 29Tenlo, pues, a bien, y bendice la casa de tu siervo, para que subsista siempre delante de ti; porque tú, Señor, Yavé, has hablado, y con tu bendición será por siempre bendita la casa de tu siervo».


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  • 2 David tenía instalada el arca en una tienda, que era un recuerdo del tabernáculo del desierto; pero esto no le satisfacía. La majestad de Yavé y la dignidad de la corte real pedían algo más. Debía edificar un templo de piedra labrada y madera de cedro. dio parte de su propósito al profeta Natán, su consejero, el cual de primera intención lo aprobó.(Volver a Lectura).

  • 8 Pero en revelación Yavé advierte a su profeta no ser ésa su voluntad, más en premio de tal propósito concede a David lo que había negado a Saúl: la perpetuidad de su dinastía. Un hijo suyo edificará a Yavé la casa que él deseaba. Esta promesa va ligada a la bencidición de Jacob a Judá, la permanencia del cetro en las manos de Judá hasta que venga Aquel para quien se destina (Gén 49,8ss). Los profetas a una declaran el sentido mesiánico de esa promesa (Miq 5,1ss), y su voz resuena en las narraciones evangélicas, en que vemos al Mesías apellidado «Hijo de David» (Mt 21,9; 22,41ss).(Volver a Lectura).

  • 16 Es la promesa de la perpetuidad de la dinastía davídica, que tendrá su más perfecta realización en el Mesías, hijo de David.(Volver a Lectura).





Guerras y triunfos de David

8 1Después de esto batió David a los filisteos y los humilló, arrebatando de las manos de los filisteos Get y las ciudades de su dependencia. 2Batió también a los moabitas, y haciéndolos postrarse en tierra, los midió, echando sobre ellos las cuerdas; y dos de las medidas las condenó a muerte, y a la otra le dejó la vida. Los moabitas quedaron sometidos a David y le pagaron tributo.
3Batió a Hadadezer, hijo de Rojob, rey de Soba, cuando iba camino para restablecer su dominio hasta el Eufrates. 4Tomóle David mil setecientos caballeros y veinte mil infantes; desjarretó a todos los caballos de los carros de guerra, no dejando más que cien tiros de carros. 5Habiendo venido en socorro de Hadadezer, rey de Soba, los sirios de Damasco, batió David a veinte mil de ellos; 6puso guarniciones en la Siria de Damasco, y se le sometieron los sirios, haciéndose tributarios. Yavé dió a David la victoria por dondequiera que fué. 7Tomó David los escudos de oro que llevaban los de Hadadezer, y los trajo a Jerusalén. 8Tomó también gran cantidad de bronce en Belaj y Berotai, ciudades de Hadadezer.

9Cuando Toú, rey de Amat, supo que David había derrotado a todas las fuerzas de Hadadezer, 10mandó a Jodorán, su hijo, al rey David, para saludarle y felicitarle por haber atacado y vencido a Hadadezer, pues Toú estaba constantemente en guerra con Hadadezer. Jodorán trajo vasos de oro, vasos de plata y vasos de bronce; 11y el rey David los consagró también a Yavé, como había hecho con la plata y el oro de las gentes que había sometido, 12de Siria, de Moab, de los hijos de Ammón, de los filisteos, de Amalec, y el botín que había tomado a Hadadezer, hijo de Rojob, rey de Soba.
13David adquirió gran fama, y de vuelta de la victoria de Siria, combatió en el valle de la sal, derrotando a dieciocho mil edomitas. 14Puso guarniciones en Edom, y todo Edom le quedó sometido. Yavé le daba la victoria por dondequiera que iba.
15Reinó David sobre todo Israel, haciendo derecho y justicia a todo su pueblo. 16Joab hijo de Sarvia, era el jefe del ejército; Josafat, hijo de Ajilud, era cronista; 17Sadoc, hijo de Ajimelec, hijo de Ajitob, y Abiatar, fueron sacerdotes; y Saraia secretario. 18Banaias, hijo de Joiada, era el jefe de los cereteos y los feleteos, y los hijos de David eran los áulicos.


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  • 2 Por I Sam 22,3 sabemos las buenas relaciones de David con los moabitas, las cuales no sabemos cuándo ni cómo se mudaron. La causa debió de ser muy grave para que David tomara de ellos las represalias aquí indicadas.(Volver a Lectura).

  • 15 La corte estaba organizada en la siguiente manera: Joab, sobrino de David, tenía el mando del ejército; Josafat es el cronista del reino. Es ésta una noticia importante para la futura historia de Israel (I Re 4,1ss).(Volver a Lectura).

  • 17 Los sacerdotes son dos, e ignoramos la diferencia de grado que hubiera entre ellos (I Re 15,24; 19,11). Sadoc aparece ahora por primera vez; Abiatar, hijo de Ajimelec, asesinado por Saúl, fue el compañero de David en sus peregrinaciones (II Sam 22,20) y ocuparía el puesto principal, que deberá dejar luego a Sadoc, al fracasar la conspiración de Adonías (I Re 2,26ss; I Sam 2,27ss). Tampoco es fácil de precisar el sentido de los cargos de mazkir y sopher, introducidos por David.(Volver a Lectura).

  • 18 Estos cereteos, con frecuencia mencionados en la historia de David, eran extranjeros y mercenarios. Parecen pertenecer a los «pueblos del mar», que en el sigo XII, bajando por la costa, llegaron hasta las fronteras de Egipto, donde los detuve Ramsés III, que les permitió instalarse en Canán. A ellos pertenecían los filisteos, que parecen emparentados con Gat, ciudad filistea (cf. 15,18). Donde el texto dice de los hijos de David «eran sacerdotes», el lugar paralelo de I Par 18,17 corrige diciendo «eran los primeros cerca del rey».(Volver a Lectura).





Mifiboset, el hijo de Jonatán

9 1David preguntó: «¿Queda todavía alguno de la casa de Jonatán, a quien pueda favorecer por amor a Jonatán?» 2Había un servidor de la casa de Saúl, de nombre Siba; luciéronle, pues, venir a David, y el rey le dijo: «¿Eres tú Siba?» Él respondió: «Tu siervo». 3El rey le preguntó: «¿No queda ninguno de la casa de Saúl, a quien pueda hacer yo misericordia de Dios?» Siba respondió al rey: «Queda todavía un hijo de Jonatán, que está lisiado de ambos pies». 4«¿Dónde está?», preguntó el rey; y Siba respondió: «Está en casa de Maquir, hijo de Amiel, en Lodabar».
5El rey David mandó a buscarle a la casa de Maquir, hijo de Amiel, a Lodabar; 6yllegado a David Mifiboset, hijo de Jonatán, se echó sobre su rostro, prosternándose, y David le dijo: «Mifiboset».

El le respondió: «Aquí tienes a tu siervo». 7David le dijo: «Nada temas, porque quiero favorecerte por amor de Jonatán, tu padre. Te devolveré todas las tierras de Saúl, tu padre, y comerás siempre a mi mesa». 8El se prosternó y dijo: «¿Qué es tu siervo, para que pongas tu vista en un perro muerto como yo?» El rey llamó a Siba, servidor de Saúl, y le dijo: «Todo cuanto pertenece a Saúl, toda su casa, se lo doy al hijo de tu amo. 10Tú cultivarás para él las tierras, tú, tus hijos y tus siervos, y le traerás la cosecha, para que la casa de tu amo tenga de qué vivir, y Mifiboset, tu amo, comerá siempre a mi mesa». Siba tenía quince hijos y veinte siervos; 11y dijo al rey: «Todo se hará como el rey, mi señor, se lo manda a su siervo». 12Mifiboset tenía un hijo pequeño, que se llamaba Mica, y todos los que vivían en la casa de Siba eran siervos de Mifiboset; 13pero éste moraba en Jerusalén, porque comía siempre a la mesa del rey; y era cojo de ambos pies.


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  • 6 David cumple aquí la promesa hecha a su amigo, protegiendo al único que quedaba de su descendencia (I Sam 18,3; 20,14s. 41ss). Su nombre es Mifibaal, que los escribas judíos mudaron en Mifiboset (cf. 2,8).(Volver a Lectura).





Guerra contra los amonitas y los sirios, sus aliados

10 1Después de esto murió el rey de los hijos de Ammón, y le sucedió Janón, su hijo. 2David dijo: «Voy a mostrar benevolencia a Janón, hijo de Najas, como su padre me la mostró a mi». Y envió David embajadores para darle el pésame por la muerte de su padre. Cuando los embajadores de David llegaron a la tierra de los hijos de Ammón, 3dijeron los príncipes de los hijos de Ammón a su Señor: «¿Crees tú que para honrar a tu padre ha mandado David consoladores? ¿No los ha mandado más bien para explorar la ciudad, con el fin de destruirla?» 4Entonces Janón, cogiendo a los embajadores de David, rapóles la mitad de la barba, y les cortó los vestidos hasta la mitad de las nalgas, y los despachó. 5En cuanto lo supo David, mandó quienes les salieran al encuentro, porque aquéllos estaban en gran confusión, y les dijeran: «Quedaos en Jericó, hasta que os vuelva a crecer la barba, y entonces volveréis».
6Viendo los hijos de Ammón que se habían hecho odiosos a David, concertaron tomar a sueldo a veinte mil infantes de los sirios de Bet Rojob y de Soba, mil de los de Maca, y doce mil de los de Tob. 7Súpolo David, y mandó salir contra ellos a Joab y a todo el ejército, gente aguerrida. 8Salieron los hijos de Ammón, y se ordenaron en batalla a la entrada de la puerta; los sirios de Soba y de Rojob, así como las gentes de Tob y de Maca, estaban aparte en el campo.

9Al ver Joab que tenía un frente de batalla delante de sí y otro detrás, escogió entre lo mejor de su ejército un cuerpo que oponer a los sirios, 10y puso el resto del pueblo a las órdenes de Abisai, su hermano, para hacer cara a los hijos de Ammón, 11y dijo: «Si ves que los sirios me superan, vienes en mi ayuda, y si los hijos de Ammón te superan a ti, yo iré a socorrerte. 12Esfuérzate, y luchemos valientemente por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios, y que haga Yavé lo que mejor le parezca».
13Avanzó Joab con su hueste, para atacar a los sirios, pero éstos se pusieron en fuga ante él; 14y los hijos de Ammón, viendo que huían los sirios, huyeron también ellos ante Abisai, entrándose en la ciudad. Joab se volvió de contra los hijos de Ammón, y retornó a Jerusalén; 15pero los sirios, viéndose vencidos por Israel, reconcentraron sus fuerzas; 16y Hadadezer hizo venir a los sirios que estaban al otro lado del río, que vinieron a Jelam, mandados por Sobac, jefe del ejercito de Hadadezer. 17Súpolo David, y reuniendo a todo Israel, pasó el Jordán y vino a Jelam. Los sirios presentaron batalla a David, y se trabó el combate, 18pero huyeron delante de Israel, y David les mató los caballos de setecientos carros, mil caballeros y cuarenta mil hombres de a pie. Mató también al jefe del ejército, Sobac, que quedó muerto allí. 19Todos los reyes vasallos de Hadadezer, viéndose vencidos por Israel, hicieron la paz con Israel y se le sometieron, y los sirios no osaron ya socorrer a los hijos de Ammón.


