PRIMERA PARTE: SIGUE LA HISTORIA SINCRÓNICA HASTA EL FIN (1 - 17): La muerte de Ocozías, predicha por Elías (1). Desaparición de Elías (2). Guerra contra Mesa, rey de Moab (3). Eliseo, taumaturgo (4,1 - 6,7). Samaria, asediada por los sirios, es librada por el profeta (6,8 - 7,20). Nuevos prodigios de Eliseo (8,1-15).Joram y Ocozías, reyes de Judá (8,16-20). Jehú, ungido rey por Eliseo (9-10). Atalía, reina de Jerusalén (11). Amasías, rey de Judá (14,1-22). Joroboam II, de Israel (14,23-29). Azarías, rey de Judá (15,32 - 16,20). Fin del reino de Samaria (17).
SEGUNDA PARTE: REYES DE JUDÁ HASTA EL CAUTIVERIO (18 - 25): Ezequías (18,1-12). Senaquerib invade el reino de Judá (18,13-19,19). Vatinicio de Isaías sobre la libertad de Jerusalén (19,20-37). Curación de Ezequías (20,1-11). Embajada de Merodacbaladán (20,12-21). Reinados de Manasés y de Amón (21). Josías y el hallazgo de la Ley (22). Reforma religiosa (23,1-27). Fin de Josías y de sus sucesores (23,28-37). Nabucodonosor y la primera cautividad (24). Sedecías y el fin de Judá (25)
1 1Después de la muerte de Ajab, Moab se rebeló contra Israel. 2Ocozías se cayó por una ventana del piso superior de su casa en Samaria, y se hirió; y envió mensajeros, diciéndoles: «Id a consultar a Baal Zebub, dios de Acarón, para saber si curaré de esta enfermedad»; 3pero el ángel de Yavé dijo a Elías,
tesbita: «Levántate y sube al encuentro de los mensajeros del rey de Samaría, y diles: ¿No hay Dios en Israel, para que vayáis a consultar a Baal Zebub, dios de Acarón? 4Por eso, así dice Yavé: «No bajarás del lecho en que has subido, pues morirás». Y Elías se fué.
5Volvieron los mensajeros a Ocozías, y él les preguntó: «¿Cómo os habéis vuelto?» 8Y ellos respondieron: «Ha salido a nuestro encuentro un hombre, y nos ha dicho: Id, y volveos al rey que os ha mandado, y decidle: Así habla Yavé: ¿No hay Dios en Israel, para que mandes tú a consultar a Baal Zebub, dios de Acarón? Por eso, no bajarás tú del lecho a que has subido, pues morirás».
7Ocozías les preguntó: «¿Qué trazas tenía el hombre que ha subido a vuestro encuentro, y os ha dicho eso?» 8Ellos le respondieron: «Era un hombre vestido de pieles, y con un cinturón de cuero a la cintura». Ocozías dijo: Es Elías, tesbita».
9Mandó contra él un quincuagenario con sus cincuenta hombres. Subió el jefe a Elías, que estaba sentado en la cumbre de la montaña, y le dijo: «Hombre de Dios, el rey dice: «Baja». 10Elías respondió al jefe de los cincuenta: «Si soy hombre de Dios, que baje fuego del cielo, y te abrase a ti y a tus cincuenta hombres». Y bajó fuego del cielo, y le devoró
con sus cincuenta hombres.
11Ocozías mandó contra él a otro quincuagenario con sus cincuenta hombres. El quincuagenario habló a Elías, y le dijo: «Hombre de Dios, he aquí lo que dice el rey: «Baja en seguida». 12Elías le respondió: «Si soy hombre de Dios, que baje fuego del cielo, y te devore a ti y a tus cincuenta hombres». Y bajó del cielo fuego de Dios que le devoró a él y a sus cincuenta hombres.
13Mandó de nuevo Ocozías, por tercera vez, a un quincuagenario con sus cincuenta hombres. Este tercero subió, y a su llegada se prosternó ante Elías suplicándole, y le dijo: «Hombre de Dios, sea preciosa a tus ojos mi vida y la vida de mis cincuenta hombres. 14Fuego del cielo ha bajado y ha devorado a los dos primeros quincuagenarios y a sus cincuenta hombres; pero ahora sea a tus ojos preciosa mi vida».
15El ángel de Yavé dijo a Elías: «Baja con él. Nada temas de él». Elías se levantó, y bajó con él, para dirigirse al rey; y dijo a éste: 16«Así habla Yavé: Por haber mandado mensajeros para consultar a Baal Zebub, dios de Acarón, como si no hubiera en Israel Dios a quien poder consultar, no bajarás del lecho
a que has subido, pues morirás». 17Ocozías murió, según la palabra de Yavé por medio de Elías, y le sucedió Joram, el año segundo de Joram, hijo de Josafat, rey de Judá, pues aquél no tenía hijos.
18El resto de los hechos de Ocozías, lo que hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?
Escuchar el Capítulo 1
2 Estas palabras del rey nos revelan hasta qué punto era una necesidad entre los hebreos consultar a Dios en cualquier eventualidad de la vida (cf. Introducción a los libros proféticos, no.2). Cuán famoso era este oráculo de los filisteos se ve por lo que leemos en los Evangelios de este Baalzebub, señor de las moscas, elevado por los judíos a la categoría de príncipe de los demonios (Mt 12,24; Lc 11,15).(Volver a Lectura).
8 Los rasgos con que aquí se nos presenta a Elías son los mismos con que en los Evangelios se pinta la austeridad del Bautista (Mc 1,6).(Volver a Lectura).
9 La vara de la justicia de Dios en manos de Elías se muestra siempre pesada. Este suceso no tiene explicación sino en el supuesto de que el rey, tomanddo por un maleficio las palabras del profeta, le quiere hacer venir para castigarle u obligarle a anular su eficacia, y que los capitanes y soldados van a cumplir la orden del rey en forma irrespetuosa y con desprecio del profeta. «Hombre de Dios», o profeta, debía de ser entre la soldadesca, gente descreída, una expresión despectiva. El profeta, jugando con ella, muestra que de verdad es varón de Dios, pues Dios obra por él prodigios terribles.(Volver a Lectura).
Elías, arrebatado al Cielo
2 1Aconteció que cuando quiso Yavé arrebatar al cielo a Elías en un torbellino, salió Elías de Gálgala con Eliseo, 2y dijo a Eliseo: «Quédate aquí, te ruego, pues Yavé
me manda ir a Betel». Eliseo respondió: «Vive Yavé, y vives tú, que no te dejaré». Y bajaron ambos a Betel. 3Los hijos de los profetas que había en Betel salieron al encuentro de Eliseo, y le dijeron: «¿Sabes
tú que Yavé alzará hoy a tu señor sobre tu cabeza?» El respondió: «Sí lo sé; callad». 4Elías le dijo: «Eliseo, quédate aquí, te lo ruego, pues Yavé me manda ir a Jericó». El le respondió: «Por la vida de Yavé, y por tu vida, que no te dejaré». Y llegaron a Jericó.
5Los hijos de los profetas que había en Jericó se acercaron a Eliseo, y le dijeron: «¿Sabes tú que hoy va a elevar Yavé a tu señor sobre tu cabeza?» Y él les respondió: «Sí, lo sé; callad». 6Elías le dijo: «Quédate aquí, te lo ruego, pues Yavé me manda ir al Jordán». Y él le respondió: «Por la vida de Yavé, y por tu vida, que no te dejaré». Y siguieron ambos su camino.
7Vinieron cincuenta hombres de los hijos de los profetas, y se pararon enfrente, a distancia, y ellos dos siguieron, parándose a la orilla del Jordán. 8Cogió entonces Elías su manto, lo dobló, y golpeó con él las aguas, que se partieron de un lado y de otro, pasando los dos a pie enjuto. 9Cuando hubieron pasado, dijo Elías a Eliseo: «Pídeme lo que
quieras que haga por ti, antes que sea apartado de ti». Y Eliseo le dijo: «Que tenga yo dos partes en tu espíritu». 10 Elías le dijo: «Difícil cosa has pedido. Si cuando yo sea arrebatado de ti, me vieres, así será; si no, no». Siguieron andando y hablando, 11y he aquí que un carro de fuego con caballos de fuego separó a uno de otro, y Elías subía
al cielo en el torbellino. 12Eliseo miraba y clamaba: «¡Padre mío, padre mío! ¡Carro de Israel, y auriga suyo!» Y no le vió más; y cogiendo sus vestidos los rasgó en dos trozos, 13y cogió el manto de Elías, que éste había dejado caer.
Volvióse después, y parándose a la orilla del Jordán, 14cogió el manto que Elías había dejado caer, y golpeó con él las aguas, diciendo: «¿Dónde está ahora Yavé, el Dios de Elías?» Y en cuanto golpeó las aguas, se partieron éstas de un lado y de otro, y pasó Eliseo.
15Los hijos de los profetas que había en Jericó, frente por frente, habiéndole visto, dijeron: «El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo». Y le salieron al encuentro, y se prosternaron ante él, rostro a tierra, 16diciendo: «Hay entre tus siervos cincuenta hombres fuertes que, si quieres, irán en busca de tu señor; quizá el espíritu de Yavé le ha llevado, y le ha echado contra algún monte o algún valle». El les respondió: «No, no los mandéis». 17Pero ellos le importunaron, hasta que por fin dijo; «Mandadlos». Mandaron ellos a los cincuenta, que estuvieron durante tres días buscando a Elías, pero no le hallaron. 18Cuando estuvieron de vuelta, Eliseo, que continuaba en Jericó, les dijo: «¿No os decía yo que no fuerais?»
19Las gentes de la ciudad dijeron a Eliseo: «El sitio de la ciudad es bueno, como lo ve mi señor, pero las aguas son malas, y la tierra estéril». 20El les dijo: «Traedme un plato nuevo, y poned sal en él». Trajeronselo ellos, 21y yendo a la fuente de las aguas, echó en ellas la sal, diciendo: «Así dice Yavé: Yo saneo estas aguas, y no saldrá de ellas en adelante ni muerte ni esterilidad»; 22y las aguas quedaron saneadas hasta el día de hoy, como lo había dicho Eliseo.
23De allí subió a Betel; y según iba por la pendiente, salieron de la ciudad unos muchachos, y se burlaban de él, diciendole: «¡Calvo, calvo! ¡Sube, calvo!». 24Volvióse él a mirarlos, y los maldijo en nombre de Yavé, y saliendo del bosque dos osos, destrozaron a cuarenta y dos de los muchachos.
25De allí subió al monte Carmel desde donde se volvió a Samaría.
Escuchar el Capítulo 2
1 Gálgala no es la conocida desde Josué, junto a Jericó, sino otra que se halla al norte de Betel. Es el punto de partida de esta curiosa peregrinación de los dos profetas: maestro y discípulo.(Volver a Lectura).
3 Betel, santuario real de la casa de Israel (Am 7,13), debía de ser sede de muchos fervorosos celadores de Yavé, sobre los que veremos a Eliseo ejercer tanta influencia y recibir el nombre de «hijos de los profetas», que nosotros llamaríamos mejor «discípulos de los profetas».(Volver a Lectura).
9 El solemne momento se acerca y el maestro se franquea con su discípulo Eliseo, éste se considera como el primogénito del profeta y, como tal, pide una porción doblada en su herencia, según la ley del Dt 21,15ss. Esta herencia no era otra que el espíritu de profecía.(Volver a Lectura).
11 Una vida tan extraordinaria como la del gran campeón de la religión de Yavé contra las divinidades cananeas debía tener un término extraordinario. Y, en efecto, el que el texto nos cuenta supera en la forma, aunque coincide en el fondo, con el fin de Moisés (Dt 34,5s) y con la desaparición de Henoc (Gén 6,23). Lo misterioso de esa desaparición de Elías y las palabras de Malaquías (3,23) pueden en algún modo justificar la infinidad de leyendas que se había formado sobre el profeta; mas todas se disipan ante la palabra del divino Maestro: «En verdad os digo que Elías ya vino y que hicieron con él lo que quisieron». y los discípulos entendieron que lo decía de Juan (Mt 17,10ss; Mc 9,10ss; Lc 1,17).(Volver a Lectura).
12 Los carros eran la fuerza principal de los ejércitos; Elías era la defensa más poderosa de Israel, como luego se dirá del mismo Eliseo (13,14).(Volver a Lectura).
15 Con este acto de humillación le reconocen por su maestro y por sucesor de Elías. Aquí comienza la actuación de Eliseo, semejante a la de Elías, pero narrada sin orden, ni cronológico ni geográfico.(Volver a Lectura).
19 Este milagro prueba a los ojos de todos que, en efecto, el espíritu de Elías había reposado sobre Eliseo. Esta fuente lleva hoy el nombre del profeta entre los cristianos, pues los naturales la llaman «Fuente del Sultán».(Volver a Lectura).
23 También la severidad le acompaña, y el castigo de estos insolentes burlones lo confirma bien a las claras. Esta burla lo era del profeta de Yavé, y se cumplió a la inversa el dicho de Jesús (Mt 10,41).(Volver a Lectura).
Joram, rey de Israel
3 1Joram, hijo de Ajab, comenzó a reinar sobre Israel en Samaria, el año dieciocho de Josafat, rey de Judá, y reinó doce años. 2Hizo el mal a los ojos de Yavé, no tanto,
sin embargo, como su padre y su madre. Derribó las estatuas de Baal, que había hecho su padre, 3pero se dió a los pecados con que Jeroboam, hijo de Nabat, había hecho pecar a Israel, y no se apartó de ellos.
4Mesa, rey de Moab, tenía muchos ganados, y pagaba al rey de Israel un tributo de cien mil corderos y cien mil carneros con su lana. 5A la muerte de Ajab, el rey de Moab se rebeló contra el rey de Israel. 6Entonces el rey de Joram salió de Samaria, y reunió a todo Israel, y se puso en marcha, 7mandando a decir a Josafat, rey de Judá: «El rey de Moab se ha rebelado contra mí. ¿Quieres venir conmigo, para atacar a Moab?» Josafat respondió: «Iré, yo como tú; mi pueblo como tu pueblo, y mis caballos como tus caballos». 8Y preguntó: «¿Por qué camino subiremos?» Y Joram dijo: «Por el camino del desierto de Edom.
9Partieron el rey de Israel, el rey de Judá y el rey de Edom; y después de siete días de marcha, faltó el agua para el ejército y para las bestias de carga que le seguían. 10Entonces el rey de Israel dijo: «¡Ay! Yavé ha reunido a tres reyes, para entregarlos en manos de Moab». 12Pero
Josafat dijo: «¿No hay aquí ningún profeta de Yavé, por quien podamos consultar a Yavé?» Uno de los servidores del rey de Israel dijo: «Sí, aquí está Eliseo, hijo de Safat, que es el que daba aguamanos a Elías». 12Josafat dijo: «La palabra de Yavé es con él». El rey de Israel, Josafat y el rey de Edom, bajaron en busca suya. 13Eliseo dijo al rey de Israel: «¿Qué tengo yo que ver contigo? Ve a los profetas de tu padre y de tu madre». El rey de Israel le dijo: «No, es que ha reunido Yavé tres reyes para entregarlos en manos de
Moab». 14Eliseo dijo: «Vive Yavé Sebaot, a quien sirvo, que si no fuera por respeto a Josafat, rey de Judá, a ti ni te atendería ni te miraría siquiera. 15Traedme, pues, un tañedor de arpa».
Mientras el arpista tocaba el arpa, fué sobre Eliseo la mano de Yavé, 16y dijo: «Así habla Yavé: Id, y haced en el valle muchas zanjas.
17Porque así dice Yavé: No veréis viento, ni veréis lluvia, y el valle se llenará de agua, y beberéis vosotros, vuestros ganados y vuestras bestias de carga. 18Pero todo esto es poca cosa a los ojos de Yavé. Yavé entregará a Moab en vuestras manos; 19tomaréis todas las plazas fuertes y todas las ciudades de importancia, talaréis todos los árboles frutales y cegaréis todos los manantiales de agua, destruiréis con piedras toda la tierra fértil». 20Por la mañana, a la hora de la presentación de la
ofrenda, vino el agua de la parte de Edom, y la tierra toda se llenó de agua.
21Entretanto los moabitas, sabiendo que subían los reyes a atacarlos, reunieron a cuantos estaban en edad de empuñar las armas, y se pusieron en la frontera. 22Al levantarse por la mañana, al brillar el sol sobre las aguas, a los de Moab les parecieron las aguas desde lejos como si fueran sangre; 23y se dijeron: «Es sangre de espada; los reyes se han vuelto uno contra otro, y unos a otros se han matado. Hala, pues, Moab, a la presa». 24 Mas cuando llegaron al campo de Israel, alzáronse los israelitas, y destrozaron a los de Moab, que se pusieron en huida delante de ellos. Siguieron en la fuga hiriendo a los de Moab, 25y asolaron sus ciudades, y en todas las tierras fértiles echó cada uno su piedra, llenándolas de ellas; cegaron los manantiales de aguas y talaron los árboles frutales. Sólo quedó Quir Jareset, que rodearon los honderos, arrojando sobre ella sus tiros. 26Viendo el rey de Moab que llevaba lo peor en la batalla, hizo una salida con setecientos hombres de guerra, para ver de desbaratar al rey de Edom. No pudo conseguirlo; 27y entonces, tomando a su primogénito, al que había de reinar después de él, le ofreció en holocausto sobre la muralla. Hubo entonces gran cólera en Israel, que retirándose de allí, se volvió a su tierra.
Escuchar el Capítulo 3
2 Es Joram una excepción entre los reyes de Israel. Sin duda, obedeciendo a las influencias de Eliseo, destruyó los ídolos, pero dejó en pie los antiguos santuarios erigidos por Jeroboam.(Volver a Lectura).
4 Fue el padre de Mesa quien comenzó a pagar este tributo, y Omri, el rey de Israel que se lo impuso. La ganadería lanar es hoy aún principal riqueza de la región de Moab.(Volver a Lectura).
6 Dada la situación geográfica de Moab respecto de las tribus israelitas de Transjordania, no se concibe que Joram se proponga atacar a los moabitas por el sur, si no es porque siente la necesidad de la ayuda ajena para combatir a su adversario y también por el temor a un ataque por la espalda de los sirios de Damasco.(Volver a Lectura).
