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I Samuel

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I Samuel

1. Los libros que en la Vulgata, como en la versión griega de los LXX, llevan el nombre de I-II de los Reyes o de los Reinos, se denominan en hebreo Samuel y forman un solo libro, sin enlace literario con los precedentes. Ha sido luego dividido en dos, conforme a la división de las versiones latina y griega.

Es su argumento uno de los periodos más importantes de la historia hebrea, aquel en que salió Israel de su estado de disgregación política para constituir una verdadera nación organizada. Se divide en tres partes, según los personajes que en ellas dominan: Samuel (I Sam. 1-13), Saúl (14-31) y David (II Sam. 1-22). Al fin tenemos también dos capítulos de apéndices (23-24).

2. Las acometidas persistentes de los enemigos acaban por hacer comprender a las tribus de Israel la necesidad de renunciar a una parte de su libertad en pro del bien común. Con esto se viene a formar una unidad política, si no tan coherente como sería razonable, lo suficiente para que poco a poco se reúnan las fuerzas de Israel y bajo la conducta de caudillos expertos, logren asegurar primero la independencia del pueblo y luego extender su autoridad sobre las naciones vecinas, hasta venir a formar la nación más poderosa del mediodía de Siria. Vivió Israel en este tiempo la época más gloriosa de su larga historia.

3. Cuando nació Samuel, ejercía la suprema autoridad en Israel Helí, Sumo sacerdote. Por este tiempo comenzaron los filisteos a apretar al pueblo, subiendo del llano a la montaña de Judd. Samuel, a título de profeta, sucede a Helí. Su autoridad es religiosa y judicial; pero, llegado el caso, hace también la guerra contra los invasores. La persistencia de éstos en el ataque induce al pueblo a desear un rey que con mano fuerte los defienda. La petición del pueblo de tener un rey, «como las demás naciones», es mirada por Dios y su profeta como una protesta contra la organización teocrática que hasta entonces había tenido; pero al fin Dios les otorga el rey, que será su vicario y el salvador de Israel. Saúl, a pesar de sus proezas contra los filisteos, es rechazado, por su falta de docilidad a las órdenes del profeta, que en nombre de Dios conserva la dirección espiritual del reino y del rey. Le sucede David, varón según el corazón de Dios, que es considerado como el más grande rey de Israel. En premio a su piedad, le promete Dios la perpetuidad de su dinastía, promesa que implica la promesa mesiánica.

4. Del autor y de la época de la composición del libro no tenemos noticia cierta. Pero sin duda que el autor dispuso de documentos antiguos y muy próximos a los sucesos. La historia no está completa, pues no se cuenta de cada personaje más que algunos episodios de su vida. También la cronología es deficiente, bastando para darse cuenta de ello considerar que, según ésta, Helí juzgó a Israel cuarenta años (I Sam. 4,18); David reinó cuarenta años (II Sam 5,4). Y nos faltan los años de Samuel y Saúl. Este último habría reinado cuarenta años, según Act. 13,21 (cf. Introducción a los libros históricos, n.8).




SUMARIO


PRIMERA PARTE


ÚLTIMOS JUECES DE ISRAEL
(1 - 7)

Ana

1 1Había en Ramataim Sofim, en los montes de Efraím, un hombre llamado Elcana, hijo de Jeroam, hijo de Eliú, hijo de Toú, hijo de Sur, efrateo. 2Tenía dos mujeres, de nombre una Ana y otra Penena. Penena tenía hijos, pero Ana era estéril. 3Subía de su ciudad este hombre de año en año, para adorar a Yavé Sebaot, y ofrecerle sacrificios en Silo. Estaban allí los dos hijos de Helí, Ofni y Fines, sacerdotes de Yavé. 4El día en que ofrecía Elcana su sacrificio, daba a Penena, su mujer su porción y la de sus hijos e hijas. 5A Ana le daba solamente una porción; pues aunque amaba mucho a Ana, Yavé había cerrado su útero. 6Irritábala su rival y la exasperaba, por haberla Yavé hecho, estéril. 7Así hacía cada año cuando subían a la casa de Yavé, y siempre la mortificaba del mismo modo. Ana lloraba y no comía. 8Elcana, su marido, le decía: «Ana, ¿por qué lloras y no comes? ¿Por qué está triste tu corazón? ¿No soy yo para ti mejor que diez hijos?»


El voto de Ana

9Un año, después que hubieron comido y bebido en Silo, se levantó Ana. Helí, el sacerdote, estaba sentado en una silla ante la puerta del tabernáculo de Yavé. 10Ella, amargada el alma, oraba a Yavé, llorando muchas lágrimas, 11e hizo un voto diciendo: «¡Oh Yavé Sebaot!, si te dignas reparar en la angustia de tu esclava, y te acuerdas de mí y no te olvidas de tu esclava, y das a tu esclava hijo varón, yo lo consagraré Yavé por todos los días de su vida, y no tocará la navaja a su cabeza». 12Mientras así oraba reiteradamente a Yavé, Helí la estaba mirando la cara. 13Ana hablaba para sí, moviendo los labios, pero sin que se oyera su voz, y Helí la tomó por ebria 14y le dijo: «¿Hasta cuándo te va a durar la embriaguez?; anda a que se te pase el vino».

15Ana contestó: «No, mi señor, soy una mujer que tiene el corazón afligido. No he bebido vino ni otro ningún licor inebriante; es que estaba derramando mi alma ante Yavé. 16No tomes a tu sierva por una mujer cualquiera. Lo grande de mi dolor y mi aflición, exponía yo de ese modo». 17Díjole entonces Helí: «Vete en paz, y que el Dios de Israel te otorgue lo que tanto le has pedido». 18Ella le dijo: «Que halle gracia a tus ojos tu sierva». Fuése y comió, y no hizo ya la cara de antes. 19Levantáronse de mañana, y después de postrarse ante Yavé se marcharon, volviendo a su casa, a Rama».


Nacimiento de Samuel

Elcana conoció a Ana, su mujer, y Yavé se acordó de ella. 20Al volver del tiempo, había concebido y parido Ana un hijo, al que puso por nombre Samuel, porque a Dios se lo había pedido; 21y subió Elcana con toda su casa a sacrificar a Yavé el sacrificio anual y cumplir sus votos. 22Ana no subió, sino que dijo a su marido: «Cuando el niño se haya destetado yo le llevaré, para presentárselo a Yavé y para que se quede ya allí para siempre». 23Elcana, su marido, le dijo: «Haz lo que mejor te parezca. Quédate hasta que le destetes; en verdad que Yavé ha cumplido su promesa». Quedóse la mujer en casa, amamantando a su hijo hasta que le destetó. 24Destetado, le subió consigo, llevando un toro de tres años, un efá de harina y un ánfora de vino, y le condujo a la casa de Yavé en Silo. El niño era todavía pequeñito. 25Inmolaron el toro, y llevaron el niño a Helí. 26Ana le dijo: «Oyeme por tu vida, mi señor: Yo soy aquella mujer que estuve aquí cerca de ti, orando a Yavé. 27Este niño le pedía yo, y Yavé me ha concedido lo que pedí; 28también ahora quiero yo dárselo a Yavé, por todos los días de su vida, para que sea siempre donado a Yavé». Y adoraron allí a Yavé.


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  • 1 La patria de Elcana es Rama de Efraím, que el texto griego llama Arimatea, hoy Rentis.(Volver a Lectura).

  • 3 En Silo estaba por este tiempo el santuario nacional, al que concurría el pueblo en peregrinación (cf. Jue 21,19).(Volver a Lectura).

  • 6 La Ley admitía la poligamia, como admitía el repudio, por la dureza del pueblo, dice el Salvador (Mt 19,8); pero los autores sagrados suelen pintarnos la familia poligámica privada de paz (cf. Gén 30,1.14ss).(Volver a Lectura).

  • 9 Los fieles ofrecen un sacrificio pacífico, que va seguido del banquete-comunión (Lev 3,1ss; cf. Introducción al Levítico, n. 3).(Volver a Lectura).

  • 11 Sansón fue nazareo por la voluntad de Dios (Jue 13,13s). Samuel lo será por voluntad de su madre. En qué consiste, véase Núm 6,1ss.(Volver a Lectura).




Cántico de Ana

2 1Oró Ana diciendo:
«Mi alma salta de júbilo en Yavé;
Yavé ha levantado mi frente
Y ha abierto mi boca contra mis enemigos,
Porque esperé de él la salud.
2No hay santo como Yavé,
No hay fuerte como nuestro Dios.
3Dejaos de hablar altaneramente;
No salgan de vuestra boca arrogancias,
Que Yavé es Dios sapientísimo,
Y no se ocultan a su vista las maldades.
4Rompióse el arco de los poderosos,
Ciñéronse los débiles la fuerza,
5Los hartos pusiéronse a servir por la comida,
Y se holgaron los hambrientos.
Parió la estéril siete hijos,
y se marchitó la que muchos tenía,
6Que Yavé da la muerte y da la vida,
Hace bajar al sepulcro y subir de él.
A uno empobrece o enriquece,
7Humilla y exalta,
8Levanta del polvo al pobre,
De la basura saca al indigente,
Para hacer que se siente entre los príncipes,
Y darle parte en un trono de gloria;
pues suyos son los fundamentos de la tierra,
Y El sobre ellos puso el orbe.
9El atiende a los pasos de los piadosos,
Y los malvados callarán entre tinieblas,
No vence el hombre por su fuerza.
10Aterrados serán los enemigos de Yavé;
Desde los cielos tronará contra ellos.
Yavé juzga los confines de la tierra.
Robustecerá a su rey,
y erguirá la frente de su ungido».


Los hijos de Helí

11 Volvióse Elcana a Ramata, a su casa, y el niño quedó sirviendo en el ministerio de Yavé, en presencia de Helí, sacerdote.
12Los hijos de Helí eran hombres perversos, que desconocían a Yavé y las obligaciones de los sacerdotes para con el pueblo. 13Cuando alguno ofrecía sacrificios, venía un criado del sacerdote, mientras se estaba cociendo la carne, con un tenedor en la mano; 14lo metía en la caldera, caldero, olla o puchero, y cuanto sacaba con el tenedor era para el sacerdote.

15Así hacían con cuantos de Israel venían allí a Silo. Aun antes de que se quemara el sebo, venía el criado del sacerdote y decía al que sacrificaba: «Dame la carne para asársela al sacerdote; no recibirá de ti carne cocida, sino cruda». 16Y si el hombre le decía: «Espera a que se queme el sebo, como siempre, y luego cogerás lo que tú quieras»; le respondía el criado: «No, tienes que dármela ahora mismo, y si no, la cojo yo por la fuerza». 17Muy grande era el pecado de aquellos jóvenes ante Yavé, pues hacían odioso a los hombres el ofrecer ante Yavé. 18Samuel ministraba ante Yavé, vestido de un efod de lino. 19Hacíale su madre un mantito y se lo traía de año en año, cuando subía con su marido a ofrecer el sacrificio anual. 20Helí bendijo a Elcana y a su mujer, diciendo: «Que te dé Yavé hijos de esta mujer por el que le pediste». Volviéronse ellos a su casa; 21y Yavé visitó a Ana, que concibió y parió tres hijos y dos hijas. El joven Samuel iba creciendo en la presencia de Yavé. 22Helí era ya muy viejo, y supo lo que sus hijos hacían a todo Israel, y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de la congregación; 23y les dijo: «¿Por qué hacéis cosas tales y tan malas como las que de vosotros he oído a todo este pueblo? 24No, hijos míos, que no es bueno lo que de vosotros oigo. Estáis haciendo que el pueblo de Yavé se aparte de él. 25Si un hombre ofende a otro hombre, está de por medio Dios, que puede aplacar al ofendido; pero si el hombre ofende a Yavé, ¿de quién puede esperar la intervención?» No hicieron caso de lo que les decía su padre, pues quería Yavé matarlos. 26Entre tanto el niño Samuel iba creciendo, y se hacía grato, tanto a Yavé como a los hombres.


Predicción de la ruina de la casa de Helí

27Vino a Helí un hombre de Dios y le dijo: Así habla Yavé: «¿No me revelé yo claramente a la casa de tu padre, cuando eran esclavos en Egipto, en la casa del Faraón? 28Yo me le elegí de entre todas las tribus de Israel para sacerdote, para que subiese al altar a quemar el incienso y para que llevase ante mí el efod. Yo di a la casa de tu padre todas las combustiones de los hijos de Israel. 29¿Por qué, pues, acoceáis mis víctimas, las que yo mandé se ofreciesen en mi casa, y tienes en más a tus hijos que a mí, engordándoos de lo mejor de todas las oblaciones de Israel, mi pueblo? 30Por eso, he aquí lo que dice Yavé, Dios de Israel: Yo había dicho y repetido a tu casa y a la casa de tu padre que ministraríais ante mí por siempre; pero ahora dice Yavé: Lejos de mí eso, porque Yo honro a los que me honran y desprecio a los que me desprecian. 31Tiempo vendrá en que Yo amputaré tu brazo y el brazo de la casa de tu padre, de modo que ya no haya nunca ancianos en tu casa 32y siempre veas ante ti un rival. Aun en las prosperidades de Israel, no habrá nunca ancianos en tu casa. 33No haré desaparecer de mi altar a todos tus descendientes, de modo que se consuman tus ojos y desfallezca tu alma; pero todos los de tu casa morirán en edad viril; 34te servirá de señal lo que sucederá a tus hijos Ofni y Fines; ambos morirán en el mismo día. 35Yo me suscitaré un sacerdote fiel, que obrará según mi corazón y según mi alma; le edificaré una casa estable, y él andará siempre en presencia de mí, ungido; 36y cuantos de tu casa queden vendrán a prosternarse ante él, pidiéndole una moneda de plata y un pedazo de pan; y le dirán: Haz el favor de colocarme en alguna de tus funciones sacerdotales, para que tenga un pedazo de pan que comer».


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  • 1 La inserción del cántico no está hecha de igual modo en el texto masorético y en los LXX. Los dos primeros versículos expresan la exaltación del autor por el socorro de Yavé a favor de los que esperan en El. Forman la primera estrofa.(Volver a Lectura).

  • 10 La última (v. 10) nos anuncia la intervención de Yavé como Juez sobre los confines de la tierra para fortalecer a su Rey y para levantar la frente de su Ungido. En esta estrofa resalta el mesianismo de este cántico, muy parecido al de algunos salmos, v.gr., Sal 17.(Volver a Lectura).

  • 15 El uso exigía que se quemase la grasa en el altar y se cociese la carne ante el Señor, esto es, en el santuario; luego, el sacerdote y los fieles se la repartían. La culpa de los sacerdotes está en reclamar la carne cruda y antes de que se ofrezca en el altar la parte acostumbrada (Lev 3,3-9; 7,39; 9,20).(Volver a Lectura).

  • 26 Es muy de notar la semejanza de este versículo con lo que de Jesús dice San Lucas (2,52).(Volver a Lectura).

  • 27 Cf. Jue 6,8, en que un profeta se representa de análoga manera. El mensajero echa en cara al sacerdote el favor de Dios en haberlos elegido para sacerdotes suyos y su mala correspondencia a este honor (Ex 28,1ss; 29,1ss; Núm 17,2ss).(Volver a Lectura).

  • 35 el nuevo saccerdote será Sadoc, a quien instituyó Salomón en lugar de Abiatar, que se había declarado por Adonías (I Re 2,35; cf. Ez 44,15).(Volver a Lectura).




Primera visión de Samuel

3 1El joven Samuel ministraba a Yavé en presencia de Helí. Era por entonces rara la palabra de Yavé, y no era frecuente la visión. 2Un día, estando acostado en su lugar Helí, cuyos ojos se habían oscurecido y no podían ver, cuando todavía no se había apagado la lámpara de Dios en el santuario, 3Samuel, que dormía en el santuario de Yavé, donde estaba el arca de Dios, 4oyó la voz de Yavé que le llamaba: «¡Samuel!»; él contestó: «Heme aquí»; 5y corrió a Helí, y le dijo: «Aquí estoy; me has llamado». Helí contestó: «No te he llamado, vuelve a acostarte». Y fué a acostarse. 6Yavé llamó otra vez a Samuel; y éste se levantó, y yendo a donde estaba Helí, le dijo: «Heme aquí, pues me has llamado». Helí repuso: «No te he llamado, hijo mío: vuélvete y acuéstate». 7Samuel no conocía todavía a Yavé, pues todavía no se le había revelado la palabra de Yavé. 8Yavé volvió a llamar a Samuel, por tercera vez; y éste se levantó y fué a Helí, y le dijo: «Heme aquí, pues que me has llamado. 9Comprendió entonces Helí que era Yavé quien llamaba al joven, y le dijo: «Anda, acuéstate, y si vuelven a llamarte, di: «Habla, Yavé, que tu siervo escucha». Samuel se fué y se acostó en su lugar.

10Vino Yavé, se paró y llamó como las otras veces: «¡Samuel, Samuel!» Samuel contestó: «Habla, Yavé, que tu siervo escucha»; 11y dijo Yavé a Samuel: «Voy a hacer en Israel una cosa, que a cuantos la oigan les retiñirán ambos oídos. 12Entonces cumpliré cuanto a Helí le he dicho, todo lo que de su casa le he dicho; comenzaré y acabaré. 13Yo le he dicho que iba a castigar a su casa para siempre, por el crimen que sabía cometían sus hijos, de hacer odiosos los sacrificios, y que él no corrigió. 14Por eso he jurado a la casa de Helí que su crimen no será expiado, ni con sacrificios ni con oblaciones». 15Samuel siguió acostado hasta la mañana, y después abrió las puertas de la casa de Yavé. No se atrevía a contar a Helí su visión; 16pero éste llamó a Samuel, diciendo: «Samuel, hijo mío»; y éste contestó: «Heme aquí». 17Helí le preguntó: «¿Qué es lo que te ha dicho Yavé? Te ruego que no me ocultes nada. Que Yavé te castigue si me ocultas algo de cuanto te ha dicho». 18Samuel se lo contó todo, sin ocultarle nada; y Helí dijo: «El es Yavé, haga lo que parezca bien a sus ojos». 19Samuel llegó a ser grande, y Yavé estaba con él y no dejó que cayera por tierra nada de cuanto él decía. 20Todo Israel, desde Dan hasta Berseba, reconoció que era Samuel un verdadero profeta de Yavé. 21Yavé siguió apareciéndosele en Silo. Helí estaba ya muy viejo, y los hijos de éste seguían por el mismo camino, pésimo ante Yavé.


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  • 1 Las comunicaciones proféticas eran entonces raras en Israel, y esto da más valor a la que recibe el niño Samuel (Dt 18,9ss).(Volver a Lectura).

  • 2 El Éxodo nos habla del candelabro de siete brazos (25,31-40), en vez del cual Salomón habría colocado en el Santo cinco a cada lado del altar de los perfumes (I Re 7,49); aquí se habla de la «lámpara de Yavé», como si dijéramos la lámpara del Santísimo.(Volver a Lectura).

  • 10 Es de notar el lenguaje del autor sagrado, que presenta a Dios como morando en el santuario y viniendo a llamar al joven, que duerme en sus dependencias (Ex 25,8; 29,45; Lev 26,12; I Re 6,17).(Volver a Lectura).

  • 14 El «no será expiado» mira sólo a la pena, que no será retirada, no a la culpa de los sacerdotes.(Volver a Lectura).