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Adulterio y homicidio de David

11 1Al año siguiente, al tiempo en que los reyes suelen ponerse en campaña, mandó David a Joab con todos sus servidores y todo Israel, a talar la tierra de los hijos de Ammón, y pusieron sitio a Raba, pero David se quedó en Jerusalén.
2Una tarde, levantóse del lecho y se puso a pasear en la terraza de la casa real; y vió desde allí a una mujer, que estaba bañándose y era muy bella. 3Hizo preguntar David quién era aquella mujer, y le dijeron: «Es Betsabé, hija de Eliam, la mujer de Urías, el geteo». 4David envió gentes en busca suya, vino ella a su casa, y él durmió con ella. Purificada de su inmundicia, volvióse a su casa. 5Quedó encinta, y lo hizo saber a David, mandando a decirle: «Estoy encinta». 6Entonces David expidió a Joab esta orden: «Mándame a Urías, el geteo». Y Joab mandó Urías a David. 7Presentóse Urías a David, y el rey le pidió nuevas de Joab, del ejército y de las operaciones militares; 8y después dijo a Urías: «Baja a tu casa y lávate los pies». Salió Urías de la casa del rey, y detrás de él un obsequio del rey; 9pero Urías se acostó a la puerta del palacio real con los demás servidores de su señor, y no bajó a su casa.
10 Dijéronle a David: «Urías no ha bajado a su casa». Y David le dijo: «¿Después de haber estado fuera, cómo no has bajado a tu casa?» 11Urías respondió a David: «El arca, Israel y Judá habitan en tiendas; mi señor, Joab, y los servidores de mi señor acampan al raso, ¿e iba yo a entrar en mi casa, para comer y beber y dormir con mi mujer? Por tu vida y por la vida de tu alma, que no haré yo cosa semejante». 12David dijo a Urías: «Quédate aquí todavía hoy, y mañana te despacharé». Quedóse, pues Urías en Jerusalén aquel día; 13y al siguiente David le convidó a comer con él, y Urías se embriagó, y salió ya tarde a acostarse con los servidores.

14A la mañana siguiente escribió David a Joab una carta, y se la mandó por manos de Urías. 15En esta carta había escrito: «Poned a Urías en el punto donde más dura sea la lucha, y cuando arrecie el combate, retiraos y dejadle solo, para que caiga muerto». 18Joab, que asediaba la ciudad, puso a Urías en el sitio donde sabía que estaban los más valerosos de los defensores. 17Los de la ciudad hicieron una salida contra Joab, y cayeron muchos del pueblo, de los servidores de David, y entre ellos cayó muerto Urias, el geteo. 18Joab mandó uno que informara a David de lo sucedido en el combate, 19y le dió esta orden: «Cuando hayas acabado de contar al rey lo sucedido en el combate, 20si se enciende su cólera, y dice: «¿Por qué os habéis acercado a la ciudad, para trabar combate? ¿No sabíais que los sitiados habían de arrojar sus tiros contra vosotros? 21¿Quién mató a Abimelec, hijo de Jerobaal? ¿No fué una mujer, que lanzó sobre él un pedazo de rueda de molino, de cuya herida murió en Tebes? ¿Por qué, pues, os acercasteis a la muralla?» Le dirás: «Tu siervo Urías ha muerto también».
22 Partió el mensajero, y a su llegada contó a David todo lo que Joab le había ordenado 23diciendo a David: «Aquellas gentes, en más número que nosotros, hicieron una salida, pero los rechazamos hasta la puerta. 24Sus arqueros tiraban contra tus servidores desde lo alto de la muralla, y muchos de los servidores del rey fueron muertos: entre ellos tu siervo Urías, el geteo, quedó muerto también». 25David dijo al mensajero: «He aquí lo que dirás a Joab: No te apures demasiado por este asunto, porque la espada devora unas veces a uno, otras veces a otro. Refuerza el ataque contra la ciudad, y destrúyela». Y alentóle así. 26La mujer de Urías supo la muerte de su marido, y le lloró. 27Pasado el duelo, mandó David a buscarla y la introdujo en su casa, y la tomó por mujer, y ella le dió un hijo.


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  • 1 En el amplio relato de esta campaña, dirigida por Joab, el autor sagrado intercala este episodio de la vida privada de david en que se pone de manifiesto la flaqueza de David y su abuso de poder; la nobleza y la lealtad de Urías no obstante su origen extraño; la autoridad del profeta Natán, que tan hermosamente supo arrancar al rey su propia condenación, y, finalmente, el espíritu profundamente religioso de David.(Volver a Lectura).





Reproches de Natán a David

12 1 Lo que había hecho David fué desagradable a los ojos de Yavé; y Yavé le envió a Natán, para decirle: «Juzga este caso: Había en una ciudad dos hombres, el uno rico y el otro pobre. 2El rico tenía muchas ovejas y muchas vacas, 3y el pobre no tenía más que una sola ovejuela, que él había comprado y criado, que con él y con sus hijos había crecido juntamente, comiendo de su pan y bebiendo de su vaso y durmiendo en su seno, y era para él como una hija. 4Llegó un viajero a casa del rico; y éste, no queriendo tocar a sus ovejas ni a sus bueyes, para dar de comer al viajero que a su casa llegó, tomó la ovejuela del pobre, y se la aderezó al huésped». 5Encendido David fuertemente en cólera contra aquel hombre, dijo a Natán: «¡Vive Yavé, que el que tal hizo es digno de la muerte, 6y que ha de pagar la oveja con siete tantos encima, por haber hecho tal cosa, obrando sin piedad!» 7Natán dijo entonces a David: «¡Tú eres ese hombre! He aquí lo que dice Yavé, Dios de Israel: 8Yo te ungí rey de Israel, y Te libré de las manos de Saúl; Yo Te he dado la casa de tu señor, y He puesto en tu seno las mujeres de tu señor, y Te he dado la casa de Israel y de Judá; y por si esto fuera poco, Te añadiría todavía otras cosas mucho mayores. 9¿Cómo, pues, menospreciando la palabra de Yavé, has hecho lo que es malo a sus ojos? Has herido a espada a Urías, geteo; tomaste por mujer a su mujer, y a él le mataste con la espada de los hijos de Ammón. 10Por eso, no se apartará ya jamás de tu casa la espada, por haberme menospreciado, tomando por mujer a la mujer de Urías, geteo. 11Así dice Yavé: Yo haré surgir el mal contra ti, de tu misma casa, y tomaré ante tus mismos ojos tus mujeres, y se las daré a otro, que yacerá con ellas a la cara misma de este sol; 12porque tú has obrado ocultamente, pero Yo haré esto a la presencia de todo Israel y a la cara del sol».
13David dijo a Natán: «He pecado contra Yavé». Y Natán dijo a David: Yavé te ha perdonado tu pecado. No morirás; 14mas por haber hecho con esto que menospreciasen a Yavé sus enemigos, el hijo que te ha nacido, morirá». 15Y Natán se fué a su casa. Hirió Yavé al niño que había dado a luz la mujer de Urías, enfermando gravemente.

16Entonces rogó David a Dios por el niño, y ayunó y se recogió, pasando las noches acostado en tierra. 17Los ancianos de su casa fueron a él, para hacer que se levantase de la tierra, mas él no quiso y ni comía con ellos. 18Al sétimo día murió el niño, y los servidores no se atrevían a darle la noticia de su muerte, pues se decían: «Si cuando aún vivía el niño, le hablábamos y no quería oír nuestra voz, ¿cuánto más no lo hará cuando le digamos que el niño ha muerto?» 19Mas David, al ver que sus servidores cuchicheaban entre sí, comprendió que el niño había muerto, y preguntó a sus servidores: «¿Ha muerto el niño?» Y ellos le respondieron: «Ha muerto».
20Levantóse entonces de tierra David; se bañó, se ungió, se mudó sus ropas, y entrando en la casa de Yavé, oró. Cuando hubo vuelto a casa, pidió que le trajeran de comer, y comió. 21Dijéronle sus servidores: «¿Qué es lo que haces? Cuando el niño aún vivía, ayunabas por él y llorabas, y ahora que ha muerto te has levantado y has comido». 22Y él respondió: «Cuando aún vivía el niño, ayunaba y lloraba, diciendo: ¡Quién sabe si Yavé se apiadará de mí y hará que el niño viva! 23Ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré ya volverle la vida? Yo iré a él, pero él no vendrá ya más a mí».
24Consoló David a Betsabé, su mujer; y entrando a ella, durmió con ella, y ella le dió un hijo, a quien llamó Salomón, 25al que amó Yavé, que envió a Natán, profeta, el cual le dió el nombre de Jedidya, por causa de Yavé.
26Joab que asediaba Raba, de los hijos de Ammón, se apoderó de la ciudadela, 27y mandó mensajeros a David, para decirle: «He atacado a Raba y ya me he apoderado de la ciudadela; 28 reúne, pues, al pueblo todo, y ven a acampar contra la ciudad, para que no sea yo quien por mí mismo la tome, y se me atribuya a mí la victoria». 29David reunió al pueblo, y marchando contra Raba, la atacó y se apoderó de ella. 30Quitó de sobre su cabeza la corona de su rey, que pesaba un talento de oro y estaba guarnecida de piedras preciosas, y fué puesta en la cabeza de David, que tomó de la ciudad muy gran botín. 31A los habitantes los sacó de la ciudad, y los puso a las sierras, a los trillos herrados, a las hachas, a los molinos y a los hornos de ladrillos. Eso mismo hizo con todas las ciudades de los hijos de Ammón. Después se tornó David a Jerusalén con todo el pueblo.


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  • 30 En vez de «su rey», que no podía llevar una tal corona, el texto griego lee «Melcom», el dios de los amonitas, cuya corona tomaría David como trofeo de guerra (I Re 11,5ss).(Volver a Lectura).





Incesto de Amnón

13 1Después de esto, sucedió que teniendo Absalón una hermana, que era muy bella y se llamaba Tamar, se prendó de ella Amnón, hijo de David. 2Amnón andaba por ella atormentado, hasta enfermar por Tamar, su hermana; pues siendo ella virgen, le parecía a Amnón difícil obtener nada de ella. 3Tenía Amnón un amigo, de nombre Jonadab, hijo de Simea, hermano de David, que era muy astuto, 4y que le dijo: «Hijo del rey, ¿cómo y por qué de día en día vas enflaqueciendo? ¿No me lo descubrirás a mí?» Y Amnón le dijo: «Es que estoy enamorado de Tamar, la hermana de Absalón, mi hermano». 5Jonadab le dijo: «Métete en cama y hazte el enfermo, y cuando tu padre venga a verte, dile: Ruégote que venga mi hermana Tamar, para darme de comer, y preparando delante de mí algún manjar, lo coma yo de su mano». 6Amnón se metió en cama, fingiéndose enfermo. Vino el rey a verle, y Amnón le dijo: «Te ruego que Tamar mi hermana venga a hacerme delante de mí un par de hojuelas, y las coma yo de su mano». 7David mandó a decir a Tamar a sus habitaciones: «Vete a las habitaciones de tu hermano Amnón, a prepararle algo de comer». 8Fué Tamar a las habitaciones de Amnón, que estaba en la cama; y tomando la harina, la amasó, hizo las hojuelas delante de él; 9y tomando la sartén, las frió y se las presentó, pero él no quiso comerlas, y dijo: «Que salgan todos de aquí», y todos se salieron. 10Entonces dijo Amnón a Tamar: «Trae las hojuelas a la alcoba, para que yo las coma allí de tu mano», y tomando Tamar las hojuelas que había preparado, se las llevó a su hermano a la alcoba. 11Cuando se las puso delante para que las comiese, él, cogiéndola, le dijo: «Ven, hermana mía, acuéstate conmigo». 12Ella le dijo: «No, hermano mío, no me hagas fuerza, mira que no se hace eso en Israel. No hagas tal infamia, 13porque ¿adonde iría yo con mi deshonra? Y tú serías uno de los perversos de Israel. Mira, habla al rey, que seguramente no rehusará darme a ti». 14Pero él no quiso darle oídos; y como era más fuerte que ella, la violentó y se echó con ella.
15Aborrecióla luego Amnón, con tan gran aborrecimiento, que el odio que le tomó fué todavía mayor que el amor con que la había amado; y le dijo: «Levántate y vete». 16Ella le respondió: «Al mal que me has hecho no añadas ahora el mayor todavía de echarme». 17Pero él no quiso oírla, y llamando al mozo que le servía, le dijo: "Echame a ésta fuera de aquí, y cierra la puerta». 18Estaba ella vestida con una amplia túnica, traje que llevaban las hijas del rey vírgenes. El criado la echó fuera, y cerró tras ella la puerta. 19Tamar echó ceniza sobre su cabeza, rasgó la amplia túnica que vestía, y puestas sobre la cabeza las manos, se fué gritando.