7 Joram invita a Josafat, cuando en 1,17 se dice que había comenzado a reinar el año segundo de su hijo y homónimo Joram. Prueba clara de la incorrección del texto sagrado.(Volver a Lectura).
12 Las palabras de Eliseo a Joram son una expresión de las relaciones de los profetas de Yavé con la dinastía de Omri, aunque no tanto con la persona de Jorma, según el v. 2.(Volver a Lectura).
15 Siendo la profecía un carisma sobrenatural, la música no sirve para otra cosa que para calmar el ánimo excitado del profeta y disponer su espíritu a recibir la revelación (SANTO TOMÁS, Suma Teológica 2-2 q. 172 a.3).(Volver a Lectura).
17 El agua brota del subsuelo y no viene de algún valle cercano donde hubiero llovido, como dice Josefo. Apreciar aquí el carácter natural del suceso no es posible, como tampoco la apariencia de sangre al ser herida por los rayos del sol.(Volver a Lectura).
26 El acto del rey Mesa en aquel momento crítico nos revela lo que era la religión de aquellos pueblos de que Israel se deja fascinar. Y esto mismo nos deja en duda de si la retirada de los reyes fue motivada por el horror de tal sacrificio y un resto de compasión hacia aquel enemigo derrotado, que a tales medios debía recurrir, o si se debía más bien al temor de la eficacia de aquel sacrificio. Mesa, que en su inscripción nos cuenta las victorias sobre Israel y la ayuda de su dios nacional Camos, no nos cuenta este episodio.(Volver a Lectura).
Los prodigios de Eliseo
4 1Una mujer de las de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: «Tu siervo, mi marido, ha muerto y bien sabes tú que mi marido era temeroso de Yavé; ahora un acreedor ha venido para cogerme a mis dos hijos y hacerlos esclavos».
2Eliseo le dijo: «¿Qué puedo yo hacer por ti? Dime: ¿Qué tienes en tu casa?» Ella le respondió: «Tu sierva no tiene en casa absolutamente nada más que una vasija de aceite». 3El le dijo: «Vete a pedir fuera a todos los vecinos vasijas vacías, y no pidas pocas. 4Cuando vuelvas a casa, cierra la puerta tras de ti y tras de tus hijos, y echa en todas esas vasijas el aceite, poniéndolas aparte, conforme vayan llenándose». 5Entonces ella se alejó, cerró la puerta tras de sí y de sus hijos; y éstos fueron presentándole las vasijas, y ella las llenaba. 6Cuando estuvieron llenas todas las vasijas, dijo
a su hijo: «Dame otra vasija»; pero él la respondió: «Ya no hay más». Estacionóse entonces el aceite, 7y ella fué a dar cuenta al hombre de Dios, que le dijo: «Vete a vender el aceite y paga la deuda; y de lo que te quede, vive tú y tus hijos».
8Pasaba un día Eliseo por Sunam. Había allí una mujer distinguida, que insistentemente le invitó a comer, y siempre que por allí pasaba iba a comer a su casa. 9Ella dijo a su marido: «Yo sé que este hombre, que viene siempre a comer a nuestra casa, es un santo hombre de Dios. 10Vamos a prepararle en lo alto una habitación con paredes, y a ponerle allí una cama, una mesa, una silla y un candelero, para que él pueda retirarse a ella, cuando venga a
nuestra casa». 11Habiendo vuelto Eliseo a Sunam, se retiró a la habitación alta, y se acostó. 12Dijo a su siervo Guejazi: «Llama a esa sunamita». Llamóla Guejazi, y ella se presentó a él. 13Eliseo dijo a Guejazi: Dile: «Tú nos has mostrado toda esta solicitud por nosotros y este esmero;
¿qué quieres que haga por ti? ¿Necesitas que hable por ti al rey o al jefe del ejército?» Y ella respondió: «Yo habito en medio de mi pueblo». 14Y él dijo: «¿Qué haremos, pues, por ella?» Y Guejazi respondió: «Mira, no tiene hijos, y su marido es viejo». 15Entonces dijo Eliseo: «Llámala». La llamó, y ella se paró a la puerta. 16El le dijo: «El año que viene, por este tiempo, abrazarás a tu hijo». «No, por favor, hombre de Dios, no engañes a tu sierva». 17La mujer quedó encinta, y al año siguiente, como se lo anunciara Eliseo, por aquel mismo tiempo dió a luz un hijo. 18Creció el niño, y un día fue a donde estaba su padre con los segadores, 19y dijo a su padre: «¡Ay, mi cabeza; ay, mi cabeza!» El padre dijo a un criado: 20«Llévalo a su madre». El criado lo cogió y se lo llevó a su madre. El niño estuvo sobre las rodillas de su madre hasta el mediodía, y luego murió. 21Ella subió, le acostó en el lecho del hombre de Dios, cerró la puerta y se fué. 23Llamó a su marido y le dijo: «Mándame, te ruego, un criado y
una asna, que quiero ir en seguida al hombre de Dios, y luego volveré». 23El le dijo: «¿Para qué quieres ir a verle hoy? No es ni novilunio ni sábado». Ella respondió: «Está bien».
24Hizo enalbardar la borrica, y dijo al criado: «Cógela y anda, y no te detengas para que monte, más que cuando yo te lo diga».
25Partió, pues, y llegó al hombre de Dios en el monte Carmel. Cuando el hombre de Dios la vió de lejos, dijo a su criado Guejazi: «Allí esta la sunamita. 26Vete corriendo a recibirla, y pregúntale si está bien ella y su marido y su hijo.» Y ella contestó: «Si, bien». 27Llegó luego al hombre de Dios en el monte, y cogiéndose de sus pies, llegó Guejazi para desasirla, pero el hombre de Dios le dijo: «Déjala, que su alma está angustiada, y Yavé me lo ha ocultado y no me lo ha revelado». 28Ella le dijo: «¿Pedí yo a mi señor un hijo? ¿No te dije ya que no me engañaras?» 29Entonces dijo él a Guejazi: «Cíñete los lomos, toma en tu mano mi bordón, y si a alguno encuentras, no le saludes siquiera, y si alguno te saluda, no le respondas, y pon mí bordón sobre
la cara del niño». 30La madre del niño le dijo: «Por la vida de Yavé y la tuya, que no te dejaré». 31Levantóse entonces él y la siguió.
Guejazi había llegado antes que ellos, y había puesto el bordón sobre el rostro del niño, pero éste no tenía voz ni sentido; así que se había vuelto para decírselo a Eliseo, y se lo manifestó, diciendo: «El niño no despierta». 32Llegado Eliseo a la casa, el niño estaba tendido, muerto, en la cama. 33Entró entonces él, cerró la puerta tras los dos, y oró a Yavé. 34Subió a la cama y se acostó sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca del niño, sus ojos sobre los del niño y sus manos sobre las manos del niño, y se tendió sobre él. La carne del niño se recalentó, 35y Eliseo se alejó, yendo y viniendo
por la habitación, y luego volvió a subirse en la cama, y se tendió sobre el niño. El niño estornudó siete veces y abrió los ojos. 36Llamó entonces Eliseo a Guejazi, y le dijo: «Llama a esa sunamita». Llamóla Guejazi, y ella vino a Eliseo, que le dijo: «Toma a tu hijo». 37Ella se echó a sus pies, y se prosternó ante él rostro a tierra, cogió a su hijo y salió.
38Eliseo volvió a Gálgala. Había gran hambre en la región, y estando los hijos de los profetas sentados ante él, dijo a su criado: «Coge la olla grande, y pon a cocer un potaje para los hijos de los profetas». 39Salió uno de ellos al campo, para coger hierbas, y encontró una vid silvestre, y cogió de ella coloquíntidas, hasta llenar su vestido. Cuando estuvo de vuelta, las cortó en pedazos en la olla donde estaba el potaje, pues él no las conocía. 40Sirvióse la comida a aquellos hombres; pero en cuanto hubieron probado el potaje, se pusieron a gritar: «La muerte está en la olla, hombre de Dios», y no pudieron comerlo. 41Eliseo dijo: «Coged harina». El la echó en la olla, y dijo: «Servid a esas gentes, que coman». Y ya no había en la olla nada de malo. 42Llegó de Bal Salisa un hombre a traer al hombre de Dios el pan de las primicias, veinte panes de cebada, y espigas nuevas en un saco. Eliseo dijo: «Da a esas gentes que coman». 43Su criado le contestó: «¿Cómo voy a poder dar a cien personas?» pero Eliseo le repitió: «Da a esas gentes, que coman. Así dice Yavé: Comerán y sobrará». 44Puso entonces los panes ante ellos, comieron y quedaron sobras, según la palabra de Yavé.
Escuchar el Capítulo 4
1 Eliseo es el taumaturgo del Antiguo Testamento. Las deudas eran causa frecuente de esclavitur, y la Ley la admite, aunque restringiéndola (Lev 25,30ss; Neh 5,5ss; Prov 22,7).(Volver a Lectura).
39 La coloquíntida produce unos calabacines del tamaño de naranjas, pero muy amargos y empleados en farmacia como purgante.(Volver a Lectura).
5 1Namán, jefe del ejército del rey de Siria, gozaba el favor de su señor, y era tenido en mucha estima, pues por medio de él había salvado Yavé a Siria. Pero este hombre, robusto y valiente, era leproso. 2Habían salido los sirios, por escuadras, y habían cautivado a una
jovencita de tierra de Israel, que estaba al servicio de la mujer de Namán; 3y dijo un día a su señora: «Oh, si mi señor estuviese cerca de un profeta que hay en Samaría, el profeta le curaría de su lepra». 4Fué ella a su señor, y le dijo: «Esto y esto ha dicho una jovencita de tierra de Israel»; 5y el rey de Siria dijo: «Pues anda, vete a la tierra de Israel, y yo mandaré una carta al rey de Israel». Partió él, llevando diez talentos de plata, seis mil siclos de oro, diez vestidos nuevos, 6y una carta para el rey de Israel, en que se decía: «Cuando recibas esta carta, sabrás que te mando a mi servidor,
Namán, para que le cures de la lepra». 7Leída la carta, el rey de Israel rasgó sus vestiduras, y dijo: «¿Soy yo acaso Dios, para dar la vida o la muerte, que así se dirige a mí, para que yo cure a un hombre de su lepra? Sabed, pues, y ved, que me busca querella». 8Cuando supo Eliseo que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras, mandó a decir al rey: «¿Por qué has rasgado tus vestiduras? Hazle venir a mí, y sabrá que hay en Israel un profeta».
9Vino Namán con sus caballos y su carro, y se detuvo a la puerta de la casa de Eliseo. 10Eliseo le mandó a decir por un mensajero: «Ve, y lávate siete veces en el Jordán, y tu
carne sanará y quedarás puro. 11Enojóse Namán, y se fué, diciendo: «¡Cómo! Yo esperaba que saldría él en persona, se presentaría a mí, invocaría el nombre de Yavé, su Dios, me tocaría, y curaría así al leproso. 12Los ríos de Damasco, el Abana y el Parpar, ¿no son mucho mejores que todas las aguas de Israel? ¿No podía yo lavarme allí, y quedar limpio?» Y se iba muy enojado. 13Pero sus siervos se acercaron a él para hablarle, y le dijeron: «Padre mío: Si el profeta te hubiera mandado algo muy difícil, ¿no lo hubieras hecho? ¿Cuanto más no debes hacer lo que ha dicho: Lávate y quedarás limpio?» 14Bajó él entonces y se lavó siete veces en el Jordán, según la orden del hombre de Dios; y su carne quedó como la carne de un niño, quedó limpio.
15Volvió Namán al hombre de Dios con todo su séquito, y cuando llegó se presentó a él diciendo: «Ahora conozco que no hay en toda la tierra Dios, sino en Israel. Dígnate aceptar un presente de parte de tu siervo». 16Eliseo respondió: «Vive Yavé, a quien sirvo, que no aceptaré». Namán insistió, pero él se negó. 17Entonces Namán le dijo: «Pues te niegas, permite que den a tu siervo tierra de ésta, la carga de dos mulos, pues en adelante no ofrecerá tu siervo sacrificio ni holocausto a otros dioses, sino a
Yavé. 18Yavé perdonará a tu siervo, que cuando mi señor entre en el templo de Rimón para adorar, y se apoye en mi mano, me prosterne yo también en el templo de Rimón. Perdone Yavé a tu siervo, si me prosterno en el templo de Rimón». 19Eliseo le dijo: «Vete en paz».
Cuando Namán hubo dejado a Eliseo y estaba ya a cierta distancia, 20Guejazi, el criado del hombre de Dios, Eliseo, dijo para sí: «Mi señor ha tratado demasiado bien a Namán, ese sirio, no queriendo aceptar de él lo que traía: Vive Yavé, que voy a correr tras él, a ver si me da algo». 21Y Guejazi echó a correr tras Namán. Viéndole Namán correr tras él, bajó de su carro para ir a su encuentro, y le preguntó: «¿Hay novedad?»; 22y él respondió: «No, todo está bien; pero me manda mi señor, para decirte: Acaban de llegar a mi casa dos jóvenes de la montaña de Efraím, de los hijos de los profetas; haz el favor de darme para ellos un talento de plata y dos vestidos nuevos». 23Namán dijo: «Toma dos talentos», y los metió en dos sacos, y le dió dos vestidos, haciendo que sus criados se los llevasen a Guejazi. 24Llegado a la altura, tomólos Guejazi de sus manos y los metió en casa, despidiendo a aquellas gentes, que se
fueron. 25Luego fué a presentarse a su señor, que le dijo: «¿De dónde vienes, Guejazi?» El le respondió: «Tu siervo no ha ido a ninguna parte». 26Pero Eliseo le dijo: «¿Estaba yo ausente en espíritu cuando el hombre se bajó de su carro para salirte al encuentro? ¿Es tiempo éste de tomar dinero y vestidos, y luego olivares, viñas, ovejas y bueyes, siervos y siervas? 27La lepra de Namán se te pegará a ti y a tu descendencia, para siempre». Y Guejazi salió de la presencia de Eliseo, blanco de lepra como la nieve.
Escuchar el Capítulo 5
10 La humildad y la fe son las condiciones necesarias de la salud, y esto es lo que muestra bien claro la conducta del profeta en este caso (I Cor 1,18ss).(Volver a Lectura).
17 Quizá movido de la idea, tan generalmente extendida entre los pueblos antiguos, de considerar a un Dios como ligado a su tierra, quiere Namán llevar tierra de Palestina, para sobre ella adorar a Yavé, Dios de la Palestina.(Volver a Lectura).
6 1Los hijos de los profetas dijeron a Eliseo: «El lugar en que moramos contigo nos es demasiado estrecho. 2Vamos a ir al Jordán, y tomaremos de allí una viga cada uno, para hacernos una habitación». Eliseo les respondió: «Id». 3Uno de ellos le dijo: «Ven tú también con nosotros». El dijo: «Iré»; 4y partió con ellos. Llegados al Jordán, cortaron los árboles; 5y mientras uno estaba cortándolos, el hierro fué a caer en las aguas. Se puso a clamar: «¡Ah, mi señor! Era prestado». 6Y el hombre de Dios le preguntó: «¿Dónde ha caído?» El le indicó el lugar; y Eliseo, cortando un trozo de madera, lo arrojó al mismo lugar y el hierro sobrenadó. 7 Entonces le dijo: «Cógelo»; y él tendió la mano y lo cogió.
8El rey de Siria estaba en guerra con Israel; y en un consejo que tuvo con sus servidores, dijo: «En tal lugar acamparemos». 9El hombre de Dios
mandó a decir al rey de Israel: «Guárdate de ir a tal lugar, porque los sirios bajarán allá». 10El rey de Israel mandó gentes al lugar que el hombre de Dios había señalado, para que estuvieran al acecho, y esto sucedió, no una ni dos veces solamente. 11El rey de Siria se inquietó con esto, y preguntó a sus servidores: «¿No me diréis vosotros, quién de los nuestros es del rey de Israel?» 12Uno de los servidores le dijo: «Nadie, oh rey, mi señor. Es Eliseo, el profeta que hay en Israel, que lleva al rey de
Israel las palabras que tú pronuncias en tu misma alcoba». 13El rey le dijo: «Id, y ved dónde está, y yo le haré prender». Vinieron, pues, a decirle: «Está en Dotana». 14Mandó él
entonces caballos y carros, una gran tropa, que llegaron de noche y cercaron la ciudad.
15 El siervo del hombre de Dios se levantó muy de mañana, y vió que la ciudad estaba cercada por una tropa con caballos y carros, y dijo al hombre de Dios: «¡Ah, mi señor!, ¿qué haremos?» 16El le respondió: «Nada temas, que los que están con nosotros son más que los que están con ellos». 17Eliseo oró, y dijo: «¡Oh Yavé! Ábrele los ojos para que vea». Y Yavé abrió los ojos del siervo, y vió éste la montaña llena de caballos y carros de fuego, que rodeaban a Eliseo.
18Los sirios bajaron al valle en busca de Eliseo, y éste dirigió entonces a Yavé esta súplica: «Dígnate herir de ceguera a esta gente». Y Yavé los hirió de ceguera, conforme a la súplica de Eliseo.
19Eliseo les dijo: «No es éste el camino, ni ésta la ciudad. Seguidme y yo os llevaré a donde está el hombre a quien buscáis»; y los condujo a Samaría. 20Entrados en Samaría, dijo Eliseo: «¡Oh Yavé! Abre los ojos de esta gente para que vea»; y Yavé les abrió los ojos, y vieron que estaban en medio de Samaría.
21El rey de Israel, viéndolos, preguntó a Eliseo: «¿Los hiero, padre mío?» 22Y Eliseo respondió: «No los hieras. ¿Hieres tú acaso a los que con tu espada y tu arco haces prisioneros? Dales pan y agua, para que coman y beban, y que se vayan luego a su señor». 23El rey de Israel hizo que les sirvieran una gran comida, y ellos comieron y bebieron, y luego los despidió, para que se fueran a su señor. Las tropas sirias no volvieron más a la tierra de Israel.