Derrota de Israel, cautiverio del arca y muerte de Helí y sus hijos

4 1Sucedió por entonces que los filisteos se reunieron para hacer la guerra a Israel. Samuel dirigía su palabra a todo Israel: Israel salió al encuentro de los filisteos para combatir. Acamparon cerca de Eben Ezer, y los filisteos estaban acampados en Afec. 2Habiendo presentado batalla los filisteos contra Israel, se empeñó el combate, e Israel fué derrotado por los filisteos, que mataron en el combate, en el campo, unos cuatro mil hombres. 3El pueblo se recogió en el campamento, y los ancianos se preguntaron: «¿Por qué nos ha derrotado Yavé hoy ante los filisteos? Vamos a traer de Silo el arca de la alianza de Yavé, para que esté entre nosotros y nos salve de la mano de nuestros enemigos». 4Mandaron a Silo, y se trajo de allí el arca de la alianza de Yavé Sebaot, que se sienta sobre los querubines, y con ella fueron los dos hijos de Helí, Ofni y Fines. 5Cuando el arca de la alianza de Yavé entró en el campamento, todo Israel lanzó tan grandes gritos de júbilo, que hacían retemblar la tierra. 6Oyeron los filisteos el vocerío, y dijeron: «¿Qué vocerío es éste tan grande que se oye hoy en el campamento de los hebreos?» Y supieron que había sido traída al campamento el arca de Yavé. 7Atemorizáronse los filisteos, y decían: «Ha venido Dios al campamento. ¡Desgraciados de nosotros! Cosa tal no había sucedido hasta ahora. 8¡Desgraciados de nosotros! ¿Quién nos librará de la mano de esos dioses poderosos? Son ésos los que castigaron a Egipto con toda suerte de plagas y con peste! 9Esforzaos y sed hombres, filisteos, no tengamos que servirles nosotros a ellos, como os sirven ellos a vosotros». 10Combatieron, pues, los filisteos, y fué derrotado Israel, huyendo cada uno a sus tiendas.

Fué una gran derrota, en la que cayeron de Israel treinta mil peones, 11y fué cogida el arca de Dios, y murieron los dos hijos de Helí, Ofni y Fines. 12Un hombre de Benjamín, de los huidos del campo de batalla, vino corriendo a Silo aquel mismo día, con los vestidos desgarrados y la cabeza cubierta de polvo. 13Cuando llegó, estaba Helí sentado en una silla, a la vera del camino, cerca de la puerta, esperando, pues su corazón temblaba por el arca de Dios. Entró el hombre en la ciudad para informarla; y toda ella fué un grito. 14Al oírlo Helí, preguntó: «¿Qué ruido, qué tumulto es ése?» Entonces vino el hombre para darle la noticia. 15Helí tenía noventa y ocho años, sus ojos se habían quedado rígidos, y no veía. 16El hombre dijo a Helí: «Vengo del campo de batalla, de donde he huido hoy». Helí le preguntó: «¿Y qué ha pasado, hijo mío?» 17El le contestó: «Israel ha huido ante los filisteos; ha habido muchos muertos del pueblo; también tus dos hijos, Ofni y Fines, han sido muertos, y el arca de Dios ha sido tomada». 18Apenas hubo mentado el arca de Dios, cayó Helí de su silla hacia atrás, junto a la puerta, y se desnucó y murió, pues era ya muy anciano y estaba muy pesado. Había juzgado a Israel durante cuarenta años. 19Su nuera, la mujer de Fines, estaba encinta, ya para dar a luz. Al saber la noticia de la toma del arca de Dios, de la muerte de su suegro y de su marido, se doblegó y parió, pues le sobrevinieron los dolores del parto. 20Como se veía morir, las mujeres que estaban junto a ella le decían: «Animo, que has parido un hijo»; pero ella ni respondía ni atendía. 21Llamó al hijo, Icabod, 22diciendo: «Ha pasado de Israel la gloria», por haber sido tomada el arca de Dios y por la muerte de su suegro y de su marido. Ella dijo: «Ha pasado la gloria de Israel, porque ha sido tomada el arca de Dios.


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  • 1 Los lugares aquí mencionados se hallan situados cerca de Masfa y de Béte, en los confines de Benjamín y Efraím. Los filisteos debían de subir a la llnaura por la cuesta de Bet-horon, que veremos muchas veces mencionados (Jos 10,10ss).(Volver a Lectura).

  • 3 Nótese que es Yavé quien derrotó a su pueblo, porque El, y no los dioses filisteos, es quien da la victoria o causa la derrota (Jue 20,35). Los antiguos llevaban por enseñas imágenes de los dioses. La imagen, o, mejor, el símbolo de la presencia de Yavé era el arca de la alianza, que aquí aparece tratada con más familiaridad que en otros pasajes (Jos 3,4).(Volver a Lectura).

  • 4 El arca es el símbolo de la presencia de Dios y de su habitación en medio del pueblo. La derrota sufrida por el ejército de Israel mueve a éste a llevar al campamento el arca de Yavé, jefe supremo de los ejércitos de Israel.(Volver a Lectura).




El arca, en tierra de los filisteos

5 1Cogieron, pues, los filisteos el arca de Dios y la llevaron de Eben Ezer a Azoto, 2y la metieron en el templo de Dagón y la pusieron junto a Dagón. 3Al día siguiente, levantándose de mañana, vieron los filisteos a Dagón tendido en tierra y con la cara contra ella, delante del arca de Yavé. Le cogieron, y le volvieron a poner en su sitio; 4pero al otro día, cuando se levantaron, encontraron a Dagón tendido en tierra boca abajo, y cortadas la cabeza y las manos, que yacían en el umbral, sin quedar de Dagón mas que el tronco. 5Por esto los sacerdotes de Dagón, y cuantos entran en el templo de Dagón en Azoto, no pisan todavía el umbral del templo de Dagón. 6La mano de Yavé pesó grandemente sobre los de Azoto, y los desoló e hirió con tumores a Azoto y su territorio. 7Viendo los de Azoto lo que pasaba, dijeron: «Que no quede entre nosotros el arca del Dios de Israel, porque su mano pesa mucho sobre nosotros y sobre Dagón, nuestro dios»;

8y convocando a todos los príncipes de los filisteos para que vinieran, se preguntaron: «¿Qué haremos con el arca del Dios de Israel?» Ellos contestaron: «Que lleven el arca del Dios de Israel a Get». 9La llevaron, y la mano de Yavé se dejó sentir sobre la ciudad, y hubo en ella gran espanto, pues hirió a las gentes de la ciudad, pequeños y grandes, haciendo que les salieran tumores. 10Entonces mandaron el arca de Dios a Acarón. Pero en cuanto entró el arca de Dios en Acarón, los acaronitas se pusieron a gritar: «Han traído aquí el arca del Dios de Israel, para que nos mate a todos, a nosotros y a nuestro pueblo»; 11y convocaron a todos los príncipes de los filisteos, que dijeron: «Devolved el arca del Dios de Israel; que vuelva a su sitio, para que no nos mate a nosotros y a nuestro pueblo»; pues había en toda la ciudad un terror mortal, y la mano de Dios pesaba sobre ella muy fuertemente. 12Los que no morían eran heridos de tumores, y los desesperados gritos de la ciudad subían hasta el cielo.


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  • 1 La presencia del arca no produjo los efectos que de ella esperaba Israel. Dios quiere castigar al pueblo por sus pecados; sin embargo, aun en la cautividad del arca, muestra Dios su poderlo en medio de los filisteos.(Volver a Lectura).

  • 2 Idolo cuyo cuerpo era de hombre de la cintura para arriba, y de pez de la cintura para abajo.(Volver a Lectura).




Devolución del arca a Israel

6 1 Siete meses estuvo el arca de Yavé en la tierra de los filisteos. 2Congregaron éstos a sacerdotes y adivinos, y les preguntaron: «¿Qué hemos de hacer con el arca de Yavé? Decidnos cómo hemos de devolverla a su sitio». 3Ellos respondieron: «Si volvéis el arca del Dios de Israel, no la mandéis de vacío, y no dejéis de hacerle una ofrenda de desagravio; si os curáis, sabréis que era su mano la que pesaba sobre vosotros sin alzarse». 4Preguntaron los filisteos: «¿Y qué desagravio hemos de hacerle?» Respondieron: «Cinco tumores de oro y cinco ratas de oro, según el número de los príncipes de los filisteos, pues una misma es la plaga que a vosotros y a vuestros príncipes aflige. 5Haced, pues, una imagen de vuestros tumores y de las ratas que asuelan la tierra, y honrad al Dios de Israel; quiza deje así de hacer sentir su mano sobre vosotros, sobre vuestros dioses y sobre vuestra tierra. 6¿Para qué endurecer vuestro corazón, como endurecieron el suyo Egipto y el Faraón? ¿No tuvieron que dejar salir a los hijos de Israel después que los hubo castigado? 7Haced, pues, un carro nuevo, tomad dos vacas que estén criando y no hayan sido nunca puestas al yugo; uncid las vacas al carro, y dejad los terneros lejos de ellas, en el establo. 8Coged luego el arca, la ponéis sobre el carro, y junto a ella, en un cofre, los objetos que haréis como ofrenda de desagravio, y la devolvéis; que ella se vaya. 9Seguidla con los ojos: si sube por el camino de su tierra hacia Bet Sames, será que Yavé nos ha infligido tanto mal; si no, sabremos que no ha sido su mano la que nos ha herido, y que esto ha sucedido por casualidad». 10Hiciéronlo así; y tomando dos vacas que estaban criando, las uncieron al carro y dejaron los terneros en el establo. 11Pusieron sobre el carro el arca de Yavé y el cofre, con las ratas de oro y la figura de sus tumores.

12Las vacas tomaron el camino de Bet Sames y siguieron siempre por él; e iban andando y mugiendo, sin declinar ni a la derecha ni a la izquierda. Los príncipes de los filisteos fueron tras ella, hasta llegar al territorio de Bet Sames. 13Las gentes de Bet Sames estaban segando el trigo en el valle; y alzando los ojos, vieron el arca con gran alegría. 14El carro llegó al campo de Josué, betsamita, y se paró en él. Había allí una gran piedra, y partieron las maderas del carro y ofrecieron las vacas a Yavé en holocausto. 15Los levitas, bajando del carro el arca de Yavé y el cofre que estaba junto a ella, los pusieron sobre la gran piedra. Las gentes de Bet Sames ofrecieron aquel día holocaustos y sacrificios a Yavé. 16Los cinco príncipes de los filisteos, después de ver esto, se volvieron a Acarón aquel mismo día.

17Estos son los tumores de oro que los filisteos donaron a Yavé, como ofrenda de desagravio: uno por Azoto, uno por Gaza, uno por Ascalón, uno por Get y uno por Acarón. 18También las ratas de oro eran según el número de las ciudades de los cinco príncipes, tanto de las fortificadas como de las no amuralladas. Testigo la gran piedra, que todavía hoy queda en el campo de Josué, betsamita, sobre la cual se depuso el arca de Yavé.
19Los hijos de Jeconías no se alegraron con las gentes de Bet Sames al ver el arca de Yavé, e hirió Éste de entre ellos a setenta hombres. El pueblo hizo gran duelo, por haberlos herido Yavé con tan gran plaga; 20y las gentes de Bet Sames se decían: «¿Quién puede estar delante de Yavé, este Dios santo? ¿Y a dónde habrá de ir, al alejarse de nosotros?» 21Mandaron mensajeros a los habitantes de Cariatiarim, para que les dijeran: «Los filisteos han devuelto el arca de Yavé: bajad para subirla con vosotros».


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  • 2 Isaías nota que los filisteos son muy dados a la magia (Is 2,6). Pero aun sin esto, siguiendo las costumbres antiguas, hubieran consultados a sus dioses sobre la conducta que debían seguir en tran graves circunstacias (cf. 28,6.15).(Volver a Lectura).

  • 3 Aun entre los hombres era uso no presentarse ante algún grande sin obsequio (16,20), cuanto más ante un Dios ofendido, y quien era necesario desagraviar (Ex 23,15; 34,20).(Volver a Lectura).

  • 7 El carro ha de ser nuevo, es decir, no profanado por el uso ordinario. Igual las vacas, las cuales para mostrar la fuerza superior que las guía, tienen sus terneros, y, atraídas por ellos, van mugiendo (2 Sam 6,3).(Volver a Lectura).

  • 15 Según Núm 4,15, solamente los levitas podían llevar el arca y los utensilios del santuario. La ocasión era propcia para ofrecer a Yavé sacrificios en señal de alegría y acción de gracias.(Volver a Lectura).

  • 18 La tradición señalaba en Bet Sames la piedra como el sitio en que se realizó tan memorable suceso.(Volver a Lectura).

  • 19 El texto masorético y la Vulgata ponen aquí un estrago de setenta varones por un lado y cincuenta mil por otro, muertos por mirar el arca. Se impone la corrección del texto según la versión de los LXX, que reduce los muertos a setenta.(Volver a Lectura).

  • 20 El arca de Dios participa de su santidad divina, y Yavé es, a la vez que santo, terrible: «Santo y Terrible es su Nombre» (Sal 110,9).(Volver a Lectura).




7 1Las gentes de Cariatiarim vinieron y subieron el arca, depositándola en la casa de Abinadad, que está sobre una colina; y consagraron a Eliezer, su hijo, para que custodiase el arca de Yavé.


Derrota de los filisteos en Masfa

2Mucho tiempo pasó, veinte años, desde que el arca fué depositada en Cariatiarim, y toda la casa de Israel gemía. 3Dijo, pues, Samuel: «Si de todo corazón os convertís a Yavé, quitad de en medio de vosotros los dioses extraños y los astartes; enderezad vuestro corazón a Yavé y servidle sólo a Él, y Él os librará de las manos de los filisteos». 4Los hijos de Israel quitaron todos los Baales y Astartes, y sirvieron sólo a Yavé. 5Samuel les dijo: «Congregad a todo Israel en Masfa, y yo rogaré a Yavé por vosotros». 6Reuniéronse en Masfa, y sacando agua, la derramaron ante Yavé; y ayunaron aquel día, y clamaban: «Hemos pecado contra Yavé». 7Samuel juzgaba a los hijos de Israel en Masfa. Habiendo sabido los filisteos que los hijos de Israel se habían congregado en Masfa, subieron sus príncipes contra Israel. Tuvieron miedo de los filisteos los hijos de Israel, 8y dijeron a Samuel: «No ceses de clamar por nosotros a Yavé, nuestro Dios, para que nos libre de la mano de los filisteos».

9Samuel tomó un cordero de leche y lo ofreció entero en holocausto a Yavé, y clamó a Yavé por Israel, y Yavé le escuchó. 10Mientras Samuel ofrecía el holocausto, se acercaron los filisteos para atacar a Israel; pero Yavé hizo tronar muy fuertemente aquel día sobre los filisteos y los puso en derrota, siendo batidos por los hijos de Israel. 11Los hombres de Israel, saliendo de Masfa, persiguieron en derrota a los filisteos hasta más abajo de Bet Horón. 12Samuel cogió una piedra y la puso entre Masfa y Jesana; la llamó Eben Ezer, diciendo: «Hasta aquí nos socorrió Yavé».
13Así humillados, no volvieron los filisteos más contra la tierra de Israel; y pesó la mano de Yavé sobre ellos durante toda la vida de Samuel. 14Las ciudades que los filisteos habían tomado a Israel volvieron a poder de éste, desde Acarón hasta Get. Israel arrancó de las manos de los filisteos su territorio, y hubo también paz entre Israel y los amorreos.


Petición de rey

15Samuel juzgó a Israel todo el tiempo de su vida. 16Cada año hacía un recorrido por Betel, Gálgala y Masfa, y allí, en todos estos lugares, juzgaba a Israel. 17Volvíase luego a Rama, donde estaba su casa, y allí juzgaba a Israel. Alzó allí un altar a Yavé.


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  • 1 Restituida el arca, es llevada a Cariatiarim, no a Silo, que no aparece ya más como lugar del santuario, probablemente por haber sido destruido por los filisteos. (Jer. 7. 12, 14; 26. 6. 9.).(Volver a Lectura).

  • 2 Estos veinte años significarían la opresión filistea, a partir de la derrota pasada hasta la victoria que va a contar.(Volver a Lectura).

  • 3 Helí desapareció de la escena y aparece Samuel a la cabeza del pueblo.(Volver a Lectura).

  • 5 Como en Jueces (20,1; 21,1), Masfa es el sitio de runión del pueblo y lugar de penitencia; por tanto, lugar santo. El sacrificio, libación o derramamiento de agua podemos verlo en lo que hizo David (2 Sam 23,16).(Volver a Lectura).

  • 15 Samuel representa otro tipo de juez distinto de la mayoría de los pasados. No es un caudillo militar, pero él convoca al pueblo, le alienta a la lucha y, como Moisés, ora por él a Yavé para alcanzar la victoria. Como Moisés, también ejerce las funciones de sacerdote y las de juez, fallando las causas del pueblo y conservando en él la justicia y la paz.(Volver a Lectura).




SEGUNDA PARTE


INSTITUCIÓN DE LA MONARQUÍA
(8 - 15)

8 1Cuando envejeció Samuel, puso para juzgar a Israel a sus dos hijos; 2el primogénito, de nombre Joel, y el segundo, de nombre Abia, y juzgaban en Berseba. 3Pero los hijos de Samuel no siguieron los caminos de éste, sino que se apartaban de ellos por avaricia, recibiendo presentes y juzgando injustamente. 4Reuniéronse todos los ancianos de Israel, y vinieron a Samuel en Rama, 5y le dijeron: «Tú eres ya viejo y tus hijos no siguen tus caminos; danos un rey para que nos juzgue, como todos los pueblos». 6Desagradó a Samuel que le dijeran: «Danos un rey para que nos juzgue», y oró ante Yavé; 7pero Yavé dijo a Samuel: «Oye la voz del pueblo en cuanto te pide, pues no es a ti a quien rechazan, sino a mí, para que no reine sobre ellos. 8Como han hecho conmigo, desde que los saqué de Egipto hasta ahora, dejándome para irse a servir a otros dioses, así hacen ahora contigo. 9Escúchalos, pues; pero da testimonio contra ellos y dales a conocer cómo los tratará el rey que reinará sobre ellos». 10Samuel transmitió al pueblo que le pedía rey todo lo que le había dicho Yavé, 11y les dijo: «Ved cómo os tratará el rey que reinará sobre vosotros: Cogerá a vuestros hijos y los pondrá sobre sus carros y entre sus aurigas, y los hará correr delante de su carro.

12De ellos hará jefes de mil, de ciento y de cincuenta; los hará labrar sus campos, recolectar sus mieses, fabricar sus armas de guerra y el atelaje de sus carros. 13Tomará a vuestras hijas para perfumeras, cocineras y panaderas. 14Tomará vuestros mejores campos, viñas y olivares, y se los dará a sus servidores. 15Diezmará vuestras cosechas y vuestros vinos, para sus eunucos y servidores. 16Cogerá vuestros siervos y vuestras siervas, vuestros mejores bueyes y asnos, para emplearlos en sus obras. 17Diezmará vuestros rebaños y vosotros mismos seréis esclavos suyos. 18Entonces clamaréis a Yavé, pero Yavé no os oirá». 19El pueblo desoyó a Samuel, y dijeron: «No, no, que haya sobre nosotros un rey, 20y así seremos como todos los pueblos: nos juzgará nuestro rey, y saldrá al frente de nosotros para combatir nuestros combates». 21Samuel, después de oír las palabras del pueblo, se las repitió a Yavé; 22y Yavé le dijo: «Escúchalos y pon sobre ellos un rey». Entonces dijo Samuel al pueblo: «Váyase cada uno a su ciudad».


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  • 6 Hasta ahora el gobierno de Israel ha sido puramente teocrático. Sólo Dios gobernaba a su pueblo, y de cuando en cuando suscitaba legados suyos a quienes encomendaba funciones de gobierno. Por eso la petición del pueblo supone el deseo de mudar la forma de gobierno y, por tanto, Dios manda al profeta que acceda a la petición, porque el cambio en si se habla hecho casi necesario, para que Israel, politicamente organizado de un modo permanente, pudiera rechazar los persistentes ataques de sus enemigos, principalemnte de los filisteos (Os 8. 3 ss; 13. 10, 11).(Volver a Lectura).

  • 11 La petición de rey desagradó a Yavé y a su profeta, por cuanto significaba una repulsa de la teocracia hasta entonces vigente. Lo que aquí les propone Samuel no es precisamente la ley constitucional de la monarquía, sino la realidad práctica, mucho más gravosa para el pueblo que la teocracia que hasta ahora los había regido.(Volver a Lectura).