20Su hermano Absalón le dijo: «¿De modo que tu hermano Amnón ha estado contigo? Pues calla por ahora, hermana; es tu hermano; no des demasiada importancia a la cosa»; y Tamar se quedó desconsolada en la casa de Absalón, su hermano. 21Cuando el rey supo todo esto, enojóse grandemente, pero no quiso castigar a Amnón, porque le amaba como a primogénito. 22Absalón no dijo a Amnón nada, ni de bueno ni de malo, pero le odió por la violación de su hermana Tamar.
23Al cabo de dos años tenía Absalón el esquileo en Báljasor, que está cerca de Efraím, y quiso convidar Absalón a todos los hijos del rey. 24Vino Absalón al rey y le dijo: «Tu siervo tiene ahora el esquileo, te ruego que venga el rey y sus siervos a la casa de tu siervo». 25El rey respondió a Absalón: «No, hijo mío, no iremos todos para no serte gravosos». Y aunque le porfió, no quiso ir, y le bendijo. 26Entonces le dijo Absalón: «Al menos, permite que venga Amnón, mi hermano». «¿Y para qué ha de ir?», le dijo el rey; 27mas como le importunase Absalón, dejó ir con él a Amnón y a todos los hijos del rey.
Absalón había preparado un gran banquete, como banquete de rey, 28y había dado orden a sus criados, diciendo: «Estad atentos, y cuando el corazón de Amnón se haya alegrado con el vino, y os diga yo: Herid a Amnón; matadle, y no temáis, que yo os lo mando. Esforzaos, pues, y tened valor». 29Los criados de Absalón hicieron con Amnón lo que Absalón les había mandado; y luego todos los hijos del rey se levantaron, montaron en sus mulos, y huyeron. 30Cuando todavía no estaban de vuelta, llegó a oídos de David el rumor de que Absalón había matado a todos los hijos del rey, sin que ninguno quedara; 31y levantándose David, rasgó sus vestiduras y se echó en tierra, y todos sus servidores rasgaron delante de él sus vestiduras. 32Jonadab, hijo de Simea, hermano de David, habló y dijo: «No crea mi señor que han muerto todos los jóvenes hijos del rey; es Amnón solo el que ha muerto, porque era cosa que estaba en los labios de Absalón, desde que Amnón forzó a Tamar, su hermana. 33No crea, pues, mi señor el rey, ese rumor que dice: «Han muerto todos los hijos del rey», porque es sólo Amnón el muerto». 34Absalón huyó.
El joven que hacía de centinela, alzando los ojos, vió venir gran tropel de gentes por el camino de Joronaim, del lado de la montaña, y lo anunció. 35Entonces dijo Jonadab al rey: «Ya vienen los hijos del rey, es lo que tu siervo ha dicho» 36y apenas acabó de hablar, llegaron los hijos del rey, y alzando la voz, lloraron. También el rey y sus servidores lloraron con grandes lamentos.
37Absalón fuese huido a Talmai, hijo de Amiud, rey de Gesur, y David lloraba todos los días la ausencia de su hijo. 38Estuvo allí Absalón, después que huyó a Gesur, tres años; 39y el rey David se consumía por ver a Absalón, pues de Amnón, el muerto, ya se había consolado.


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  • 1 El autor nos trae muchas veces a la memoria la familia de David, sus mujeres y sus hijos (I Sam 27,2s; II Sam 2,2; 5,13). este capítulo es el primero de la triste historia familiar de David que estuvo lejos de ser feliz. Todo ello fruto de la poligamia. Esta Tamar, hermana de Absalón, era hermana de Ammón sólo por parte del padre.(Volver a Lectura).

  • 13 Nada nos autoriza a suponer que esta esperanza de Tamar, se hubiera realizado, permitiendo David un matrimonio entre hermanos, reprobado por la ley, aunque autorizado por el ejemplo de Abraham.(Volver a Lectura).





Vuelta de Absalón

14 1Conociendo Joab, hijo de Sarvia, que el corazón del rey estaba por Absalón, 2mandó a Tecua, y trajo de allí una mujer ladina, y le dijo: «Mira, enlútate, vístete las ropas de duelo, no te unjas con óleo, antes preséntate como mujer que de tiempo atrás lleva luto por un muerto; 3y entrando al rey, háblale de esta manera; y puso Joab en boca de la mujer lo que había de decir. 4Entró, pues, la mujer de Tecua al rey; y postrándose en tierra, le hizo reverencia y dijo: «¡Oh rey, sálvame»! 5El rey le dijo: «¿Qué tienes?», y ella respondió: «Soy una mujer viuda, murió mi marido, 6y tenía tu sierva dos hijos. Riñeron los dos en el campo, donde no había quien los separase, y el uno, hiriendo al otro, le mató; 7y he aquí que toda la parentela, alzándose contra tu sierva, dice: Entréganos al que mató a su hermano, para que le demos muerte, por la vida de su hermano, a quien mató él; y quieren matar al heredero, apagando así el ascua que me ha quedado, y no dejando a mi marido ni nombre ni sobreviviente sobre la tierra». 8El rey dijo a la mujer: «¡Vete a tu casa, que ya daré yo órdenes sobre eso tuyo». 9Entonces dijo la mujer de Tecua al rey: «Rey mi señor, yo querría que la responsabilidad recayera sobre mí y sobre la casa de mi padre, no sobre el rey y sobre su trono». 10El rey entonces, respondió: «Si alguno sigue inquietándote, tráelo a mí, que no te inquietará más». 11Ella entonces dijo: «Ruégote, oh rey, que interpongas el nombre de Yavé, tu Dios, y no dejes que el vengador de la sangre aumente la ruina matando a mi hijo». Y él respondió: «Vive Yavé, que no caerá en tierra ni un cabello de la cabeza de tu hijo». 12La mujer añadió: «Permite, oh rey, a tu sierva que diga una palabra a mi señor». El rey dijo: «Habla». 13Y la mujer entonces dijo: «¿Por qué, pues, piensas tú de otro modo contra el pueblo de Dios? Pues con el juicio que el rey ha pronunciado, se hace como reo, por no hacer el rey que vuelva su fugitivo. 14Porque todos morimos y somos como agua que se derrama en la tierra, que no puede volver a recogerse. Deja Dios la vida, y es que quiere que el fugitivo no quede arrojado de su presencia. 15Si he venido yo a decir esto al rey, mi señor, es porque el pueblo me dió miedo, y me dije: «Voy a hablar al rey, a ver si hace lo que su sierva le diga. 16Seguramente el rey escuchará a su sierva y la librará de la mano del que quiere raerme a mí, juntamente con mi hijo, de la heredad de Dios. 17Tu sierva ha dicho: Que me tranquilice la palabra de mi señor el rey, ya que es el rey, mi señor, como el ángel de Dios, para discernir entre lo bueno y lo malo. Y ahora, que Yavé tu Dios, sea contigo».

18El rey entonces dijo a la mujer: «Mira, no me ocultes nada de lo que voy a preguntarte». Y la mujer respondió: «Hable el rey, mi señor». 19El rey le dijo: «¿No anda en todo esto la mano de Joab?»; y la mujer respondió: «Por tu vida, oh rey mi señor, que no se aparta lo que el rey mi señor dice, ni a la derecha ni a la izquierda. 20Joab, tu siervo, me ha mandado, y ha puesto en la boca de tu sierva todas estas palabras. Joab, tu siervo, ha hecho esto para ver de mudar el aspecto de las cosas. Pero mi señor es sabio, con la sabiduría de un ángel de Dios, para conocer cuanto pasa en la tierra». 21Entonces el rey dijo a Joab: «Voy a hacer según tu palabra: Ve, pues, y haz que vuelva el joven Absalón». 22Joab se echó rostro a tierra y se prosternó, y bendiciendo al rey, dijo: «Ahora comprendo que tu siervo ha hallado gracia a tus ojos, oh rey, mi señor, pues ha hecho el rey lo que su siervo le ha dicho». 23Levantóse luego Joab y se fué a Gesur, y trajo consigo a Absalón a Jerusalén. 24Pero el rey dijo: «Que se vaya a su casa y no se me presente, y fuése Absalón a su casa sin ver al rey.
25No había en todo Israel hombre tan hermoso como Absalón; desde la planta de los pies hasta la cabeza, no había en él defecto; 26ycuando se cortaba el pelo, cosa que hacía al fin de cada año, porque le molestaba y por eso se lo cortaba, pesaba el cabello de su cabeza doscientos siclos, peso real. 27Naciéronle a Absalón tres hijos y una hija de nombre Tamar, que era hermosísima. 28Por dos años estuvo Absalón en Jerusalén, sin poder ver al rey.
29Mandó Absalón por Joab, para que éste fuera por él al rey, pero Joab se negó a ir, y aunque por segunda vez le llamó, no quiso ir. 30Entonces dijo a sus siervos: «Ya sabéis que el campo de Joab está junto al mío, y que tiene allí su cebada; id y prendedle fuego». Y los siervos de Absalón pegaron fuego a las tierras de Joab. Vinieron entonces los siervos de Joab, rasgadas las vestiduras, y le dijeron: «Los siervos de Absalón han pegado fuego a tu campo». 31Levantóse Joab y vino a casa de Absalón, y le dijo: «¿Por qué han pegado fuego tus siervos a mis tierras?» 32Y Absalón le respondió: «Dos veces te he mandado a llamar, para que vinieses, y fueses por mí al rey a decirle: ¿Para qué he venido de Gesur? Mejor me hubiera sido estarme allí. Que pueda yo ver a mi padre, y si soy culpable, máteme. 33Fué, pues, Joab al rey, y le dijo esto, y el rey llamó a Absalón, que inclinó a tierra su rostro ante el rey, y el rey besó a Absalón.


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  • 26 El texto griego lee cien siclos, y esta lección parece deba ser preferida. Dado el peso de siclo, pesaría la cabellera 1.420 gramos.(Volver a Lectura).