24Después de esto, Ben Adad, rey de Siria, reunió todo su ejército, y subiendo, puso cerco a Samaría. 25Hubo en Samaría mucha hambre, y de tal modo la apretaron, que un jomer de mosto valía ochenta siclos de plata, y el cuarto de un cab de harina fina cinco siclos de plata. 26Pasando el rey por la muralla, le gritó una mujer: «Sálvame, oh rey, mi señor!» 27Y el rey le respondió: «Si Yavé no te salva, ¿cómo voy a salvarte yo? ¿Con algo de la era, o con algo del lagar?» 28Preguntóle luego el rey: «¿Qué te pasa?» Y ella respondió: «Esta mujer me dijo: Trae a tu hijo, y lo comeremos hoy, y
mañana comeremos el mío. 29Cocimos, pues, mi hijo y lo comimos, y al día siguiente yo le dije: Trae a tu hijo, para que lo comamos, pero ella ha escondido a su hijo». 30Cuando oyó el rey las palabras de esta mujer, rasgó sus vestiduras, mientras iba por la muralla, y la gente vió que por dentro estaba vestido de saco.
31El rey dijo: «Que esto me haga Yavé y esto me añada, si la cabeza de Eliseo, hijo de Safat, quedare hoy sobre sus hombros». 32Estando, pues, Eliseo sentado en casa, rodeado de los ancianos que se sentaban con él, mandó el rey a uno delante de él, y antes que el mensajero llegara, dijo Eliseo a los ancianos: «¿No veis cómo ese hijo de asesino manda a que me quiten la cabeza? Oíd: Cuando llegue el mensajero, cerrad la puerta y rechazadle con la puerta; ¿no se oye ya tras él el ruido de los pasos de su amo?» 33Todavía estaba hablándoles, cuando ya el rey llegó a él, y le dijo: «De Yavé ciertamente nos ha venido este mal. ¿Tendré yo todavía que esperar más de Yavé?»
Escuchar el Capítulo 6
1 En 2,5 aparece muy numerosa esta colonia de discípulos de los profetas de Jericó, donde Eliseo fue reconocido como sucesor de Elías (2,15.12).(Volver a Lectura).
12 Con razón el rey Joás lloraba la muerte de Eliseo, llamándole «carro de Israel y su auriga» (13,14s). El era el centinela divino puesto por Yavé para defensa de su pueblo.(Volver a Lectura).
13 La ciudad de Dotana, conocida ya desde la historia de José (Gén 37,17), estaba al norte de Samaria, y, como ciudad poco importante, era fácil que una columna de tropa ligera la ocupara por sorpresa. pero Eliseo contaba con otra defensa más poderosa.(Volver a Lectura).
22 La conducta generosa del profeta debió de ser el motivo de dejar en paz a Israel, más bien que el temor a las fuerzas del rey.(Volver a Lectura).
30 El hambre, llegado a los últimos extremos, priva de todo sentido que no sea el instinto de satisfacerle. esto horrores ya los leemos en Lev 26,29; Dt 28,43ss; Ez 5,10.(Volver a Lectura).
32 El asesino es aquí el rey, por lo dicho arriba. Hijo vale lo mismo que mandatario.(Volver a Lectura).
7 1Entonces dijo Eliseo: «Oíd, la palabra de Yavé: Así dice Yavé: Mañana a estas horas estará en las puertas de Samaría el sea de harina de flor, a un siclo, y dos seas de harina de cebada, a un siclo». 2El oficial sobre cuyo brazo se apoyaba el rey, respondió al hombre de Dios: «Cuando Yavé abra ventanas en los cielos, sucederá eso». Y él le dijo: «Con tus ojos lo verás, pero no lo comerás».
3Había en la entrada de la puerta cuatro leprosos, que se decían unos a otros: «¿Por qué nos vamos a estar aquí hasta morirnos? 4Si nos
decidimos a entrar en la ciudad, moriremos por el hambre que en ella hay, y si nos quedamos aquí, moriremos igualmente. Vamos a pasarnos al campamento de los sirios, y si nos dejan vivir, viviremos, y si nos matan, moriremos». 5Partieron, pues, al anochecer para el campamento de los sirios; y cuando llegaron a la entrada del campamento, no había en él nadie. 6El Señor había hecho oír en el campamento de los sirios estrépito de carros y estrépito de caballos, el estrépito de un gran ejército, y se habían dicho unos a otros: «Es el rey de Israel, que ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los geteos y a los reyes de los egipcios, y viene a atacarnos». 7Y se levantaron, y al anochecer, se pusieron en fuga, abandonando sus tiendas, sus caballos y sus asnos, el campamento tal cual estaba, y huyeron para salvar la vida.
8Los leprosos, llegados al campamento, penetraron en una tienda, comieron y bebieron, y se llevaron de allí plata, oro y vestidos, que fueron a esconder. Volvieron y penetraron en otra tienda, y se llevaron cosas, que fueron a esconder. 9Después se dijeron uno a otro: «No está bien lo que hacemos. Este día es un día de buena nueva, y si nosotros nos estamos callados y esperamos la luz del día, nos sucederá mal. Venid, pues, y vayamos a dar cuenta a la casa del rey». 10Partieron a la ciudad e hicieron este relato: «Hemos entrado en el campamento de los sirios, y allí no había nadie, ni se oye voz alguna de hombre; no hay más que caballos atados, asnos atados y las
tiendas intactas».
11Los centinelas de la puerta dieron voces, y transmitieron este relato al interior de la casa del rey. 12El rey se levantó de noche, y dijo a sus servidores: «Voy a deciros lo que pretenden los sirios: Como saben que estamos hambrientos, se han salido del campamento para esconderse en los campos, diciéndose: Cuando salgan de la ciudad, los cogeremos vivos y entraremos en la ciudad». 13Uno de los servidores del rey dijo: «Que cojan cinco de los caballos que todavía quedan en la ciudad porque también a ellos les sucede lo que a la muchedumbre, también son ellos como la muchedumbre de Israel, que ha perecido
y mandemos a ver». 14Cogieron, pues, dos carros con sus caballos; y el rey mandó gente que siguiera tras los sirios, diciendo: «Id y ved».
15Fueron tras ellos hasta el Jordán; y todo el camino estaba sembrado de vestidos y objetos, que en su precipitación habían tirado los sirios. Volvieron los mensajeros, y dieron cuenta al rey. 16Salió el pueblo, y saqueó el campamento de los sirios, y se puso el sea de flor de harina a un siclo, y a un siclo los dos seas de harina de cebada, según lo que había dicho Yavé.
17El rey había entregado la custodia de la puerta al oficial sobre cuyo brazo se apoyaba el día antes, pero éste fué atropellado por el pueblo a la puerta, y murió según la palabra que había pronunciado el hombre de Dios, cuando el rey bajó a él. 18El hombre de Dios había dicho al rey: «Mañana a estas horas estarán a siclo los dos seas de harina de cebada, y a siclo el sea de flor de harina; 19y el oficial había respondido al hombre de Dios: «Cuando Yavé abra ventanas en los ciclos, veremos eso». Y Eliseo le había dicho: «Con tus ojos lo verás, pero no lo comerás». 20Fué en verdad lo que sucedió, pues el pueblo le atropelló a la puerta, y murió.
Escuchar el Capítulo 7
8 Los leprosos, excluidos de la sociedad habitaban no lejos de las puertas de la ciudad, donde pudieran ser socorridos por la caridad de los que entraban o salían.(Volver a Lectura).
8 1Eliseo dijo a la mujer a cuyo hijo había resucitado: «Levántate, y vete, tú y tu casa, y mora donde puedas, porque Yavé llama al hambre, y vendrá sobre la tierra por siete años». 2Levantóse la mujer, e hizo lo que le decía el hombre de Dios, y se fué ella y su casa, y habitó siete años en tierra de filisteos. 3Al cabo de siete años, volvió la mujer de la tierra de los filisteos, y fue a implorar al rey por su casa y su campo. 4Estaba el rey hablando con Guejazi, servidor del hombre de Dios, y le decía: «Anda, y cuéntame todas esas grandes cosas que ha hecho Eliseo», 5y mientras estaba contando al rey cómo Eliseo había vuelto a la vida a un muerto, llegó la mujer cuyo hijo había resucitado Eliseo, para implorar al rey por su casa y su campo; y dijo Guejazi: «Oh, mi señor, ésa es la mujer, y ése es su hijo, que Eliseo resucitó». 6Preguntó el rey a la mujer, y ella le hizo el relato; el rey le dió un eunuco a quien dijo: «Haz que le sea devuelto a esta mujer todo lo que le pertenece, con todos los frutos de su campo, desde el día en que dejó la tierra hasta hoy».
7Fué Eliseo a Damasco. Estaba enfermo Ben Adad, rey de Siria, y le avisaron, diciendo: «Está aquí el hombre de Dios». 8El rey dijo a Jazael: «Toma contigo un presente y vete a ver al hombre de Dios, y consulta por mi a Yavé si curaré de esta enfermedad». 9Fué Jazael al hombre de Dios, llevando consigo un presente, todo lo mejor que había en Damasco, la carga de cuarenta camellos. Llegado, se presentó a él, y le dijo: «Tu hijo Ben Adad, rey de Siria, me manda a ti para preguntarte: ¿Curaré de esta enfermedad?» 10Eliseo le respondió: «Ve y dile: No curarás, pues Yavé me ha revelado que morirás». 11El hombre de Dios puso sus ojos sobre Jazael 12y los fijó en él, hasta hacerle enrojecer; luego se puso a llorar. El le preguntó: «¿Por qué llora mi señor?» Y Eliseo le respondió: «Porque sé el mal que vas a hacer a los hijos de Israel; incendiarás sus ciudades fuertes, pasarás a cuchillo a sus mancebos, estrellarás a sus niños, y abrirás el seno a sus preñadas». 13Y Jazael dijo: «¿Pues qué es tu siervo, este perro, para hacer tan grandes cosas?» Y Eliseo respondió: «Yavé me ha revelado que serás rey de Siria». 14Jazael dejó a Eliseo y volvió a su señor, que le preguntó: «¿Qué te ha dicho Eliseo?» Y él respondió: «Me ha dicho: Curarás». 15Al día siguiente, cogió Jazael una manta, la empapó en agua y la puso sobre el rostro del rey, que murió. Jazael le sucedió.
Joram y Ocozías, reyes de Judá
16El año quinto de Joram, hijo de Ajab, rey de Israel, comenzó a reinar Joram, hijo de Josafat, rey de Judá. 17Treinta y dos años tenía cuando
comenzó a reinar, y reinó ocho años en Jerusalén. 18Marchó por los caminos de los reyes de Israel, como había hecho la casa de Ajab, pues tuvo por mujer a una hija de Ajab, e hizo el mal a los ojos de Yavé. 19Pero Yavé no quiso destruir a Judá, por amor de David, su siervo, según la promesa que le había hecho, de darle siempre una lámpara entre sus hijos. 20En su tiempo se rebeló Edom contra el dominio de Judá, y se dió un rey. 21Joram marchó a Jair con todos sus carros. Una noche
arriesgó combate con los edomitas, que le tenían cercado, y le derrotaron juntamente con los jefes de los carros, y el pueblo huyó a sus tiendas. 22La rebelión de Edom contra el dominio de Judá dura hasta hoy. Entonces se rebeló también Lobna.
23El resto de los hechos de Joram, cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?
24Joram se durmió con sus padres, y fué sepultado con sus padres en la ciudad de David. Le sucedió su hijo Ocozías.
25El año doce de Joram, hijo de Ajab, rey de Israel, comenzó a reinar en Judá Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá. 26Tenía Oeozías veintidós
años cuando comenzó a reinar, y reinó un año en Jerusalén. Su madre se llamaba Atalía, hija de Omri, rey de Israel. 27Marchó por los caminos de la casa de Ajab, e hizo el mal a los ojos de Yavé, como la casa de Ajab, con la que estaba emparentado. 28Acompañó a Joram, hijo de Ajab, en la guerra contra Jazael, rey de Siria, a Ramot Galad. Los sirios hirieron a Joram, 29y el rey Joram se volvió, para hacerse curar en Jezrael de las heridas que los sirios le habían hecho en Rama, cuando combatía contra Jazael, rey de Siria. Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá, bajó a Jezrael para ver a Joram, hijo de Ajab, que estaba allí herido.
Escuchar el Capítulo 8
1 Otra vez tenemos sobre Israel el hambre, persistente durante muchos años, que obliga a emigrar, como se lee en Rut 1,1. pero no es el hambre lo principal del relato, sino el testimonio que la mujer da de la resurrección de su hijo.(Volver a Lectura).
20 Reinando Josafat no había rey en Edom (I Re 22,48). Este versículo debe de significar la independencia que bajo Joram alcanzó Edom (cf. 3,9,12) según Gén 27,40.(Volver a Lectura).
Los reyes de Israel y de Judá, asesinados por Jehú
9 1Eliseo, profeta, llamó a uno de los hijos de los profetas y le dijo:
«Cíñete los lomos, toma esta redoma de óleo, y vete a Ramot Galad. 2Cuando llegues, busca a Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsi. Le haces
que se levante de entre sus compañeros, y le llevas aparte, a una cámara retirada; 3y tomando la redoma de óleo, lo derramas sobre su cabeza, diciéndole: «Así habla Yavé: Yo te unjo por rey de Israel. Abres luego la puerta, y huyes sin detenerte». 4El joven servidor del profeta partió para Ramot Galad; 5y cuando llegó, estaban los jefes del ejército reunidos, y dijo: «Jefe, tengo que decirte una cosa». Jehú, le preguntó: «¿A quién de nosotros?» El respondió: «A ti, oh jefe». 6Levantóse Jehú y entró, y el joven derramó sobre su cabeza la redoma de óleo, diciéndole: Así habla Yavé, Dios de Israel: Yo te unjo rey de Israel, del pueblo de Yavé. 7Tú herirás a la casa de Ajab, tu señor, y vengarás en Jezabel la sangre de mis siervos, los profetas, y la sangre de todos los siervos de Yavé. 8Toda la casa de Ajab perecerá; yo exterminaré a todos cuantos pertenecen a Ajab, al esclavo y al libre en Israel, 9y haré la casa de Ajab semejante a la casa de Jeroboam, hijo de Nabat, y a la casa de Basa, hijo de Ajiya. 10Los perros comerán a Jezabel en el campo de Jezrael, y no habrá nadie que la dé sepultura».
11Después el hombre abrió la puerta y huyó.
Cuando salió Jehú para reunirse con los servidores de su señor, le dijeron éstos: «¿Va todo bien? ¿Por
qué ha venido a ti ese loco?» Jehú respondió: «Seguramente conocéis al
hombre y sabéis lo que me ha dicho». 12Ellos respondieron: «No es verdad. Explícanos lo que ha dicho». El entonces dijo: «Esto y esto es lo que me ha dicho: Así habla Yavé: Yo te unjo por rey de Israel». 13En seguida tomaron todos sus ropas y las
pusieron debajo de él en las gradas, y haciendo sonar las trompetas, gritaron: «¡Jehú, rey!» 14Así conspiró Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsi, contra Joram.
Joram defendía con todo Israel a Ramot Galad contra Jazael, rey de Siria; 15pero el rey Joram había tenido que volverse, para curarse en Jezrael de las heridas que los sirios le habían hecho, cuando combatía contra Jazael, rey de Siria. Jehú dijo: «Pues que lo queréis, sea, pero que no salga de la ciudad nadie que pueda llevar la noticia a Jezrael». 16Jehú subió a su carro y partió para Jezrael, pues Joram estaba allí herido, y Ocozías, rey de Judá, había bajado a verle. 17El centinela que estaba en la torre de Jezrael, vió venir a la tropa de Jehú, y dió la noticia: «Veo venir una tropa». Joram dijo: «Manda que salga a su encuentro uno de a caballo, para saber si es de paz». 18Salió el jinete, se presentó a Jehú, y preguntó: «Así habla el rey: ¿Es la paz?» Jehú respondió: «¿Qué te importa a ti la paz? Vuélvete detrás de mí».
El centinela dió luego el aviso, diciendo: «El mensajero ha llegado hasta ellos, pero no vuelve».
19Entonces se mandó otro a caballo, que llegado a ellos y preguntó: «Así habla el rey: ¿Hay paz?» Y Jehú contestó: «¿Qué te importa a ti la paz? Vuélvete detrás de mí». 20El centinela volvió a decir: «También éste ha llegado a ellos, y no vuelve; mas al parecer, por la marcha, el que viene es Jehú, hijo de Nimsi, porque viene con mucho ímpetu». 21Entonces Joram dijo: «Engancha», y enganchado que fué su carro, salió Joram, rey de Israel, y Ocozías, rey de Judá, cada uno en su carro. Salieron al encuentro de Jehú, a quien hallaron en la heredad de Nabot, de Jezrael. 22En cuanto vió Joram a Jehú, le preguntó: «¿Hay paz, Jehú?» Y éste respondió: «¿Qué paz, mientras duren las prostituciones de Jezabel, tu madre, y sus muchas hechicerías?» 23Entonces Joram, volviendo grupas, huyó y dijo a Ocozías: «¡Traición, Ocozías!» 24Pero Jehú tendió su arco, e hirió a Joram entre las espaldas, saliéndole la flecha por el corazón, y Joram cayó en su carro. 25Jehú dijo a su oficial, Bidcar: «Cógele, y tírale en el campo de Nabot de Jezrael, pues acuérdate de que cuando yo y tú íbamos juntos a caballo detrás de Ajab, su padre, Yavé pronunció contra él la sentencia diciendo: 26Yo he visto ayer la sangre de Nabot y de sus hijos, dice Yavé, y yo te daré tu merecido en esa misma heredad. Cógele, pues, y tírale a ese campo según la palabra de Yavé».
27Ocozías, rey de Judá, que vió esto, huyó por el camino de la casa del jardín, pero Jehú le persiguió, diciendo: «Heridle también a él en el carro». Y le hirieron en la subida de Gur, cerca de Jibleam; él siguió hasta Mageddo, pero allí murió. 28Sus servidores le trasladaron en un carro a Jerusalén, y le sepultaron en la sepultura de sus padres, en la ciudad de David. 29Ocozías había comenzado a reinar el año once de Joram, hijo de Ajab.