Saúl

9 1Había en Benjamín un hombre, llamado Quis, hijo de Abiel, hijo de Seror, hijo de Becorat, hijo de Afia, de Gueba de Benjamín. Era hombre valiente; 2y tenía un hijo de nombre Saúl, robusto y alto. No había hijo de Israel más alto que él, y a todos les sacaba la cabeza. 3Extraviáronse las asnas de Quis, padre de Saúl; y dijo Quis a Saúl: «Lleva contigo un mozo y vete en busca de las asnas». 4Recorrió los montes de Efraím y atravesó la tierra de Salisa, sin hallarlas. Recorrieron también la región de Salim, y tampoco estaban allí; volvieron a tierra de Benjamín, y tampoco las hallaron. 5Cuando llegaron a la región de Suf, dijo Saúl al mozo que le acompañaba: «Vamos a volvernos, no sea que mi padre, más que por las asnas, esté ya intranquilo por nosotros». 6El mozo le dijo: «Mira, en esta ciudad hay un hombre de Dios muy famoso. Cuanto él dice seguramente sucede. Vamos, pues, allá, que quizá él nos diga el camino que hemos de seguir». 7Saúl dijo al mozo: «Vamos allá, pero ¿qué vamos a llevarle? Ya no hay provisiones en las alforjas, y nosotros no tenemos nada que podamos ofrecerle como presente». 8El mozo le dijo: «Mira, he encontrado un cuarto de siclo de plata; se lo daré al hombre de Dios, y él nos indicará nuestro camino». 9En otro tiempo, en Israel, los que iban a consultar a Dios se decían unos a otros: «Venid, vamos a consultar al vidente»; pues al que llaman hoy profeta le llamaban antes vidente. 10Saúl dijo al mozo: «Has tenido buena idea, vamos»; y se dirigieron a la ciudad, donde estaba el hombre de Dios. 11Cuando subían el repecho que conduce a la ciudad, encontraron a unas jóvenes que habían salido a coger agua, y les preguntaron: «¿Está aquí el vidente?» 12Ellas les respondieron, diciendo: «Sí, aquí está; mira allí delante; pero ve pronto, porque ha venido hoy a la ciudad por tener el pueblo un sacrificio en la altura. 13En cuanto entréis en la ciudad id a verle, antes que suba a la altura para la comida, pues el pueblo no comerá antes que llegue él, que es quien ha de bendecir el sacrificio, y después comerán los invitados.

Subid, pues, ahora mismo y le hallaréis». 14Ellos subieron a la ciudad. Cuando entraban en ella encontraron a Samuel, que salía para subir a la altura. 16Un día antes de la llegada de Saúl, había hecho Yavé una revelación a Samuel, diciéndole: 16«Mañana, a esta hora, Yo te mandaré a un hombre de Benjamín, y tú le ungirás por jefe de mi pueblo, de Israel, y él librará a mi pueblo de la mano de los filisteos, pues he visto la humillación de mi pueblo y han llegado hasta Mí sus clamores». 17Luego que Samuel vió a Saúl, le dijo Yavé: «Este es el hombre de quien te hablé ayer. Este reinará sobre mi pueblo». 18Saúl se acercó a Samuel dentro de la puerta, y le dijo: «¿Harías el favor de indicarme dónde está la casa del vidente?» 19Samuel le contestó: «Soy yo el vidente; sube delante de mí a la altura y comeréis hoy conmigo. Mañana te despediré y te diré cuanto tienes en tu corazón. 20Por las asnas que hace tres días perdiste, no te inquietes, han sido halladas. ¿De quién va a ser cuanto de precioso hay en Israel? ¿No va a ser tuyo y de toda la casa de tu padre? 21Saúl respondió: «¿Pues no soy yo benjaminita? ¿No soy yo de la mínima tribu de Israel, de Benjamín, y no es mi familia la menor de las familias de Benjamín? ¿Por qué me dices eso?» 22Samuel, tomando a Saúl y a su mozo, los introdujo en el comedor y les dió el primer lugar, a la cabeza de los invitados, que eran unos treinta hombres. 23Samuel dijo al cocinero: «Dame la porción que te mandé pusieras aparte». 24El cocinero cogió un brazuelo y el rabo y lo puso ante Saúl. «Es la porción que se te reservaba», dijo a éste Samuel: «Ponlo delante de ti y come, pues la hice guardar cuando convoqué al pueblo, para el momento oportuno». Comió Saúl con Samuel aquel día. 25Bajaron de la altura a la ciudad, y Samuel estuvo hablando con Saúl en la terraza, y luego se acostaron. 26Al día siguiente, a la aurora, llamó Samuel a Saúl a la terraza, y le dijo: «Levántate y te despediré». Levantóse Saúl y salieron ambos juntos. 27Cuando hubieron bajado al extremo de la ciudad, dijo Samuel a Saúl: «Dile al mozo que pase delante de nosotros». Tomó el mozo la delantera, y dijo Samuel: «Detente ahora, que te dé a conocer lo que dice Yavé».


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  • 7 Este sencillo episodio nos pone ante los ojos un aspecto del profetismo en Israel, de que nos habla el Deuteronomio (18,11s; cf. Introducción a los libros históricos, n.2). Este cuarto no es una moneda acuñada, sino un pedazo de metal de peso un cuarto de siclo.(Volver a Lectura).

  • 12 Ya en 7,17 se nos había dicho que Samuel había levantado en su ciudad, Rama de Efraím, un altar a Yavé. En ese altar se celebra el sacrificio por un motivo que el texto no menciona, y al sacrificio sigue el banquete sagrado de comunión (cf. Lev 3,1ss).(Volver a Lectura).

  • 16 Este versículo, que tiene completo paralelo con Ex 3,7s, presenta un asecto distinto al de la primera actitud de Dios y de su proeta. Lo que allí era una señal de apostasía, aquí es un don de salud, que Dios mismo da. Son dos aspectos que tiene la monarquía de Israel, que, de una parte dio el pueblo la libertad y, de otra, fue su escándalo, induciéndolo a la idolatría.(Volver a Lectura).




Rebeca y Eliecer
BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO (1618 - 1682). REBECA Y ELIECER. GÉN 24,17-18


Isaac y Jacob
JOSÉ RIBERA. «EL ESPAÑOLETO» (1591-1652). ISAAC Y JACOB. GÉN 27,15-29.


Unción de Saúl

10 1Cogió Samuel una redoma de óleo, la vertió sobre la cabeza de Saúl, y le besó diciendo: «Yavé te unge por príncipe de su heredad. Tú reinarás sobre el pueblo de Yavé y le salvarás de la mano de los enemigos que le rodean. Esto te será señal de que Yavé te ha ungido como jefe de su heredad: 2Cuando hoy me dejes, encontrarás dos hombres cerca del sepulcro de Raquel, en tierra de Benjamín, al mediodía, que te dirán: Las asnas que has ido a buscar han aparecido, y tu padre no piensa ya en ellas, sino en vosotros, y dice: ¿Cómo haré yo para saber de mi hijo? 3Siguiendo tu camino, llegarás a la encina de la lamentación de Débora, y te encontrarás con tres hombres subiendo a adorar a Dios, a Betel, y llevando uno tres cabritos, el otro tres panes y el otro una bota de vino; 4después de preguntarte por tu salud, te darán dos de los panes, que tú tomarás de su mano; 5luego llegarás a Gueba Elohim, donde hay una guarnición de filisteos; y al entrar en la ciudad te encontrarás con un grupo de profetas, bajando del excelso, precedidos de salterios, tímpanos, flautas y arpas, y profetizando. 6El espíritu de Yavé se apoderará de tí, y profetizarás con ellos y te transformarás en otro hombre. 7Cuando todas estas señales se hayan cumplido en ti, haz lo que te venga a mano, pues Dios estará contigo. 8Baja antes que yo a Gálgala, a donde iré a reunirme contigo, para ofrecer holocaustos y sacrificios eucarísticos. Espera siete días, hasta que yo vaya y te diga lo que has de hacer».
9En cuanto volvió Saúl las espaldas para apartarse de Samuel, se sintió otro, y todas las señales aquellas le sucedieron el mismo día. 10Cuando llegaron a Gueba encontráronse con un tropel de profetas, y le arrebató el espíritu de Dios y se puso a profetizar en medio de ellos. 11Cuantos de antes le conocían se preguntaban: «¿Qué le ha pasado al hijo de Quis? ¡Saúl entre los profetas!» 12Uno de los presentes contestó: «¿Y quién es el padre de esos otros?» Por eso ha quedado en proverbio: «¿También Saúl entre los profetas?»

13Cuando hubo acabado de profetizar, subió a Gueba. 14Un tío de Saúl preguntó a éste: «¿A dónde habéis ido?» Saúl respondió: «A buscar las asnas, pero no las hemos visto por ninguna parte y fuimos a casa de Samuel». 15El tío le dijo: «Cuéntame lo que te ha dicho Samuel»; 16y Saúl respondió: «Nos dió a saber que las asnas habían aparecido»; pero en cuanto a lo del reino, nada le dijo de lo que le había hablado Samuel.

Elección de Saúl a la suerte

17Samuel convocó al pueblo ante Yavé en Masfa, 18y dijo a los hijos de Israel: «Así habla Yavé, Dios de Israel: Yo os saqué de Egipto; Yo os he librado de la mano de los egipcios y de la de cuantos reyes os oprimieron; 19y vosotros hoy rechazáis a vuestro Dios, que os ha librado de vuestros males y de vuestras aflicciones, y le decís: ¡No, pon sobre nosotros un rey! Presentaos ahora ante Yavé, por tribus y por familias». 20Samuel hizo que se acercasen todas las tribus de Israel, y fué sacada la tribu de Benjamín. 21Hizo que se acercara la tribu de Benjamín, por familias, y fué elegida la familia de Metri; e hizo acercar a la familia de Metri, por varones, y fué elegido Saúl, hijo de Quis. Buscáronle, pero no le hallaron. 22Preguntaron entonces de nuevo a Yavé: «¿Ha venido?» Y Yavé respondió: «Está escondido entre los bagajes». 23Corrieron a sacarle de allí, y cuando estuvo en medio del pueblo sobresalía de entre todos, de los hombros arriba. 24Samuel dijo al pueblo: «No hay entre todos otro como él». Y el pueblo se puso a gritar «¡Viva el rey!». 25Entonces expuso Samuel al pueblo el derecho real y lo escribió en un libro, que depositó ante Yavé; 26y despidió Samuel al pueblo todo, cada uno a su casa.
También Saúl se fué a su casa, a Gueba, acompañado de una tropa de hombres robustos, cuyos corazones había tocado Dios. 27Sin embargo, algunos perversos decían: «¿Este va a salvarnos?» Y despreciándole, no le hicieron presentes.


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  • 1 La unción es una consagración. Además, en Israel la unción del rey vino a tener una significación equivalente a lo que nosotros decimos coronación. Es signo del especial carácter que en Israel tenia la realeza. No es el rey un poder meramente polilico, como en las demás naciones, sino el ministro de Dios, que vicariamente rige su pueblo.(Volver a Lectura).

  • 2 El secuplcro de Raquel lo coloca el Gén 35,19 «en el camino de Efrata»; pero antes de Migdol-Eder (Gén 35,21), que Miqueas pone cerca de jerusalén (Miq 4,8). Jeremías lo supone en la tribu de Benjamín, al norte de Jerusalén, en el camino que los cautivos habían de seguir hacia Babilonia (31,15).(Volver a Lectura).

  • 3 Es el sitio de la muerte de Débora, nodriza de Rebeca (Gén 35,8), y donde se la lloró y dio sepultura. Allí se encontró con tres hombres que subían a Betel a adorar a Dios.(Volver a Lectura).

  • 5 Esta Gueba de Elohim es desconocida. Pudiera ser que la Ramala, altura de Alá, que hoy existe no lejos de Betel, fuera esa Gueba, Collado de Dios. Allí debía de existir un santuario, del que volvía el grupo de profetas. Las palabras de profeta y profetizar tienen en el Antiguo Testamento muy varios sentidos. Uno de ellos es el de cantar himnos sagrados, y es el que viene a nuestro caso. Estos «profetas» vienen cantando cánticos a Dios. Las ceremonias de que se acompañaban tienen semejanza con las formas orientales. pero bajo esta áspera corteza está el espíritu de Yahvé, que luchaba contra la invasión del paganismo cananeo en Israel (cf. 19,20).(Volver a Lectura).

  • 6 El «espíritu de Yavé» que tiene también varios sentidos (11,6; 16,13; Jue14,6.19; 15,14), significa aquí el estado de fervor religioso de que Saúl se sientió invadido al juntarse con el grupo de los profetas.(Volver a Lectura).

  • 17 En 8,22 Samuel había enviado al pueblo a sus casas, después de prometerles que accedería a sus deseos; ahora los convoca de nuevo en Masfa para poner en ejecución la promesa, aunque no sin antes repetirles la reprimenda que entonces les había echado (8,6ss).(Volver a Lectura).

  • 20 Saúl, que habla sido ungido en privado, es ahora públicamente elegido a la suerte, que es un medio de que se manifiesre la voluntad de Dios. (Prov 16,33; Jos 7,14ss).(Volver a Lectura).




Derrota de los amonitas y liberación de Jabes Galad

11 1Pasó cosa de un mes, y subió Najas, amonita, y sitió a Jabes Galad. Los habitantes de Jabes dijeron a Najas: «Pacta con nosotros y te serviremos». 2Pero Najas, amonita, les respondió: «Pactaré, a condición de sacaros a cada uno de vosotros el ojo derecho y hacer de esto oprobio para todo Israel». 3Dijéronle los ancianos de Jabes: «Danos tregua de siete días, para mandar mensajeros por todo Israel; si no viene nadie a socorrernos, nos rendiremos a ti». 4Vinieron mensajeros a Gueba, de Saúl, y contaron al pueblo esto, y el pueblo todo alzó la voz y lloró. 5Venía entonces Saúl del campo tras de sus bueyes, y preguntó: «¿Qué tiene el pueblo para llorar así?» Contáronle lo que decían los de Jabes. 6En cuanto lo oyó, le arrebató el espíritu de Yavé y se encendió en cólera. 7Cogió un par de bueyes, los cortó en pedazos y mandó éstos por todo el territorio de Israel, por medio de mensajeros que dijeran: «Así serán tratados los bueyes de cuantos no se pongan en marcha tras Saúl y Samuel».

El terror de Yavé cayó sobre el pueblo, que se puso en marcha como un solo hombre. 8Saúl los revistó en Bezec; y los hijos de Israel eran trescientos mil; los de Judá, treinta mil. 9Dijo a los mensajeros que habían venido de Jabes: «Decid a los hombres de Jabes Galad: Mañana, a medio día, seréis socorridos». Los mensajeros llevaron la noticia a los hombres de Jabes, que se llenaron de alegría, 10y dijeron a los amonitas: «Mañana nos rendiremos a vosotros, para que con nosotros hagáis lo que bien os parezca». 11Al día siguiente, dividió Saúl el pueblo en tres cuerpos; y a la vigilia matutina penetraron en el campamento de los amonitas y los estuvieron batiendo hasta la hora de más calor. Los que escaparon se dispersaron de tal modo, que no quedaron dos hombres juntos. 12El pueblo decía a Samuel: «¿Quiénes son los que decían: Saúl va a reinar sobre vosotros? Entréganos esas gentes para que les demos muerte». 13Pero Saúl dijo: «Nadie será muerto hoy, pues hoy ha salvado Yavé a Israel». 14Y dijo Samuel al pueblo: «Venid y vayamos a Gálgala, para renovar allí el reino». 15Todo el pueblo fué a Gálgala, y restablecieron a Saúl rey ante Yavé en Gálgala y ofrecieron sacrificios eucarísticos, dando Saúl y todo el pueblo muestras de gran regozijo.


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  • 1 En la historia de Jefté (Jue 11,12ss) hemos visto las pretensiones de los amonitas sobre el territorio de las tribus transjordánicas. Ahora vuelven a la carga y no cesarán hasta que del todo sean sometidos por David (2 Sam 12,29ss). Su actitud es inselente, como en 2 Sam 10,4.(Volver a Lectura).




Samuel resigna la judicatura

12 1Dijo Samuel a todo Israel: «Ya veis que os he oído en cuanto me habéis dicho, y que he puesto sobre vosotros un rey. 2Ahora, pues, tenéis ya rey que marche a vuestra cabeza. Yo ya soy viejo y he encanecido, y mis hijos ahí los tenéis entre vosotros, como unos de tantos. He estado al frente de vosotros, desde mi juventud hasta hoy. 3Aquí me tenéis. Dad testimonio de mí ante Yavé y ante su ungido. ¿He quitado a nadie un buey? ¿He quitado a nadie un asno? ¿He oprimido a nadie? ¿He perjudicado a nadie? ¿He aceptado de nadie presentes que no me dejaran ver lo que él hacía? Os lo restituiré». 4Ellos respondieron: «No nos has perjudicado, no nos has oprimido, de nadie has aceptado nada». 5El les dijo: «Testigo Yavé contra vosotros, y lo es también hoy su ungido, de que nada habéis hallado en mis manos». El pueblo respondió: «Testigo». 6Samuel añadió: «Yavé, que hizo a Moisés y Arón y sacó a vuestros padres de Egipto, es testigo. 7Ahora, pues, poneos delante de Yavé, que quiero juzgaros ante Yavé por los beneficios que os ha hecho a vosotros y a vuestros padres. 8Cuando Jacob con sus hijos entró en Egipto y los humillaron los egipcios, y vuestros padres clamaron a Yavé, Yavé les mandó a Moisés y Arón, que los sacaron de Egipto, y los establecieron en este lugar. 9Pero se olvidaron de Yavé, su Dios, y Éste los entregó en manos de Sisara, jefe del ejército de Jasor, en manos de los filisteos, en manos del rey de Moab, que les hicieron la guerra. 10Clamaron a Yavé, diciendo: «Hemos pecado, porque hemos abandonado a Yavé y hemos servido a los Baales y los Astartes. Líbranos ahora y nosotros te serviremos. 11Mandóles Yavé a Jerobaal, Bedan, Jefté y Samuel, y os libró de manos de los enemigos que teníais en torno vuestro, y habéis habitado vuestras casas en seguridad.

12Y ahora, cuando habéis visto que Najas, rey de los hijos de Ammón, se ponía en marcha contra vosotros, me habéis dicho: No, que reine un rey sobre nosotros; cuando Yavé, vuestro Dios, era vuestro rey. 13Ahí tenéis, pues, el rey que habéis querido y habéis pedido; Yavé le ha puesto por rey vuestro. 14Si teméis a Yavé, si le servís y obedecéis, si no sois rebeldes a los mandatos de Yavé, viviréis vosotros y vuestro rey, que reinará sobre vosotros. 15Pero si no obedecéis a Yavé, si sois rebeldes a sus mandatos, tendréis contra vosotros la mano de Yavé, como contra ellos la tuvieron vuestros padres. 16Quedaos todavía, para que veáis el prodigio que va a obrar Yavé a vuestros ojos. 17¿No estamos en el tiempo de la siega de los trigos? Pues yo voy a invocar a Yavé, y Yavé tronará y lloverá, y veréis así cuán grande es a los ojos de Yavé el mal que habéis hecho pidiendo un rey».
18Invocó Samuel a Yavé, y aquel mismo día dió Yavé truenos y lluvia, y todo el pueblo tuvo gran temor de Yavé y de Samuel; 19y dijeron a éste: «Ruega por tus siervos a Yavé, tu Dios, para que no muramos, pues a todos nuestros pecados hemos añadido el de pedirnos un rey». 20Samuel les dijo: «No temáis; habéis hecho todo ese mal, pero no ceséis de seguir a Yavé y servirle con todo vuestro corazón. 21No os apartéis de Él, porque será ir tras vanidades que no os darían provecho ni ayuda alguna, porque de nada sirven. 22Yavé, por la gloria de su nombre, no abandonará a su pueblo, ya que ha querido haceros el pueblo suyo. 23Lejos también de mí pecar contra Yavé, dejando de rogar por vosotros; yo os mostraré el camino bueno y derecho.
24Temed sólo a Yavé, servidle fielmente y con todo vuestro corazón, pues ya habéis visto los prodigios que ha hecho en medio de vosotros. 25Pero si perseveráis en el mal, pereceréis vosotros y vuestro rey».