Rebelión de Absalón. Fuga de David

15 1Después de esto se hizo Absalón con carros y caballos, y cincuenta hombres iban delante de él. 2Levantábase Absalón bien de mañana, y poniéndose junto a la puerta, a cualquiera que tenía un pleito y venía a juicio ante el rey, le llamaba Absalón y le decía: «¿De dónde eres?» Y él le contestaba: «Tu siervo es de tal o cual de las tribus de Israel». 3Entonces Absalón le decía: «Mira, tu causa es buena y justa, pero no tendrás quien por el rey te oiga. 4¡Quién me pusiera a mí por juez de la tierra, para que viniesen a mí cuantos tienen algún pleito o algún negocio, y yo les haría justicia!» 5Y cuando alguno quería postrarse ante él, él le tendía la mano, le cogía y le besaba; 6y así robaba el corazón de los de Israel.
7Al cabo de cuatro años dijo Absalón al rey: «Te ruego que me permitas ir a Hebrón, a cumplir un voto que he hecho a Yavé; 8porque cuando tu siervo estaba en Gesur, en Siria, prometí: «Si Yavé me vuelve a Jerusalén, sacrificaré a Yavé». 9El rey le dijo: «Ve en paz»; y él se levantó y se fué a Hebrón. 10Absalón mandó mensajeros por todas las tribus de Israel, diciendo: Guando oigáis sonar la trompeta, gritad: «Absalón reina en Hebrón». 11Fueron con Absalón a Hebrón doscientos hombres invitados, con corazón sencillo, que nada sabían. 12También mandó a llamar Absalón a Ajitofel, gilonita, del consejo de David, a su ciudad de Giló.
Mientras hacía sus sacrificios, la conjuración iba creciendo, y llegó a ser grande, pues iban aumentando los secuaces de Absalón. 13Vinieron a avisar a David, diciendo: «Todo Israel se va tras Absalón». 14Entonces David dijo a todos sus servidores, que estaban con él en Jerusalén: «Levantaos, y huyamos, porque no podríamos escapar delante de Absalón. Daos prisa a salir, no sea que nos sorprenda él y eche sobre nosotros el mal, y pase la ciudad a filo de espada». 15Los servidores le dijeron: «Tus siervos están dispuestos a hacer cuanto mande el rey nuestro señor».
16Partióse, pues, el rey a pie, seguido de toda su familia, dejando diez concubinas al cuidado de la casa. 17El rey salió con toda su gente, a pie, y se detuvieron en un lugar alejado. 18Todos sus servidores iban a sus lados; los cereteos, los feleteos y los geteos, en número de seiscientos, que desde Get le habían seguido, marchaban a pie delante del rey.

19El rey dijo a Itai, el geteo: «¿Por qué has de venir tú también con nosotros? Vuélvete y quédate con el rey. pues tú eres un extranjero y estás fuera de tu tierra, sin domicilio. 20Ayer llegaste, ¿y voy a hacerte hoy errar con nosotros, cuando ni yo mismo sé siquiera a dónde voy? Vuélvete, y lleva contigo a tus hermanos, y sea contigo la gracia y la verdad». 21Pero Itai respondió al rey, diciendo: «Vive Dios, y vive mi señor el rey, que donde mi señor esté, vivo o muerto, allí estará tu siervo». 22Entonces dijo David a Itai: «Ven y pasa», y pasó Itai, geteo, con toda su gente y su familia.
23Todos iban llorando en alta voz, y pasaron el torrente de Cedrón el rey y todo el pueblo, camino del desierto. 24Iba también Sadoc, y con él todos los levitas, que llevaban el arca de la alianza de Dios. Detuviéronse con el arca de la alianza de Dios, mientras subía Abiatar, y hasta que toda la gente se hubo salido de la ciudad. 25Entonces dijo el rey a Sadoc: «Vuelve el arca de Dios a la ciudad. Si hallo gracia a los ojos de Yavé, Él me volverá a traer, y me hará volver a ver el arca y el tabernáculo. 26Pero si Él dice: No me complazco en ti, aquí me tiene; haga Él conmigo lo que bien le parezca». 27Y siguió diciendo a Sadoc: «Tú, vuélvete en paz a la ciudad, con Ajimas, tu hijo, y con Jonatán, hijo de Abiatar. Vayan vuestros dos hijos con vosotros. 28Yo esperaré en las llanuras del desierto, hasta que me llegue de vosotros algún aviso. 29Volviéronse entonces Sadoc y Abiatar a Jerusalén, llevando el arca de Dios, y se quedaron allí.
30Subía David la pendiente del monte de los olivos; y subía llorando, cubierta la cabeza y descalzos los pies. También cuantos le seguían cubriéronse todos la cabeza, y subían llorando. 31Dieron aviso a David de que Ajitofel estaba entre los conjurados, y dijo David: «Confunde, oh Yavé, el consejo de Ajitofel». 32Cuando llegó David a la cumbre, donde se adora a Yavé, llegó ante él Cusai, el araquita, rasgadas las vestiduras y cubierta de polvo la cabeza. 33Y le dijo David: «Si vienes conmigo, me serías una carga; 34si, por lo contrario, te vuelves a la ciudad y dices a Absalón: «¡Oh rey, siervo tuyo soy, como he servido a tu padre, así te serviré a ti!, podrás confundir el consejo de Ajitofel en favor mío—, 35tendrás contigo a los sacerdotes Sadoc y Abiatar, y podrás comunicarme cuanto sepas de la casa del rey. 36Y como tendrán consigo a sus dos hijos, Ajimas, hijo de Sadoc, y Jonatán, hijo de Abiatar, por ellos podréis informarme de lo que sepáis». 37Cusai, amigo de David, se tornó a la ciudad, cuando Absalón hacía su entrada en ella.


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  • 1 En Israel no existía una ley sobre la sucesión del trono, necesaria para evitar guerras civiles, tan comunes en otros reinos de Oriente. La sucesión dependía de la voluntad del soberano reinante, y éste se movía muchas veces por el amor de la esposa que hubiera logrado ganar su corazón (I Re 1,17ss). En nuestro caso parece estar en la conciencia de todos que el derecho de primogénito debe prevalecer (I Re 2,15), y éste derecho, contra una eventual oposición, es el que pretende hacer triunfar Absalón. Para ello, éste prepara el terreno, como luego hará Adonías (I Re 1,5-25).(Volver a Lectura).

  • 7 Hebrón, la ciudad del sepulcro de los patriarcas y de su residencia (Gén 18,1; 14,13; 23,2s), debía de poseer un santuario venerando, tal vez el mismo que perduró y fue luego destruido por Constantino Magno. A él acude Absalón a organizar la rebelión, bajo el retexto de cumplir un voto.(Volver a Lectura).

  • 24 El arca acompañaba con frecuencia al ejército (11,11), y en esta rave ocasión los sacerdotes quieren prestar esta ayuda al rey y quitársela al hijo rebelde. Pero el rey no la acepta, y, con una resignación ejemplar, se pone totalmente en las manos de Yavé.(Volver a Lectura).





Fidelidad de Siba, el siervo de Mifiboset

16 1Cuando David hubo traspuesto la cumbre, Siba, el siervo de Mifiboset, vino a él con dos asnos aparejados y cargados de doscientos panes, cien colgajos de uvas pasas y un pellejo de vino; 2y dijo el rey a Siba: «¿Qué es esto?» Y Siba respondió: «Los asnos son para la familia del rey, para que monte en ellos; los panes y las tortas de higos y las pasas, para que coman; y el vino, para que beban los que desfallezcan en el desierto». 3El rey le preguntó: «¿Con quién está el hijo de tu amo?»; y Siba respondió: «Se ha quedado en Jerusalén, diciendo: Hoy me devolverá la casa de Israel el reino de mi padre». 4Y el rey dijo a Siba: «Tuyo será cuanto fué de Mifiboset». Siba respondió: «Que halle yo gracia a los ojos del rey, mi Señor».


Semei ultraja a David

5Cuando llegó el rey a Bajurim, salióle al encuentro un hombre de los de la casa de Saúl, de nombre Semei, hijo de Gera, que se adelantó profiriendo maldiciones 6y tirando piedras a David y a los servidores de David, aunque iban los hombres de guerra a la derecha y a la izquierda del rey. 7Semei decía, maldiciendo: «¡Vete, vete, hombre sanguinario y malvado! 8Yavé hace recaer sobre tu cabeza toda la sangre de la casa de Saúl, cuyo reino has usurpado, y ha entregado tu reino en manos de Absalón, tu hijo.

Te ha dado lo que tú mereces, porque eres un hombre sanguinario». 9Entonces Abisai, hijo de Sarvia, dijo al rey: «¿Cómo se atreve ese maldito perro muerto a maldecir al rey? Déjame, te ruego, que vaya a cortarle la cabeza»; 10pero el rey le respondió: «¿Qué vamos a hacerle yo y vosotros, hijos de Sarvia? Déjale que maldiga, que si Yavé le ha dicho: Maldice a David, ¿quién va a decirle: por qué lo haces?».
11David dijo a Abisai y a todos sus seguidores: «Ya veis que mi hijo, salido de mis entrañas, busca mi vida; con mucha más razón ese hijo de Benjamín. Dejadle maldecir, pues se lo ha mandado Yavé. 12Quizá Yavé mirará mi aflicción y me pagará con favores las maldiciones de hoy». 13Y David y sus gentes prosiguieron su camino, mientras iba Semei por el lado del monte, detrás de David, sin dejar de maldecirle y tirarle piedras y tierra. 14El rey y los que con él iban llegaron extenuados, y descansaron allí.
15Cuando Absalón, llevando con él a Ajitofel, entró en Jerusalén con todo el pueblo, los hombres de Israel, 16Cusai, el arquita, amigo de David, vino a su encuentro, diciendo: «¡Viva el rey, viva el rey!» 17Absalón dijo a Cusai: «¿Es ése el pago que das a tu amigo? ¿Por qué no te has ido con tu amigo?» 18Cusai dijo a Absalón: «No, yo soy de aquel a quien Yavé y todo su pueblo, todos los hombres de Israel, han elegido, y con ése quiero estar. 19Por lo demás, ¿a quién voy a servir? ¿No es a un hijo suyo? Como serví a tu padre, así te serviré a ti».
20Absalón dijo a Ajitofel: «Tened consejo, para ver lo que conviene hacer»; 21y Ajilofel dijo a Absalón: «Entra a las concubinas que tu padre ha dejado al cuidado de la casa, y así sabrá todo Israel que has roto del todo con tu padre, y se fortalecerán las manos de cuantos te siguen. 22Levantóse, pues, para Absalón una tienda en la terraza, y entró a las concubinas de su padre a los ojos de todo Israel. 23Consejo que daba Ajitofel, era mirado como si fuera palabra de Yavé; tal era la confianza que el consejo de Ajitofel inspiraba, lo mismo a David que a Absalón.


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  • 5 Continuando la bajada hacia Jericó, insulta a David este benjaminita, que, conservando afecto hacia Saúl, se goza de ver a su rival humillado por su propio hijo. Esto da ocasión a David para poner e relieve, una vez más, su resignación a las disposiciones de Yavé (15,26).(Volver a Lectura).

  • 21 Era ley en Oriente que un pretendiente al trono tomase el harén de su predecesor. Calro que esto no podía tener lugar cuando al padre sucedía el hijo. En el presente caso esto servía para declarar la honda sima que existía entre el rey y su hijo.(Volver a Lectura).