30Jehú entró en Jezrael. Sabiéndolo Jezabel, se pintó los ojos, se peinó y se puso en mirar a una ventana. 31Al pasar Jehú por la puerta le gritó: «¿Le salió bien la cosa a Zimri, asesino de su señor?» 32El alzó el rostro hacia la ventana, y preguntó: «¿Quién eres tú para que quieras contender conmigo?» Entonces miraron por la ventana dos o tres eunucos, 33y él mandó: «Echadla abajo»; y ellos la echaron, y su sangre salpicó los muros y los caballos. Jehú la pisoteó con sus pies, 34y después entró, comió, bebió, y dijo: «Id a ver a esa maldita, y enterradla, que al fin es hija de rey». 35Fueron para enterrarla, pero no hallaron de ella más que el cráneo, los pies y las palmas de las manos. 36Volvieron a dar cuenta a Jehú, que dijo: «Es la amenaza que había hecho Yavé por su siervo Elías, tesbita, diciendo: Los perros comerán la carne de Jezabel en el campo de Jezrael, 37y el cadáver de Jezabel será como estiércol sobre la superficie del campo, en el campo de Jezrael, de modo que nadie podrá decir: Esta es Jezabel».
Escuchar el Capítulo 9
1 En I Re 19,16 se consigna la orden dada por Dios a Elías de ungir a Jehú, sin que allí viéramos su cumplimiento. En 21,11ss.29, el mismo profeta anuncia los males que Dios enviará sobre la casa de Ajab. Eliseo cumple la orden de la unción y Jehú realiza las predicciones del gran profeta.(Volver a Lectura).
Jehú, rey de Israel
10 1Había en Samaría setenta hijos de Ajab. Jehú escribió cartas, que mandó a Samaría, a los jefes de Jezrael, a los ancianos, y a los ayos de los hijos de Ajab. En ellas decía: 2«En cuanto recibáis esta carta, pues que tenéis con vosotros a los hijos de vuestro señor, y además carros y caballos, una ciudad fortificada y armas, 3ved cuál de los hijos de vuestro señor queréis mejor y os conviene poner en el trono de su
padre, y combatid por la casa de vuestro señor». 4Ellos se llenaron de miedo, y se dijeron: «Dos reyes no han podido resistirle, ¿cómo vamos a resistirle nosotros?» 5Y el jefe de la ciudad, los ancianos y los ayos de los niños, mandaron a decir a Jehú: «Nosotros somos servidores tuyos, y haremos cuanto tú nos digas. No elegiremos a ninguno por rey. Haz tú lo que bien te parezca». 6Entonces les escribió Jehú una segunda carta, en que les decía: «Obedecedme, y
tomad las cabezas de esos hombres, hijos de vuestro señor, y venid a mí mañana a estas horas a Jezrael». Los setenta hijos del rey estaban en las casas de los grandes de la ciudad, que los educaban. 7Cuando éstos recibieron la carta, cogieron a los hijos del rey, los degollaron a los setenta, pusieron sus cabezas en canastillas, y se las mandaron a Jehú, a Jezrael. 8Vino uno a informarle, diciendo: «Han traído las cabezas de los hijos del rey»; y él dijo:
«Ponedlas en dos montones a la entrada de la puerta, hasta mañana». 9Por la mañana salió, y presentándose ante el pueblo todo, dijo: «Vosotros sois justos. Yo he conspirado contra mi señor, y le he dado muerte. Pero ¿quién ha matado a todos éstos? 10Sabed, pues, que no caerá por tierra ni una de las palabras que Yavé ha pronunciado contra la casa de Ajab. Yavé cumple lo que declaró por medio de su siervo Elías». 11Y Jehú mató a todos cuantos de la
casa de Ajab quedaban en Jezrael, a todos sus parientes, a sus familias y a sus sacerdotes, sin dejar escapar a uno solo.
12Después se levantó para ir a Samaría; y llegado a un albergue de pastores que había en el camino, 13encontró a los hermanos de Ocozías, rey de Judá, y les preguntó: «¿quiénes sois vosotros?» Y ellos le dijeron: «Somos los hermanos de Ocozías, que hemos venido a saludar a los hijos del rey y a los hijos
de la reina». 14Jehú dijo: «Cogedlos vivos». Cogiéronlos vivos, y los degollaron en número de cuarenta y dos, en la cisterna del albergue. Jehú no dejó escapar ni a uno solo.
15Partido de allí, encontró a Jonadab, hijo de Recab, que venía a su encuentro, le saludó y le dijo: «¿Es sincero conmigo tu corazón, como lo es el mío contigo?» Y Jonadab le respondió: «Sincero». «Si es así —replicó Jehú— dame la mano». Jonadab le dió la mano, y Jehú le hizo subir a su carro junto a él, 16y dijo: «Ven conmigo, y verás mi celo por Yavé».
Llevóle, pues, en su carro; 17y cuando llegó a Samaría, mató a, cuantos de Ajab quedaban en Samaría, exterminándolos del todo, según la palabra que Yavé había dicho a Elías. 18Después reunió a todo el pueblo, y le dijo: «Ajab sirvió poco a Baal; Jehú le servirá más. 19Llamad, pues, a mí a todos los profetas de Baal, a todos los sacerdotes, sin que quede ni uno solo, porque quiero ofrecer a Baal un gran sacrificio. El que falte no vivirá». Jehú obraba arteramente, para exterminar a los servidores de Baal. 20Dijo, pues: «Promulgad una fiesta en honor de Baal». Promulgáronla, 21enviando mensajeros por todo Israel, y llegaron todos los servidores de Baal, sin que ni uno dejara de venir, y entraron en la
casa de Baal, que se llenó de bote en bote. 22Jehú dijo al que estaba al cuidado del vestuario: «Saca vestiduras para todos los siervos de Baal». El las sacó, 23y entró Jehú con Jonadab en la casa de Baal, y dijo a los servidores de Baal: «Mirad, y ved si por acaso hay aquí entre vosotros algún servidor de Yavé; a ver si todos son sólo servidores de Baal». 24Y entraron para ofrecer sacrificios y holocaustos.
Jehú había apostado fuera a ochenta hombres, diciéndoles: «Cualquiera que dejare escapar a alguno de estos que yo pongo en vuestras manos, me responderá de su vida con la suya». 25Cuando hubieron acabado de ofrecer los sacrificios y holocaustos, Jehú dijo a los de su guardia y a los oficiales: «Entrad y matadlos, sin que ni uno quede». Los de la guardia, y los oficiales pasáronlos a todos a cuchillo, y echaron por tierra los aseras. Penetraron luego en el santísimo del templo de Baal, 26sacaron fuera los aseras del templo de Baal, y los quemaron. 27Destrozaron los cipos de Baal, y derribando el templo, hicieron de él una cloaca, que todavía subsiste hoy. 28Así exterminó Jehú a Baal de en medio de Israel.
29 Con todo, no se apartó Jehú de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nabat, hizo pecar a Israel, y dejó en pie los becerros de oro que había en Betel y Dan.
30Yavé dijo a Jehú: «Por haber hecho lo que es recto a mis ojos, haciendo desaparecer a la casa de Ajab, conforme a mi voluntad, tus hijos se sentarán en el trono de Israel hasta la cuarta generación.
31Pero Jehú no se cuidó de andar con todo su corazón en la ley de Yavé, Dios de Israel, ni se apartó de los pecados con que Jeroboam había hecho pecar a Israel.
32En aquellos días comenzó Yavé a cercenar el territorio de Israel, 33desde el Jordán, a oriente, toda la
tierra de Galad, de Gad, de Rubén y de Manasés, desde Aroer, que está junto al torrente del Arnón, hasta Galad y Basán.
34El resto de los hechos de Jehú, cuanto hizo, sus hazañas, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? 35Jehú se
durmió con sus padres, y fué sepultado en Samaría. Le sucedió Joacaz, 36Había reinado Jehú veintiocho años sobre Israel en Samaría.
Escuchar el Capítulo 10
14 La casa de Acab se hallaba emparentada con la de David, y sus relaciones, según vemos, eran muy íntimas. Jehú, deseoso de asegurarse el trono, no quiere dejar rastro ni de la casa de David, ante el temor de que ahí pueda venir la reacción.(Volver a Lectura).
15 Por Jer 35,1ss, sabemos que este Jonadab es padre o fundador de los recabitas, familia que por motivos religiosos hacía vida nómada y era especialmente adicta al culto de Yavé y, por tanto, adversa a los cultos cananeos. Jehú tomó consigo a Jonadab como banderín para llamar a sí a todos los devotos de Yavé.(Volver a Lectura).
Atalía, reina de Judá
11 1Atalía, madre de Ocozías, viendo que había muerto su hijo, levantóse y exterminó a toda la descendencia real. 2Pero Josaba, hija del rey Joram y hermana de
Ocozías, cogió a Joás, hijo de Ocozías, y le sacó furtivamente de entre los hijos del rey, cuando los estaban asesinando, ocultándole de Atalía, a él y a su nodriza, en la cámara dormitorio, y así pudo aquél escapar a la muerte. 3Seis años estuvo oculto con Josaba en la casa de Yavé, y entre tanto reinó Atalía en la tierra. 4El año séptimo, Joyada mandó a llamar a los jefes de las centenas, de los cereteos y de la guardia, y los introdujo en la casa de Yavé. Hizo liga
con ellos, juramentándolos en la casa de Yavé, y les mostró el hijo del rey, 5dándoles esta orden: «He aquí lo que habéis de hacer: La guardia del palacio real la haréis por tercios: Vino en el palacio, otro en la puerta de Sur, 6y otro en la puerta trasera del cuartel de la guardia; 7pero el sábado sois dos tercios los que salís del palacio real, para hacer la guardia en la casa de Yavé. 8Ese día rodearéis al rey por todas partes, todos con las armas en la mano, y mataréis a cualquiera que pretenda penetrar en las filas. Estaréis junto al rey, donde quiera que vaya.
9Cumplieron los jefes de las centenas las órdenes que les había dado el sacerdote Joyada. 10Tomó cada uno sus gentes, las que hacían el
servicio el sábado, y se fueron al sacerdote Joyada. Este entregó a los jefes de las centurias las lanzas y los escudos del rey David, que se hallaban en la casa de Yavé;
11y cuando los soldados de la guardia, todos con las armas en la mano, desplegaron desde el lado sur al lado norte, entre el altar y el templo, 12sacó al rey, púsole la diadema y los brazaletes, y le ungió. Todos entonces palmotearon y gritaron: «¡Viva el rey!»
13Cuando oyó Atalía el estrépito del pueblo, se vino a donde estaba la gente reunida en la casa de Yavé, 14y miró. Y estaba el rey sobre el estrado, según costumbre, y cerca de él los jefes y las trompetas, y todo el pueblo daba muestras de gran júbilo, mientras sonaban las trompetas. Atalía rasgó sus vestiduras y clamó: «¡Traición!» 15Entonces el sacerdote Joyada dió orden a los jefes de las centurias, que estaban a la cabeza de las tropas: «Sacadla
de las filas, y matad a quienquiera que la siga». Pues el sacerdote había dicho: «Que no la maten en la casa de Yavé». 16Hiciéronla sitio, y cuando llegó al palacio real, por la puerta de los caballos, allí la mataron.
17Joyada intervino en la alianza que con Yavé hicieron el rey y el pueblo, de ser el pueblo de Yavé. 18Todo el pueblo penetró en el templo de Baal y lo demolió, destruyendo del todo su altar y sus estatuas; y al sacerdote de Baal, Matan,
le dieron muerte delante del altar. 19Después, dejando una guardia en el templo de Yavé, tomó a los jefes de los cereteos y a los guardias y a todo el pueblo, y llevaron al rey desde el templo de Yavé al palacio real, donde entró por la puerta de la guardia. Sentóse allí sobre el trono real, 20y todo el pueblo estaba lleno de alegría, y la ciudad se quedó tranquila. Atalía había sido muerta en el palacio real. 21Tenía Joás siete años cuando comenzó a reinar.
Escuchar el Capítulo 11
1 El golpe de Estado de la impla Atalía, sidonia. está a punto de extinguir la dinastía davldica; pero Dios cumple la promesa hecha a David, preservando al niño Joás, en el cual es bien pronto restaurada la dinastía.(Volver a Lectura).
4 No era posible que una reina extranjera, idólatra y homicida de la familia real, pudiera consolidarse en el trono de David. Joyada, el depositario del vástago salvado, tiene que ser quien le coloque en el trono de sus padres, haciendo efectivos los derechos del pueblo y los planes de Dios.(Volver a Lectura).
4 No era posible que una reina extranjera, idólatra y homicida de la familia real, pudiera consolidarse en el trono de David. Joyada, el depositario del vástago salvado, tiene que ser quien le coloque en el trono de sus padres, haciendo efectivos los derechos del pueblo y los planes de Dios.(Volver a Lectura).
17 El rey de Israel debía ser un rey teocrático, que regía en nombre de Yavé al pueblo ligado a su Dios por la alianza. Con la renovación de ésta, el pueblo y el rey cononocen a Yavé por su Dios y el pueblo reoconoce al niño por su rey.(Volver a Lectura).
18 Era una consecuencia necesaria del pacto con Yavé la destrucción de este templo de Baal, que además debía de ser el santuario real de Atalía.(Volver a Lectura).
Reinado de Joás
12 1Comenzó a reinar Joás el séptimo año de Jehú, y reinó cuarenta años en Jerusalén. Su madre se llamaba Sibia, de Bersebá. 2Hizo Joás lo que era recto a los ojos de Yavé, todo el tiempo que le dirigió el sacerdote Joyada; 3pero no desaparecieron los altos; y seguía el pueblo sacrificando y quemando perfumes en ellos. 4Joás dijo a los sacerdotes: «Todo el dinero que como ofrenda sagrada ha entrado en el templo de Yavé el dinero del rescate de personas según estimación, y el que voluntariamente se ofrece a la casa de Yavé, 5tómenlo los sacerdotes, y empléenlo en reparar la casa de Yavé, en todo lo que necesite reparación». 6Pero sucedió que el año veintitrés del reinado de Joás, los sacerdotes no habían hecho las reparaciones necesarias en la casa. 7Llamó entonces el rey al sacerdote Joyada y a los otros sacerdotes, y les dijo: «¿Por qué no habéis reparado lo que había que reparar en la casa? En adelante no seréis vosotros los que dispongáis del dinero del pueblo, sino que lo entregaréis, para que se haga la reparación de la casa». 8Los sacerdotes asintieron a no ser ellos los que recogieran el dinero del pueblo para hacer las reparaciones de la casa. 9Entonces el sacerdote Joyada tomó un cofre, hizo en su tapa un agujero, y le puso al lado del altar, a la derecha, en el paso para la entrada en la casa de Yavé. Los sacerdotes de guardia metian allí todo el dinero que se traía a la casa de Yavé; 10y cuando se veía que en el cofre había bastante dinero, subía el secretario del rey con el gran sacerdote, y contaban el dinero que había en la casa de Yavé.
11Iban entregando a los encargados de las obras de reparación lo necesario para pagar a los carpinteros y demás obreros, que trabajaban en la casa de Yavé 12a los albañiles y a los canteros, para el pago de las maderas y el tallado de las piedras necesarias para las reparaciones. 13Pero con todo lo que entraba en la casa de Yavé, no hubo para hacer ni fuentes de plata, ni cuchillos, ni copas, ni trompetas; en suma, nada de oro, ni de plata, 14sino que hubo que emplearlo todo en pagar a los encargados de las obras de reparación de la casa. 15No se tomaban cuentas a los que recibían el dinero para entregarlo a los que hacían las obras, porque eran personas de fidelidad 16El dinero por el delito y el dinero por los pecados no entraba en la casa de Yavé, porque era de los sacerdotes. 17Entonces subió Jazael, rey de Siria, y atacó a Get y la tomó. Jazael tenía el designio de subir contra Jerusalén. 18Joás, rey de Judá, tomó todas las cosas consagradas, lo que habían consagrado Josafat, Joram y Ocozías, sus padres, reyes de Judá, y lo que él mismo había consagrado, y todo el oro que había en el tesoro de la casa de Yavé, y en el del real palacio, y enviólo todo a Jazael, rey de Siria, que desistió de subir contra Jerusalén. 19El resto de los hechos de Joás, cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 20Sus servidores conspiraron contra él, y rebelándose, le mataron, cuando bajaba a la casa del terraplén. 21Josasar. hijo de Simat, y Josabab, hijo de Somer, sus siervos, le hirieron, y murió. Fué sepultado con sus padres en la ciudad de David, y le sucedió Amasías, su hijo.
Escuchar el Capítulo 12
18 Una prueba de cuánto habían progresado las conquistas de Jazael sobre Israel en el reinado de Jehú la tenemos en que haya llegado a atacar a Judá por la antigua ciudad de Gat, la patria de Goliat, situada al sudoeste de Jersusalén.(Volver a Lectura).
20 Notemos esta diferencia entre los dos reinos. Los soberanos de israel mueren en manos de un conspirador, que sucede a su víctima en el trono, los de Judá, si alguna vez mueren de muerte violenta, tienen su legítimo sucesor, que hace justicia en los regicidas.(Volver a Lectura).
Joacaz y Joás, reyes de Israel
13 1El año veintitrés de Joás, hijo de Ocozías, rey de Judá, comenzó a reinar Joacaz, hijo de Jehú, en Samaría, y reinó diecisiete años.
2Hizo el mal a los ojos de Yavé, y siguió los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, con que hizo pecar a Israel, y no se apartó de ellos.
3Encendióse el furor de Yavé contra Israel, y los entregó en manos de Jazael, rey de Siria, y en manos de Ben Adad, hijo de Jazael, todo el tiempo que estos reyes vivieron.
4Joacaz imploró a Yavé, y Yavé le oyó, pues vio la opresión en que los reyes de Siria tenían a Israel.
5Dio Yavé a Israel un libertador, que los sacó de las manos de los sirios, y habitaron en sus tiendas como antes;
6pero no se apartaron de los pecados de la casa de Jeroboam, que había hecho pecar a Israel, sino que se dieron a ellos y aun un asera quedaba en medio de Samaría.
7De todo el ejército que tenía Joacaz no le dejó Yavé más que cincuenta caballeros, diez carros y diez mil infantes, porque el rey de Siria los había aniquilado, como si los redujera a polvo.
8El resto de los hechos de Joacaz, cuanto hizo, sus hazañas, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?