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  • 1 Samuel, ante todo, empieza por descargarse del oficio de juez, que hasta entonces venía desempeñando, y que desea traspasar al rey, a quien de derecho pertenece. La cuenta que da de su conducta ante el pueblo es una buena lección para el monarca, a la vez que una justificación de su buen proceder. En adelante, ya nadie se atreva a acusarle de haber administrado mal la justicia.(Volver a Lectura).




Nueva invasión de los filisteos

13 1Era Saúl de ... años cuando comenzó a reinar, y había ya reinado dos años sobre Israel. 2Saúl eligió para sí tres mil hombres de Israel. Dos mil estaban con él en Mijmas y sobre el monte de Betel, y mil con Jonatán, en Gueba de Benjamín. El resto del pueblo lo mandó cada uno a su tienda. 3Jonatán batió a la guarnición de filisteos que había en Gueba; y al saberlo dijeron los filisteos: «Se han rebelado los hebreos». Saúl hizo que tocasen la trompeta por toda la tierra; 4y todo Israel supo la noticia: «Saúl ha batido a la guarnición de los filisteos»; e Israel se hizo odioso a los filisteos, y fué convocado el pueblo por Saúl a Mijmas. 5Reuniéronse los filisteos para combatir contra Israel; mil carros y seis mil caballeros, y de pueblo un número comparable a las arenas del mar. Vinieron a acampar en Mijmas, al oriente de Bet Horon. 6Los hombres de Israel se vieron en gran aprieto, pues estaban casi cercados, y se ocultaron en las cavernas, en la maleza y en las peñas, en las torres y en las cisternas; 7y los de más lejos pasaron el Jordán y se internaron en tierra de Gad y de Galad.

Pecado de Saúl

Saúl estaba todavía en Gálgala, y la gente que estaba con él se dispersaba. 8Esperó siete días, según el término que había fijado Samuel; pero Samuel no venía, y la gente se dispersaba cada vez más.

9Entonces dijo Saúl: «Traedme el holocausto y las hostias pacíficas»; y ofreció el holocausto. 10Apenas ofrecido el holocausto, vino Samuel y Saúl salió a su encuentro para saludarle. 11Samuel le dijo: «¿Qué has hecho?» Saúl respondió: «Viendo que la gente se dispersaba, que tú no venías en el término fijado y que los filisteos acampaban en Mijmas, 12me dije: Los filisteos van a venir a atacarme a Gálgala y yo no he implorado a Yavé. Entonces, obligado por la necesidad, he ofrecido el holocausto». 13Samuel dijo a Saúl: «Has obrado neciamente y has desobedecido el mandato de Yavé, tu Dios. Estaba Yavé para afirmar tu reino sobre Israel, para siempre; 14pero ahora ya tu reino no persistirá. Ha buscado Yavé un hombre según su corazón, para que sea jefe de su pueblo, porque tú no has cumplido lo que Dios te había mandado». 15Levantóse Samuel, y de Gálgala subió a Gueba de Benjamín. Saúl revistó su tropa, y quedaban con él seiscientos hombres. 16Saúl, Jonatán, su hijo, y la gente que con ellos quedaba, se apostaron en Gueba de Benjamín, mientras los filisteos acampaban en Mijmas. 17Salieron del campamento de los filisteos tres tropas en algara, para saquear la tierra. Una tomó el camino de Ofra, hacia la tierra de Saúl; 18otra el de Bet Horón, y la tercera el de Gueba, que domina el valle de Seboim, hacia el desierto. 19No había en toda la tierra de Israel herrero alguno, pues los filisteos se habían dicho: «Que no puedan los hebreos forjar espadas ni lanzas». 20Todo Israel tenía que bajar a tierra de los filisteos, para aguzar cada uno su reja, su segur, su azadón o su pico. 21No se disponía más que de la lima, para sacar el filo a toda clase de segures, tridentes y hoces, y para aguzar las aijadas. 22Llegado el día del combate, no había en mano del pueblo todo que estaba con Saúl y Samuel espada ni lanza, más que las de Saúl y las de Jonatán, su hijo. 23Los filisteos habían salido para guarnecer el paso de Mijmas.

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  • 1 Ni el texto ni las versiones antiguas nos dan el número, que parece haber desaparecido..(Volver a Lectura).

  • 3 En 10,5 se nos había hablado de una guarnición de filisteos en Gueba de Elohim. Esta batida por Jonatán da origen a la guerra.(Volver a Lectura).

  • 7 No se posía emprender la lucha sin consulatar a Dios y ofrecer sacrificios para ganar su favor. para ello se reúnen de nuevo en Gálgala, tal vez porque Masfa estuviera ocupado o amenazado por los filisteos.(Volver a Lectura).

  • 9 Esta intromisión de Saúl, asi como la desobediencia en el cumplimiento de la orden de Dios, de dar al anatema todo lo de Amalec, son muestras de la indocilidad de Saúl, indocilidad que se da como causa de su reprobación y del cambio de dinastía.(Volver a Lectura).




Hazaña de Jonatán y derrota los filisteos

14 1Un día Jonatán dijo a su escudero: «Anda, vamos a pasar al puesto de los filisteos que está allí del otro lado». Nada había dicho a su padre. 2Saúl estaba apostado al extremo de Gueba, bajo el granado de Magrón, y tenía con él unos seiscientos hombres. 3Ajías, hijo de Ajijot, hermano de Icabod, hijo de Fines, hijo de Helí, era sacerdote de Yavé en Silo, y llevaba el efod. Tampoco la gente sabía nada de a dónde había ido Jonatán. 4Entre los pasos por donde Jonatán tentaba llegar al puesto de los filisteos había un diente de roca de un lado y otro del otro, el uno de nombre Boses y el otro Sene. 5Uno de ellos se alza al norte enfrente de Mijmas, y el otro al mediodía, enfrente de Gueba. 6Jonatán dijo a su escudero: «Anda, vamos a pasar al puesto de los incircuncisos; puede ser que Yavé nos ayude, pues nada le impide salvar con muchos o con pocos». 7Su escudero le respondió: «Haz lo que quieras. Donde tu vayas, pronto estoy a seguirte». 8Jonatán le dijo: «Vamos a pasar hacia ésos y a dejarnos ver de ellos. 9Si nos dicen: «Esperad a que vayamos», nosotros nos quedaremos donde estemos y no subiremos a ellos; 10pero si nos dicen: «Subid acá», subiremos, porque Yavé nos los ha entregado en nuestras manos. Esa será para nosotros la señal». 11Hiciéronse ver ambos del puesto de los filisteos, y éstos dijeron: «Mirad, los hebreos salen de los agujeros donde se habían metido»; 12y dirigiéndose a Jonatán y a su escudero, dijeron: «Subid a nosotros y os enseñaremos una cosa». Jonatán dijo al escudero: «Sube detrás de mí, que Yavé los ha puesto en nuestras manos». 13Y sirviéndose de manos y pies, subió Jonatán, seguido de su escudero. Los filisteos, unos caían delante de Jonatán, y otros detrás de él, los mataba el escudero. 14Esta primera matanza que hizo Jonatán fué de unos veinte hombres; en un espacio como de la mitad de una yugada. 15Trascendió el espanto al campamento, al llano y a todos los puestos de los filisteos, y aun las tres columnas de saqueadores fueron presa del terror. Temblaba la tierra. Fué un espanto de Dios. 18Los centinelas de Saúl, que estaban en Gueba de Benjamín, vieron cómo la muchedumbre se dispersaba y corría de un lado para otro. 17Saúl dijo a la gente que tenía con él: «Pasad revista y ved quién falta de entre nosotros». Pasáronla, y se halló que faltaban Jonatán y su escudero. 18Dijo entonces Saúl a Ajías: «Trae el efod»; pues había llevado el efod y lo tenía allí aquel día ante Israel. 19Mientras Saúl hablaba con el sacerdote, iba extendiéndose y creciendo el tumulto en el campamento de los filisteos; y Saúl dijo al sacerdote: «Retira tu mano». 20Saúl y cuantos con él estaban se reunieron y avanzaron hasta el lugar de la lucha, y vieron que los filisteos habían vuelto sus armas unos contra otros y la confusión era grandísima. 21Los hebreos que de antes estaban con los filisteos y habían subido con ellos al campamento, se pusieron también del lado de los de Israel, que estaban con Saúl y Jonatán. 22Los que de Israel se habían ocultado en los montes de Efraím, al tener noticia de la huida de los filisteos se pusieron igualmente a perseguirlos. 23Así libró Yavé aquel día a Israel. El combate siguió hasta Bet Horón. 24Vinieron a ser los que se reunieron con Saúl unos diez mil hombres, y se extendió la lucha por todos los montes de Efraím.


Temerario juramento de Saúl

Saúl cometió aquel día una gran imprudencia, pues conjuró al pueblo, diciendo: «Maldito el hombre que coma nada hasta la tarde, mientras no me haya vengado de mis enemigos». Y nadie probó bocado.

25El pueblo estaba extenuado por la fatiga; 26y llegó a un bosque donde había mucha miel en el suelo. A pesar de ver la miel corriendo por el suelo, nadie la tomó para llevársela a la boca, por temor del juramento hecho. 27Pero Jonatán, que nada sabía del juramento que su padre había hecho hacer al pueblo, metió la punta del bastón que llevaba en la mano en un panal de miel, y se la llevó a la boca con la mano, y le brillaron los ojos. 28Uno del pueblo le advirtió: «Tu padre ha hecho jurar al pueblo, diciendo: «Maldito el hombre que coma hoy». 29Jonatán respondió: «Mi padre ha hecho hoy mucho mal al pueblo. ¿No veis cómo han brillado mis ojos sólo con haber probado un poco de miel? 30Si el pueblo hubiera comido hoy del botín cogido a los enemigos, ¡cuánto mayor habría sido la derrota de los filisteos!»
31Batieron aquel día a los filisteos desde Mijmas hasta Ayalón. El pueblo, desfallecido, 32cuando volvió sobre el botín, cogió ovejas, bueyes y terneros; y matándolos en el suelo, comió la carne con su sangre. 33Dijéronle a Saúl que el pueblo había pecado contra Yavé, comiendo la carne con su sangre; y dijo: «Habéis prevaricado. Traedme luego una piedra grande», 34y añadió: «Id por todo el pueblo y decidle que me traiga cada uno su buey o su oveja, y que la degüelle aquí. Después comeréis, y no pecaréis contra Yavé comiendo la carne con sangre». Llevó cada cual de la mano durante la noche su buey, y le degolló sobre la piedra. 35Saúl alzó un altar a Yavé. Fué el primer altar que alzó Saúl.
36Saúl dijo: «Vamos a salir a perseguir a los filisteos durante la noche, a destrozarlos hasta que luzca el día, sin dejar uno solo con vida». Y le dijeron: «Haz cuanto bien te parezca» Y él dijo al sacerdote: «Acércate»; 37y consultó a Dios: «¿He de bajar en persecución del enemigo? ¿Los entregarás en manos de Israel?» Pero Yavé no dió aquel día respuesta. 38Saúl dijo: «Acercaos aquí todos los jefes de tribus del pueblo, y buscad, a ver por quién haya sido cometido el pecado; 39pues por vida de Yavé, el salvador de Israel, que si hubiera sido por Jonatán, mi hijo, sin remisión morirá». Nadie del pueblo osó responderle. 40Dijo, pues, a todo Israel: «Poneos todos vosotros de un lado, y yo y mi hijo nos pondremos del otro». El pueblo contestó: «Haz como bien te parezca». 41Saúl dijo: «Yavé, Dios de Israel, ¿cómo es que no respondes hoy a tu siervo? Si en mí o en Jonatán, mi hijo, está este pecado, Yavé, Dios de Israel, da urim; y si está la iniquidad en el pueblo, da tummin. Y fueron señalados por la suerte Jonatán y Saúl y librado el pueblo. 42Saúl dijo: «Echad ahora la suerte entre mí y Jonatán, mi hijo»; y fué señalado Jonatán. 43Saúl dijo a Jonatán: «Dime qué has hecho». Y Jonatán respondió: «He gustado un poco de miel con la punta del bastón que llevaba en la mano, ¿y por eso voy a morir?» 44Saúl dijo: «Que me castigue Dios con todo rigor si no mueres, Jonatán». 45El pueblo dijo entonces a Saúl: «¿Va a morir Jonatán, el que ha hecho en Israel esta gran liberación? iJamás! Vive Yavé, no caerá a tierra un solo cabello de su cabeza, pues hoy ha obrado con Dios». Así salvó el pueblo a Jonatán y no murió. 46Saúl desistió de salir en persecución de los filisteos, y éstos llegaron a su tierra. 47Mientras Saúl reinó sobre Israel, hizo la guerra a todos los enemigos de en torno a Moab, a los hijos de Ammón, a Aram Bet Rejob, al rey de Soba y a los filisteos, venciendo en todas partes a donde se volvía. 48Llegó a ser muy fuerte: derrotó a Amalec y libró Israel de las manos de cuantos antes le saqueaban. 49Los hijos de Saúl fueron Jonatán, Jesui y Melquisua; sus dos hijas se llamaron: Merob la mayor y Michol la menor. 50La mujer de Saúl se llamaba Ajinoam, hija de Ajimas. El nombre del jefe de su ejército era Abner, hijo de Ner, tío de Saúl. 51Quis, padre de Saúl, y Ner, padre de Abner, eran hijos de Abiel.
52La guerra contra los filisteos fué encarnizada, durante toda la vida de Saúl; y en cuanto veía Saúl un hombre robusto y valiente, le ponía a su servicio.


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  • 3 Al lado del rey se halla el sacerdote con el efod, instrumento para consultar a Yavé en todo momento. La forma de consultar a Dios era por las suertes, como aparece en el v. 41. De aquí la sentencia de Prov 16,33.(Volver a Lectura).

  • 9 Este presagio nos trae a la memoria el de Gén 21,8 y 2 Sam 15,26.(Volver a Lectura).

  • 32 Desde Gén 9,4 se halla rigurosamente prohibido comer la sangre de los animales. La sangre debía servir para la expiación de los pecados (Lev 19,26; Heb 9,22).(Volver a Lectura).

  • 39 El juramento era tan sagrado para los antiguos, que aun su quebrantamiento involuntario daba lugar a escenas como las que siguen. El texto griego, mejor que el masorético y la Vulgata, nos da aquí la manera de consultar a Dios por los urim y tummin.(Volver a Lectura).




Desobediencia de Saúl al mandato de Yavé

15 1Samuel dijo a Saúl: «A mí me envió Yavé para que te ungiera rey de su pueblo, de Israel. Escucha, pues, ahora lo que te dice Yavé: 2Así habla Yavé Sebaot: Tengo presente lo que hizo Amalec contra Israel, cuando le cerró el camino a su salida de Egipto: Ve, pues, ahora, y castiga a Amalec; 3y da al anatema cuanto es suyo. No perdones; mata a hombres, mujeres y niños, aun los de pecho; bueyes y ovejas, camellos y asnos». 4Dió, pues, Saúl la orden al pueblo y lo congregó en Telaim. Contó doscientos mil infantes y diez mil hombres de Judá. 5Avanzó Saúl hasta las ciudades de Amalec y puso una emboscada en el torrente; 6y dijo a los quíneos: «Id, retiraos, salid de en medio de Amalec, no sea que os veáis envueltos con él; pues vosotros tratasteis con benevolencia a los hijos de Israel cuando subían de Egipto». Retiráronse, pues, de Amalec, los quíneos. 7Saúl batió a Amalec, desde Evila hasta Sur, frente a Egipto. 8Cogió vivo a Agag, rey de Amalec, y dió al anatema a todo el pueblo, pasándolo a filo de espada. 9Pero Saúl y el pueblo dejaron con vida a Agag y las mejores ovejas y los mejores bueyes, los más gordos y cebados, no dándolos al anatema y destruyendo solamente lo malo y sin valor.


Saúl, rechazado por Dios

10Yavé dirigió a Samuel su palabra, diciendo: 11«Estoy arrepentido de haber hecho rey a Saúl, pues se aparta de Mí y no hace lo que le digo». Samuel se entristeció y estuvo clamando a Yavé toda la noche; 12y levantándose de mañana, para ir al encuentro de Saúl, supo que había ido al Carmelo, donde se había alzado un monumento, y de vuelta, pasando más allá, había bajado a Gálgala. 13Dirigióse, pues a donde estaba Saúl, y le dijo Saúl: «Bendito seas de Yavé. He cumplido la orden de Yavé».

14Samuel le contestó: «¿Qué es entonces ese balar de ovejas que llega a mis oídos, y ese mugir de bueyes que oigo?» 15Saúl respondió: «Los han traído de Amalec, pues el pueblo ha reservado las mejores ovejas y los mejores bueyes, para los sacrificios de Yavé, tu Dios; el resto ha sido dado al anatema». 16Samuel dijo entonces a Saúl: «Basta; voy a darte a conocer lo que Yavé me ha dicho esta noche». Saúl le dijo: «Habla». 17Samuel dijo: «¿No es verdad que, hallándote tú pequeño a tus propios ojos, has venido a ser el jefe de las tribus de Israel y te ha ungido Yavé rey sobre Israel? 18Yavé te dió una misión, diciéndote: Ve y da al anatema a esos pecadores de Amalec, y combátelos hasta exterminarlos. 18¿Por qué no has obedecido al mandato de Yavé, y te has echado sobre el botín, haciendo mal a los ojos de Yavé?» 20Saúl contestó a Samuel: «Yo he obedecido el mandato de Yavé, y he seguido el camino que me ordenó Yavé, y he traído a Agag, rey de Amalec. 21El pueblo ha tomado del botín esas ovejas y esos bueyes, como primicias de lo dado al anatema, para sacrificarlos a Yavé, su Dios, en Gálgala». 22Pero Samuel repuso: «¿No quiere mejor Yavé la obediencia a sus mandatos, que no los holocaustos y las víctimas? Mejor es la obediencia que las víctimas. Y mejor escuchar que ofrecer el sebo de los carneros. 23Tan pecado es la rebelión como la superstición, y la resistencia como la idolatría. Pues que tú has rechazado el mandato de Yavé, Él te rechaza también a ti como rey».
24Dijo entonces Saúl a Samuel: «He pecado, traspasando el mandato de Yavé y tus palabras; temí al pueblo y le escuché. Perdona, pues, te ruego, mi pecado, 25y vuélvete conmigo para adorar a Yavé». 26Samuel le contestó: «No me volveré contigo, porque tú rechazaste el mandato de Yavé, y Yavé te rechaza a ti para que no reines en Israel». 27Volvióse Samuel para irse, pero Saúl le cogió por la orla del manto, que se rompió; 28y le dijo Samuel: «Hoy ha roto Yavé de sobre ti el reino, para entregárselo a otro mejor que tú; 29y el Esplendor de Israel no se doblegará, no se arrepentirá, pues no es un hombre para que se arrepienta». 30Saúl dijo: «He pecado; pero hónrame ahora, te lo ruego, en presencia de los ancianos de mi pueblo y en presencia de Israel, y ven conmigo a adorar a Yavé, tu Dios». 31Volvióse Samuel y siguió a Saúl, y éste adoró a Yavé. 32Samuel dijo: «Traedme a Agag, rey de Amalec»; y Agag se acercó a él con rostro complaciente, diciendo: «Seguramente se apartó la amarga muerte». 33Samuel repuso: «Así como a tantas madres privó tu espada de hijos, así será entre las mujeres tu madre privada de su hijo». Y destrozó a Agag ante Yavé, en Gálgala. 34Partióse Samuel para Rama, y Saúl subió a su casa de Gueba de Saúl. 35No volvió Samuel a ver a Saúl hasta el día de su muerte.