El consejo de Ajitofel, frustrado por Cusai

17 1Ajitofel dijo a Absalón: «Voy a elegir doce mil hombres, para salir esta noche en persecución de David, 2y cargaré sobre él cuando esté cansado y flaco de fuerzas; le atemorizaré, y cuantos le siguen huirán, y heriré al rey sólo, 3y haré que vengan a ti todos sus partidarios, el pueblo todo, como viene la novia a su novio.
4Agradó este consejo a Absalón y a todos los ancianos de Israel; 5pero Absalón dijo: «Llamad a Cusai y sepamos su parecer». 6Vino Cusai a Absalón, y Absalón le dijo: «Esto ha dicho Ajitofel. ¿Hemos de hacer lo que él dice? Si no, habla tú». 7Y Cusai respondió a Absalón: «Por esta vez, el consejo de Ajitofel no es bueno. 8Tú sabes bien que tu padre y sus gentes son unos valientes, y exasperarlos sería como si en el campo a una osa le arrebataran su cría. Tu padre es hombre de guerra y seguramente no pasará la noche entre los suyos. 9De cierto que estará escondido en alguna caverna o en otro lugar, y si a los comienzos cayeran algunos de los tuyos, los que lo oyeran seguramente dirían: Han sido derrotados los secuaces de Absalón; 10y entonces, aun el valiente, cuyo corazón sea como el corazón de un león, desmayaría, porque todo Israel sabe que tu padre es un valiente, y que son valientes también los que con él están. 11Aconséjote, pues, que reúnas a todo Israel, desde Dan hasta Berseba, en muchedumbre como las arenas que están en la orilla del mar, y que tú en persona vayas a darle la batalla. 12Entonces le atacaremos donde quiera que esté; y daremos sobre él como rocío que cae sobre la tierra, y no dejaremos ni uno de cuantos con él están. 13Y si se acogiere a ciudad, todos los de Israel llevarán allá cuerdas, y la arrastraremos al arroyo, hasta no quedar de ella piedra sobre piedra».
14Entonces Absalón y todos los de Israel dijeron: «El consejo de Cusai, arquita, es mejor que el de Ajitofel»; porque había dispuesto Yavé frustrar el acertado consejo de Ajitofel, para traer Yavé el mal sobre Absalón. 15Dijo luego Cusai a Sadoc y Abiatar, sacerdotes: «Esto y esto ha aconsejado Ajitofel a Absalón y a los ancianos de Israel, y esto y esto aconsejé yo: 16Enviad, pues, inmediatamente a dar aviso a David, diciendo: «No te quedes esta noche en el campo del desierto; pasa en seguida, para que no sea destruido el rey con todos los que le siguen».

17Jonatán y Ajimas estaban junto a la fuente de Rogel, porque no podían dejarse ver, viniendo a la ciudad; y allá fué una sierva para darles aviso, y ellos lo hicieran luego llegar al rey David. 18Viólos, sin embargo, un mozo, que dió cuenta de ello a Absalón; pero ellos se apresuraron y llegaron a la casa de un hombre de Bajurim, que tenía un pozo en el patio, y en él se metieron. 19Tomó la mujer una manta y cubrió con ella la boca del pozo, poniendo sobre ella el grano trillado, y asi nadie pudo percatarse de la cosa. 20Llegaron los seguidores de Absalón a la casa de la mujer, y le preguntaron: «¿Dónde están Ajimas y Jonatán?» Y la mujer respondió: «Ya han pasado el vado». Y aunque los buscaron, no los hallaron, y se volvieron a Jerusalén. 21Cuando se hubieron ido, salieron del pozo, y fuéronse luego a dar el aviso a David diciéndole: «Pasad luego el vado, porque Ajitofel ha dado este consejo contra vosotros». 22Levantóse entonces David con todo el pueblo que con él estaba, y pasaron el Jordán. 23Ajitofel, viendo que no se había seguido su consejo, aparejó su asno, levantóse, se fué a su casa de la ciudad, y después de tomar disposiciones acerca de su casa, se ahorcó; y muerto, fué sepultado en el sepulcro de su padre.


Absalón, derrotado y muerto

24Llegó David a Majanaim, y Absalón pasó el Jordán con toda la gente de Israel. 25Absalón hizo jefe de su ejército a Amasa, en vez de Joab. Era Amasa hijo de un varón de Israel, llamado Jitrai, que había entrado a Abigail, hija de Nasa, hermana de Sarvia, madre de Joab. 26Asentó su campo Israel con Absalón en tierra de Galad; 27y en cuanto llegó David a Majanaim, 28Sobi, hijo de Najas, de Raba, de los hijos de Ammón, y Maquir, hijo de Amiel, de Lobedan con Barzilai, galadita, de Rogelim, trajeron a David y a la gente que con él estaba, camas, calderas y vasijas de barro, trigo, cebada y harina, grano tostado, habas, lentejas 29y miel, terneros y vacas; y ofrecieron todo esto a David y a los que con él estaban, pues se dijeron: «Seguramente están hambrientos, fatigados y sedientos en el desierto».


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18 1David revistó sus tropas, y puso al frente de ellas jefes de millares y de centenas; 2una tercera parte a las órdenes de Joab, una tercera a las de Abisai, hijo de Sarvia, hermano de Joab, y la otra tercera a las de Itai, el geteo. El rey dijo a su gente: «Yo saldré con vosotros». 3Pero la gente respondió: «No, no salgas tú, porque si somos vencidos, no importaría mucho, aunque sucumbiéramos la mitad de nosotros. Pero tú, tú eres para nosotros como diez mil, y es mejor que puedas salir de la ciudad a socorrernos. 4El rey respondió: «Haré como os parece». Estúvose el rey cerca de la puerta, mientras por grupos de mil y de ciento salía la gente, 5y dió esta orden a Joab, a Abisai y a Itai: «Preservad por amor mío la vida del joven Absalón», y todo el pueblo oyó esta orden que dió David a todos los jefes.
6Salió, pues, la gente al campo contra Israel, y trabóse la batalla en los bosques de Majanaim. 7Allí sucumbió el pueblo de Israel ante los seguidores de David, y se hizo una gran matanza, de veinte mil hombres. 8Dispersóse la gente por toda aquella tierra, y fueron más los que devoró el bosque que los que aquel día hirió la espada. 9Al encontrarse Absalón con las gentes de David, iba montado en un mulo; y al pasar en el mulo debajo de una encina muy grande y copuda, se enredó su cabellera en el ramaje de la encina, quedando colgado entre el cielo y la tierra, mientras el mulo en que iba montado escapaba. 10Vió esto uno, y le dijo a Joab: «He visto a Absalón pendiente de una encina». 11Joab le dijo: «¿Y por qué no le echaste a tierra, y yo te hubiera regalado diez siclos de plata y un talabarte?» 12Pero aquel hombre le dijo: «Aunque me pesaras mil de plata, no pondría yo la mano sobre el hijo del rey, pues bien oímos todos que a ti, a Abisai y a Etai os dijo el rey: Guardadme a Absalón. 13Además, haría yo traición a mi vida, pues al rey nada se le esconde, y tú mismo testificarías contra mí. 14Joab dijo entonces: «No será así, yo mismo le atravesaré delante de ti»; y cogiendo tres dardos en sus manos, se los clavó en el corazón a Absalón, que todavía vivía, pendiente de la encina. 15Cercáronle luego diez mozos, escuderos de Joab, que hirieron a Absalón, acabándole.
16Entonces tocó Joab la trompeta, y el pueblo cesó en la persecución de Israel, porque Joab dió esta orden; 17y cogiendo a Absalón, echáronle en un gran hoyo en el bosque y le cubrieron con un gran montón de piedras, e Israel huyó cada uno a su casa.

18Habíase alzado Absalón en vida un monumento en el valle del rey, diciendo: «Para que se conserve la memoria de mi nombre, pues que no tengo hijos»; y dió al monumento su nombre, y así se llama hoy todavía el lugar de Absalón.
19Ajimas, hijo de Sadoc, dijo: «Déjame correr al rey, para darle la noticia de que Yavé le ha hecho justicia de las manos de sus enemigos». 20Joab le dijo: «No le llevarás tú hoy la noticia; ya se la llevarás otra vez, pero no lo hagas hoy, pues que ha muerto el hijo del rey». 21Y Joab dijo a un cusita: «Ve y anuncia al rey lo que has visto». El cusita se prosternó ante Joab y corrió. 22Ajimas, hijo de Sadoc, dijo a pesar de todo a Joab: «Ocurra lo que ocurra, déjame que corra tras el cusita». Y Joab le dijo: «¿Por qué te empeñas en correr a él, hijo mío? Este mensaje no te aprovecharía». 23«Ocurra lo que ocurra, yo voy», repuso Ajimas, y Joab le respondió: «Ve». Ajimas corrió por el camino del llano, y se adelantó al cusita.
24Estaba David sentado entre las dos puertas. 25El centinela que estaba en la torre sobre la puerta alzó los ojos, y miró, y vió al hombre que corría solo hacia la ciudad, y gritó para advertir al rey. El rey dijo: «Si viene solo, es que trae buenas noticias». En tanto el hombre siguió acercándose a la ciudad, 26y el centinela descubrió al otro que corría también y gritó del lado de la puerta: «Otro que corre solo». El rey dijo: «Es que también trae buenas noticias». 27El centinela dijo: «Por el modo de correr, el primero me parece Ajimas, el hijo de Sadoc». Y el rey dijo: «Es hombre de bien, seguramente trae buenas noticias.
28Ajimas, gritando, dijo al rey: «¡Victoria!» Prosternóse luego ante el rey, rostro a tierra, y dijo: «Bendito Yavé, tu Dios, que ha entregado a los que alzaban su mano contra mi señor, el rey». 29El rey preguntó: «Y el joven Absalón, ¿está bien?» Ajimas respondió: «Yo vi un gran alboroto cuando Joab envió al rey a su siervo y a mí, tu siervo, pero no pude saber lo que pasaba». 30Y el rey le dijo: «Pasa y ponte allí». Pasó él, y se paró. 31Llegó luego el cusita, y dijo: «Recibe, oh rey, mi señor, la nueva de que Yavé ha defendido hoy tu causa, contra todos los que se alzaron contra ti». 32Y el rey preguntó al cusita: «Y el joven Absalón, ¿está bien?» Y el cusita respondió: «Que lo que es de ese mozo sea de los enemigos de mi señor, el rey, y de todos cuantos para mal se alcen contra ti». 33Turbóse entonces el rey; y subiendo a la estancia que había sobre la puerta, lloraba y decía: «¡Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón! ¡Quién me diera que fuera yo el muerto en vez de ti! ¡Absalón, hijo mío, hijo mío!»


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Luto de David por su hijo

19 1Dijeron a Joab: «El rey llora a su hijo y se lamenta». 2La victoria se trocó aquel día en luto para todo el pueblo, porque todos supieron que el rey estaba afligido por la muerte de su hijo; 3y la gente entró en la ciudad calladamente, como entra avergonzado el ejército que huye de la batalla. 4El rey, cubierto el rostro, gemía: «¡Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón! ¡Hijo mío!» 5Entró Joab en casa del rey, y le dijo: «Hoy has llenado de confusión a todos tus siervos, que han salvado tu vida y la vida de tus hijos y tus hijas, la de tus mujeres y tus concubinas. 6Amas a los que te aborrecen y aborreces a los que te aman, pues has demostrado hoy que nada te importan tus príncipes y tus siervos y que si viviera Absalón, aunque todos nosotros hubiéramos muerto, estarías contento. 7Levántate, pues, y sal fuera, y habla con el corazón a los que te siguen; pues de lo contrario, por Yavé juro que si no sales, ni uno quedará esta noche contigo; y te habrá de pesar de esto, más que de cuantos males han venido sobre ti, desde tu mocedad hasta ahora». 8Levantóse el rey, se sentó a la puerta, y todo el pueblo se enteró de que el rey estaba sentado a la puerta, y todos vinieron ante el rey. Los de Israel habían huido cada uno a su casa.