9Joacaz se durmió con sus padres, y fue sepultado en Samaría. Le sucedió Joás, su hijo.
10El año treinta y siete de Joás, rey de Judá, comenzó a reinar Joás, hijo de Joacaz, en Israel, en Samaría, y reinó dieciséis años.
11Hizo el mal a los ojos de Yavé, y no se apartó de ninguno de los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, que había hecho pecar a Israel, sino que se dio a éstos como él.
12El resto de los hechos de Joás, cuanto hizo, sus hazañas, y la guerra contra Amasias, rey de Judá, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?
13Joás se durmió con sus padres, y le sucedió Jeroboam. Joás fue sepultado en Samaría con los reyes de Israel.
14Enfermó Eliseo de la enfermedad de que murió; y Joás, rey de Israel, bajó a verle, lloró sobre él, y dijo: «¡Padre mío, padre mío! ¡Carro de Israel y su auriga!» 15Eliseo le dijo: «Toma tu arco y unas flechas». El tomó el arco y flechas.
16Luego dijo Eliseo al rey de Israel: «Pon tus manos en el arco». Y él las puso, y puso Eliseo las suyas sobre las del rey.
17Luego añadió: «Abre la ventana que da al oriente». Abrióla, y Eliseo le dijo: «Dispara»; y disparó. Eliseo exclamó: «Es una flecha de liberación de Yavé; de liberación contra Siria. Tú batirás a los sirios, en Afec, hasta exterminarlos».
18Eliseo le dijo nuevamente: «Coge las flechas». El las tomó, y Eliseo le mandó: «Hiere la tierra», y el rey la hirió tres veces, y se detuvo.
19El hombre de Dios se irritó contra él, y le dijo: «Debieras haber herido cinco o seis veces, y entonces hubieras llegado a batir a los sirios hasta la exterminación; ahora sólo tres veces los batirás».
20Eliseo murió, y fue sepultado. Por entonces hacían incursión en la tierra, un año y otro, las tropas de Moab;
21y sucedió que, mientras estaban unos sepultando a un muerto, vieron de pronto venir una de estas tropas, y arrojaron al muerto en el sepulcro de Eliseo; y en cuanto el muerto llegó a tocar los huesos de Eliseo, resucitó y se puso en pie.
22Jazael, rey de Siria, afligió a Israel todo el tiempo de la vida de Joacaz,
23pero Yavé tuvo misericordia de ellos y los miró, por amor de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob, y no quiso destruirlos del todo, y hasta el presente no los ha arrojado de ante sí.
24Murió Jazael, rey de Siria, y le sucedió su hijo Ben Adad.
25Joás, hijo de Joacaz, reconquistó de manos de Ben Adad, hijo de Jazael, las ciudades conquistadas por Jazael a Joacaz, su padre, durante la guerra. Joás batió tres veces a los sirios, y recobró las ciudades de Israel.
Escuchar el Capítulo 13
3 Era el cumplimiento del vaticinio que, con los ojos llenos de lágrimas, había hecho Eliseo a Jazael (8,12ss).(Volver a Lectura).
5 Este salvador parece haya sido el rey de Asiria, que, reanudando su expedición contra el occidente, obligaba a Siria a concentrar sus fuerzas y a procurar unir las de sus vecinos, o más bien Jeroboam II (14,15s).(Volver a Lectura).
20 Después de haber realizado en vida tantos milagros, quiere Dios honrar sus huesos con éste nuevo prodigio. para entender el hecho téngase presente que Eliseo habría sido depositado en una gruta o cámara tallada en la roca y cerrada luego con una piedra, a semejanza del sepulcro del Señor. Con mucha razón los Santos Padres aducen este hecho en favor del culto de las reliquias de los santos.(Volver a Lectura).
25 Es el cumplimiento del vaticinio de Eliseo (v.15ss).(Volver a Lectura).
Amasías, rey de Judá. Jeroboam, rey de Israel
14 1El año segundo de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel, comenzó a reinar Amasías, hijo de Joás, rey de Judá. 2Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Joadán, de Jerusalén. 3Hizo lo recto a los ojos de Yavé, no, sin embargo, como David, su padre. Obró enteramente como había obrado Joás, su padre. 4No desaparecieron los altos, y el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y perfumes en ellos. 5Cuando hubo afirmado en sus manos el reino, castigó a los servidores que habían matado al rey su padre; 6pero no hizo morir a los hijos de los asesinos, según lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, donde manda Yavé: «No se hará morir a los padres por los hijos, ni se hará morir a los hijos por los padres; sino que se hará morir a cada uno por su pecado».
7Batió a diez mil edomitas en el valle de la sal. Conquistó en la guerra Sela, y la llamó Joctel, nombre que conserva hoy todavía.
8Entonces mandó Amasías mensajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel, para decirle: «Ven, que nos veamos las caras». 9Joás, rey de Israel, hizo decir a Amasías: «El cardo del Líbano mandó a decir al cedro del Líbano: Dame tu hija por mujer para mi hijo. Las fieras del Líbano pasaron y pisotearon el cardo. 10Tú has batido a los edomitas, y tu corazón se ha envanecido. Goza tu gloria y quédate en casa. ¿Para qué meterte en una empresa desafortunada, que será tu ruina y la de Judá?» 11Pero Amasías no le escuchó, y Joás, rey de Israel, subió, y se vieron las caras él y Amasías, rey de Judá, en Betsames, que está en Judá. 12Judá fue batido por Israel, y cada uno huyó a su tienda.
13Joás, rey de Israel, cogió prisionero en Betsames a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás, hijo de Ocozías, y vino a Jerusalén e hizo una brecha de cuatrocientos codos en la muralla de Jerusalén, desde la puerta de Efraím hasta la puerta de la esquina. 14Se apoderó de todo el oro y plata, y de los vasos que había en la casa de Yavé y en el tesoro del palacio real, y tomando rehenes, retornó con ellos a Samaria.
15El resto de los hechos de Joás, cuanto hizo, sus hazañas y la guerra que hizo a Amasías, rey de Judá, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?
16Joás se durmió con sus padres, y fue sepultado en Samaria con los reyes de Israel. Le sucedió Jeroboam, su hijo.
17Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, vivió quince años después de la muerte de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel.
18El resto de los hechos de Amasías, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?
19Se tramó contra él una conjuración en Jerusalén, y huyó a Laquis, pero le persiguieron hasta Laquis, y allí le dieron muerte. 20Le trajeron en caballos, y fue sepultado en Jerusalén con sus padres, en la ciudad de David. 21Todo el pueblo de Judá tomó a Azarías, hijo de Amasías, y le puso sobre el trono, a la edad de dieciséis años, en lugar de Amasías, su padre. 22Azarías reedificó a Elat y la restituyó al dominio de Judá, después de dormirse el rey con sus padres.
23El año quince de Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, comenzó a reinar en Samaria Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel, y reinó cuarenta y un años.
24Hizo el mal a los ojos de Yavé. No se apartó de ninguno de los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, que había hecho pecar a Israel. 25Recobró el territorio de Israel, desde la entrada de Amat hasta el mar del Araba, según la palabra que había dicho Yavé, Dios de Israel, por medio de su siervo Jonás, profeta, hijo de Amitai, de Gat Efer. 26Porque había visto Yavé la aflicción de Israel, a la que todos, esclavos y libres, habían sido reducidos, sin que hubiera quien pudiera socorrer a Israel. 27No había resuelto Yavé todavía raer el nombre de Israel de debajo del cielo, y le libró por medio de Jeroboam, hijo de Joás.
28El resto de los hechos de Jeroboam, cuanto hizo, sus hazañas en la guerra, y cómo restituyó al dominio de Israel Damasco y Amat, ¿no está escrito, en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? 29Jeroboam se durmió con sus padres, los reyes de Israel, y le sucedió Zacarías, su hijo.
Escuchar el Capítulo 14
5 El rey ejecuta un acto de justicia castigando a los regicidas; pero obedece la ley de que o deben pagar los hijos por los padres (Dt 24,16; Ez 18,19ss).(Volver a Lectura).
7 Los reyes de Judá tenían gran interés en ejercer dominio sobre Sela o Joctek, porque por su territorio pasaba el camino de las caravanas que hacían el comercio con el mar Rojo.(Volver a Lectura).
Azarías, rey de Judá
15 1El año veintisiete de Jeroboam, rey de Israel, comenzó a reinar Azarías, hijo de Amasias, rey de Judá. 2Tenía dieciséis años cuando comenzó a reinar, y reinó cincuenta y dos años en Jerusalén. Su madre se llamaba Jolía, de Jerusalén.
3Hizo lo que es recto a los ojos de Yavé, enteramente como lo había hecho Amasías, su padre, 4pero los altos no desaparecieron, y el pueblo seguía ofreciendo sacrificios y perfumes en ellos. 5Yavé hirió al rey, que estuvo leproso hasta el día de su muerte, y moraba en una habitación aislada. Joatán, su hijo, estaba a la cabeza del palacio y juzgaba al pueblo.
6El resto de los hechos de Azarías, cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?
7Azarías se durmió con sus padres, y fue sepultado con sus padres en la ciudad de David. Le sucedió Joatán, su hijo.
Zacarías, Selum, Manajem, Pecajya y Pecaj, reyes de Israel
8El año treinta y ocho de Azarías, rey de Judá, comenzó a reinar sobre Israel en Samaría, Zacarías, hijo de Jeroboam, y reinó seis meses. 9Hizo lo que era malo a los ojos de Yavé, como lo habían hecho sus padres, y no se apartó de los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, que había hecho pecar a Israel. 10Selum, hijo de Jabes, conspiró contra él, y le hirió delante del pueblo, dándole muerte. Él le sucedió.
11El resto de los hechos de Zacarías, escrito está en el libro de las crónicas de los reyes de Israel.
12Así se cumplió lo que Yavé había declarado a Jehú, diciendo: «Tus hijos se sentarán en el trono de Israel, hasta la cuarta generación».
13Selum, hijo de Jabes, comenzó a reinar el año treinta y nueve de Ozías (Azarías), rey de Judá, y reinó un mes en Samaría. 14Manajem, hijo de Gadi, subió de Tirsa a Samaría, hirió a Selum, hijo de Jabes, matándole, y le sucedió.
15El resto de los hechos de Selum, y la conspiración que tramó, está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel.
16Entonces Manajem castigó a Tifsaj y cuanto en ella había, con su territorio, desde Tirsa, porque no había querido abrirle sus puertas, y abrió el vientre de todas las mujeres encintas.
17El año treinta y nueve de Azarías, rey de Judá, comenzó a reinar en Israel Manajem, hijo de Gadi, y reinó diez años en Samaría.
18Hizo lo malo a los ojos de Yavé, y no se apartó, mientras vivió, de los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, que había hecho pecar a Israel. 19Ful, rey de Asiria, vino a Israel, y Manajem le dio a Ful mil talentos de plata, para que le ayudase a consolidar el reino en sus manos. 20Manajem, para obtener esta cantidad, hizo una derrama sobre todos los que en Israel eran ricos, imponiendo a cada uno cincuenta siclos de plata, para dárselos al rey de Asiria. El rey de Asiria se volvió, y por entonces no se quedó en la tierra.
21El resto de los hechos de Manajem, cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? 22Manajem se durmió con sus padres, y le sucedió Pecajya, su hijo.
23El año cincuenta de Azarías, rey de Judá, comenzó a reinar en Israel, en Samaría, Pecajya, hijo de Manajem, y reinó dos años. 24Hizo lo malo a los ojos de Yavé, y no se apartó de los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel. 25Pecaj, hijo de Romelía, su oficial, conspiró contra él, y le hirió en Samaría, en el palacio del rey, en unión de Argob, y Arie, y de cincuenta hombres de entre los hijos de Galad, que le seguían. Así dio muerte a Pecajya, y le sucedió.
26El resto de los hechos de Pecajya, cuanto hizo, escrito está en el libro de las crónicas de los reyes de Israel.
27El año cincuenta y dos de Azarías, rey de Judá comenzó a reinar en Israel, en Samaría, Pecaj, hijo de Romelía, y reinó veinte años. 28Hizo lo malo a los ojos de Yavé, y no se apartó de los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, que había hecho pecar a Israel. 29En tiempo de Pecaj, rey de Israel, TeglatFalasar, rey de Asiria, vino y tomó Yyon, Abel Bet Maca, Janoaj, Quedes y Gasor, Galad y la Galilea, todo el territorio de Neftalí, y llevó a sus habitantes cautivos a Asiria. 30Oseas, hijo de Ela, conspiró contra Pecaj, hijo de Romelía, y le hirió, dándole muerte, y sucediéndole el año veinte de Joatán, hijo de Ozías (Azarías). 31El resto de los hechos de Pecaj, cuanto hizo, escrito está en el libro de las crónicas de los reyes de Israel.
32El año segundo de Pecaj, hijo de Romelía, rey de Israel, comenzó a reinar Joatán, hijo de Ozías (Azarías), rey de Judá. 33Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. Su madre se llamaba Jerusa, hija de Sadoc. 34Hizo lo recto a los ojos de Yavé, enteramente como lo había hecho Ozías, (Azarías) su padre; 35pero no desaparecieron los altos, y el pueblo seguía ofreciendo sacrificios y perfumes en ellos. Joatán edificó la puerta superior de la casa de Yavé. 36El resto de los hechos de Joatán, cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 37En este tiempo comenzó a mandar Yavé contra Judá a Rasin, rey de Siria, y a Pecaj, hijo de Romelía.
38Joatán se durmió con sus padres, y fue sepultado con ellos en la ciudad de David, su padre. Le sucedió Ajaz, su hijo.
Escuchar el Capítulo 15
5 La lepra era considerada como un castigo enviado por Yavé por algún pecado (2 Crónicas 26, 20s). Jotam se hace cargo de la regencia del reino en nombre del rey enfermo. Rasgo este muy laudable y que honra al hijo, el cual no siente prisa por ceñirse la corona.(Volver a Lectura).
10 Así termina la dinastía de Jehú, a quien se había prometido que duraría hasta la cuarta generación, esto es, que tendría cuatro reyes (10,30).(Volver a Lectura).
19 Ful, en asirio Pulu, es el nombre de Teglatfalasar como rey de Babilonia, y reinó por los años 745-728 a.C. El tributo fue pagado el año 738. Con Menajem figura en los documentos babilónicos Rasón, de Damasco; Hiram, de Tiro y la reina de Arabia.(Volver a Lectura).
20 Los 1000 talentos de plata hacían tres millones de siclos, que divididos por 50 nos dan 60.000 personas que debieron soportar el tributo. Dato interesante para conocer la potencia económica del reino: el valor del siclo era de 14 gr.(Volver a Lectura).
29 TeglatFalasar III, en los años 734-732, se lanzó sobre el occidente, venció a los sirios y redujo el reino de Damasco a provincia asiria. Fue en esta ocasión cuando invadió el norte del reino de Israel, llevándose cautiva .(Volver a Lectura).
Ajaz, rey de Judá
16 1El año diecisiete de Pecaj, hijo de Romelía, comenzó a reinar Ajaz, hijo de Joatán, rey de Judá; 2tenía Ajaz veinte años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. No hizo lo recto a los ojos de Yavé, su Dios, como lo había hecho David, su padre. 3Marchó por el camino de los reyes de Israel, y hasta hizo pasar a su hijo por el fuego, según las abominaciones de las gentes que Yavé había expulsado ante los hijos de Israel. 4Ofrecía sacrificios y perfumes en los altos, en los collados, y bajo cualquier árbol frondoso.
5Entonces Rasín, rey de Siria, y Pecaj, hijo de Romelía, rey de Israel, subieron contra Jerusalén para atacarla, y sitiaron a Ajaz, pero no pudieron vencerle. 6En el mismo tiempo Rasín, rey de Siria, sometió a Elat al dominio de los sirios, expulsando de ella a los judíos, y los sirios se establecieron en Elat, y allí habitan hasta el día de hoy.
7Ajaz mandó mensajeros a Teglatfalasar, rey de Asiria, para decirle: «Tu siervo soy, y tu hijo. Sube y líbrame de las manos del rey de Siria y de las del rey de Israel, que se alzan contra mí». 8Ajaz cogió la plata y el oro que había en la casa de Yavé y en el tesoro del palacio del rey, y se lo mandó en presente al rey de Asiria. 9El rey de Asiria le dio oídos, y subió contra Damasco, la tomó, y llevó a sus habitantes cautivos a Quir, y dio muerte a Rasín.
10El rey Ajaz fue a Damasco, para ver a Teglatfalasar, rey de Asiria, y habiendo visto el altar que había en Damasco, mandó luego al sacerdote Urías el modelo y la forma exacta del altar.
11El sacerdote Urías construyó uno, ajustándose al modelo enviado de Damasco por el rey Ajaz, acabándole antes de que Ajaz volviese de Damasco. 12Llegado de Damasco, vio el rey el altar, y acercándose, subió a él; 13hizo quemar en él su ofrenda y su holocausto, y libó en él sus libaciones y derramó en él la sangre de sus sacrificios eucarísticos. 14Quitó de ante la casa el altar de bronce que había ante Yavé, para que no estuviese entre el nuevo altar y la casa de Yavé, y le puso cerca del nuevo altar, hacia el norte.
15El rey Ajaz dio al sacerdote Urías esta orden: «Quema en el gran altar el holocausto de la mañana y la ofrenda de la tarde, el holocausto del rey y su ofrenda, el holocausto de todo el pueblo y sus ofrendas; derrama en él sus libaciones y la sangre de todos los holocaustos y todos los sacrificios. Del altar de bronce ya dispondré yo». 16El sacerdote Urías hizo en todo conforme a lo que el rey Ajaz le había mandado, 17y el rey Ajaz rompió los tableros de las basas, y quitó las fuentes que había sobre ellas. Quitó el mar de encima de los toros de bronce, que estaban debajo, y le colocó sobre un solado de piedra; 18y para agradar al rey de Asiria, mudó de la casa de Yavé el pórtico del sábado, que se había construido en ella, y la entrada exterior del rey.
19El resto de los hechos de Ajaz, cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?
20Ajaz se durmió con sus padres, y fue sepultado con ellos en la ciudad de David. Le sucedió Ezequías, su hijo.