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  • 3 Entre Amalec, pueblo nómada, siempre dispuesto a echarse sobre un pueblo sedentario como ya era Israel, y este último, no podía menos de haber perpetua guerra. Ya a la salida de Egipto se echó traidoramente Amalec sobre la retaguardia de Israel y apresó y mató a los rezagados por la fatiga; y después constantemente se registran incursiones de los amalecitas contra Israel. (Ex 17,8ss; Dt 26,17ss; I Sam 30).(Volver a Lectura).

  • 6 Los quineos, a los que pertenecía Jobab, el suegro o pariente de Moisés (Jue 4,11), que había seguido en su vida nómada (cf. Jue 4,11.17), aparecen muchas veces unidos a los amalecitas (Núm 24,21; Jue 1,16). La benevolencia a que el texto alude es la mencionada en Núm 10,29ss.(Volver a Lectura).

  • 8 Ya hemos visto la misma pena impuesta a la ciudad de Jericó (Jos 6,24ss; 7,10ss).(Volver a Lectura).

  • 22 Es muy de retener la doctrina contenida en estos versículos, que nos anuncian la de los profetas y de los salmos acerca del culto espiritual y la obediencia a la ley divina, preferido al de los sacrificios y fiestas (Is 1,11ss; Sal 50,7ss).(Volver a Lectura).




TERCERA PARTE


SAÚL Y DAVID
(16 - 31)

Unción de David

16 Como se lamentase Samuel de que se hubiera Yavé arrepentido de haber hecho a Saúl rey de Israel, 1dijo Yavé a Samuel: «¿Hasta cuándo vas a estar tú llorando sobre Saúl, a quien he rechazado Yo para que no reine más sobre Israel? Llena tu cuerno de óleo, y ve; Te envío a casa de Isaí de Belén, pues He elegido entre sus hijos al rey que Yo quiero». 2«¿Cómo voy a ir? —contestó Samuel—; lo sabrá Saúl y me matará». Yavé le dijo: «Lleva contigo una ternera, y dirás: He venido para ofrecer a Yavé un sacrificio. 3Invitarás al sacrificio a Isaí, y ya te indicaré Yo luego lo que has de hacer, ungiendo al que Yo te señale». 4Hizo Samuel lo que le mandaba Yavé, y llegó a Belén. Los ancianos acudieron inquietos a él y le dijeron: «¿Tu llegada es para bien?»

Citarista egipcio

5El contestó: «Sí, he venido para ofrecer un sacrificio a Yavé. Santificaos y venid conmigo al sacrificio». Santificó a Isaí y a sus hijos y los invitó al sacrificio.

6Cuando se presentaron ante él, al ver a Eliab, se dijo Samuel: «Seguramente se halla ante Yavé su ungido». 7Pero Yavé dijo a Samuel: «No tengas en cuenta su figura y su gran talla, que Yo le he descartado. No ve Dios como el hombre; el hombre ve la figura, pero Yavé mira el corazón». 8Isaí llamó a Abinadab y le hizo pasar ante Samuel. Samuel dijo: «Tampoco es éste el que ha elegido Yavé». 9Hizo Isaí pasar a Sama, y Samuel dijo: «Tampoco éste es el que ha elegido Yavé». 10Isaí hizo pasar ante Samuel a sus siete hijos, y Samuel le dijo: «A ninguno de éstos ha elegido Yavé». 11Preguntó entonces Samuel: «¿Son éstos todos tus hijos?» Y él le respondió: «Queda el más pequeño, que está apacentando las ovejas». Samuel le dijo: «Manda a buscarle, pues no nos sentaremos a comer mientras no venga él». 12Isaí mandó a buscarle. Era rubio, de hermosos ojos y muy bella presencia. Yavé dijo a Samuel: «Levántate y úngele, pues ése es». 13Samuel, tomando el cuerno de óleo, le ungió a la vista de sus hermanos: y desde aquel momento en lo sucesivo, vino sobre David el espíritu de Yavé. Samuel se levantó y se volvió a Rama.

David al servicio de Saúl

14El espíritu de Yavé se retiró de Saúl y le turbaba un mal espíritu mandado de Yavé. 15Y dijeron a Saúl sus servidores: «Te ves turbado por un mal espíritu de Dios; 16permite, señor, que tus siervos te digan que se busque a un diestro tañedor de arpa, que cuando se apodere de ti el mal espíritu de Dios, la toque y halles alivio». 17Saúl les dijo: «Buscadme, pues, un buen músico, y traédmelo». 18Tomando uno de los servidores la palabra, dijo: «Yo he visto a un hijo de Isaí, de Belén, que sabe tocar el arpa. Es hombre fuerte y valiente, hombre de guerra y discreto en el hablar, y está Yavé con él». 19Saúl envió mensajeros a casa de Isaí, para decirle: «Mándame a David, tu hijo, el que está con las ovejas». 20Isaí tomó un omer de pan, un odre de vino y un cabrito, y se lo mandó a Saúl por David, su hijo. 21Llegado a casa de Saúl, David se presentó a él. Saúl le cogió cariño y le hizo escudero suyo. 22Saúl dijo a Isaí: «Que se quede, te ruego, conmigo David, a mi servicio, pues ha hallado gracia a mis ojos». 23Cuando el mal espíritu de Dios se apoderaba de Saúl, David cogía el arpa, la tocaba, y Saúl se calmaba y se ponía mejor, y el espíritu malo se alejaba de él.


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  • 7 También aquí vemos realizada la sentencia de San Pablo de que Dios escoge lo flaco para confundir lo fuerte (I Cor 1,27ss).(Volver a Lectura).

  • 14 Aquí hallamos opuestos el espíritu bueno, que es el de Yavé, y el espíritu malo. A éste acompañaba una extrema sensibilidad, junto con grave tristeza y mal humor. Al otro, por el contrario, junto con la paz interior, el bienestar, la alegría y el buen ánimo para toda obra buena. A ambos se da el nombre de «espíritu de Dios», porque procedían de la disposición de ánimo de Saúl o de David para con el Señor.(Volver a Lectura).

  • 23 Era ya conocida de los antiguos la benéfica influencia de la música sobre los hipocondriacos.(Volver a Lectura).




El gigante Goliat

17 1Los filisteos, juntando sus tropas para hacer la guerra, se reunieron en Soco, que pertenece a Judá. Acamparon entre Soco y Azeca, en Efes Domim. 2Reuniéronse también Saúl y los hombres de Israel, y vinieron al valle del Terebinto, y pusiéronse allí en orden de batalla contra los filisteos. 3Estaban éstos acampados en un monte y los de Israel en un monte opuesto, mediando entre ellos el valle, que los separaba.
4Salió al medio, de las filas de los filisteos, un hombre llamado Goliat, de Get, que tenía de talla seis codos y un palmo. 5Cubría su cabeza un casco de bronce y llevaba una coraza escamada, de bronce también, de cinco mil siclos de peso. 6A los pies llevaba botas de bronce, y a las espaldas un escudo, también de bronce. 7El asta de su lanza era como el enjullo de un telar, y la punta de la lanza, de hierro, pesaba seiscientos siclos. Delante de él iba su escudero. 8Goliat se paró, y dirigiéndose a las tropas de Israel, ordenadas en batalla, les gritó: «¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla? ¿No soy yo un filisteo y vosotros siervos de Saúl? Elegid un hombre que baje a pelear conmigo. 9Si en la lucha me vence, que me mate y os quedaremos sujetos; pero si soy yo el que le venzo y le mato a él, seréis vosotros los que nos quedaréis sujetos y nos serviréis». 10El filisteo añadió: «Yo arrojo hoy este reto al ejército de Israel. Dadme un hombre y lucharemos». Al oír las palabras del filisteo, 11Saúl y todo Israel se asombraron y se llenaron de miedo.


Mata David al gigante

12David era hijo de un efrateo, de Belén de Judá, que tenía ocho hijos, llamado Isaí, y era al tiempo de Saúl uno de los hombres más ancianos. 13Los tres hijos mayores de Isaí habían salido para la guerra, y se llamaban el mayor Eliab, el segundo Abinadab, y Samma el tercero. 14David era el menor; y cuando las tropas marcharon tras de Saúl, 15David iba y venía y apacentaba las ovejas de su padre en Belén. 16El filisteo salía de su campo mañana y tarde, y estuvo haciendo así por cuarenta días. 17Isaí dijo a David, su hijo: «Toma ese efá de trigo tostado y esos diez panes, y corre al campamento donde están tus hermanos; 18lleva también esos diez requesones, para el jefe de su millar. Visitas a tus hermanos para ver cómo están, y les preguntas si quieren algo». 19Saúl, ellos y todos los hombres de Israel, estaban en el valle del Terebinto, en campaña contra los filisteos.

Honderos asirios

20David se levantó de madrugada; y dejando las ovejas al cuidado de un pastor, se fué, cargado de lo que le mandara Isaí. 21Llegó al campamento cuando el ejército salía a ordenarse en batalla, lanzando sus gritos de guerra.

22Israelitas y filisteos se ordenaban en batalla, ejército contra ejército. David dejó los objetos que traía, en mano de un guardia del bagaje, y corrió hacia las filas del ejército. En cuanto llegó, preguntó a sus hermanos cómo estaban; 23pero mientras hablaba con ellos, el filisteo de Get, Goliat, de nombre el filisteo, salió de las filas de los filisteos y se puso a decir lo de los otros días, oyéndolo David. 24En viendo a aquél, todos los hombres de Israel se retiraron ante él, temblando de miedo. 25Decíanse unos a otros: «¿Veis a ese hombre que avanza? Viene a desafiar a Israel. Al que le mate le colmará el rey de riquezas, le dará su hija por mujer y eximirá de tributos la casa de su padre».
26David preguntó a los que tenía cerca: «¿Qué darán al que mate a ese filisteo y arranque a Israel la afrenta? ¿Quién es ese filisteo, ese incircunciso, para insultar así al ejército del Dios vivo?» 27La gente le repitió las mismas palabras, diciendo: «Esto es lo que harán al que le mate». 28Eliab, su hermano, que había oído hablar a aquellos hombres, se encendió en cólera contra David, y le dijo: «¿Para qué has bajado y a quién has dejado tu pequeño rebaño en el desierto? Conozco tu orgullo y la malicia de tu corazón. Para ver la batalla has bajado tú». 29David le contestó: «¿Qué he hecho? Sencillamente hablar una palabra». 30Y apartándose de él se dirigió a otro, haciéndole la misma pregunta, y recibió la misma respuesta.
31Los que habían oído las palabras de David se las repitieron a Saúl, que le mandó venir. 32David dijo a Saúl: «Que no desfallezca el corazón de mi señor, por el filisteo ése. Tu siervo irá a luchar contra él». 33Saúl le dijo: «Tú no puedes ir a batirte con ese filisteo; eres todavía un niño, y él es hombre de guerra desde su juventud». 34David dijo a Saúl: «Cuando tu siervo apacentaba las ovejas de su padre, y venía un león o un oso, y se llevaba una oveja del rebaño, 35yo le perseguía, le golpeaba y le arrancaba de la boca la oveja; y si se volvía contra mí, le agarraba por la mandíbula, le hería y le mataba. 36Tu siervo ha matado leones y osos; y ese filisteo, ese incircunciso, será como uno de ellos, pues ha insultado al ejército del Dios vivo». 37Y añadió: «Yavé, que me libró del león y del oso, me librará también de la mano de ese filisteo». Saúl entonces le dijo: «Ve, y que Yavé sea contigo».
38Saúl hizo que vistieran a David sus ropas, púsole sobre la cabeza un casco de bronce y le cubrió de una coraza. 39Después David se ciñó la espada de Saúl sobre sus ropas y probó de andar, pues nunca había ensayado la armadura; y dijo a Saúl: «No puedo andar con estas armas, no estoy acostumbrado»: y deshaciéndose de ellas, 40cogió su cayado, eligió en el torrente cinco chinarros bien lisos y los metió en su zurrón de pastor; y con la honda en la mano avanzó hacia el filisteo. 41El filisteo, se acercó poco a poco a David, precedido de su escudero. 42Miró, vió a David, y le despreció por muy joven, de blondo y bello rostro. 43Díjole, pues: «¿Crees que soy yo un perro, para venir contra mí con un cayado?» «No—contestó David—, eres todavía peor que un perro». 44Maldíjole el filisteo por sus dioses, y añadió: «Ven, que dé tus carnes a las aves del cielo y a las bestias del campo». 45David "respondió al filisteo: «Tú vienes contra mí con espada y lanza y venablo, pero yo voy contra ti en el nombre de Yavé Sebaot, Dios de los ejércitos de Israel, a los que has insultado. 46Hoy te entregará Yavé en mis manos; yo te heriré, te cortaré la cabeza y daré tu cadáver y los del ejército de los filisteos, a las aves del cielo y a los animales de la tierra; y sabrá así toda la tierra que Israel tiene un Dios, 47y sabrán todos éstos que no por la espada ni por la lanza salva Yavé, porque Él es el Señor de la guerra, y os entregará en nuestras manos». 48El filisteo se levantó, se puso en marcha y avanzó hacia David. David echó a correr a lo largo del frente del ejército, para ir al encuentro del filisteo; 49metió la mano en su zurrón, sacó de él un chinarro y lo lanzó con la honda. El chinarro se clavó en la frente del filisteo, y éste cayó de bruces a tierra. 50Así David, con una honda y una piedra, venció al filisteo y le hirió de muerte. 51Corrió, parándose ante el filisteo; y no teniendo espada a la mano, cogió la de él, sacándola de la vaina, le mató y le cortó la cabeza. Viendo los filisteos muerto a su campeón, pusiéronse en fuga, 52y los hombres de Israel, levantándose, y lanzando los gritos de guerra, persiguieron a los filisteos, hasta la entrada de Get, y hasta las puertas de Acarón y cayeron filisteos en el camino de Saraim hasta Get y Acarón.
53A la vuelta de la persecución de los filisteos, los hombres de Israel saquearon su campamento. 54David cogió la cabeza y las armas del filisteo, y tiempo después llevó a Jerusalén la cabeza, y las armas las puso en el tabernáculo. 55Cuando Saúl había visto a David avanzar contra el filisteo, dijo a Abner, el jefe de su ejército: «¿De quién es hijo ese joven, Abner?» Abner respondió: 56«Por tu vida que no lo sé, oh rey». Y el rey le dijo: «Infórmate, pues, a ver de quién es hijo». 57De vuelta David de la muerte del filisteo, Abner le cogió, y le llevó ante Saúl, teniendo todavía en la mano la cabeza del filisteo. 58Saúl le preguntó: «¿De quién eres hijo, mozo?» Y David le contestó: «Soy hijo de tu siervo Isaí, de Belén».


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  • 1 El relato que empieza parecer ser continuación de 15,35. Los ejércitos se enfrentan, no ya en lo alto de la meseta en los términos de Efraím, como antes, sino más al sur, en las estribaciones de la montaña, al sudoeste de Jerusalén, no lejos de la ciudad filistea de Gat.(Volver a Lectura).

  • 4 El texto griego nos da sólo cuatro codos en vez de los seis, y esta lección parecce preferible, es tendencia de los copistas aumentar lo maravilloso. Según Jos 11,22, los enaquim, gigantes, existían en Gaza, Gat y Azoto. Una figura de éstas en un ejército como el de Israel, sin armas ni disciplina militar, era para poner espanto.(Volver a Lectura).

  • 34 Estas fieras no eran raras en la Palestina de entonces, y más en la región desértica del sudeste de Belén, donde David apacentaría los ganados de su padre. En la lucha con ellos se fortalecía el espíritu guerrero de los pastores (Jue 14,5; 2 Sam 23,20).(Volver a Lectura).

  • 52 No podemos menos de reconocer que en este relato del episodio David Goliat hay ciertas divergencias en el texto, que no pueden explicarse mas que suponiendo que en él se han contraído diversos documentos. Quizá esta divergencia, no fácilmente explicable, movió a los copistas de ciertos códices griegos a suprimir los V. 17,55 a 18,6. (Véanse Introducción a los libros históricos y la especial a Samuel).(Volver a Lectura).




Amistad más que fraternal entre David y Jonatán

18 1Cuando hubo acabado David de hablar con Saúl, el alma de Jonatán se apegó a la de David, y le amó Jonatán como a sí mismo. 2Aquel día tomó Saúl a David, y no le dejó que se fuera a la casa de su padre. 3Jonatán hizo pacto con David, pues le amaba como a su alma, 4y quitándose el manto que llevaba, se lo puso a David, así como sus arreos militares, su espada, su arco y su cinturón. 5David salía a combatir donde le mandaba Saúl, y siempre procedía con acierto. Saúl le puso al mando de hombres de guerra, y toda la gente estaba contenta con él, aun los servidores de Saúl.


Enemiga de Saúl contra David

6Cuando hicieron su entrada, después de haber muerto David al filisteo, salían las mujeres de todas las ciudades de Israel, cantando y danzando delante del rey Saúl con tímpanos y triángulos alegremente, 7y alternando, cantaban las mujeres en coro:
«Saúl mató sus mil,
Y David sus diez mil».
8Saúl se irritó mucho, y esto le desagradó, pues decía: «Dan diez mil a David, y a mí mil: nada le falta, si no es el reino». 9Desde entonces miraba Saúl a David con malos ojos.
10Al otro día se apoderó de Saúl el mal espíritu, y desvariaba en su casa. David tocaba el arpa, como otras veces. Tenía Saúl en la mano su lanza, 11y blandiéndola, la lanzó contra David, diciendo: «Voy a clavar a David en la pared». Pero David esquivó el golpe por dos veces.

12Comenzó Saúl a temer a David, pues veía que estaba Yavé con éste, mientras que de él se había apartado. 13Alejóle de sí, haciéndole jefe de millar, y David entraba y salía, a la vista de todo el pueblo; 14en todas sus empresas se mostró acertado. 15Vió, pues, Saúl que era muy precavido, y le temía. 16Todo Israel y todo Judá amaba a David, que a su vista entraba y salía. 17Dijo Saúl a David: «Mira, te daré por mujer a mi hija mayor, Merob; pero has de mostrarte valiente y hacer la guerra de Yavé»; pues se decía: «No quiero poner mis manos sobre él, que le maten las de los filisteos».
18David respondió a Saúl: «¿Quién soy yo, y qué es mi vida, qué la casa de mi padre, para que sea yo yerno del rey?» 19Pero cuando llegó el tiempo en que Merob, la hija mayor de Saúl, había de ser entregada a David, se la dió por mujer a Hadriel, de Mejolá. 20Micol, la otra hija de Saúl, amaba a David; lo supo Saúl, y esto le agradó, 21pues se decía: «Se la daré para que le sirva de lazo, y le haga caer en las manos de los filisteos». Dijo, pues, Saúl a David: «Por segunda vez voy a darte ocasión de ser yerno mío». 22Al mismo tiempo dió orden a sus servidores, diciéndoles: «Hablad a David a escondidas de mí, y decidle: El rey te estima, y todos sus servidores te queremos; haz por ser yerno del rey». 23Dijéronle a David esto los servidores, y respondió David: «¿Os parece cosa fácil eso de ser yerno del rey? Yo soy hombre de poco, y de poca hacienda». 24Fuéronle a contar a Saúl sus servidores lo que decía David, 25y él les dijo: «Habladle así: No necesita el rey dote, sólo quiere cien prepucios de filisteos, para vengarse». Así pensaba Saúl que caería David en manos de los filisteos. 26Cuando los servidores dijeron a David las palabras que había dicho Saúl, le agradó a aquél la condición puesta para ser yerno del rey; 27y a los pocos días salió con los que estaban a su mando, y mató a doscientos filisteos, trayéndose sus prepucios, y entregó al rey el número completo para ser su yerno. 28Dióle, pues, Saúl por mujer su hija Micol. Saúl vio claramente que Yavé estaba con David, y que todo Israel le amaba. 29Temíale Saúl más y más cada vez, y fué toda su vida enemigo de David. 30Los príncipes de los filisteos hacían incursiones; pero cada vez que salían, David, por su habilidad, alcanzaba mejor suceso que todos los otros servidores de Saúl, y su nombre llegó a ser muy celebrado.