Vuelta de David a Jerusalén

9Todo el pueblo, en todas las tribus de Israel, se acusaba diciendo: «El rey nos ha librado de la mano de nuestros enemigos; nos ha salvado del poder de los filisteos, y ahora ha tenido que huir de la tierra por miedo a Absalón; 10y Absalón, a quien habíamos nosotros ungido, ha muerto en la batalla. ¿Por qué, pues, no tratáis de hacer volver al rey?» 11El rey David mandó quien dijera a Sadoc y Abiatar, sacerdotes: «Hablad a los ancianos de Judá, y decidles: ¿Vais a ser vosotros los últimos en volver al rey a su casa? Pues lo que por todo Israel se decía había llegado a la casa del rey». 12«Vosotros sois mis hermanos, sois hueso mío y carne mía. ¿Por qué, pues, habréis de ser los últimos en volver al rey a su casa? 13Decid asimismo a Amasa: ¿No eres tú también hueso mío y carne mía? Esto me haga Dios, y esto me añada, si no te hago jefe de mi ejército para siempre, en lugar de Joab».
14David inclinó el corazón de todos los de Judá, para que como un solo hombre mandasen a decir al rey: «Vuelve con todos tus servidores». 15Volvióse, pues, el rey; y llegado al Jordán, vino Judá a Galgal, a recibir al rey y acompañarle en el paso del Jordán. 16Semei, hijo de Gera, hijo de Benjamín, que era de Bajurim, apresuróse a venir con los hombres de Judá a recibir al rey David, 17trayendo consigo mil hombres. Asimismo Siba, siervo de la casa de Saúl, con sus quince hijos y sus veinte siervos, que pasaron el Jordán delante del rey. 18Pasaron a la familia del rey. Semei, hijo de Gera, se echó a los pies del rey en el momento en que el rey iba a pasar el Jordán, 19y le dijo: «Que mi señor no me impute la iniquidad, y olvide las ofensas de su siervo el día en que mi señor salió de Jerusalén: ¡Oh rey!, no atiendas a ellas, 20pues tu siervo reconoce que ha pecado, y hoy vengo el primero de toda la casa de José delante del rey, mi señor».

21Abisai, hijo de Sarvia, tomó la palabra, y dijo: «¿Pero no va a morir Semei por haber maldecido al ungido de Yavé?» 22Mas David respondió: «¿Qué os hace a vosotros conmigo, hijos de Sarvia? ¿Por qué habéis de oponeros hoy a mí? ¿Hoy va a morir nadie en Israel? ¿No soy yo el rey de Israel?» 23Y dijo a Semei: «No morirás, y se lo juró el rey. 24También bajó a recibir al rey Mifiboset, hijo de Saúl; no se había lavado los pies, ni se había afeitado, ni había lavado sus vestidos desde el día en que el rey salío de Jerusalén hasta el día en que llegó la paz. 25Vino de Jerusalén a recibir al rey, y éste le dijo: «Mifiboset, ¿por qué no viniste conmigo?» 26Y él respondió: «Mi señor y rey, mi siervo me engañó, porque tu servidor se había dicho: aparejaré el asno y montaré en él, para ir con el rey —pues que tu siervo está cojo— 27y él ha calumniado a tu siervo ante mi señor, el rey, pero mi señor, el rey, que es como un ángel de Dios, hará lo que bien le parezca; 28pues todos los de la casa de mi padre no podían esperar de mi señor, el rey, otra cosa que la muerte; y sin embargo, tú has puesto a tu siervo entre los que comen a tu mesa. ¿Qué derecho tengo yo a pedir nada al rey?» 29El rey le dijo: «Para qué tantas palabras? Ya lo he dicho. Tú y Siba os repartiréis las tierras». 30Y Mifiboset dijo al rey: «Que las coja todas, ya que mi señor el rey ha vuelto a entrar en paz en su casa».
31Barzilai, el galadita, bajó de Rogelim para acompañar al rey en el paso del río. 32Barzilai era muy viejo, tenía ya ochenta años, y había proporcionado alimentos al rey durante su estancia en Majanaim, pues era hombre muy rico. 33El rey le dijo: «Vente conmigo, y yo te mantendré en Jerusalén». 34Pero Barzilai respondió al rey: «¿Cuántos años voy a vivir yo, para ir con el rey a Jerusalén? 35Tengo ya ochenta años. ¿Puedo ya distinguir entre lo bueno y lo malo? ¿Puede tu siervo saborear lo que come y lo que bebe? ¿Puedo ya oír la voz de cantores y cantoras? ¿Y por qué tu siervo ha de ser una carga para mi señor el rey? 36Tu siervo acompañará hasta un poco más allá del Jordán al rey. ¿Y por qué el rey me ha de conceder esta recompensa? 37Permite, te lo ruego, que tu siervo se vuelva, y muera yo en mi ciudad, cerca del sepulcro de mi padre y de mi madre. 38Pero ahí tienes a tu siervo Quimam, que vaya él con el rey mi señor, y haz por él lo que quieras». El rey le dijo: «Que venga conmigo Quimam, y yo haré por él cuanto tú quieras, y todo cuanto tú me pidas, yo te lo concederé».
39Cuando todo el pueblo hubo pasado el Jordán, lo pasó también el rey, y el rey abrazó a Barzilai y le bendijo, y Barzilai se volvió a su casa. 40Dirigióse luego el rey a Gálgala, acompañado de Quimam, y de todo el pueblo de Judá y la mitad de Israel, que escoltaban al rey. 41Pero he aquí que todos los hombres de Israel se llegaron al rey y le dijeron: «¿Por qué nuestros hermanos, los hombres de Judá, te han secuestrado, y han pasado por el Jordán al rey y su casa? ¿No son pueblo de David todas sus gentes? 42Los hombres de Judá respondieron a los de Israel: «Es que el rey nos toca a nosotros más de cerca; ¿por qué os ha de enojar eso? ¿Hemos vivido nosotros a costa del rey? ¿Hemos recibido algo de él?» 43Los hombres de Israel respondieron a los de Judá: «Nosotros tenemos en el rey diez partes, y aún nos pertenece David más que a vosotros. ¿Por qué nos habéis hecho esta ofensa? ¿No hemos sido nosotros los primeros en proponer el restablecimiento del rey?» Y la contestación de los de Judá fué todavía más fuerte que la de los de Israel.


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  • 7 Joab no es capaz de hacerse cargo de ese sentimiento. para él, Absalón no era más que un rebelde y enemigo del rey, y acaso también suyo. La victoria le vuelve insolente, como si hubiere dado al rey la corona.(Volver a Lectura).

  • 10 Son significativas las palabras puestas en boca del pueblo. David era quien los había librado del poder de los filisteos. Con todo, ellos habían ungido a su hijo rebelde. Ahora se vuelven al rey, porque el hijo es muerto. Nuevo género de lealtad, del cual no está exenta la misma tribu de Judá, que, tal vez por haberse organizado la rebelión en su territorio, había mostrado más entusiasmo por Absalón.(Volver a Lectura).





Revuelta de Seba

20 1Había allí un hombre perverso, llamado Seba, hijo de Becri, benjaminita, que se puso a tocar la trompeta, diciendo: «No tenemos nosotros nada que ver con David, ni con el hijo de Isai. ¡Israel, a tus tiendas! ¡Cada uno a su casa!» 2Y se fueron de con David todos los hombres de Israel, siguiendo a Seba, hijo de Becri. Pero los de Judá se adhirieron a su rey, desde el Jordán hasta Jerusalén.
3Cuando llegó David a Jerusalén, cogió a las diez concubinas que había dejado al cuidado de su casa, y las puso bajo guardia. Proveyó a su mantenimiento, pero no volvió a entrar a ellas, y encerradas estuvieron hasta el día de su muerte, viviendo como viudas. 4El rey dijo a Amasa: «Convócame para dentro de tres días a los hombres de Judá, y hállate tú también aquí presente». 5Fué, pues, Amasa a reunir a Judá, pero se detuvo más del tiempo señalado; 6y David dijo a Abisai: «Seba, hijo de Becri, va a hacernos ahora más mal que Absalón. Toma, pues, a los siervos de tu señor, y ve tras él, no sea que se acoja a las ciudades fuertes y se escape de nuestra vista». 7Marcharon con Abisai las gentes de Joab, los cereteos y peleteos, y todos los valientes, y saliendo de Jerusalén, fueron tras Seba, hijo de Becri. 8Cuando llegaron a la gran piedra que hay en Gabaón, les salió al encuentro Amasa.
Iba Joab vestido de una túnica, y sobre ella llevaba ceñida a sus lomos una espada en su vaina, y según avanzó, se cayó de ella la espada. 9Joab dijo a Amasa: «¿Estás bien, hermano?»; y con la mano derecha tomó a Amasa de la barba, como para besarle. 10Amasa no hizo atención a la espada que tenía Joab en la mano, y éste le hirió con ella en el vientre, echándole a tierra las entrañas, sin repetir el golpe. Amasa murió. Después Joab y Abisai, su hermano, fueron en seguimiento de Seba, hijo de Becri. 11Uno de los servidores de Joab se quedó junto a Amasa, y decía: «Los de Joab, los de David, que sigan tras Joab».

12Amasa, bañado en sangre, yacía en el camino. Viendo aquel hombre que todos se paraban, apartó a Amasa del camino, lo llevó al campo y echó sobre él una cubierta, porque vió que cuantos venían se paraban junto a él. 13Una vez apartado del camino, iban ya todos tras Joab, en seguimiento de Seba, hijo de Becri.
14Pasó por todas las tribus de Israel, hasta llegar a Abel Bet Maca, y los hombres escogidos que le seguían se reunieron. 15Encerraron a Seba en Abel Bet Maca, y alzaron contra la ciudad un baluarte, que llegaba a la explanada de la muralla. 16Dió entonces voces desde la ciudad una avisada mujer: «¡Oíd, oíd! Os pido que digáis a Joab que se llegue aquí, para que yo le hable. 17Y una vez que se acercó, le dijo ella: «¿Eres tú Joab?» Y él respondió: «Yo soy». Ella siguió: «Pues oye las palabras de tu sierva». Y él respondió: «Oigo». 18Entonces volvió ella a hablar, diciendo: «En otros tiempos había costumbre de decir: «Quien preguntare, pregunte en Abel», y las querellas se arreglaban. 19Yo soy una ciudad pacífica y fiel a Israel, y tú procuras destruir una ciudad que es madre de Israel. ¿Por qué has de destruir la heredad de Yavé?» 20Joab respondió: «Lejos de mí querer destruirla y arruinarla. 21No es eso; es que un hombre de la montaña de Efraím, Seba, hijo de Becri, ha alzado su mano contra el rey David; entregadle a él sólo, y yo me alejaré de la ciudad». La mujer dijo a Joab: «Se te echará su cabeza por encima de la muralla. 22La mujer se dirigió a todo el pueblo con mucha sabiduría, y cortando la cabeza de Seba, hijo de Becri, se la echaron a Joab. Joab hizo sonar la trompeta, y lejos ya de la ciudad, las gentes se dispersaron, cada uno a su casa, y Joab volvió a Jerusalén, al rey.
23Joab mandaba todo el ejército de Israel; Banaias, hijo de Joiada era el jefe de los cereteos y feleteos; 24Adoram, el inspector de los tributos; Josafat, hijo de Ajilud, cronista; 25Siva, escriba; Sadoc y Abiatar, sacerdotes, e Ira, el jaireíta consejero áulico de David.


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  • 1 David tenía razón al adoptar aquella conducta generosa con los que se habían adherido a la rebelión. Los ánimos estaban aún exaltados, y la prueba la tenemos en esta segunda sublevación de Seba, otro benjaminita, el cual, sin duda, veía con dolor que la hegemonía sobre Israel hubiera pasado de las manos de su tribu a las de Judá. Luego veremos cómo la tribu de Efraím, siempre altiva (Jue 8,1ss; 12,1ss), se puso a la cabeza de un movimiento secesionista, que triunfó al fin, para la ruina de Israel (I Re 12,1ss).(Volver a Lectura).