Escuchar el Capítulo 16
2 Maravilla ese cambio brusco, tan frecuente en la vida religiosa de israel. Señal clara de que los juicios sobre la conducta de los ryes no responden del todo a la vida del pueblo. Luchaban de una parte los fieles a Yavé, de otra los seguidores de los ídolos; pero la mayoría se dejaba llevar de un sincretismo en que entraba el culto a Yavé con el de los dioses extranjeros.(Volver a Lectura).
5 Es la invasión de que se habla en 16,37.(Volver a Lectura).
7 Esta embajada de Ajaz al asirio nos explica la respuesta del rey a Isaías y la réplica de éste al rey en Is 7,13ss.(Volver a Lectura).
17 Ajaz había comenzado por ofrecer voluntariamente su tributo al rey de Asiria; pero éste debía renovarse cada año. no disponiendo de recursos, acude a despojar el templo, llevándose esta vez los doce toros sobre los que descansaba la gran pila o mar de bronce y las basas sobre las que asentaban las otras diez pilas pequeñas.(Volver a Lectura).
Oseas, último rey de Israel
17 1El año doce de Ajaz, rey de Judá, comenzó a reinar en Israel, en Samaría, Oseas, y reinó seis años. 2Hizo lo malo a los ojos de Yavé, aunque no tanto como los reyes de Israel que le precedieron. 3Subió contra él Samanasar, rey de Asiria, y Oseas se le sometió y le pagó tributo; 4pero el rey de Asiria descubrió luego una conspiración que tramaba Oseas, que había mandado embajadores a So, rey de Egipto, y había dejado de pagar el tributo anual al rey de Asiria, y el rey de Asiria le hizo encarcelar y encadenar en una prisión. 5Recorrió el rey de Asiria todo el territorio, y subió contra Samaría, que tuvo asediada durante tres años. 6El año noveno de Oseas, el rey de Asiria tomó a Samaría, y llevó cautivos a sus habitantes a Asiría, haciéndoles habitar en Calac, y Jabor, junto al río Gozán, y en las ciudades de la Media.
7Los hijos de Israel habían pecado contra Yavé, su Dios, que los había sacado de la tierra de Egipto, de bajo el dominio del Faraón, rey de Egipto, temiendo a dioses ajenos. 8Siguieron las costumbres de las gentes que Yavé había expulsado ante los hijos de Israel, y las que habían introducido los reyes de Israel. 9Los hijos de Israel hicieron contra Yavé ocultamente cosas detestables, edificaron altos en todas sus ciudades, desde la torre de atalaya hasta la ciudad murada. 10Se alzaron cipos y aseras en todo collado alto y bajo todo árbol frondoso, 11y quemaron perfumes en todos los altos como las gentes que Yavé había expulsado ante ellos, e hicieron maldades con las que irritaron a Yavé. 12Sirvieron a los ídolos, de quienes había dicho Yavé: «No haréis tal».
13Yavé advertía a Israel y a Judá por todos sus profetas, por todos sus videntes, y les decía: «Convertios de vuestros perversos caminos, y guardad mis leyes y mis mandamientos, siguiendo fielmente la ley que yo prescribí a vuestros padres y os he inculcado por medio de mis profetas». 14Pero ellos no le escucharon, y endurecieron su cerviz, como lo habían hecho sus padres, que no creyeron en Yavé, su Dios. 16Rechazaron sus leyes y la alianza que había hecho con sus padres, y las amonestaciones que les había hecho. Se fueron tras las vanidades, y cayeron así ellos mismos en la vanidad, como los pueblos que los rodeaban, y a quienes Yavé les había prohibido imitar.
16Traspasaron todos los mandamientos de Yavé, su Dios, y se hicieron imágenes fundidas, dos becerros, aseras, y se postraron ante todo el ejército de los cielos, y sirvieron a Baal. 17Hicieron pasar por el fuego a sus hijos y a sus hijas, se dieron a la adivinación y a los encantamientos, y se entregaron a cuanto era malo a los ojos de Yavé, para irritarle. 18Por eso Yavé se irritó fuertemente contra Israel, y le arrojó de su presencia, y no quedó más que la tribu de Judá. 19Pero tampoco Judá guardó los mandamientos de Yavé, su Dios, y ha imitado las costumbres de Israel. 20Por eso arrojó Yavé de sí a toda la descendencia de Israel, la ha humillado, y la entregó en manos de salteadores, hasta arrojarla de su presencia.
21Israel se separó de la casa de David y se dio por rey a Jeroboam, hijo de Nabat, que los apartó de Yavé, e hizo cometer a Israel un gran pecado. 22Los hijos de Israel se dieron a todos los pecados de Jeroboam, que él comenzó, y no se apartaron de ellos 23hasta que Yavé arrojó a Israel lejos de su presencia, como lo había anunciado por todos sus siervos los profetas. E Israel ha sido llevado cautivo lejos de su tierra, a Asiria, donde ha quedado hasta el día de hoy.
24El rey de Asiria mandó gentes de Babilonia, de Cuta, de Ava, de Amat y de Sefarvaím, y las estableció en las ciudades de Samaría, en lugar de los hijos de Israel. Se posesionaron de Samaría y habitaron en sus ciudades. 25Cuando comenzaron a habitar allí, no temían a Yavé, y Yavé mandó contra ellos leones, que los devoraron. 26Dijeron, pues, al rey de Asiria: «Las gentes que tú has trasladado, para establecerlas en las ciudades de Samaría, no conocen el modo de servir al Dios de aquella tierra, y éste ha mandado contra ellas leones, que los devoran, porque no saben el modo de servir al dios de la tierra». 27El rey de Asiria dio esta orden: «Mandad que vaya allá uno de los sacerdotes que de allí habéis traído en cautividad, que vaya a establecerse allí y les enseñe el modo de servir al dios de aquella tierra».
28Vino, pues, a establecerse en Betel un sacerdote de los que habían sido llevados cautivos de Samaría, y les enseñó cómo habían de servir a Yavé. 29Pero las gentes aquéllas se hicieron cada una sus dioses en las ciudades que habitaban, y los pusieron en los altos edificados por los samaritanos. 30Las gentes de Babilonia se hicieron su Sucot Benot, las de Cuta, su Nargal, 31las de Amat sus Nibjab y Tartac, y las de Sefarvaím pasaban a sus hijos por el fuego, en honor de Adramelec y Anamelec, dioses de Sefarvaím. 32También servían a Yavé, y se dieron sacerdotes de los altos de entre todo el pueblo; estos sacerdotes ofrecían por ellos sacrificios en los templos de los altos. 33Así que, temían a Yavé, y le servían al mismo tiempo que a sus dioses, según la costumbre de las gentes de que provenían.
34Todavía hoy siguen haciendo como hicieron al principio. Ni temen a Yavé, ni se conforman con sus leyes y mandamientos, dados por Yavé a los hijos de Jacob, a quien dio el nombre de Israel. 35Yavé había hecho alianza con ellos y les había dado este mandato: «No temeréis a otros dioses, ni os prosternaréis ante ellos, ni los serviréis, ni les ofreceréis sacrificios. 36Temeréis a Yavé, que os ha sacado de la tierra de Egipto, con gran poder y brazo tendido. Sólo ante él os posternaréis, y sólo a él ofreceréis sacrificios. 37Guardaréis y pondréis por obra las leyes y mandamientos, los estatutos y decretos que él ha escrito para vosotros, y no serviréis a otros dioses. 38No olvidaréis la alianza que yo he hecho con vosotros, y no temeréis a otros dioses, 39sino que temeréis a Yavé, vuestro Dios, y él os librará de las manos de todos vuestros enemigos». 40Ellos no le han obedecido, y siguen sus antiguos costumbres; 41estas gentes temen a Yavé, y sirven a sus ídolos, y sus hijos y los hijos de sus hijos han seguido haciendo siempre hasta hoy, como hicieron sus padres.
Escuchar el Capítulo 17
1 En aquellos postreros días de israel, el proceso de descomposición se acelera. Pecaj, el hijo de Romelía, fue destronado por Oseas, que comenzó a reinar con la benevolencia de Teglatfalasar el año 732. Teglatfalasar dice haberlo puesto él en lugar de Pecaj. Sin duda que sabía lo que decía.(Volver a Lectura).
3 Salmanasar, que en 728 sucedió a Teglatfalasar, viendo la poca lealtad de Oseas, subió contra Samaría; mas por casusas que ignoramos disimuló por entonces con él.(Volver a Lectura).
6 Según los documentos asirios, fue Sargón, sucesor de Salmanasar en 721, quien acabó con la rebeldía de Samaría el año primero de su reinado; por consiguiente, el 722 ó el 721 a.C.; y, según la política asiria, para desarraigar del pueblo sus sentimientos de independencia arrancó a Israel de su patria y lo trasladó a las provincias orientales del imperio.(Volver a Lectura).
23 Es la definitiva destrucción y desaparición del reino del norte. Las causas de esta ruina fueron muchas. La principal de todas, la corrupción religiosa. No dejaron de influir también poderosamente las constantes revueltas políticas, acompañadas muchas veces de regicidios y cambios de dinastías. La persistencia de esta desaparición se explica por la paganización de la inmensa mayoría del pueblo, que se diluyó luego entre los pueblos a que fué llevado cautivo. Los pocos que se conservaron fieles se incorporaron después a Judá.(Volver a Lectura).
24 Era esto un verdadero trasiego de los pueblos. De estos orientales y de los pocos israelitas que habían quedado en la patria salió luego la nación samaritana.(Volver a Lectura).
27 Estas casi universales transmigraciones eran parte de la política de los reyes de Asiria. Los nuevos colonos se creen obligados a adorar al Dios de la tierra, pero al mismo tiempo siguen dando culto a sus dioses, originando esa inconcebible mezcla cultural religiosa que caracterizó a los samaritanos y los hizo tan odiosos a los judíos. (Juan 4,9).(Volver a Lectura).
28 Según Esd 4,2 el envío de estos pueblos a Samaría fue obra de asaradón (681 - 668). Con ellos vino a consumarse la obra del sincretismo religioso de Israel. Con razón los judíos, al volver del cautiverio purificados de sus antiguos errores, no quisieron unirse con este pueblo samaritano.(Volver a Lectura).
Ezequías, rey de Judá
18 1El año tercero de Oseas, hijo de Ela, rey de Israel, comenzó a reinar Ezequías, hijo de Ajaz, rey de Judá. 2Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Abi, hija de Zacarías. 3Hizo lo que es recto a los ojos de Yavé, enteramente como lo había hecho David, su padre. 4Hizo desaparecer los altos, rompió los cipos, derribó los aseras, y destrozó la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque los hijos de Israel hasta entonces habían quemado incienso ante ella, dándole el nombre de Nejustan. 5Puso su confianza en Yavé, Dios de Israel; y de todos los reyes de Judá que le sucedieron o le precedieron, no hubo ninguno semejante a él. 6Se allegó a Yavé y no se apartó de él, y guardó todos los mandamientos que Yavé había prescrito a Moisés. 7Yavé fue con Ezequías, que salió bien en todas sus empresas. Se rebeló contra el rey de Asiria, y no le estuvo sujeto. 8Batió a los filisteos, hasta Gaza, y devastó su tierra, desde las torres de atalaya hasta las ciudades fuertes.
9El año cuarto del rey Ezequías, que era el año séptimo de Oseas, hijo de Ela, rey de Israel, Salmanasar, rey de Asiria, subió contra Samaría y la asedió. 10La tomó al cabo de tres años, el año sexto de Ezequías, que era el año noveno de Oseas, rey de Israel; entonces fue tomada Samaría. 11El rey de Asiria llevó cautivo a Israel a Asiria, y los estableció en Cala, en Cabor, junto al río Gozan, y en las ciudades de Media, 12porque no habían escuchado la voz de Yavé, su Dios, y habían roto su alianza, y no habían obedecido y puesto por obra todo lo que Yavé había mandado a Moisés, su siervo.
Invasión de Senaquerib
13El año catorce del rey Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, subió contra todas las ciudades fuertes de Judá y se apoderó de ellas. 14Ezequías, rey de Judá, mandó decir al rey de Asiria, a Laquis: «He pecado. Déjame, y haré todo lo que me impongas». El rey de Asiria impuso a Ezequías, rey de Judá, trescientos talentos de plata y treinta talentos de oro. 15Ezequías entregó toda la plata que había en la casa de Yavé y en el tesoro del palacio real. 16Fue entonces cuando Ezequías destruyó las puertas del templo de Yavé y los dinteles que el mismo Ezequías, rey de Judá, había cubierto láminas de oro, para entregárselas al rey de Asiria.
Sitio de Jerusalén
17El rey de Asiria mandó desde Laquis a Ezequías, al generalísimo, al mayordomo mayor y al copero mayor, con un fuerte ejército a Jerusalén.Pusiéronse en marcha, y cuando se acercaron a Jerusalén, hicieron alto en el acueducto del estanque superior, en el camino del campo del batanero, 18y preguntaron por el rey. Vino entonces Elyaquín, hijo de Helcías, mayordomo del rey, con Sobna, el secretario, y Joaj, hijo de Asaf, cronista; 19y el copero mayor les habló, diciendo: «Decid a Ezequías: Así habla el rey grande, el rey de Asiria: 20¿Qué confianza es esa que manifiestas? ¿Crees tú que las meras palabras son prudencia y fuerza para la guerra? ¿En quién realmente confías, para querer rebelarte contra mí? 21¿Confías en Egipto, en la caña rota, que pincha y hiere la mano de quienquiera que en ella se apoya? Así les sucede con el Faraón, rey de Egipto, a cuantos confían en él. 22Y si me decís: Confiamos en Yavé, nuestro Dios, ¿no ha hecho desaparecer Ezequías sus altos y sus altares, diciendo a Judá y a Jerusalén: Ante este altar de Jerusalén habéis de ofrecer? 23Haz, pues, un convenio con mi señor, el rey de Asiria, y yo te daré dos mil caballos, si estás en condiciones para proveer los de caballeros. 24¿Cómo podrás resistir ni a un solo jefe de los menores entre los siervos de mi señor? ¿Confías en que Egipto te mandará carros y caballeros? 25Y además: ¿ha sido sin la voluntad de Yavé cómo he subido yo a este lugar, para destruirlo? Es Yavé quien me ha dicho: Sube contra esa tierra, y destrúyela». 26Elyaquín, hijo de Helcías, Sobna y Joaj, dijeron al copero mayor: «Habla a tus siervos en arameo, que lo entendemos; no nos hables en judío delante de todo el pueblo que está en las murallas». 27Entonces el copero mayor respondió: «¿Acaso es a tu señor y a ti a quienes mi señor me ha mandado decir estas palabras, y no más bien a la gente que hay en la muralla, para comerse sus propios excrementos y beberse su propia orina? 28Entonces se acercó el copero mayor, y gritó en alta voz, en judío: «Escuchad la palabra del rey grande, del rey de Asiria: 29Así habla el rey de Asiria: No os dejéis engañar de Ezequías, que no podrá libraros de mi mano. 30Que no os haga confiar tampoco Ezequías en Yavé, diciendo: Yavé nos librará, y esta ciudad no será entregada en manos del rey de Asiria. 31No deis oídos a Ezequías, porque así habla el rey de Asiria: Haced paces conmigo, rendíos a mí, y cada uno de vosotros comerá de su viña y de su higuera, y beberá el agua de su cisterna, 32hasta que yo venga y os lleve a otra tierra como la vuestra, a una tierra de trigo y de vino, tierra de pan y de viñas, de olivos, de aceite y de miel; y allí viviréis y no moriréis. No escuchéis a Ezequías; no hace más que engañaros cuando dice: Yavé nos librará. 33¿Han librado los dioses de los pueblos a su tierra del poder del rey de Asiria? 34¿Dónde están los dioses de Emat y de Arfad? ¿Dónde los dioses de Sefarvaím, Ana y Ava? ¿Dónde están los dioses de la tierra de Samaría? ¿Han librado a Samaría de mi poder? 35¿Qué dios de éstos ha librado a su tierra de mi poder, para que pueda Yavé librar de mi mano a Jerusalén?». 36El pueblo estuvo callado, y no dijo una sola palabra, porque el rey había dado esta orden: «No les respondáis». 37Elyaquín, hijo de Helcías mayordomo del palacio, Sobna, secretario, y Joaj, hijo de Asaf, cronista, vinieron a Ezequías, rasgadas las vestiduras, y le refirieron las palabras que el copero mayor había dicho.
Escuchar el Capítulo 18
1 La cronología de este período es la más oscura, salvo en lo que la aclara la historia asiria, y así no podemos fijar la fecha del reinado de Ezequías. Sólo como probable damos la fecha de 720-692.(Volver a Lectura).
4 La actuación de Ezequías nos muestra en compendio la enorme corrupción religiosa a que había llegado el reino de Judá. Su obra queda enteramente anulada por su hijo y sucesor, Manasés, que todrvía aumentó la corrupción, lo cual prueba cuan arraigada estaba en el pueblo la idolatría.(Volver a Lectura).
7 Esta rebelión contra los asirios no puede ser otra que la narrada en 18,17; 19,37. Fue una rebelión muy relativa, pero bastante costosa para Judá.(Volver a Lectura).
9 Estos v.9-12 no se hallan en su lugar; no fue en el reinado de Ezequías, sino en el de Ajaz, su padre, cuando tuvo lugar la toma de Samaría.(Volver a Lectura).
13 La invasión de Senaquerib a que alude en este pasaje fue el año 701, y de ella nos ha dejado su autor un relato muy detallado, que confirma cuanto el texto sagrado dice.(Volver a Lectura).
17 Por esta misma fecha, Senaquerib, desués de haber saqueado las ciudades de Judá y recibido el tributo de ezequías, quiso apoderarse de jerusalén, en la que el rey se había fortificado, o, como el ejército asirio dice, «se había visto obligado a encerrarse como un pájaro en su jaula». pero sin lograrlo, Senaquerib volvió a su tierra con el botín recogido, y Ezequías quedó satisfecho, hasta cierto punto, por esa victoria muy relativa sobre el asirio.(Volver a Lectura).
Jerusalén, libertada, y el ejército de Senaquerib, destruido
19 1Cuando Ezequías lo oyó, rasgó sus vestiduras, se cubrió de saco, y fué a la casa de Yavé.