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  • 1 El mutuo afecto de David y Jonatán es un verdadero modelo de amistad más que fraternal.(Volver a Lectura).

  • 17 En 17,21 se refieren las grandes promesas hechas al vencedor de Goliat. Es probable que las anularan los celos del rey. pero ahora le propone el matrimonio como un medio de deshacerse de él. Entre los hebreos se hacía el matrimonio por compra de la mujer, o lo que era igual, que el novio debía satisfacer la dote convenida al padre de la novia.(Volver a Lectura).




Intervención de Jonatán en favor de David

19 1Propuso Saúl a Jonatán y a todos sus servidores matar a David; y Jonatán, hijo de Saúl, que amaba mucho a David, 2se lo comunicó a éste, diciéndole: «Saúl, mi padre, busca matarte. Ponte, pues, en guardia; mañana, por favor, no te dejes ver y escóndete. 3Yo saldré con mi padre al campo, a donde tú estés, hablaré de ti a mi padre, veré qué piensa y te lo comunicaré». 4Jonatán habló a su padre en favor de David, diciéndole: «No peque el rey contra su siervo David, pues él no ha pecado contra ti. Por lo contrario, cuanto hace es para bien tuyo; 5ha expuesto su vida, ha derrotado al filisteo, y Yavé ha obrado por él una gran liberación en todo Israel. Tú lo has visto, y te has alegrado. ¿Por qué, pues, vas a hacerte reo de sangre inocente, haciendo morir a David, sin culpa suya?. 6Saúl escuchó a Jonatán, y juró: «¡Vive Yavé! No morirá David». 7Jonatán llamó a David y le transmitió estas palabras; le llevó luego a Saúl, y se quedó David a su servicio, como estaba antes.


David huye de Saúl

8Comenzó de nuevo la guerra, y David marchó contra los filisteos y les dió la batalla, Infligiéndoles una gran derrota y poniéndolos en fuga. 9El espíritu malo de Yavé se apoderó de Saúl, y estando éste sentado en su casa con la lanza en la mano, mientras tocaba David el arpa, 10quiso Saúl clavar a David en la pared, pero esquivó éste el golpe, y la lanza quedó clavada en el muro. Huyó David; 11aquella noche Saúl mandó gente a la casa de David para prenderle, y matarle a la mañana; pero Micol, mujer de David, le informó de ello, diciéndole: «Si no te escapas esta misma noche, mañana mismo te matarán»,

12y le descolgó por la ventana.
David huyó, poniéndose en salvo. 13Micol cogió luego los terafim y los metió en el lecho, puso una piel de cabra en el lugar de la cabeza, y echó sobre ella una cubierta. 14Cuando Saúl mandó gente para prender a David, ella les dijo: «Está malo». 15Saúl volvió a mandarlos, para que viesen a David, y les dijo: «Traédmelo en su lecho, para que lo haga matar». 16Volvieron ellos, pero hallaron en el lecho los terafim y la piel de cabra en el sitio de la cabeza. 17Saúl dijo a Micol: «¿Por qué me has engañado así, y has dejado escapar a mi enemigo, para que se ponga en salvo?» Micol respondió a Saúl: «Me dijo: Déjame ir o te mato». 18Así huyó David y se salvó. Fuése a casa de Samuel, en Rama, y le contó cuanto le había hecho Saúl. Después se fué con Samuel a habitar en Nayot, en Rama.

Otra vez Saúl entre los profetas

19Dijéronle a Saúl: «Mira, David está en Nayot, en Rama». 20Saúl mandó gente para prenderle, y viendo a la tropa de profetas profetizando, con Samuel a la cabeza, se apoderó de ellos el espíritu de Yavé, y pusiéronse ellos también a profetizar. 21Dieron a conocer esto a Saúl, y éste mandó nueva gente, y también éstos se pusieron a profetizar. Por tercera vez envió otros, pero también éstos profetizaron. 22Entonces fué Saúl en persona a Rama, y al llegar a la gran cisterna que hay en Soco, preguntó: «¿Dónde están Samuel y David?» Y le respondieron: «Están en Nayot de Rama». 23Dirigióse allá, a Nayot de Rama. El espíritu de Dios se apoderó de él; e iba profetizando, hasta que llegó a Nayot de Rama; 24y quitándose sus vestiduras, profetizó él también ante Samuel, y se estuvo desnudo por tierra todo aquel día y toda la noche. De ahí el proverbio: «¿También Saúl entre los profetas?»


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  • 1 Saúl, viendo que por los medios indirectos no lograba eliminar a David, a quien consideraba su rival, resolvió acudir a otros más directos, y desde luego manifestó su propósito a sus consejeros, de los cuales parece debió de excluir a Jonatán, según pide la corrección gramatical del texto.(Volver a Lectura).

  • 13 Se ve por aquí que los terafim, que no faltaban en casa de David, como en la de Jacob, tenían forma humana (Gén 31,30ss).(Volver a Lectura).

  • 20 Saúl mismo parte a buscar a David y realizar el propósito de darle muerte. Sobre estos profetas véase 10,5. En este pasaje se ponen más de relieve las formas de estos profetas. No hay por qué suponer que la desnudez de Saúl fuera completa, sino que se aligeró de ropa, como se dice de San Pedro en Jn 21,7. No hemos de maravillarnos de éstas manifestaciones religiosas primitivas, que aún se ven hoy en Jerusalén entre los musulmanes. Lo divino de la religión mosaica está con frecuencia envuelto en formas muy humanas, no nacidas de ella misma, sino recibidas de las costumbres del pueblo y purificadas del sentido idolátrico que pudieran tener en sus orígenes y en los pueblo circunvecinos.(Volver a Lectura).

  • 24 En estas turbas de profetas parece que debe distinguirse entre fondo y formas exteriores. El primero era indudablemente religioso, deducido de la misma religión mosaica, pues eran hombres dedicados de una manera especial al culto de Yavé, por el canto de sus alabanzas. Las formas exteriores, el acompañamiento de músicas estrepitosas, el danzar y bailar prolongados, etc., parecen tomadas de los falsos profetas de las religiones cananeas. No todo en ellos era divino, y no debemos dejarnos engañar por la denominación de profeta, ya que la significación de este nombre en la Escritura es múltiple.(Volver a Lectura).




Alianza entre David y Jonatán

20 1David huyó de Nayot de Rama, y fue a ver a Jonatán, y le dijo: «¿Qué he hecho yo? ¿Qué crimen he cometido contra tu padre, para que de muerte me persiga?» 2Jonatán le dijo: «No, no será así, no morirás. ¿Había de celarme a mí eso mi padre? No hace mi padre cosa alguna, ni grande ni pequeña, sin dármela a conocer. ¿Por qué había de ocultarme ésta? No hay nada de eso». 3Y juró nuevamente a David. Pero éste dijo: «Sabe muy bien tu padre que me quieres, y se habrá dicho: Que no lo sepa Jonatán, no vaya a darle pena; pero por Dios y por tu vida, que no hay más que un paso entre mí y la muerte». 4Jonatán dijo a David: «Di qué quieres que haga, que yo liaré cuanto me pidas». 5David le respondió: «Mañana es el novilunio, y yo debería sentarme junto al rey en el convite. Me iré, y me ocultaré en el campo, hasta la tarde del tercero día. 6Si tu padre advierte mi ausencia, le dices: David me rogó que le permitiera ir de una escapada a Belén, su ciudad, porque se celebra el sacrificio anual de toda la familia». 7Si contesta: «Bien está», será que a tu siervo no le amenaza mal ninguno, pero si se enfurece, sabrás que tiene resuelta mi pérdida. 8Hazme, pues, ese favor, ya que hemos hecho entre los dos alianza por el nombre de Yavé. Si algún crimen hay en mí, quítame tú mismo la vida. ¿Para qué llevarme a tu padre?»
9Jonatán le dijo: «Lejos de ti ese pensamiento; pero si llego a saber que verdaderamente mi padre tiene resuelta tu perdición, te lo daré a conocer, te lo juro». 10Preguntó David a Jonatán: «¿Y quién me va a informar de la cosa, y de si tu padre decide algo contra mí?» 11Jonatán le contestó: «Ven, vamos al campo». 12Jonatán dijo allí a David: «Por Yavé, Dios de Israel, te juro que yo sondearé a mi padre mañana o pasado mañana. Si la cosa va bien para David, y no mando quien te informe, 13que castigue Yavé a Jonatán con todo rigor. Si mi padre trata de hacerte mal, te informaré también, para que te vayas en paz, y que te asista Yavé, como asistió antes a mi padre. 14Si todavía vivo entonces, usa conmigo de la bondad de Yavé; y si he muerto, 15no dejes de usarla jamás con mi casa; y cuando Yavé haya arrancado de la tierra a todos los enemigos de David, 16persista la alianza de Jonatán con la casa de David, y vengue Yavé a David de todos sus enemigos».
17Jonatán adjuró, una vez más a David, por el grande amor que le tenía, pues le amaba como a su propia vida. 18Dijo Jonatán: «Mañana es el novilunio; se notará que está vacío tu asiento; 19al tercer día se notará más; vienes y te escondes en el mismo lugar donde te esconderás mañana, junto a la piedra hito. 20Yo lanzaré tres flechas hacia allá, como si tirara al blanco, y mandaré al mozo que vaya a buscarlas.

21Si le digo: «Mira, las flechas están más acá de ti, cógelas; entonces vienes, que es señal de que las cosas van bien para ti, y no hay nada que temer, vive Yavé. 22Pero si le digo: Mira, las flechas están más allá de ti, entonces vete, porque es que Yavé quiere que te vayas. 23En cuanto a lo que uno a otro nos hemos prometido, Yavé es testigo entre los dos».
24David se escondió en el campo. Llegado el novilunio, el rey asistió a la comida del festín. 25Sentóse en su sitio, como de costumbre, en la silla cercana a la pared. Jonatán se sentó enfrente, y Abner al lado de Saúl, pero la silla de David estaba vacía. 26Saúl nada dijo aquel día, pensando que algo le habría pasado, y que se habría contaminado: «Seguramente es eso, que no estará puro», se dijo. 27Al siguiente día, segundo del novilunio, la silla de David estaba también vacía, y Saúl preguntó a Jonatán: «¿Cómo el hijo de Isaí no ha venido a comer ni ayer ni hoy?» 28Jonatán contestó a Saúl: «David me pidió poder ir con premura a Belén. 29Me dijo: Te ruego que me des permiso para ir, pues tenemos mañana en la ciudad un sacrificio de familia, y mi hermano me ha convocado. Si, pues, he hallado gracia a tus ojos, permíteme que vaya de una escapada, a ver a mis hermanos. Esta es la causa de que no haya venido a sentarse a la mesa del rey».
30Entonces se encendió en cólera Saúl contra Jonatán y le increpó: «¡Hijo perverso y contumaz! ¿No sé yo bien que tú prefieres al hijo de Isaí, para vergüenza tuya y vergüenza de la desnudez de tu madre? 31Pues mientras el hijo de Isaí viva sobre la tierra, no habrá seguridad ni para ti ni para tu reino. Manda, pues, a prenderle, y tráemele, porque hijo es de la muerte». 32Jonatán respondió a Saúl, su padre diciéndole: «¿Por qué ha de morir? ¿Qué ha hecho?» 33Saúl blandió contra él su lanza, para herirle. Comprendió Jonatán que su padre estaba enteramente resuelto a hacer morir a David. 34Levantóse, pues, de la mesa muy enojado, y no asistió a la comida del segundo día del novilunio, por estar muy apenado por David y haberle ofendido su padre.
35Al siguiente día por la mañana, salió Jonatán al campo, como había convenido con David, acompañado de un mozo, 36a quien dijo: «Corre a cogerme las flechas que tiro». Corrió el mozo, y Jonatán entretanto disparó otra flecha, de modo que pasase más allá de él. 37Cuando el mozo llegaba al lugar donde estaba la flecha que Jonatán había tirado, éste le gritó: «La flecha está más allá de ti», 38y siguió diciendo, como si al mozo se dirigiera: «Pronto, date prisa, no te detengas». El mozo de Jonatán recogió la flecha, y se vino a donde estaba su señor. 39Nada sabía el mozo. Sólo Jonatán y David lo entendían. 40Jonatán dió sus armas al mozo que le acompañaba, y le dijo: «Anda, llévalas a la ciudad». 41Ido el mozo, se alzó David de junto a la piedra, y echóse cara a tierra por tres veces. Después ambos se abrazaron y lloraron, derramando David muchas lágrimas. 42Jonatán dijo a David: «Vete en paz, ya que uno a otro nos hemos jurado, en nombre de Yavé, que Él estará entre tú y yo y entre mi descendencia y la tuya, para siempre». 43David se levantó y se fué; y Jonatán se volvió a la ciudad.


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  • 5 El novilunio señalaba el comienzo del mes lunar, por el que se regían los hebreos, y es natural que fuera ocasión de sacrificios. Aquí se trata de un sacrificio familiar o de una fiesta anual de familia, semejante a las calendas de los romanos (cf. Núm 10,10; 28,11).(Volver a Lectura).




David en Nob

21 1 Llegó David a Nob, donde estaba Ajimelec, sacerdote, que le salió asustado al encuentro, y le dijo: ¿Cómo vienes tú solo, sin que nadie te acompañe?» 2David le respondió: «Me ha dado el rey una orden, y me ha dicho: Que nadie sepa nada del asunto por que te he enviado, ni de la orden que te he dado. A los mozos les he dicho que se reúnan en tal lugar. 3Mira, pues, lo que tienes a mano, y dame cinco panes, o lo que encuentres». 4El sacerdote respondió a David: «No tengo a mano pan del ordinario; pero hay pan santo, siempre que tus mozos se hayan abstenido de trato con mujeres». 5David le contestó: «Eso sí, nos hemos abstenido ayer y anteayer, desde que salimos. Los vasos de los mozos, están puros, y como el camino que llevamos es desviado, es seguro que hoy están puros sus vasos». 6Dióle entonces el sacerdote pan del santo, por no tener más que panes de los de la proposición, de los que habían sido retirados de la presencia de Yavé, para reemplazarlos por otros recientes.
7Estaba allí aquel día uno de los servidores de Saúl retenido en el santuario, y de nombre Doeg, edomita, jefe de los cursores de Saúl.

8Preguntó David a Ajimelec: «¿Tienes a mano una lanza o una espada?, pues no he traído mis armas, porque urgía la orden del rey». 9El sacerdote respondió: «Ahí está la espada de Goliat, el filisteo, que tú mataste en el valle del Terebinto. Allí la tienes envuelta en un paño, detrás del efod; si ésa quieres, cógela, pues otra no hay. David le dijo: «Ninguna mejor, dámela».

David en Get

10Levantóse, pues, David, y huyendo de Saúl, se encaminó aquel mismo día a Aquis, rey de Get. 11Los servidores de Aquis dijeron a éste: «Ahí está David, rey de la tierra; aquel de quien cantaban: Mató Saúl sus mil, pero David sus diez mil». 12David comprendió lo que aquellas palabras encerraban, y temiendo mucho de Aquis, rey de Get, 13fingió haber perdido la razón, y hacía entre ellos el loco; hacía que tocaba el tambor en las puertas y dejaba caer la saliva sobre su barba. 14Aquis dijo a sus servidores: «¿No veis que ese hombre está loco? ¿Para qué me lo habéis traído? 15 ¿Me faltan a mí locos, y me traéis a ése para que vea sus locuras? ¿Voy a tenerlo yo en mi casa?»


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  • 2 Ignoramos por qué David se dirigió al país de los filisteos. No está en su camino. Señalábanse dos ciudades de este nombre: una al norte de Jerusalén, y, por tanto, no lejos de la residencia de Saúl; otra cerca de la llanura, al noroeste de Emaús. No parece problable que el tabernáculo, que cambió con frecuencia de sitio, estuviera en este último lugar, en los confines de Israel y de los filisteos.(Volver a Lectura).

  • 5 El sacerdote le ofrece los panes de la proposición, no obstante la prescripción de Lev 24,5ss. El Señor puso de relieve las consecuencias que de aquí se derivaban (Mt 12,3ss).(Volver a Lectura).




22 1Partióse de allí David, y huyó a la caverna de Odolam. Al saberlo sus hermanos y toda la casa de su padre bajaron a él, 2y todos los perseguidos, los endeudados y descontentos, se le unieron, llegando asi a mandar a unos cuatrocientos hombres. 3De allí fuése David a Masfa, en tierra de Moab, y dijo al rey de Moab: «Te ruego que acojas entre vosotros a mi padre y a mi madre, hasta que yo sepa lo que de mí hará Dios». 4Y trajo a su padre y a su madre al rey de Moab, y allí con él habitaron, mientras estuvo David en la fortaleza. 5El profeta Gad dijo a David: «No sigas en la fortaleza, ve y vuelve a tierra de Judá». Volvióse David, y se refugió en el bosque de Jaret.


Da Saúl muerte de los sacerdotes de Nob

6Supo Saúl que David y los suyos habían sido vistos, y estando en Gueba, bajo el Tamarindo, en la altura, con la lanza en la mano, y rodeado de todos sus servidores, 7les dijo Saúl: «Escuchad, benjaminitas: ¿Va a daros también a vosotros el hijo de Isaí campos y viñas, y va a haceros a todos jefes de mil y jefes de ciento, 8para que así todos os hayáis conjurado contra mí, y no haya nadie que me informe de que mi hijo se ha ligado con el hijo de Isaí, y nadie de vosotros se duela de mí y me advierta que mi hijo ha sublevado contra mí a un servidor mío, para que me tienda asechanzas, como está haciendo?» 9Doeg, el edomita, que estaba entre los servidores de Saúl, respondió: «Yo he visto al hijo de Isaí en Nob, con Ajimelec, hijo de Ajitob.

10Ajimelec consultó por él a Yavé, y le dió víveres y la espada de Goliat, el filisteo». 11El rey hizo llamar a Ajimelec, sacerdote, hijo de Ajitob y a toda la casa de su padre, los sacerdotes que había en Nob, y todos vinieron al rey, 12que dijo: «¿Oyes, hijo de Ajitob?», y éste contestó: «Aquí me tienes, mi señor». 13Y añadió Saúl: «¿Por qué os habéis ligado contra mi, tú y el hijo de Isaí? Tú le has dado pan y una espada, y consultaste por él a Yavé, para que él se sublevara contra mí, y me tendiera emboscadas, como lo está haciendo». 14Ajimelec respondió al rey: «¿Quién de entre todos tus servidores, como David, de una probada fidelidad, yerno del rey, admitido a sus consejos y tan honrado por toda tu casa? 15¿Es acaso ese día el primero en que he consultado yo a Yavé por él? Lejos de mí semejante cosa. No me haga el rey cargos, que pesarían sobre toda la casa de mi padre, pues tu siervo no sabe nada de todo eso, ni poco ni mucho». 16El rey le dijo: «Vas a morir, Ajimelec, tú y toda la casa de tu padre»; 17y mandó a los guardias que tenía cerca: «Volveos y dad muerte a los sacerdotes de Yavé, pues han dado mano a David, y sabiendo bien que huía, no me informaron de ello».
Los guardias del rey no quisieron poner su mano sobre los sacerdotes de Yavé; 18y entonces dijo el rey a Doeg, edomita: «Vuélvete y mata a los sacerdotes». Y Doeg, edomita, se volvió, y él mató aquel día a los sacerdotes: ochenta y cinco hombres de los que vestían efod de lino. 19Saúl pasó también a cuchillo a Nob, ciudad sacerdotal; hombres y mujeres, niños, hasta los de pecho, bueyes, asnos y ovejas; todos fueron pasados a cuchillo. 20Un hijo de Ajimelec, hijo de Ajitob, pudo escapar. Llamábase Abiatar; fué a refugiarse a David, 21y le dió la noticia de que Saúl había matado a los sacerdotes de Yavé. 22David dijo a Abiatar: «Ya pensé yo aquel día que Doeg, edomita, que estaba en Nob, no dejaría de informar a Saúl. Soy yo la causa de la muerte de toda la casa de tu padre. 23Quédate conmigo y nada temas, que quien a ti te persigue es quien me persigue a mí, y aquí estarás bien guardado».