  • 23 Otra vez, como en 8,16ss, nos presenta la lista de algunos oficiales de la corte. Entre ellos hay que notar a Adoram, inspector de los tributos, que diríamos ministro de Hacienda. Al lado de Abiatar, sacerdote, ya bien conocido, tenemos aquí a Sadoc y a un cierto Ira, a quien el texto atribuye también el sacerdocio como en 8,18 a los hijos de David. otro punto igualmente oscuro.(Volver a Lectura).





APÉNDICES


FIN DE LA CASA DE SAÚL
(21)

Los gabaonitas y la casa de Saúl

21 1Hubo en tiempo de David un hambre que duró tres años continuos; y David consultó a Yavé, que le respondió: «Es por la casa de Saúl y por la sangre que hay sobre ella, por haber hecho perecer a los gabaonitas». 2El rey llamó a los gabaonitas y les dijo: «Los gabaonitas no eran de los hijos de Israel; eran un resto de los amorreos, con el cual estaban los hijos de Israel ligados con juramento; y sin embargo, Saúl había procurado extinguirlos, por celo de los hijos de Israel y de Judá». 3Dijo, pues, David a los gabaonitas: «¿Qué queréis que os haga para expiaros, y que bendigáis a la heredad de Yavé?» 4Los gabaonitas le dijeron: «Nuestra querella con Saúl y su casa no es cuestión de plata ni oro, ni pretendemos que muera nadie en Israel». Y él preguntó: «Decid, pues, lo que queréis, para que yo lo haga». 5Ellos respondieron al rey: «Aquel hombre nos destruyó y quería exterminarnos, haciéndonos desaparecer de toda la tierra de Israel; 6que se nos entreguen siete de sus hijos, para que nosotros los colguemos ante Yavé en Gabaón, en el monte de Yavé». El rey dijo: «Los entregaré».

Rebeldes empalados por los asirios.

7No entregó el rey a Mifiboset, hijo de Jonatán, hijo de Saúl, por el juramento de Yavé que habían hecho entre sí David y Jonatán, hijo de Saúl.

8Y tomó el rey a los dos hijos que Resfa, hija de Aya, había dado a Saúl, Armoni y Mifiboset, y a los cinco hijos que Merob, hija de Saúl, había dado a Adriel, hijo de Barzilai, de Mejola, 9y se los entregó a los gabaonitas, que los colgaron en el monte ante Yavé. Todos siete murieron juntos en los primeros días de la cosecha, al comienzo de la siega de las cebadas. 10Resfa, hija de Aya, tomando un saco, se lo tendió sobre la tierra, y estuvo desde el comienzo de la cosecha hasta que sobre ellos cayeron del cielo las aguas de la lluvia, espantando durante el día a las aves del cielo y durante la noche a las bestias del campo.
11Dieron noticia a David de lo que había hecho Resfa, hija de Aya, concubina de Saúl; 12y fué David a recoger los huesos de Saúl y los de Jonatán, su hijo, a la ciudad de Jabes, en Galad, cuyos habitantes los habían cogido de los muros de Betsán, donde los habían colgado los filisteos después de derrotar a Saúl en Gelboe. 13Llevó de allí los huesos de Saúl y los de Jonatán, su hijo, y recogió también los de los que habían sido colgados; 14y fueron enterrados con los huesos de Saúl y de su hijo Jonatán en tierra de Benjamín, en Sela, en el sepulcro de Quis, padre de Saúl, cumpliéndose las órdenes del rey. Después de esto se apiadó Yavé de la tierra.


Hazañas de algunos valientes de David

15Hubo todavía guerra entre los filisteos e Israel, y bajó David con los suyos para combatir a los filisteos. En el combate, David, muy cansado, 16estaba para ser muerto por Josbi Benob, uno de los hijos de Rafa, que tenía una lanza que pesaba trescientos siclos de bronce y ceñía una espada nueva. Abisai, hijo de Sarvia, vino en socorro de David, hirió al filisteo y le mató. Entonces las gentes de David le conjuraron, diciendo: «No salgas ya más con nosotros al combate, para que no extingas la lámpara de Israel».
18Hubo después de esto en Gob una batalla con los filisteos, y entonces Sobacai, jusatita, mató a Saf, uno de los hijos de Rafa.
19Hubo otra segunda batalla en Gob con los filisteos, y Eljanan, hijo de Jari, betlemita, mató a Lajmi, hermano de Goliat, que tenía una lanza cuya asta era como un enjullo de tejedor.
20Hubo también una batalla en Get, en que se halló un hombre de gran talla, que tenía seis dedos en cada mano y en cada pie, veinticuatro en todo, descendiente también de Rafa. 21Insultó a Israel, y Jonatán, hijo de Sima, hermano de David, le mató. 22Estos cuatro hombres eran de los hijos de Rafa, de Get, y todos perecieron a manos de David y de sus servidores.


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  • 1 Esta cruenta persecución de Saúl contra los gabaonitas era un quebrantamiento oficial del juramento oficialmente hecho a los de Gabaón por las autoridades del pueblo, aunque hubiera sido arrancado con engaño (Jos 9). El derramamiento de sangre inocente exigía el castigo cruento del culpable, y la ejecución se dejaba al vengador de la sangre, que en este caso eran los gabaonitas; que ahora tal principio prevaleciera sobre el precepto de no hacer pagar a los hijos la culpa de los padres, quizá se debió a la extraordinaria gravedad de la culpa de Saúl.(Volver a Lectura).

  • 15 Estos v. 15-17 nos cuentan un episodio guerrero de la contienda con los filisteos en época ignorada.(Volver a Lectura).

  • 16 El peso de la lanza de bronce era de 300 siclos, equivalente a 300 x 14,20 = 4260 gramos.(Volver a Lectura).

  • 18 Los v. 18-22, que narran otros episodios guerreros, también con los filisteos, se leen en I Par 20,4-8.(Volver a Lectura).





Cántico de David de acción de gracias

22 1David dirigió a Yavé las palabras de este cántico, cuando le hubo librado Yavé de la mano de todos sus enemigos y de la mano de Saúl. 2Dijo:
«Yavé es mi roca, mi fortaleza, mi refugio,
3Mi Dios, la roca en que me amparo,
Mi escudo, el cuerno de mi salvación, mi inaccesible asilo,
Mi salvador de la violencia.
Yo invoco, alabándole, a Yavé,
4Y quedo a salvo de mis enemigos.
5Ya me rodeaban con estrépito las olas de la muerte,
Ya me aterrorizaban los torrentes del Averno,
6Ya me aprisionaban las ataduras del sepulcro,
Ya me habían cogido los lazos de la muerte,
Y en mi angustia invocaba a 7Yavé,
Imploraba el auxilio de mi Dios.
Él me oyó mi voz desde sus palacios,
Mi clamor a Él llegó a sus oídos.
8Conmovióse, y tembló la tierra,
Vacilaron los fundamentos de los montes,
Y se estremecieron, porque se airó contra ellos.
9Subía de sus narices el humo de Su ira,
Y de Su boca fuego abrasador,
Carbones encendidos por Él.
10Y abajo los cielos, y descendió,
Negra oscuridad tenía bajo sus pies,
11 Subió sobre los querubines y voló,
Voló sobre las alas del viento.
12Puso en derredor suyo tinieblas por velo,
Se cubrió con calígine acuosa y densas nubes.
13Ante Su resplandor se deshicieron Sus nubes,
En granizo y centellas de fuego.
14Tronó Yavé desde los cielos,
El Altísimo hizo resonar su voz,
15Lanzó sus saetas y los desbarató,
Fulminó sus muchos rayos y los consternó.
Y aparecieron arroyos de aguas,
16Y quedaron al descubierto los fundamentos del orbe,
Ante la increpadora ira de Yavé,
Al resoplido del huracán de su furor.
17Extendió su mano desde lo alto, y me cogió,
Me sacó de la muchedumbre de las aguas,
18Me arrancó de mi feroz enemigo,
De los que me aborrecían y eran más fuertes que yo.
19Querían asaltarme en día fatal para mí.
Pero fué Yavé mi fortaleza,
20Y me puso en seguro,
Salvándome, porque se agradó de mí.
21Remunerábame Yavé conforme a mi justicia,
Según la pureza de mis manos Me pagaba,
22Pues yo había seguido los caminos de Yavé,
Y no me había impíamente apartado de mi Dios.
23Tenía ante mis ojos todos Sus mandatos,
Y no rehuía Sus leyes,
24Sino que fui íntegro con Él,
Y me guardé de la iniquidad.
25Y me retribuyó Yavé conforme a mi justicia,
Y según la limpieza de mis manos ante Sus ojos.
26Con el piadoso Muéstrase piadoso,
Íntegro con el íntegro,

27Muéstrase limpio con el limpio,
Y sagaz con el perverso astuto.
28Tú salvas al humilde,
Pero humillas al soberbio.
29Tú haces lucir mi lámpara, oh Yavé,
Mi Dios ilumina mis tinieblas.
30Ciertamente fiado en Ti, soy capaz de romper ejércitos.
Fiado en mi Dios, asalto murallas.
31Es perfecto el camino de Dios,
La palabra de Yavé es acrisolada.
Es el escudo de cuantos a Él se acogen.
32¿Qué Dios hay fuera de Yavé?
¿Qué Dios hay fuera de nuestro Dios?
33El Dios fuerte, que me ciñó de fortaleza,
Y prosperó mis caminos,
34Que me dió pies como los de los ciervos,
Y me puso sobre las alturas,
35 Que adiestró mis manos para la lucha,
Y mis brazos para tender el arco de bronce.
36Me entregaste tu escudo salvador,
Tu diestra me fortalecía,
Y tu solicitud me engrandecía,
37Me hacías correr a largos pasos,
Sin que se cansaran mis pies.
38Perseguía a mis enemigos, y los alcanzaba,
Y no me volvía sin haberlos desbaratado.
39Los machacaba, sin que pudieran levantarse,
Caían bajo mis pies.
40Me ceñiste de fortaleza para la guerra,
Sometiste a los que se alzaban contra mí,
41Obligaste a mis enemigos a darme las espaldas,
Y reducías al silencio a los que me odiaban.
42Vociferaban, pero no había quien les socorriese,
A Yavé, pero Él no los oía.
43Y los dispersaba como el polvo lo dispersa el viento,
Y como al lodo de las plazas los pulverizaba.
44Me libraste de las sediciones del pueblo,
Me pusiste por cabeza de gentes.
Pueblos que no conocía me servían,
45Obedecíanme con diligente oído.
Los extraños me halagaban,
46Los extraños palidecían,
Y salían de sus refugios.
Por eso te daré gracias, oh Yavé, entre las gentes,
Y cantaré salmos en tu honor.
47¡Viva Yavé, y bendito sea su Nombre!
Ensalzado sea el Dios, mi salvador.
48El es el fuerte, que me otorga la venganza,
El que me somete los pueblos,
49El que me libra de mis enemigos.
El que me hace superar a los que se alzan contra mí,
El que me libra del hombre violento,
50Por eso te daré gracias ¡oh Yavé!, ante las gentes,
Y cantaré yo salmos en Tu honor.
51El que da grandes victorias a su rey,
El que hace misericordia a su ungido, David,
Y a su descendencia por la eternidad».


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  • 1 Este cántico se lee en el Salterio con el número 17 y con la misma indicación histórica.(Volver a Lectura).

  • 8 A las súplicas angustiosas de David, Yavé se presenta en una forma que es muy digna de notar para entender un poco el estilo apocalíptico de la Biblia.(Volver a Lectura).