2Mandó a Elyaquín, mayordomo del palacio del rey, a Sobna, secretario, y a los sacerdotes más ancianos, cubiertos de saco, al profeta Isaías, hijo de Amós, 3para que le dijeran: «Así habla Ezequías: Hoy es día de angustia, de castigo y de oprobio, como si los hijos estuvieran para salir del seno de sus madres, y no hubiera fuerza para el alumbramiento.
4¿No habrá oído Dios las palabras del copero mayor, que el rey de Asiria, su señor, ha mandado para insultar al Dios vivo, y dejará Yavé, tu Dios, de castigar las palabras que ha oído? Haz, pues, subir a él una plegaria, por el resto que aún queda».
5Los servidores del rey Ezequías fueron a Isaías, 6e Isaías les dijo: «He aquí lo que diréis a vuestro señor: Así habla Yavé: No te asusten las palabras que has oído, y con las que los servidores del rey de Asiria me han ultrajado.
7Yo voy a poner sobre él un espíritu tal, que al oír una noticia que recibirá, se volverá luego a su tierra, y allí, en su tierra, yo le haré morir a espada». 8El copero mayor se retiró, y se vió con el rey de Asiria, que estaba atacando a Lobna. Pues se le dijo que se había retirado de Laquis.
9Diéronle noticia de Taraca, rey de Etiopía, diciendo: «Se ha puesto en marcha para atacarte».
El rey de Asiria mandó entonces de nuevo mensajeros a Ezequías, diciendo: 10«Hablad así a Ezequías, rey de Judá: Que tu Dios, en quien confías, no te engañe, diciendo: Jerusalén no será entregada en manos del rey de Asiria. 11Bien sabéis lo que los reyes de Asiria han hecho con todos los pueblos, y cómo los han destruido; ¿y vas a librarte tú?
12Los dioses de los pueblos que mis padres han destruido, ¿los libraron en Gozán, Harán, Betser, y libraron Telasar? 13¿Dónde están el rey de Jamat, el rey de Arfad y el rey de la ciudad de Sefarvaím, de Hena y de Iva?»
14Ezequías tomó las cartas de mano de los mensajeros y las leyó. Luego subió a la casa de Yavé, y las desplegó ante Yavé, 15a quien hizo esta plegaria: «Yavé, Dios de Israel, que te sientas sobre los querubines: Tú que eres el solo Dios de todos los reinos de la tierra; tú, que has hecho los cielos y la tierra, oh Yavé, 16inclina tu oído y escucha. Abre, ¡oh Yavé!, tus ojos y mira. Oye las palabras que Senaquerib ha mandado a decir, para insultar al Dios vivo. 17Es verdad, ¡oh Yavé!, que los reyes de Asiria han destruido pueblos y asolado tierras, 18y que han quemado sus dioses; pero ésos no eran dioses, eran obra de la mano del hombre, leño y piedra; y ellos los aniquilaron. 19Líbranos, pues, Yavé, Dios nuestro, líbranos de la mano de Senaquerib, y que todos los reinos de la tierra sepan que sólo tú eres Dios, ¡oh Yavé!»
20Entonces Isaías, hijo de Amos, mandó a decir a Ezequías: «Así habla Yavé, Dios de Israel: He escuchado la plegaria que tú me has dirigido a causa de Senaquerib, rey de Asiria. 21He aquí la palabra que Yavé ha pronunciado contra él:
El te desprecia y se burla de ti, virgen hija de Sión,
Detrás de ti él mueve la cabeza, hija de Jerusalén.
22¿A quién has insultado y ultrajado tú? ¿Contra quién has alzado tu voz?
¿Contra quién alzaste tus ojos? ¡Contra el Santo de Israel!
23Por tus mensajeros has ultrajado al Señor y has pensado:
Con el poder de mis carros subo yo a las altas montañas, a las cimas del Líbano,
Derribo los altos cedros, los selectos cipreses,
Penetro en los más remotos lugares, en los más espesos bosques.
24Yo alumbro las aguas extranjeras, para refrescarme con ellas,
Y con la planta de mi pie seco todos los ríos de Egipto.
25¿No lo has oído tú? Desde mucho ha, lo he preparado yo;
Desde muy antiguo lo he planeado yo, y ahora lo realizo;
Que sirva para reducir a montones de ruinas las ciudades fortificadas,
26Sean sus habitantes reducidos a la impotencia, aterrorizados y confusos,
Como la hierba de los campos, como la hierba tierna,
Como las hierbas de los tejados, como el pasto quemado por el viento solano.
27Yo sé muy bien cuándo te levantas y cuándo te sientas, y cuándo vienes y cuándo vas.
28Porque te has enfurecido contra mí, y han llegado a mis oídos tus bravatas,
Por eso yo pondré mi anillo en tus narices, y mi freno en tus labios,
Y te haré volver por el camino que has traído.
29Y he aquí lo que te servirá de señal:
Este año se comerá lo que retoñe, y el año que viene lo que de sí brote.
Pero al tercer año sembrarás, y cosecharás, plantaréis viñas y comeréis su fruto,
30Pues el resto de la casa de Judá que se salve y quede, echará raíces por debajo, y dará frutos por arriba.
31Porque saldrá de Jerusalén un resto, y de la montaña de Sión los escapados, Y el celo de Yavé hará esto.
32Por eso, así dice Yavé del rey de Asiría:
No entrará él en esta ciudad, ni meterá en ella una flecha,
Ni la acordonará con escudos, ni alzará contra ella empalizadas.
33Se volverá por el camino por donde ha venido. No entrará en esta ciudad. Palabra de Yavé.
34Yo protegeré esta ciudad, y la salvaré por amor de mí, y por amor de David, mi siervo».
35Aquella misma noche salió el ángel de Yavé, e hirió en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil hombres, y al levantarse por la mañana, todo eran muertos.
36Entonces Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campo y partió; se volvió y se quedó en Nínive.
37Mientras estaba prosternado en el templo de Nisroc, su dios, Adramelec, su hijo, y Sarasar, le hirieron con la espada, y huyeron a la tierra de Ararat. Su hijo Asaradón reinó en su lugar.
Escuchar el Capítulo 19
1 Desde 18,17 y en lo que abarca este capítulo, que parece una simple continuación del precedente, la cronología obliga a suponer dos sucesos distintos, el uno del año 701 y el otro posterior al año 693, en el que Taraca (19,9) subió al trono de Egipto. Habría sido en esta última expedición cuando Senaquerib partió de Palestina sin ejército, que le destruyó una peste, y pasados pocos años fue asesinado en babilonia por sus hijos (681).(Volver a Lectura).
14 Extiende Ezequías las cartas del asirio ante Dios, como pidiendo castigo por las blasfemias que contenían.(Volver a Lectura).
35 Si este suceso tuvo lugar en la primera expedición de Senaquerib por los años 701-700, la muerte del rey asirio no se cumplió hasta pasados veinte años, 681; otra cosa sería si ocurrió en una segunda expedición más próxima a la fecha de su muerte, como parecen persuadirlo algunos documentos asirios y griegos. En todo caso, murió mucho después de Ezequías.(Volver a Lectura).
Enfermedad de Ezequías
20 1Por entonces enfermó de muerte Ezequías, y el profeta Isaías, hijo de Amós, vino a él y le dijo: «Así dice Yavé: Dispón de tu casa, porque vas a morir y no vivirás más. 2Ezequías volvió su rostro contra la pared, y oró a Yavé, diciendo: 3«¡Oh Yavé! Ten en cuenta que he andado ante ti fielmente y con corazón íntegro, y que he hecho lo que es bueno a tus ojos». Y Ezequías lloraba con gran llanto. 4Isaías había salido, pero antes que llegase al atrio de en medio, recibió palabra de Yavé, que le dijo: 5«Vuelve a Ezequías, jefe de mi pueblo, y dile: He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas. Te curaré. Dentro de tres días subirás a la casa de Yavé. 6Te añadiré otros quince años a tus días, y te libraré a ti y a esta ciudad de la mano del rey de Asiria, y protegeré a esta ciudad por amor de mí, y por amor de David, mi siervo». 7Isaías dijo: «Tomad una masa de higos». Tomáronla, y se la pusieron sobre la úlcera, y Ezequías sanó. 8Ezequías había preguntado a Isaías: «¿En qué señal conoceré yo que Yavé me curará, y que al tercer día subiré a la casa de Yavé?» 9Isaías le respondió: «He aquí la señal por la que conocerás que Yavé cumplirá la palabra que ha pronunciado: La sombra avanzará diez grados o retrocederá diez grados». 10Y Ezequías dijo: «Poca cosa es que avance diez grados; no así que retroceda diez grados».
11Entonces Isaías, profeta, invocó a Yavé, que hizo retroceder diez grados la sombra en el reloj de Ajaz. 12Por este tiempo Merodac Baladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia, mandó una carta y un presente a Ezequías, pues había tenido noticia de su enfermedad. 13Ezequías dio audiencia a los mensajeros, y les enseñó todos sus tesoros, la plata, el oro, los aromas y el aceite refinado, el arsenal, y todo cuanto de precioso había en el tesoro. Nada hubo que Ezequías no les enseñara, en la casa y en todas sus dependencias. 14Isaías, profeta, vino luego a Ezequías y le dijo: «¿Qué han dicho esas gentes que han venido a ti?» Ezequías contestó: «Vienen de tierra lejana, de Babilonia». 15Isaías añadió: «¿Qué es lo que han visto de tu casa?» Ezequías respondió: «Han visto todo cuanto hay en la casa, les he enseñado todo mi tesoro, sin dejar nada». 16Entonces Isaías le dijo a Ezequías: «Escucha la palabra de Yavé: 17Tiempo vendrá, en que será llevado a Babilonia todo cuanto hay en esta casa, todo cuanto atesoraron tus padres hasta hoy, sin quedar nada. 18Y de los hijos que de ti saldrán, de los engendrados por ti, tomarán para hacer de ellos eunucos del palacio del rey de Babilonia». 19Ezequías respondió a Isaías: «Buena es la palabra de Yavé que has pronunciado». Pensando: «Con tal que durante mi vida haya paz y seguridad...» 20El resto de los hechos de Ezequías, todas sus hazañas, cómo hizo el estanque y el acueducto y trajo las aguas a la ciudad, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 21Ezequías se durmió con sus padres, y le sucedió Manasés, su hijo.
Escuchar el Capítulo 20
1 Este capítulo se lee más completo en Is 38, en que se contiene además el cántico de Ezequías. Ignoramos cuándo haya tenido lugar el suceso.(Volver a Lectura).
3 La vida de ultratumba se presentaba muy triste a los antiguos, para quienes no lucían las esperanzas cristianas. como la vida larga era una señal de la gracia de Dios, al contrario la vida corta, y más la vida cortada de repente.(Volver a Lectura).
9 Tenían en el palacio un reloj solar, llamado cuadrante de Ajaz porque este rey lo había puesto. El profeta promete hacer avanzar o retroceder la sombra que marcaba las horas. Ezequías elige lo último como cosa en apariencia menos fácil.(Volver a Lectura).
12 Este príncipe caldeo combatió durante muchos años por la independencia de Caldea y de Babilonia contra el poder de los asrios hasta que Senaquerib logró arrojarlo del país a la tierra de Elam por los años 694-693. No cabe duda de que esta embajada, cualquiera que fuera el pretexto, miraba a organizar una resistencia contra el poder asirio. La ocasión más probable sería la de 705, al morir Sargón, el gran batallador y padre de Senaquerib.(Volver a Lectura).
15 En el supuesto de lo dicho en la nota precedente, Ezequías habría mostrado a los caldeos todos los recursos con que podía contar para la guerra que se proyectaba. el vaticinio del profeta viene muy a propósito. Esas riquezas vendrán a parar a Babilonia, pero un siglo más tarde.(Volver a Lectura).
20 Subsiste aún hoy la galería que conduce el agua desde la fuente de Guijón hasta la piscina de Siloé; en ella fue hallada una inscripción: el himno triunfal de los obreros cuando acabaron su tarea. El Eclesiástico hace mención de esta obra, que se ordenaba a asegurar a la ciudad las aguas de la fuente (48,19ss).(Volver a Lectura).
Manasés, rey de Judá
21 1Doce años tenía Manasés cuando comenzó a reinar, y reinó cincuenta años en Jerusalén. Su madre se llamaba Jasiba. 2Hizo el mal a los ojos de Yavé, según todas las abominaciones de las gentes que Yavé había arrojado ante los hijos de Israel. 3Reedificó los altos, que Ezequías su padre había destruido, alzó altares a Baal, levantó un asera, como había hecho Ajaz, rey de Israel, y se prosternó ante todo el ejército de los cielos, y le sirvió. 4alzó altares en la casa de Yavé, de la que Yavé había dicho: «Pondré mi nombre en Jerusalén». 5Alzó altares a todo el ejército de los cielos en los dos atrios de la casa de Yavé. 6Hizo pasar a su hijo por el fuego; se dio a la observación de las nubes y de las serpientes, para obtener pronósticos, e instituyó evocadores de los espíritus y adivinadores del porvenir. Hizo enteramente lo que es malo a los ojos de Yavé, para irritarle. 7También alzó en la casa de Yavé el asera, en la casa de que Yavé había dicho a David y a Salomón, su hijo: «En esta casa, en Jerusalén, que he elegido entre todas las tribus de Israel, yo pondré para siempre mi nombre. 8No haré errar más el pie de Israel fuera de la tierra que yo le he dado, siempre que ellos cuiden de poner por obra los mandamientos y las leyes que yo he prescrito a mi siervo Moisés». 9Pero ellos no obedecieron, y Manasés fue causa de que se descarriaran e hicieran el mal, más todavía que las gentes que Yavé había destruido ante los hijos de Israel. 10Entonces Yavé habló por medio de sus profetas, diciendo: 11«Por haber cometido Manasés todas esas abominaciones, por haber obrado peor que antes de él obraron los amorreos, por haber hecho pecar a Judá con sus ídolos, 12he aquí lo que dice Yavé, Dios de Israel: Voy a echar sobre Jerusalén y sobre Judá males, que a quien los oyere le retiñirán los oídos. 13Yo echaré sobre Jerusalén la cuerda de Samaría, y la plomada de la casa de Ajab, y fregaré a Jerusalén como se friega un plato, volviéndolo de un lado y de otro.
14Abandonaré el resto de mi heredad, y se lo entregaré a sus enemigos; y serán la presa y el botín de todos sus enemigos, 15por haber hecho lo malo a mis ojos y haberme irritado, desde el día en que sus padres salieron de Egipto hasta hoy». 16Derramó también Manasés mucha sangre inocente, hasta llenar a Jerusalén de un cabo al otro, sobre los pecados que él cometió y que hizo cometer a Judá, haciendo el mal a los ojos de Yavé. 17El resto de los hechos de Manasés, cuanto hizo, los pecados a que se entregó, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 18Manasés se durmió con sus padres, y fue sepultado en el jardín de su casa, en el jardín de Uza. Le sucedió Ammón, su hijo.
Ammón, rey de Judá
19Veintidós años tenía Ammón cuando comenzó a reinar, y reinó dos años en Jerusalén. Su madre se llamaba Mesalemet, hija de Jarus, de Jotba. 20Hizo el mal a los ojos de Yavé, como lo había hecho Manasés, su padre, 21y siguió en todo el camino que había seguido su padre. Sirvió a los ídolos a que había servido su padre y se prosternó ante ellos, 22apartándose de Yavé, Dios de sus padres, y no siguiendo sus caminos. 23Los servidores de Ammón conspiraron contra él y mataron al rey en su casa; 24pero el pueblo castigó a todos los que habían conspirado contra el rey Ammón, y puso por rey a Josías, su hijo, en lugar suyo. 25El resto de los hechos de Ammón, lo que hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 26Fue sepultado en su sepulcro en el jardín de Uza, y le sucedió Josías, su hijo.
Escuchar el Capítulo 21
Josías, rey de Judá
22 1Ocho años tenía Josías cuando comenzó a reinar, y reinó treinta y un años en Jerusalén. Su madre se llamaba Jedida, hija de Adaya, de Boscat. 2Hizo lo que es recto a los ojos de Yavé, y siguió en todo el camino de David, su padre, sin apartarse ni a la derecha ni a la izquierda. 3El año dieciocho del reinado de Josías, mandó el rey a la casa de Yavé a Safán, secretario, hijo de Asalía, hijo de Mesulam, diciéndole: 4«Sube a Helcías, sumo sacerdote, y que reúna el dinero que haya en la casa de Yavé y que han recaudado del pueblo los guardias de la puerta, 5y lo entregue a los encargados de hacer las obras de la casa de Yavé, empleándolo en pagar a los que trabajan en las obras de reparación de la casa de Yavé, 6a los carpinteros, a los maestros y albañiles, y en pagar la madera y las piedras talladas para la reparación de la casa. 7Pero que no se les exijan cuentas del dinero que se les entregue, por ser gente de probidad».
Hallazgo del libro de la ley
8Entonces Helcías, el sumo sacerdote, dijo a Safán, secretario: «He encontrado en el templo de Yavé el libro de la ley». Helcías dió el libro a Safán, y Safán, escriba, lo leyó; 9y fué luego a dar cuenta al rey, y le dijo: «Tus siervos han reunido el dinero que había en el templo, y se lo han entregado a los encargados de hacer las obras en la casa de Yavé».
10Y añadió: «El sacerdote Helcías me ha entregado este libro»; y lo leyó delante del rey. 11Cuando oyó el rey las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestiduras, 12y dió esta orden al sacerdote Helcías, a Ajicam, hijo de Safan, a Acbor, hijo de Miqueas, a Safán, secretario, y a Asaya, ministro del rey: 13«Id a consultar por mí a Yavé, respecto de las palabras del libro que se ha encontrado, porque seguro que es grande la cólera de Yavé contra mí, contra el pueblo y contra Judá, por las palabras del libro que se ha encontrado, pues grande es la cólera de Yavé que se ha encendido contra nosotros, por no haber obedecido nuestros padres las palabras de este libro, y no haber puesto por obra cuanto en él se nos manda». 14El sacerdote Helcías, Ajicam, Acbor, Safán y Asaya fueron a la profetisa Jolda, mujer de Salum, hijo de Ticra, hijo de Jarjam, guardarropa, que moraba en Jerusalén, en el otro barrio de la ciudad. Una vez que la hablaron, 15les dijo ella: «Así habla Yavé, Dios de Israel: Decid al que a mí os ha enviado: 16Así dice Yavé: Yo voy a hacer venir sobre este lugar y sus habitantes los males de que habla este libro, que el rey de Judá ha leído; 17porque me han dejado y han quemado perfumes a otros dioses, irritándome con la obra de sus manos, y mi cólera se ha encendido contra este lugar, y no se apagará; 18pero diréis al rey de Judá, que os envía para consultar a Yavé: Así dice Yavé, Dios de Israel, acerca de las palabras de este libro, que tú has oído: 19Por haberse conmovido tu corazón y haberte humillado ante Yavé, al oír lo que yo he anunciado contra este lugar y contra sus habitantes, que serán objeto de espanto y de execración; por haber rasgado tus vestiduras y haber llorado ante mí, yo también te he oído a ti, dice Yavé, 20y por eso yo te recogeré a tus padres y serás sepultado en paz, y no verán tus ojos todos los males que yo haré venir sobre este lugar». Ellos llevaron al rey esta respuesta.