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  • 1 Huido de Get, David se refugia en la gruta de Odolam, no lejos de Get, en el oriente, en la tribu de Judá. Allí vienen a runírsele todos los parientes, que no se creían seguros de las iras del rey. Para asegurarlos los pone bajo la protección del rey de Moab. Tal vez se explique esto por el origen moabita de David, por Rut, su abuela.(Volver a Lectura).

  • 2 Hay entre los seguidores de David gentes perdidas, como lo eran también los de Jefté (Jue 2,3), fenómeno muy común en la historia de las revueltas políticas.(Volver a Lectura).




Libra David a Queila

23 1Vinieron a decirle a David que los filisteos estaban atacando a Queila, y habían saqueado las eras; 2y David consultó a Yavé, preguntando: «¿Iré a batir a los filisteos?» Y Yavé respondió; «Ve, batirás a los filisteos y liberarás a Queila». 3Pero la gente de David le dijo: «Aquí en Judá tenemos que guardarnos; ¿qué será si vamos a Queila contra las tropas de los filisteos?» 4Consultó David otra vez a Yavé, y Yavé le respondió: «Álzate y baja a Queila, pues te he dado los filisteos en tus manos». 5Fué, pues, David a Queila con su gente, y atacó a los filisteos, los puso en fuga apoderándose de su ganado, y haciéndolos experimentar una gran derrota, liberando así a los habitantes de Queila. 6Abiatar, hijo de Ajimelec, que se había acogido a David, bajó con él a Queila, llevando consigo el efod.


Saúl, en persecución de David

7Cuando Saúl supo que David había ido a Queila, se dijo: «Dios me lo entrega, pues ha ido a encerrarse en una ciudad que tiene puertas y cerrojos». 8Saúl reunió al pueblo para la guerra, para bajar a Queila y sitiar en ella a David y a los suyos; 9pero David supo el mal designio que contra él tramaba Saúl, y dijo al sacerdote Abiatar: «Trae el efod»; 10y luego preguntó: «Yavé, Dios de Israel; tu siervo sabe que Saúl se dispone a venir a Queila, para destruir la ciudad por causa mía. 11¿Será sitiada la ciudad? ¿Bajará contra ella Saúl, como a tu siervo le han dicho? Yavé, Dios de Israel, dígnate descubrírselo a tu siervo». Y Yavé respondió: «Bajará». 12Volvió a preguntar David: «Los habitantes de Queila, ¿me entregarán a mí y a los míos en manos de Saúl?» Y Yavé respondió: «Te entregarán».

13Entonces se levantó David con su gente, unos seiscientos hombres; y saliendo de Queila, iban y venían a la ventura. Informado de que David había salido de Queila, suspendió Saúl su marcha. 14David andaba por el desierto, acogiéndose a los lugares fuertes, y se estableció en la montaña del desierto de Zif. 15Saúl no dejaba de perseguirle constantemente, pero Dios no le puso en sus manos. Mientras andaba David por el desierto, temió, por saber que Saúl se había puesto en campaña para quitarle la vida; y estando en el desierto de Zif, en Jaresa, 16fué en su busca Jonatán, hijo de Saúl, a Jaresa, y le animó diciéndole: 17«Nada temas, pues la mano de Saúl, mi padre, no te alcanzará. Tú reinarás sobre Israel, y yo seré tu segundo. Saúl, mi padre, lo sabe muy bien». 18Renovaron ambos su pacto ante Yavé, y quedándose David en Jaresa, Jonatán sé volvió a casa.
19 Los de Zif habían ido a Gueba a decir a Saúl: «David está escondido entre nosotros en los lugares fuertes, en Jaresa, en la colina de Ajila, que está al mediodía del desierto. 20Baja, pues, ¡oh rey!, como estás deseándolo, que ponerle en tus manos es cosa nuestra». 21Saúl les dijo: «Bendígaos Yavé, por haberos dolido de mi suerte. 22Pero id, os ruego, y observad mejor todavía por dónde anda, inquirid y ved cuáles son sus andanzas y quién le ha visto; porque, según me han dicho, es muy astuto. 23Examinad y reconoced todos los escondrijos donde se oculta, y volved luego a mí con informes exactos; y entonces iré con vosotros, y si allí está, yo le descubriré entre todas las familias de Judá». 24Fuéronse, pues, otra vez a Zif, precediendo a Saúl; pero David con los suyos se había retirado al desierto de Maón, al mediodía, al desierto.
25Saúl salió con su gente en busca de David; y habiéndolo sabido éste, bajó de la colina, quedándose en el desierto de Maón. 26Informado de ello Saúl, fué en persecución de David al desierto de Maón. Marchaba él por un lado de la colina, y David y sus gentes por el opuesto lado. Mientras se apresuraba David, para escapar de Saúl, y éste y sus gentes perseguían a David y los suyos para apoderarse de ellos, 27vino un mensajero a decir al rey: «Apresúrate, pues los filisteos han invadido la tierra»; 28y Saúl hubo de desistir de perseguir a David, para salir al encuentro de los filisteos. Por eso se llama todavía hoy aquel lugar Sela Hammajlecot (Roca de la Separación).


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  • 2 Una banda de filisteos, llegada en algara a Queila, un poco al sur de Odulam. Informado David, consulta a Yavé, y con la respuesta afirmativa, no obstante la oposición de su gente medrosa, cae sobre los filisteos, libra a Quila y rescata el botín que habían hecho los enemigos.(Volver a Lectura).

  • 14 El desierto de zif es parte del de Judá, al oeste del mar Muerto.(Volver a Lectura).

  • 24 Maón está al sur de Zif, en el mismo desierto de Judá.(Volver a Lectura).




David, en la caverna de Engadi. Respeta la vida de Saúl, teniéndola en su mano

24 1Subió David, y se estableció en los lugares fuertes de Engadi. 2De vuelta Saúl de perseguir a los filisteos, supo que David estaba en el desierto de Engadi, 3y tomando Saúl tres mil hombres escogidos de entre todo Israel, iba en busca de David y los suyos por el roquedo de Jealim: 4y llegado a unos rediles que había junto al camino, entró en una caverna que allí había, para hacer una necesidad. David y sus gentes estaban en el fondo de la caverna, 5y los hombres de David decían a éste: «Ahí tienes el día que Yavé te anunció, diciéndote que entregaría a tu enemigo en tus manos; trátale como bien te parezca». David se levantó, y acercándose calladamente, cortó la orla del manto de Saúl.
6Luego le latía fuerte el corazón, por haber cortado la orla del manto de Saúl; 7y dijo a sus hombres: Líbreme Yavé de hacer cosa tal contra mi señor, el ungido de Yavé; poner mi mano sobre el que es ungido de Yavé».
8Reprimió David con sus palabras a los suyos, y no dejó que se echasen sobre Saúl. Levantóse luego Saúl para proseguir su camino; 9y entonces se levantó también David, y saliendo de la caverna, se puso a gritarle: «Oh rey, mi señor!» Saúl miró atrás, y David se echó rostro a tierra, prosternándose; 10y dijo luego a Saúl: «¿Por qué escuchas lo que te dicen algunos, de que yo pretendo tu mal?

11Hoy ven tus ojos cómo Yavé te ha puesto en mis manos en la caverna. Decíanme que te matara, pero yo te he preservado, diciéndome: «No pondré yo mi mano sobre mi señor, que es el ungido de Yavé. 12¡Mira, padre mío, mira! En mi mano tengo la orla de tu manto. Yo la he cortado con mi mano, y cuando no te he matado, reconoce y comprende que no hay en mí ni maldad ni rebeldía, y que no he pecado contra ti. Tú, por el contrario, andas a la caza de mi vida, para quitármela. 13Que juzgue Yavé entre tú y yo, y sea Yavé el que me vengue, que yo no pondré mi mano sobre el ungido de Yavé. 14De los malos, la malicia, dice el proverbio, pero yo no pondré nunca mi mano sobre ti. 15¿Y contra quién se ha puesto en marcha el rey de Israel? ¿A quién persigues? A un perro muerto, a una pulga. 16Juzgue y pronuncie Yavé entre tú y yo. Que Él vea, que Él tome mi causa, y que Su sentencia me libre de tus manos».
17Cuando hubo acabado de hablar David, dijo Saúl: «¿Eres tú, hijo mío, David?» Y alzando la voz se puso a llorar, y dijo: 18«Mejor eres tú que yo, pues tú me has hecho bien y yo te pago con mal. 19Tú has probado hoy que obras benévolamente conmigo, pues que Yavé me ha puesto en tus manos y tú no me has matado. 20¿Quién es el que se encuentra con su enemigo y le deja seguir en paz su camino? Que Yavé te pague lo que conmigo has hecho hoy. 21Bien sé ya que tú reinarás, y que la realeza de Israel se afirmará en tus manos. 22Júrame, pues, por Yavé, que no destruirás a mi descendencia después de mí, y que no borrarás mi nombre de la casa de mi padre». 23David se lo juró a Saúl, y éste se volvió a su casa, y David y sus hombres subieron a un lugar fuerte.


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  • 5 El contexto pide que a las palabras de las gentes de David siga la respuesta del caudillo (v. 7). La Providencia ofrece a David la extraordinaria ocasión de mostrar su nobleza y el respeto religioso que siente por la unción sagrada de Saúl. Dar muerte al rey no sería eliminar un rival, sería cometer un sacrilegio en la persona sagrada del rey.(Volver a Lectura).




Muerte de Samuel

25 1En tanto murió Samuel, y todo Israel se reunió para llorarle, y fué sepultado en su ciudad, en Rama. David bajó al desierto de Farán. 2Había en Maón un hombre muy rico, cuyos bienes estaban en el Carmel; tenía tres mil ovejas y mil cabras, y estaba en el Carmel para el esquileo de sus ovejas. 3Llamábase el hombre Nabal, y su mujer Abigail; era una mujer de mucho entendimiento y muy hermosa, mientras que él era un hombre duro y malo; era del linaje de Caleb. 4Supo David en el desierto que Nabal estaba de esquileo, 5y le mandó diez mozos, a los que dijo: «Subid al Carmel e id en busca de Nabal; y después de saludarle de mi parte, 6le habláis de esta manera: «Vivas muchos años; la paz sea contigo, con tu casa, y con cuanto tienes. 7He sabido que estás de esquileo. Pues bien, tus pastores han estado tiempo con nosotros; nunca les hemos hecho ningún mal, ni les ha faltado nada del ganado mientras han estado en el desierto. 8Pregúntales a ellos y te lo dirán. Que hallen, pues, gracia a tus ojos estos mozos, ya que llegamos en un día de júbilo. Da, pues, a tus siervos y a tu hijo David lo que halles a mano».
9Cuando llegaron los hombres de David, y en nombre de éste repitieron todas sus palabras, se quedaron esperando; 10pero Nabal les respondió: «¿Quién es David, y quién el hijo de Isaí? Son hoy muchos los siervos que andan huidos de su señor. 12 ¿voy a tomar yo mi comida y mi bebida y el ganado que he matado para mis esquiladores, para dárselo a gente que no sé de dónde es?» 13Los servidores de David, dando media vuelta, tomaron el camino y se tornaron; y una vez llegados, repitieron a David lo que Nabal les había dicho. Entonces David dijo: «Cíñase cada uno su espada». Ciñéronsela, y se ciñó también David la suya, y salió con unos cuatrocientos hombres, dejando doscientos custodiando el bagaje. 14Uno de los criados de Nabal fué a decirle a Abigail: «David ha mandado del desierto unos mensajeros a saludar a nuestro amo, que los ha tratado duramente. 15Siempre esas gentes se mostraron buenas con nosotros, y nunca nos molestaron, ni nada nos faltó de nuestros rebaños cuando estábamos en el campo. 16Antes nos servían de defensa de noche y de día todo el tiempo que estuvimos con ellos guardando el ganado. 17Mira tú lo que has de hacer, porque la pérdida de nuestro amo y de su casa es segura, y es tan malo, que no se le puede hablar».
18En seguida Abigail cogió doscientos panes, dos odres de vino, cinco carneros ya compuestos, cinco medidas de trigo tostado, cien atados de uvas pasas y doscientas masas de higos secos; y haciéndolo cargar todo sobre asnos, 19dijo a sus criados: «Pasad vosotros delante, que yo os sigo». Nada dijo a su marido; 20y cuando montada en su asno bajaba por lo cubierto del monte, se encontró con David y su gente, que bajaban frente a ella. 21David se había dicho: «Muy en vano he guardado yo todo cuanto ese hombre tiene en el desierto, y he hecho que nada de lo suyo le faltara; me ha pagado mal por bien. 22Que castigue Dios a su siervo David, si de aquí al alba queda con vida un solo hombre en todo lo de Nabal».

23En cuanto Abigail se dió cuenta de la presencia de David, bajóse del asno; y echándose ante David rostro a tierra, 24se prosternó a sus pies, y le dijo: «Caiga sobre mí, mi señor, la falta. Deja que te hable tu esclava y escucha sus palabras. 25No haga cuenta mi señor de ese malvado de Nabal, porque es lo que su nombre significa, un necio, y está loco. Yo, mi señor, no vi a los que mi señor envió. 26Y ahora, mi señor, como vive Yavé y vivas tú, que te ha preservado Yavé de derramar sangre y tomar por tu mano la venganza, ojalá que todos tus enemigos y cuantos te persiguen sean como Nabal. 27Ahí tienes este presente, que tu sierva trae a mi señor; que se reparta entre la gente que sigue a mi señor. 28Perdona, te ruego, la falta de tu sierva, pues de cierto Yavé hará a mi señor casa estable, ya que mi señor combate los combates de Yavé, y no vendrá sobre ti el mal en todo el tiempo de tu vida. 29Si alguno se levanta para perseguirte y buscar tu vida, la vida de mi señor estará atada en el ramillete de los vivos ante Yavé, tu Dios, y la de tus enemigos será volteada dentro de lo cavo de la honda. 30Cuando Yavé haga a mi señor todo el bien que le ha prometido y le haga jefe de Israel, 31no sentirá mi señor el remordimiento de haber derramado sangre inocente y de haberse vengado por su mano. Cuando, pues, Yavé favorezca a mi señor, acuérdate de tu esclava».
32David dijo a Abigail: «Bendito Yavé, Dios de Israel, que te ha mandado hoy a nuestro encuentro! 33¡Bendita tu sabiduría, y bendita tú que me has impedido hoy derramar sangre y vengarme por mi mano! 34De otro modo, ¡vive Yavé, Dios de Israel, que no me dejó hacer el mal!, si tú no te hubieras apresurado a venir a mi encuentro, que de aquí al alba no le hubiera quedado a Nabal hombre vivo. 35David recibió de la mano de Abigail lo que ella había traído, y le dijo: «Sube en paz a tu casa; te he oído y he acogido tu petición».
36Volvióse Abigail a casa de Nabal. Hallábase éste sentado a un gran banquete, como de rey, y estaba enteramente ebrio. Nada le dijo ella, ni poco ni mucho, hasta ser de día; 37pero a la mañana, cuando ya había digerido el vino, le contó su mujer lo que había pasado, y el corazón se le quedó como muerto, como una piedra. 38Unos diez días después Yavé hirió a Nabal y murió éste.

David toma a Abigail por mujer

39Cuando supo David la muerte de Nabal, se dijo: «¡Bendito Yavé, que ha defendido mi causa contra el ultraje que me hizo Nabal, e impidió a su siervo hacer el mal! Yavé ha hecho que la maldad de Nabal recayera sobre su cabeza». Después mandó mensajeros a Abigail, para proponerla que queria tomarla por mujer.
40Llegados a casa de Abigail, en el Carmel, los mensajeros la hablaron de esta manera: «David nos envía a ti para decirte que quiere tomarte por mujer». 41Ella se levantó, y postrándose rostro a tierra, dijo: «Que tu sierva sea una esclava para lavar los pies a los servidores de mi señor». 42Levantóse luego Abigail, y montando sobre su asno, acompañada de cinco de sus mozas, siguió a los mensajeros de David, y fué su mujer. 43David tomó también por mujer a Ajinoam, de Jezrael. Una y otra fueron mujeres de David. 44Saúl había dado su hija Micol, mujer de David, a Paltí, de Calim, hijo de Lais.


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  • 1 Samuel es una figura nacional, y como tal todo el pueblo le llora, y celebra sus exequias en la forma acostumbrada (Eclo 46,16-23). Es enterrado, no en su casa, sino en su propiedad (Num 20,29; Dt 34,8). Por este tiempo David se retira, no al desierto de Farán, que está muy abajo, sino de Maón.(Volver a Lectura).

  • 5 El Carmel se halla al sur de Hebrón, en el desierto de Judá, donde la única riqueza que cabe es la ganadería. Los días del esquileo son días de regocijo. David envía a su gente en demanda del aguinaldo a que creía tener derecho por los servicios prestados.(Volver a Lectura).

  • 29 En un saquito como el de la mirra de la esposa (Cant 1,12) guarda Dios a los que ama y conserva su vida; a los condenados a muerte los lanza lejos, como con una honda.(Volver a Lectura).

  • 39 Abigail, como viuda, podía disponer de sí; no se hallaba en la condición de una doncella, sujeta a la autoridad paterna. No parece que tuviera hijos, los cuales pudieran haber sido un obstáculo a este segundo matrimonio, sin luto por su primer marido.(Volver a Lectura).




Respeta otra vez David la vida de Saúl teniéndola en sus manos

26 1Vinieron los de Zif a Saúl a Gueba, y le dijeron que David estaba en la colina de Jaquila, al mediodía del desierto; 2y levantándose, bajó al desierto, llevando consigo tres mil hombres escogidos de Israel, al desierto de Zif, en busca de David. 3Acampó sobre la colina de Jaquila, frente al desierto, junto al camino. David andaba por el desierto. Sabiendo David que había venido Saúl al desierto en busca suya, 4mandó espías que le informaran de si había llegado a Nacón. 5Levantóse y fué al campo donde acampaba Saúl, y exploró el lugar donde dormía con Abner, hijo de Ner, jefe de su ejército. Dormía Saúl en su tienda, en derredor de la cual acampaba la gente. 6Dirigiéndose, pues, a Ajimelec, geteo, y a Abisai, hijo de Sarvia, hermano de Joab, les dijo: «¿Quién baja conmigo al campo de Saúl?» Abisai contestó: «Yo bajaré contigo».
7Llegaron David y Abisai, y encontraron a Saúl durmiendo en su tienda, con la lanza clavada en tierra, junto a la cabecera. Abner y la gente dormían en torno de la tienda. 8Abisai dijo a David: «Dios ha entregado hoy en tus manos a tu enemigo. Déjame que ahora mismo le atraviese con mi lanza, y de un golpe le clave en la tierra, no tendré que repetir». 9Pero David le dijo: «No le mates. Quien pusiere su mano sobre el ungido de Yavé, ¿quedaría impune?»; 10y añadió: «Tan cierto como vive Yavé, que si no le hiere Él y le llega su día y muere, o muere en la guerra, 11Yavé me libre de poner la mano sobre su ungido». «Coge la lanza y el jarro que está junto a la cabecera, y vámonos». 12Llevóse David la lanza y el jarro que estaban junto a la cabecera de Saúl, y se fueron.