Últimas palabras de David

23 1Estas son las últimas palabras de David:
«Oráculo de David, hijo de Isai,
Oráculo del hombre puesto en lo alto,
Del ungido del Dios de Jacob,
Del dulce cantor de Israel.
2El espíritu de Yavé habla por mí,
Y Su palabra está en mis labios.
3Ha hablado el Dios de Israel.
La roca de Israel me ha dicho:
Un justo dominador de los hombres,
Dominador en el temor de Dios,
4Como la luz de la mañana cuando se levanta el sol,
En una mañana sin nubes.
A sus rayos, después de la lluvia,
Yérguese la hierba de la tierra. 5¿No es así mi casa para con Dios?
Porque Él ha hecho conmigo una eterna alianza,
En todo ordenada, y que será cumplida.
El hará germinar toda mi salud y todo Su buen deseo,
6Mientras que los impíos serán todos como espinas detestadas,
Que nadie toca con sus manos.
7El que las coge se arma de un hierro o de un asta de lanza,
Y son luego arrojadas al fuego».

Los valientes de David

8He aquí los nombres de los héroes de David:
Jesbal, jacamonita, era el primero de los tres; éste desnudó su espada contra trescientos hombres, y los derrotó de un sólo ímpetu.
9Después de éste, Eleazar, hijo de Dodo, ajojita; era uno de los tres más valientes que estaban con David en Las Damim, cuando los filisteos presentaron allí batalla, y huyendo los de Israel, 10se quedó él a pie firme, blandiendo su espada, hasta que se le cansó la mano y se le quedó pegada a ella la espada, consiguiendo aquel día una gran victoria, pues el pueblo se tornó a donde estaba Eleazar, pero sólo tuvo que recoger los despojos.

11Después de él, Sama, hijo de Age, jaradita. Habíanse concentrado los filisteos en un solo cuerpo, en un lugar donde había un trozo de terreno sembrado de lentejas, y el pueblo iba huyendo ante los filisteos; 12Sama se puso en medio del campo aquél, le defendió y derrotó a los filisteos, obrando Yavé por él una gran victoria.
13Estos tres, los más valientes de los treinta, habían antes bajado al tiempo de la cosecha a reunirse con David, en la caverna de Odolam, mientras acampaba una tropa de filisteos en el valle de Refaím. 14Estaba entonces David en la fortaleza, y los filisteos tenían guarnición en Belén. 15Se le antojó a David decir: «¡Quién me diera poder beber agua de la cisterna que está a la puerta de Belén!» 16Y luego los tres valientes, atravesando el campamento de los filisteos, cogieron agua de la cisterna de Belén y se la llevaron a David; pero David no la bebió, e hizo con ella una libación a Yavé diciendo: 17«¡Lejos de mí, oh Yavé, hacer tal cosa! ¿No sería beber la sangre de estos hombres, que con peligro de su vida han ido a buscarla?» Y se negó a beberla. Esto hicieron los tres valientes. 18Abisai, hermano de Joab, hijo de Sarvia, era el jefe de los treinta. Blandiendo su lanza contra trescientos hombres, los derrotó, y adquirió gran renombre entre los treinta. 19Era el más considerado entre los treinta y jefe de ellos, pero no igualaba a los tres.
20Banaias, hijo de Joyada, hombre valiente y hazañoso, de Cabsel. Este mató a los dos Ariel, de Moab, y bajando a una cisterna en un día de nieve, mató en ella a un león. 21También mató a un egipcio de gran talla, que blandía una lanza; acometiéndole con un palo, le arrancó de las manos la lanza, y con su propia lanza le mató. 22Ésto hizo Banaias, hijo de Joyada, de fama entre los treinta 23y glorioso entre ellos, pero que no llegaba tampoco a los tres. Hízole David jefe de su guardia. 24Azael, hermano de Joab, era de los treinta; también Eljanán, hijo de Dodo, de Belén; 25Sama, de Jarod; Elica, de Jarod; 26Jeles, de Bet Palti; Ira, hijo de Iques, de Tecua; 27Abieser, de Anatot; Mebonai, jusatita; 28Selmón, ajojita; Marai, de Netofat; 29Jeleb, hijo de Bana, de Netofat; Itai, hijo de Ribai, de Gueba de los hijos de Benjamín; 30Banaia, de Paratón; Edi, de los valles de Gas; 31Abi Albón, del Arabá; Azmavet, de Barjum; 32Elyajba, de Salabona; Jasén, de Guni; Jonatán; 33Sama, arorita; Ajiam, hijo de Sarar, farorita; 34Elifelet, hijo de Ajasbai, macatita; Eliam, hijo de Ajitofel, de Gilon; 35Jesra, de Carmel; Para, de Arba; 36Jigal, hijo de Natán, de Soba de Gad; 37Selec, amonita; Najarai, de Betot, escudero de Joab, hijo de Sarvia; 38Ira, jetrita; Gareb, jetrita; 39Urías, geteo. En todo, treinta y siete.


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  • 1 El cántico de David, semejante al de Moisés en Dt 32 y 33, consta del v.I, que viene a ser el título, 2-3a, una introducción, y 3b-4, la glorificación de un soberano justo; 5-7, que será bendecido de Yavé, mientras que los impíos serán detestados de El.(Volver a Lectura).

  • 8 Las guerras que podemos decir de independencia sostenidas tan felizmente por David exaltaron el espíritu guerrero de Israel y dieron lugar a que se destacasen numerosos héroes. Lo que resta de este capítulo contiene la lista de los laureados por David, divididos en categorías según sus méritos.(Volver a Lectura).





Censo del pueblo. Peste

24 1Volvió a encenderse el furor de Yavé contra Israel, impulsando a David a que hiciera el censo de Israel y de Judá. 2Dijo, pues, David a Joab, jefe de su ejército: «Recorre todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Bersebá, y haz el censo del pueblo, para saber su número». 3Joab dijo al rey: «Aumente Yavé, tu Dios, el pueblo, cien veces otro tanto como son, y véalo mi señor el rey. Mas ¿para qué quiere esto mi señor el rey?» 4Pero prevaleció la orden del rey sobre Joab y sobre los jefes del ejército; y salió Joab con los jefes del ejército de la presencia del rey, para hacer el censo del pueblo de Israel; 5y pasado el Jordán, comenzaron por Aroer, la ciudad que está en medio del valle, y por Gad hasta Jazer. 6Y fueron a Galad, y a la tierra de los geteos hasta Cades, y luego desde Dan hasta Sidón la grande; 7fueron a la ciudad fuerte de Tiro y a todas las ciudades de los geteos y cananeos, y por fin al Negueb de Judá, a Bersebá. 8Cuando hubieron así recorrido toda la tierra, volvieron a Jerusalén, al cabo de nueve meses y veinte días; 9y Joab remitió al rey el rollo del censo del pueblo. Había en Israel ochocientos mil hombres de guerra que esgrimían la espada, y quinientos mil en Judá.
10David sintió latir su corazón cuando hubo hecho el censo del pueblo, y dijo a Yavé: «He pecado gravemente al hacer esto. Ahora, ¡oh Yavé!, perdona, te ruego, la iniquidad de tu siervo, pues he obrado como un insensato».
11Al día siguiente, cuando se levantó David, había llegado a Gad, profeta, el vidente de David, palabra de Yavé, diciendo: 12«Ve a decir a David: Así habla Yavé: Te doy a elegir entre tres cosas la que he de hacer Yo, a tu elección».

13Vino Gad a David y se lo comunicó, diciendo: «¿Qué quieres: Siete años de hambre sobre la tierra, tres años de derrotas ante los enemigos que te persiguen, o tres días de peste en toda la tierra? Reflexiona, pues, y ve lo que he de responder al que me envía».
14David respondió a Gad: «Estoy en una cruel angustia. Caigamos en las manos de Yavé, cuya misericordia es grande; pero que no caiga yo en las manos de los hombres». 15Y Yavé mandó sobre Israel la peste, desde la mañana de aquel día hasta el tiempo fijado. Murieron, desde Dan a Bersebá, setenta mil hombres del pueblo. 16El ángel de Yavé tendía ya su mano sobre Jerusalén para destruirla, pero se arrepintió Yavé del mal, y dijo al ángel que hacía perecer al pueblo: «Basta, retira ya tu mano».
El ángel de Yavé estaba cerca de la era de Areuna, el jebuseo. 17A la vista del ángel, que hería al pueblo, dijo David a Yavé: «Yo he pecado, pero éstos, las ovejas, ¿qué han hecho? Caiga tu mano sobre mí y sobre la casa de mi padre. 18Aquel día vino Gad a David, y le dijo: «Sube, y alza a Yavé un altar en la era de Areuna, el jebuseo». 19Subió David conforme a la orden de Gad, como se lo había mandado a éste Yavé. 20Areuna, al mirar, vió al rey y a sus servidores que se dirigían hacia él; y saliendo, se prosternó delante del rey, rostro a tierra, 21diciendo: «¿Cómo mi señor, el rey, viene a su siervo?» David respondió: «Vengo a comprarte esta era y alzar en ella un altar a Yavé, para que se retire la plaga de sobre su pueblo». 22Areuna dijo a David: «Tómela mi señor, y ofrezca cuantos sacrificios le plazca. Allí están los bueyes para el holocausto; los trillos y los yugos darán la leña; 23todo eso, ¡oh rey!, se lo regala Areuna al rey. Que Yavé, tu Dios, te sea favorable». 24Pero el rey respondió a Areuna: «No, quiero comprártelo por precio de plata; no voy a ofrecer yo a Yavé, mi Dios, holocaustos que no me cuesten nada». Y compró David la era y los bueyes en cincuenta siclos de plata; 25alzó allí el altar a Yavé, y ofreció holocaustos y sacrificios pacíficos. Así se aplacó Yavé con su pueblo, y cesó la plaga en Israel.


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  • 1 Este capítulo contiene un episodio suelto de la historia de David, cuyo encuadramiento cronológico desconocemos. El v. I, al decir que Yavé mismo imulsó a David a ejecutar una acción que debía excitar la cólera divina, es un ejemplo del modo como los hebreos expresaban la acción de Dios y su influencia en las criaturas, y en especial en la libre voluntad humana. Donde no hay más que una simple permisión, el texto expresa una acción positiva. en I Par 21,1 se atribuye a Satán, el adversario del pueblo israelita.(Volver a Lectura).

  • 10 David se arrepiente y confiesa su falta. La sentencia común de los antiguos y aun modernos expositores es que David dio esa orden inducido por la vanidad y el orgullo. El texto no da pie para fundamentar esta razón. Debemos más bien confesar que desconocemos el porqué de este castigo y otros semejantes. Acaso nos da alguna luz sobre este caso lo que se dice en Ex 30,12.(Volver a Lectura).

  • 13 El arrepentimiento del rey no le exime de la pena, que el profeta le intima dándole a escoger entre tres. En la primera leemos tres en vez de siete años, según I Par 21,12, en los LXX y la Itala.(Volver a Lectura).

  • 15 Leemos el texto conforme a la versión griega, por todos considerada como preferible. La peste comienza, pero Yavé se conmueve y manda suspender el azote.(Volver a Lectura).

  • 18 Conforme al texto del Ex 20,24, de no ofrecer sacrificios sino donde hubiera memoria del nombre de Yavé, en la era del jebuseo Areuna, donde el ángel se había aparecido, se levanta un altar y se ofrecen sacrificios. Este sitio recibirá luego una mayor consagración por la edificación del templo.(Volver a Lectura).