Nadie los vió, ni se dió nadie cuenta de nada: nadie se despertó, todos dormían, pues había hecho caer Yavé sobre ellos un profundo sopor.
13David pasó al otro lado y se puso lejos, sobre la cumbre de una colina, separándoles largo trecho, 14y gritó a la gente y a Abner, hijo de Ner: «¡Abner! ¿No contestas?» Abner respondió: «¿Quién eres tú, que así me llamas?» 15David dijo a Abner: «¿No eres tú un valiente? ¿Quién como tú en Israel? ¿Cómo no guardas a tu rey y señor? 16Alguien ha venido a matar al rey, tu señor. Eso no está bien. Como vive Yavé, que mereces la muerte, por no guardar a tu señor, el ungido de Yavé. Busca la lanza y el jarro que tenía el rey junto a su cabecera». 17Saúl conoció la voz de David, y dijo: «¿Eres tu, hijo mío, David?» David contestó: «Yo soy, ¡oh rey mi señor!» 18Y añadió: «¿Por qué persigue el rey a su siervo? 19Si es Yavé quien te excita contra mí, dale a oler el sacrificio; pero si son hombres, malditos sean de Yavé, pues me echan ahora de mi puesto en la heredad de Yavé, diciendo: «Vete a servir a dioses ajenos». 20Que caiga mi sangre sobre la tierra delante de Yavé; ya que el rey se ha puesto a perseguirme como se persigue por los montes a una perdiz». 21Saúl dijo: «He pecado. Vuelve, David, hijo mío, que yo no te haré ya mal, puesto que mi vida ha sido hoy preciosa a tus ojos. He obrado como un insensato y he faltado mucho». 22David respondió: «Aquí tienes tu lanza, rey. Que venga un mozo a buscarla; 23Yavé dará a cada uno según su justicia y su fidelidad. Hoy te ha puesto en mis manos, y yo no he querido alzar mi mano contra el ungido de Yavé. 24Como ha sido hoy preciosa tu vida a mis ojos, así lo sea la mía a los ojos de Yavé, y me libre Él de toda angustia». 25Saúl dijo a David: «¡Bendito seas, hijo mío, David! Afortunado serás en todas tus empresas». David prosiguió su camino y Saúl se volvió a su casa.


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  • 19 Si es Yavé el que mueve a Saúl, que El mismo acepte como suave olor el sacrificio del rey; si los hombres malvados son los que incitan al rey a obrar así, sean malditos, porque fuerzan a David a desterrarse del territorio de Yavé (Jos 22,19ss), le privan de los sacrificios y, obligaándose a vivir bajo dioses extraños, le ponen por lo mismo en ocasión de rendirles homenaje y pedirles sus favores (cf. Rut 1,15ss). Estas palabras de David anuncian su resolución de expatriarse.(Volver a Lectura).




David, al servicio de los filisteos

27 1David se dijo: «Un día u otro voy a perecer a manos de Saúl; lo mejor será que luego me refugie en la tierra de los filisteos, para que desista Saúl de buscarme en la de Israel, así escaparé de sus manos». 2Levantóse, pues, y pasó con los seiscientos hombres que le seguían a la tierra de Aquis, hijo de Maoc, en Get. 3Quedóse con sus gentes en Get, cada uno con su familia. David con sus dos mujeres, Ajinoam de Jezrael y Abigail de Carmel, mujer de Nabal. 4Sabiendo Saúl que David había huido a Get, no volvió a perseguirle. 5David dijo a Aquis: «Si he hallado gracia a tus ojos, que me designen en una de las ciudades del campo un lugar donde habitar: ¿Para qué ha de habitar tu siervo en la ciudad real?

6Entonces le designó Aquis Siceleg, y por eso Siceleg pertenece hasta hoy a los reyes de Judá.
7El tiempo que pasó David entre los filisteos fué de un año y cuatro meses. 8David y sus gentes subían y hacían excursiones contra los de Gesur, contra los de Guerz y contra los amalecitas, pues todos éstos habitaban la región, desde Telaim, según se va a Sur, hasta el Egipto. 9David asolaba estas tierras, sin dejar vivos hombre ni mujer, apoderándose de ovejas, bueyes, asnos, camellos y vestidos, y se volvía a Aquis. 10Éste le preguntaba: «¿A quién habéis atacado hoy?» David contestaba: «Al mediodía de Judá, al mediodía de Jerameel, al mediodía de los quineos». 11David no dejaba con vida hombre ni mujer trayéndolos a Get, por temor de que informasen contra ellos, diciendo: «Esto es lo que ha hecho David». Así procedió todo el tiempo que estuvo en la tierra de los filisteos. 12Aquis se fiaba de David y se decía: «Se está haciendo odioso a su pueblo, y será para siempre mi servidor».


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Nueva invasión de los filisteos

28 1Por aquel tiempo reunieron los filisteos sus tropas en un solo ejército, para ir contra Israel. Aquis dijo entonces a David: «Sabrás que has de venir conmigo a la campaña, tú y tus hombres». 2David le contestó: «Ya verás lo que hace tu siervo». Aquis añadió: «Yo te confiaré la guardia de mi persona para siempre».


Va Saúl a consultar a la pitonisa de Endor

3Había muerto Samuel. Todo Israel le había llorado, y había sido sepultado en Rama, su ciudad. Saúl había hecho desaparecer de aquella tierra a todos los evocadores de los muertos, y adivinos. 4Los filisteos, reuniéndose, vinieron a acampar en Sunam; y Saúl, reuniendo a todo Israel acampó en Gelboe. 5A la vista del campamento de los filisteos, Saúl tembló, y se le agitó el corazón. 6Consultó a Yavé, pero Yavé no le respondía, ni por sueños, ni por los urim, ni por profetas; 7y dijo a sus servidores: «Buscadme una pitonisa, para que vaya a consultarla». Sus servidores le dijeron: «En Endor hay una pitonisa»; 8y Saúl, disfrazándose, fué allá, acompañado de dos hombres. Llegados de noche a la casa de la mujer, Saúl le dijo: «Predime lo por venir, evocando a un muerto, el que yo te diga». 9Ella contestó: «Bien sabrás lo que ha hecho Saúl, que ha borrado de esta tierra a todos los evocadores y adivinos. ¿Me tiendes un lazo para hacerme morir?» 10Saúl le juró por Yavé, diciendo: «Como vive Yavé, que por esto no te ha de venir ningún mal». 11Díjole la mujer: «¿A quién he de evocar?» Y Saúl contestó: «Evócame a Samuel».

12A la vista de Samuel, la mujer lanzó un grito, y dijo a Saúl: 13«¿Por qué me has engañado? Tú eres Saúl». El rey le dijo: «No temas. ¿Qué es lo que ves?» La mujer dijo a Saúl: «Veo un dios que se alza de la tierra». 14«¿Y cual es su figura? —preguntó Saúl—». Ella respondió: «Es un anciano que sube envuelto en su manto. Comprendió Saúl que era Samuel y se prosternó rostro a tierra. 15«Samuel dijo a Saúl: «¿Por qué has turbado mi reposo, evocándome?» Saúl respondió: «Estoy en gran aprieto. Los filisteos me hacen la guerra, y Yavé se ha retirado de mi. No me ha respondido, ni por profetas ni por sueños. Te he evocado, para que me digas qué he de hacer». 16Samuel dijo: «¿Cómo me consultas tú, siendo así que Yavé se ha retirado de ti y se ha hecho enemigo tuyo? 17Yavé hace lo que te habia predicho por mi boca: arranca el reino de tus manos, para dárselo a otro, a David. 18Porque no obedeciste a Yavé y no trataste a Amalec según el ardor de su cólera, por eso hace ahora Yavé eso contigo. 19El entregará a Israel, juntamente contigo, a manos de los filisteos. Mañana tú y tus hijos estaréis conmigo, y Yavé entregará el campamento de Israel a los filisteos».
20Cayó luego Saúl por tierra, cuan largo era, pues las palabras de Samuel le llenaron de espanto, y faltáronle fuerzas, pues no había tomado nada ni en el día ni en la noche. 21La mujer se acercó a Saúl, y viendo su gran turbación, le dijo: «Tu sierva no ha hecho más que obedecerte, exponiendo su vida. 22Escucha, pues, tú también a tu sierva, y permite que te ofrezca un trozo de pan, para que tengas fuerzas para proseguir tu camino». 23El contestó: «No comeré nada». Sus servidores, uniéndose a la mujer, insistieron, y él se rindió a sus instancias. Levantose de tierra y se sentó sobre el diván. 24Tenía en casa la mujer un ternero gordo; matóle luego, y tomando harina, coció unos ácimos 25y lo presentó a Saúl y a sus servidores, quienes, después de comer, se levantaron y partieron aquella misma noche.


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  • 1 Los engaños de antes ponen a David en un grave aprieto, que por el texto no parece sentir, pero del que la Providencia le sacó felizmente. Sus palabras a Aquis, si no tienen doble sentido, muestran poco amor hacia su pueblo.(Volver a Lectura).

  • 3 Con esta medida Saúl había obrado muy conforme con las prescripciones de la Ley (Lev 19,31; Dt 18,9ss).(Volver a Lectura).

  • 6 Saúl, viendo que por ningún medio licito le contestaba Dios, recurre al reprobado por la ley, la evocación de los muertos. La evocación de Samuel es diversamente concebida por los Padres e interpretes, sin que podamos dar como cierta ninguna de las interpretaciones.(Volver a Lectura).

  • 13 La mujer habla como si viera algo extraordinario que designa con el nombre de un «dios». Tiene la figura de un anciano que viene envuelto en su manto. Esto bastó para que Saúl entendiese que era Samuel, y la visión habla como si de veras fuera el profeta.(Volver a Lectura).

  • 15 La visión habla, según la opinión común de que las evocaciones turban el reposo de los muertos. Sobre la naturaleza de esta visión se viene disputando desde Orígenes. Para unos sería, en efecto, el alma del profeta, que, por especial permisión divina, viene a intimar al rey su próximo fin (cf. Eclo 46,23). Otros piensan que fuese el diablo, que hablaba en nombre de Samuel, en virtud del pacto que la bruja tiene con el espíritu del mal. Para otros sería todo puro embuste de la bruja, como sucede de ordinario en estas evocaciones antiguas y en las modernas. Y hasta algún antiguo rabino se aventuró a decir que todo había sido producto de la excitada imaginación de Saúl.(Volver a Lectura).




David, despedido del ejército de los filisteos

29 1Reunieron los filisteos todas sus tropas en Afec, e Israel acampaba cerca de la fuente de Jezrael. 2 Mientras avanzaban los príncipes de los filisteos a la cabeza de sus centenas y sus millares, David y los suyos marchaban a retaguardia con Aquis; 3y los jefes de los filisteos preguntaron: «¿Qué hacen aquí los hebreos?» Aquis les dijo: «¿No veis que es David, siervo de Saúl, rey de Israel, que está conmigo hace días y años, sin que haya hallado yo la menor cosa que reprocharle, desde que se pasó a nosotros hasta ahora?» 4Pero los jefes de los filisteos se enfurecieron contra Aquis, y le dijeron: «Despide a ese hombre, y que se vuelva al lugar que le has designado; que no venga a la batalla, no se revuelva contra nosotros durante el combate. ¿Cómo podría él volver a la gracia de su amo, mejor que ofreciéndole cabezas de nuestros hombres?

5¿No es ese David del que cantaban danzando: Saúl mató sus mil, pero David sus diez mil?» 6Aquis llamó a David, y le dijo: «Como vive Yavé, que tú eres hombre leal, y que yo veo con buenos ojos toda tu conducta en esta expedición, sin haber visto en ti nada malo, desde que llegaste a mí hasta hoy; pero a los príncipes no les agradas. 7Vuélvete, pues, y torna en paz, para no desagradar a los príncipes». 8David respondió: «¿Pero qué te he hecho yo, y qué has hallado tú en tu siervo, desde que estoy junto a ti hasta hoy, para que no marche yo a combatir a los enemigos de mi señor, el rey?» 9Aquis respondió a David: «Yo sé bien que tú has sido bueno conmigo, como un ángel de Dios; pero los jefes de los filisteos dicen: Que no suba con nosotros a la batalla. 11Así que, levántate de mañana tú y los siervos de tu señor, que han venido contigo; levántate bien de mañana, y partid en cuanto sea de día». 11David y sus gentes se levantaron bien temprano, y partieron de vuelta a la tierra de los filisteos, y los filisteos subieron a Jezrael.


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Saqueo e incendio de Siceleg por los amalecitas

30 1Cuando al tercer día llegó David con sus hombres a Siceleg, los amalecitas habían irrumpido en el Negueb y en Siceleg, y la habían tomado e incendiado. 2Habían apresado a las mujeres que allí estaban y a pequeños y grandes, pero sin matar a nadie, y llevándoselos, se habían puesto en camino. 3Cuando llegaron David y sus gentes a la ciudad y vieron que había sido quemada, y que sus mujeres, hijos e hijas habían sido llevados cautivos, 4alzaron la voz y lloraron hasta más no poder. 5Habían sido llevadas las dos mujeres de David, Ajinoam, de Jezrael, y Abigail, de Carmel, mujer de Nabal.
6David se vió muy angustiado, pues la gente hablaba de lapidarle, ya que todos estaban muy amargados, cada uno por sus hijos y sus hijas. Pero David se confortó en Yavé, su Dios. 7Dijo, pues, al sacerdote Abiatar, hijo de Ajimelec: «Aplica el efod». Aplicó Abiatar el efod, 8y David consultó a Yavé, diciendo: «¿He de perseguir a esa banda? ¿La alcanzaré?» Yavé respondió: «Persíguela, porque de cierto la alcanzarás y recobrarás». 9Púsose David en marcha, con los seiscientos hombres que le seguían. Cuando llegaron al torrente de Besor, doscientos quedaron sin pasar más allá, rezagados por la fatiga. 10David continuó la persecución con cuatrocientos hombres. 11Encontraron en el campo a un egipcio, que llevaron a David; 12diéronle pan que comiera y agua que bebiera, y un trozo de torta de higos secos y un racimo de pasas. Una vez que con el alimento se recobró, pues había estado tres días y tres noches sin comer ni beber, 13le preguntó David: «¿De quién y de dónde eres tú?» El respondió: «Soy un esclavo egipcio, al servicio de un amalecita, y hace tres días me abandonó mi amo, porque enfermé. 14Habíamos hecho una incursión en el Negueb de Queret, en Judá, y en el Negueb de Caleb, y hemos incendiado Siceleg». 15David le preguntó: «¿Quieres guiarme hacia donde está la banda?» El le respondió: «Júrame por Dios, que no me matarás ni me entregarás a mi amo, y te guiaré a donde está la banda.

16Guiólos, y vieron que estaban los amalecitas esparcidos por todo el campo, comiendo, bebiendo y bailando, pues era muy grande el botín que habían cogido en la tierra de los filisteos y en la de Judá. 17David los batió desde la aurora hasta la tarde, y no escapó ninguno de ellos, fuera de cuatrocientos mozos, que huyeron montados en camellos. 18David recobró cuanto los amalecitas se llevaban, y rescató a sus dos mujeres. 19No faltó nadie, ni chico ni grande, ni niño, ni niña, ni nada del botín y de cuanto se habían llevado. David lo recobró todo; 20y cogiendo el ganado mayor y menor, se pusieron en marcha delante de él, diciendo: «Este es el botín de David».
21Llegó David a los doscientos hombres que, fatigados, no habían podido seguirle y se quedaron junto al torrente de Besor. Salieron éstos al encuentro de David y de los que venían con él, y David se acercó a ellos y los saludó amistosamente. 22Pero lo peor de cuanto de malo había en la tropa de David, se puso a decir: «Pues que no han venido con nosotros, no les daremos parte del botín que hemos cogido; que coja cada uno su mujer y sus hijos y se los lleve». 23Pero David dijo: «No, hermanos míos, no hagáis eso con lo que nos ha dado Yavé; porque Él nos ha guardado y ha puesto en nuestras manos la banda que vino contra nosotros. 24Eso, ni oírse siquiera. La parte debe ser la misma para el que combate y para el que custodia el bagaje. Todos partirán por igual». 25Y así se hizo aquel día y en lo su cesivo, quedando esto como ley y norma, que todavía se observa.
26De vuelta a Siceleg, David mandó parte del botín a los ancianos de Judá, sus amigos, diciendo: «Ahí va para vosotros un presente, del botín de los enemigos de Yavé». 27Mandó a los de Betel, a los de Ramot del Negueb, a los de Jeter, 28a los de Aroer, a los de Sefamot, a los de Estamo, 29a los de Recal, a los de las ciudades de Jerameel, a los de las ciudades de Quene, 30a los de Jorma, a los de Borasán, a los de Atac, 31a los de Hebrón, y a los de todos los lugares por donde David y sus gentes habían estado.


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  • 23 La Ley mandaba que el botín se repartiese por igual entre los que habían combatido o que habían quedado a retaguardia (Núm 31,27; Jos 22,8).(Volver a Lectura).

  • 26 Con estos dones David buscaba preparar los ánimos de las gentes de Judá para tenerlas de su parte en los sucesos que sentía avecinarse (2 Sam 2,1ss).(Volver a Lectura).




Derrota y muerte de Saúl

31 1 Libraron batalla los filisteos, y los hijos de Israel se pusieron en fuga ante los filisteos, y cayeron muchos en los montes de Gelboe. 2Los filisteos se pusieron a perseguir a Saúl y a sus hijos, y mataron a Jonatán, a Abinadab y a Melquisua, hijos de Saúl. 3El peso de la batalla cargó principalmente sobre Saúl. Habiéndole descubierto los arqueros, y viéndose muy apretado por ellos, 4dijo a su escudero: "Saca tu espada y traspásame, no me hieran esos incircuncisos y me afrenten». El escudero no obedeció por el gran temor que tenía; y cogiendo Saúl su propia espada, se echó sobre la punta de ella. 5El escudero, viéndole muerto, se arrojó igualmente sobre la suya, y murió con él. 6Así murieron aquel día juntos Saúl y sus tres hijos y su escudero. 7Los de Israel, que estaban del lado acá del llano, y del lado acá del Jordán, viendo huir a los hijos de Israel y sabiendo que Saúl y sus hijos habían muerto, abandonaron sus ciudades, para emprender también la fuga, y viniendo los filisteos, las ocuparon.

8Al día siguiente vinieron los filisteos para despojar a los muertos, y hallaron a Saúl y a sus tres hijos, que yacían sobre los montes de Gelboe. 9Cortaron la cabeza de Saúl y se apoderaron de sus armas, e hicieron publicar esta buena noticia por toda la tierra de los filisteos, en los templos de sus ídolos y entre el pueblo. 10Las armas de Saúl las depositaron en el templo de Astarte, y su cabeza la colgaron de las murallas de Betsán.
11Los habitantes de Jabes Galad, habiendo sabido lo que los filisteos habían hecho con Saúl, 12reunieron a los más valientes; y después de marchar durante toda la noche, llegaron hasta Betsán; y cogiendo de sus murallas el cadáver de Saúl y los de sus hijos, se volvieron con ellos a Jabes, donde los quemaron. 13Cogieron sus huesos y los sepultaron bajo el taray de Jabes, y ayunaron siete días.


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  • 4 Saúl, ante el peligro de caer vivo en manos de los filisteos y de venir a ser objeto de burla para ellos, hace lo que Racías (2 Mac 14,41ss), y manda a su escudero que le quite la vida. El suceso tiene parecido con el de Abimelec (Jue 9,54).(Volver a Lectura).

  • 11 Jabes recuerda el eficaz socorro de Saúl (11,1ss) y se apresura a rendir los postreros homenajes a Saúl y a sus hijos. Notamos en este suceso un detalle singular: los dacáveres fueron quemados y los huesos recibieron honrosa sepultura. ünico caso de incineración que la Biblia nos ofrece. El ayuno es señal de luto; viene a ser el funeral en honor de los muertos, igual que las lamentaciones (cf. 25,1). Tal fue el fin del primer rey de Israel, que por desobediencia y envidia perdió la protección del Señor.(Volver a Lectura).