Escuchar el Capítulo 22
1 El reinado de Josías abarca desde 638 hasta 607. El juicio de su conducta es bueno, como no se lee de ningún otro rey, ya que éste tomó a pechos implantar la reforma según el Deuteronomio.(Volver a Lectura).
3 Esta obra de restauración no comenzó hasta el 621 (cf. 12,4ss).(Volver a Lectura).
13 Discuten los autores si lo hallado fué el Pentateuco, el Deuteronomio o una parte de éste. Sea de ello lo que quiera, la sorpresa y gran conmoción que en el rey y en el pueblo produce el hallazgo, muestran claramente hasta qué punto hablan dado al olvido la ley de Dios. La reforma de Josías parece enteramente ajustada al Deuteronomio.(Volver a Lectura).
23 1El rey Josías hizo reunir junto a él a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén, 2y subió luego con todos los hombres de Judá y todos los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas, y todo el pueblo, desde el más pequeño hasta el más grande; y leyó delante de ellos todas las palabras del libro de la alianza que se había encontrado en la casa de Yavé. Estaba el rey junto a la columna en su estrado; 3y puesto en pie, hizo alianza con Yavé, de seguir a Yavé y guardar sus mandamientos, sus preceptos y sus leyes, con todo su corazón y toda su alma, poniendo por obra las palabras de esta alianza escritas en el libro. Todo el pueblo confirmó esta alianza.
Destrucción de la idolatría
4El rey mandó al sumo sacerdote, Helcías, a los sacerdotes de segundo orden y a los que hacían la guardia a la puerta, que sacaran del templo de Yavé todos los enseres que habían sido hechos para Baal, para el asera y para toda la milicia del cielo, y los quemó fuera de Jerusalén, en el valle de Cedrón, e hizo llevar las cenizas a Betel. 5Expulsó a los sacerdotes de los ídolos, puestos por los reyes de Judá para quemar perfumes en los altos, en las ciudades de Judá y en los alrededores de Jerusalén; a los que ofrecían perfumes a Baal, al sol, a la luna, a Venus y a toda la milicia de los cielos. 6Sacó el asera fuera de Jerusalén, al valle de Cedrón, y lo quemó allí, reduciéndolo a ceniza, que hizo arrojar a la sepultura común del pueblo. 7Derribó los lugares de prostitución idolátrica del templo de Yavé, donde las mujeres tejían para el asera. 8Hizo venir de las ciudades de Judá a todos los sacerdotes, profanó los altos donde los sacerdotes quemaban perfumes, desde Gueba hasta Bersebá; derribó los altos de los sátiros, que había delante de la puerta del gobernador Josué, a mano izquierda de la puerta de la ciudad. 9Los sacerdotes de los altos no subían al altar de Yavé en Jerusalén, pero comían panes ácimos con sus hermanos. 10El rey profanó el Tofet del valle de los hijos de Hinón, para que nadie hiciera pasar a sus hijos por el fuego en honor de Moloc. 11Hizo desaparecer de la entrada de la casa de Yavé los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al sol, cerca de la habitación del camarero Natanmelec en el Farvarím. Quemó los carros del sol, 12demolió los altares que había en la terraza de la cámara alta de Ajaz, que habían alzado los reyes de Judá, y los altares que había hecho Manasés en los dos atrios de la casa de Yavé; y después de destrozarlos y quitarlos de allí, arrojó el polvo al valle de Cedrón. 13Profanó el rey los altos que había al oriente de Jerusalén, al mediodía del monte de los olivos, que Salomón, rey de Israel, había erigido a Astarté, la abominación de los sidonios, a Camos, la abominación de los moabitas, y a Melcom, la abominación de los amonitas. 14Destrozó los cipos, derribó los aseras, y llenó los lugares donde estaban de huesos humanos. 15Derribó también el altar de Betel, el alto que había hecho Jeroboám, hijo de Nabat, que había hecho pecar a Israel; destrozó sus piedras y las redujo a polvo, y quemó el asera.16Cuando Josías se volvía de allí, vió los sepulcros que había en la montaña, y mandó sacar de ellos los huesos y los quemó sobre el altar, profanándolo, conforme a la palabra de Yavé, pronunciada por el hombre de Dios, que había anunciado esto cuando estaba Jeroboam ante el altar. 17Al volverse, puso sus ojos sobre el sepulcro del hombre de Dios que había anunciado esto, y preguntó: «¿Qué es aquello que veo allí?» Los habitantes de la ciudad le respondieron: «Es el sepulcro del hombre de Dios, que vino de Judá, y anunció estas cosas que tú has hecho con el altar de Betel». 18Entonces dijo él: «Dejadle en paz. Que nadie remueva sus huesos.» Así se conservaron intactos sus huesos, juntos con los del profeta que procedía de Samaría.
19Josías hizo también desaparecer todos los templos de los altos de las ciudades de Samaría, que habían hecho los reyes de Israel para irritar a Yavé; hizo con ellos enteramente como había hecho con Betel. 20Inmoló sobre los altares a todos los sacerdotes de los altos que había allí, y quemó huesos humanos en el sitio donde habían sido elevados. Después se volvió a Jerusalén.
Celebración de la pascua
21Luego mandó Josías a todo el pueblo: «Celebrad la Pascua en honor de Yavé, vuestro Dios, como está escrito en el libro de esta alianza.» 22Ninguna Pascua semejante a ésta se había celebrado desde el tiempo en que los jueces juzgaban a Israel, ni durante todo el tiempo de los reyes de Israel y de los reyes de Judá. 23El año dieciocho del reinado de Josías se celebró ésta Pascua en honor de Yavé, en Jerusalén.24Además, hizo Josías desaparecer a los evocadores de los espíritus y a los adivinos, los terafím, los ídolos y todas las abominaciones que se veían en la tierra de Judá y en Jerusalén, para poner por obra las palabras de la ley, escritas en el libro que el sacerdote Helcías había encontrado en la casa de Yavé. 25Antes de Josías no hubo rey que como él volviera a Yavé con todo su corazón y con toda su alma y con todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; y después de él no la ha habido tampoco semejante. 26Pero con todo, no desistió Yavé del ardor de su gran cólera, encendida contra Judá, por todo lo que había hecho Manasés para irritarle. 27Yavé dijo: Quitaré también de mi presencia a Judá, como lo he hecho con Israel, y rechazaré a esta ciudad de Jerusalén, que yo había elegido, y la casa de que yo dije: Allí estará mi nombre».28El resto de los hechos de Josías, cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 29En su tiempo el Faraón Necao, rey de Egipto, subió contra el rey de Asiria, hacia el río Eufrates. El rey Josías le salió al paso, y el Faraón le mató en el Mageddo, en cuanto le vió. 30Sus servidores le llevaron muerto en el carro, trayéndolo de Mageddo a Jerusalén, y le sepultaron en su sepulcro. El pueblo tomó a Joacaz, hijo de Josías, y le ungió rey en lugar de su padre.
Joacaz, Joaquim y Joaquín, reyes de Judá
31Veintitrés años tenía Joacaz cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén. Su madre se llamaba Jamital, hija de Jeremías, de Lobna. 32Hizo el mal a los ojos de Yavé, enteramente como lo habían hecho sus padres. 33El Faraón Necao le encadenó en Ribla, en tierra de Hamat, y le destronó, e impuso a las gentes de la tierra una contribución de cien talentos de plata y un talento de oro.34El Faraón Necao puso por rey a Elyaquín, hijo de Josías, en lugar de Josías, su padre, y le mudó el nombre, poniéndole el de Joaquim. Cogió a Joacaz y lo llevó a Egipto, donde murió. 35Joaquim entregó al Faraón la plata y el oro; mas para reunir este dinero, según la imposición del Faraón, hubo de sacarlo al pueblo, determinando lo que cada uno había de dar; y exigió al pueblo la plata y el oro que tenía que entregar al Faraón Necao.36Veinticinco años tenía Joaquim cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. Su madre se llamada Sebuda, hija de Pedaya, de Ruma. 37Hizo el mal a los ojos de Yavé, enteramente como lo habían hecho sus padres.
Escuchar el Capítulo 23
1 Esta renovación de la alianza es un acto de penitencia nacional. En los años pasados, el pueblo con sus reyes, se había entregado a la idolatría y había roto la alianza con su Dios; ahora renuevan esa alianza, rompiendo con los ídolos y estrechando las relaciones con Yavé (Jer 11,17).(Volver a Lectura).
4 Como en 11,18, después de la alianza se procedió a la destrucción del templo de Baal, así ahora se emprende la destrucción de toda superstición idolátrica como no se había hecho en ninguno de los reinados anteriores. La reforma se ajusta al Deuteronomio, sobre todo en lo que toca a la unidad del atar y a la supresión de los altos, hasta aquí tolerados aun bajo los reyes más piadosos. De aquí se deduce que el libro hallado era el Deuteronomio. Los detalles de esta reforma nos muestra hasta qué extremo había llegado la corrupción religiosa en Judá, y más en Jerusalén.(Volver a Lectura).
17 Cf. 1 Re 13,2ss.(Volver a Lectura).
21 La Pascua, como fiesta conmemorativa de la salida de Egipto, tenía más íntima relación con la Alianza, y así debía de ser en la intención del rey una ratificación de la misma.(Volver a Lectura).
29 En la región del Eufrates se debatía desde 613 la suerte del imperio ninivita. Parece que Necao aspiraba a obtener alguna parte de sus despojos, y para tomarla se dirigía, a través de Palestina, hacia la Siria. Josías le sale al paso, a lo que parece, impulsado por la lealtad hacia el imperio en ruinas; pero el resultado de la batalla fue la muerte del rey, llorada de todos los buenos. Con ella quiso Dios librarle de las próximas calamidades de su pueblo.(Volver a Lectura).
31 Jeremías, que compuso unas lamentaciones a la muerte del rey (2 Par 35,25), dedicó también una endecha a la derrota de los egipcios en Carquemis (Jer 46). Pero, derrotado y todo por los caldeos, necao volvió por Jerusalén, se llevó cautivo al rey Joacaz, que el pueblo se había dado, y puso en el trono a Joaquim, a quien cambió el nombre en señal de soberanía sobre .(Volver a Lectura).
24 1En su tiempo, Nabucodonosor, rey de Babilonia, se puso en campaña. Joaquim le había estado sujeto durante tres años, pero luego se volvió y se rebeló contra él.
2 Entonces mandó Yavé contra Joaquim tropas caldeas, tropas de los sirios, tropas de los moabitas y de los amonitas; las envió contra Judá para destruirle, según la palabra que Yavé había pronunciado por sus siervos, los profetas.
3 No sucedió esto, sino por orden de Yavé, que quería arrojar a Judá de su presencia, a causa de los pecados cometidos por Manasés, 4 y de la sangre inocente derramada por Manasés, que había llenado a Jerusalén. No quiso Yavé perdonar. 5 El resto de los hechos de Joaquim, cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?
6 Joaquim se durmió con sus padres, y le sucedió Joaquín, su hijo.
7 El rey de Egipto no salió ya más de su tierra, porque el rey de Babilonia se había apoderado de cuanto era del rey de Egipto, desde el torrente de Egipto hasta el Éufrates.
8 Dieciocho años tenía Joaquín cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén. Su madre se llamaba Nejusta, hija de Elnatán, de Jerusalén.
9 Hizo el mal a los ojos de Yavé, enteramente como lo había hecho su padre.
10 En este tiempo subieron contra Jerusalén los servidores de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y la ciudad fué asediada.
11 Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a la ciudad mientras sus servidores la asediaban.
12 Entonces Joaquín, rey de Judá, salió al rey de Babilonia con su madre, sus servidores, sus jefes y sus eunucos. El rey de Babilonia le prendió el octavo año de su reinado. 13 Sacó de allí todos los tesoros del templo de Yavé y los tesoros del palacio real; rompió todos los utensilios que Salomón, rey de Israel, había hecho para el templo de Yavé, conforme a lo que Yavé había anunciado. 14 Llevó cautiva a toda Jerusalén, a todos los jefes y a todos los hombres de importancia, en número de diez mil, con todos los carpinteros y herreros, no dejando más que a la gente pobre de la tierra. 15 Deportó a Joaquín a Babilonia, y llevó cautivos, de Jerusalén a Babilonia, a la madre del rey, a las mujeres del rey, a sus eunucos, a los grandes de la tierra; 16 a todos los hombres de armas, en número de siete mil, y a los carpinteros y herreros, en número de mil. A todos los hombres de valer, aptos para la guerra, el rey de Babilonia los llevó cautivos a Babilonia. 17 El rey de Babilonia puso por rey, en lugar de Joaquín, a Matanya, su tío, mudándole el nombre en el de Sedecías.
Sedecías, último rey de Judá. Asedio, toma y destrucción de Jerusalén
18 Veintiún años tenía Sedecías cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. Su madre se llamaba Jamital, hija de Jeremías, de Lobna.
19 Hizo el mal a los ojos de Yavé, enteramente como lo había hecho Joaquín. 20 Por la cólera de Yavé contra Jerusalén y contra Judá, que Yavé quería arrojar de su presencia. Sedecías se rebeló contra el rey de Babilonia.
Escuchar el Capítulo 24
1 En 605, Nabucodonosor, muerto su padre, Nabopolasar, subió al trono de Babilonia. Poco después se presentó en occidente a tomar posesión de aquella parte del imperio asirio de que se creía heredero. Joaquim fue dejado en pacífica posesión del trono de su padre, Josías, pero bajo el vasallaje de Babilonia. Sin embargo, en Jerusalén prevalecía la tendencia egipcia, y el rey comenzó a dar muestras de insurrección contra Caldea. Noticioso Nabucodonosor, manda s us tropas para obligarle a volver a la obediencia. cuando éstas llegan, en 597, Joaquim era muerto desde hacía tres meses, sucediéndole en el trono Joaquín o Jeconías.(Volver a Lectura).
25 1El año noveno del reinado de Sedecías, el día diez del mes décimo, Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino con todo su ejército contra Jerusalén, acampó ante ella, y levantaron contra ella ingenios en derredor. 2La ciudad estuvo cercada hasta el año undécimo del reinado de Sedecías. 3El día nueve del cuarto mes del año undécimo de Sedecías, era grande el hambre en la ciudad, y no había ya pan para la gente del pueblo. 4Entonces abrieron brecha en la ciudad, y toda la gente de guerra huyó de noche por el camino de la puerta entre los dos muros, cerca del jardín del rey, mientras los caldeos tenían cercada la ciudad. Los huidos tomaron el camino del Araba; 5pero el ejército de los caldeos persiguió al rey y le dió alcance en los llanos de Jericó, y todo su ejército se dispersó, dejándole. 6Apresaron al rey y le llevaron al rey de Babilonia, a Ribla, y le sentenciaron. 7Los hijos de Sedecías fueron degollados en su presencia; a Sedecías le sacaron los ojos, y cargado de cadenas de bronce, le llevaron a Babilonia.
8El día séptimo del quinto mes ---era el año diecinueve del reinado de Nabucodonosor en Babilonia--- Nebuzardán, jefe de la guardia, servidor del rey de Babilonia, entró en Jerusalén, 9quemó el templo de Yavé, el palacio real y todas las casas de Jerusalén de alguna importancia. 10Todo el ejército de los caldeos, que estaba con el jefe de la guardia, demolió las murallas que rodeaban a Jerusalén. 11Nebuzardán, jefe de la guardia, llevó cautivos a los que habían que dado en la ciudad, de los que se rindieron al rey de Babilonia, y al resto de la gente, 12fuera de algunos pobres que dejó como viñadores y labradores.
13Los caldeos rompieron las columnas de bronce que había en la casa de Yavé, los vasos, el mar de bronce, que había en la casa de Yavé, y se llevaron el bronce a Babilonia. 14Cogieron los ceniceros, las tenazas, las palas, los cuchillos, las tazas y todos los utensilios de bronce, con que se hacía el servicio. 15El jefe de la guardia cogió también los braseros y las copas y todo cuanto era de oro y cuanto era de plata. 16Las dos columnas, el mar, las basas que Salomón había hecho para la casa de Yavé; todos los utensilios de bronce tenían un peso incalculable.
17La altura de una columna era de dieciocho codos, y tenía encima un capitel de bronce de tres codos de altura, y en derredor del capitel había trenzados y granadas, todo de bronce; y lo mismo la otra columna.
18El jefe de la guardia cogió a Sarayas, el sumo sacerdote, a Sofonías, el segundo sacerdote, y a los tres guardias del atrio; 19y de la ciudad a un eunuco, que tenía a sus órdenes la gente de guerra, a cinco hombres de los consejeros del rey, que fueron encontrados en la ciudad, al secretario del jefe del ejército encargado del alistamiento, y a sesenta más del pueblo, que se hallaban en la ciudad. 20 ebuzardán, jefe de la guardia, los cogió y los llevó a Ribla, al rey de Babilonia. 21El rey de Babilonia les dió muerte en Ribla, en tierra de Hamat.
Así fué llevado cautivo Judá lejos de su tierra. 22Nabucodonosor puso el resto del pueblo que quedaba en la tierra bajo el gobierno de Godolías, hijo de Ajicán, hijo de Safán. 23Cuando los jefes de las tropas supieron, ellos y sus hombres, que Godolías había sido puesto por el rey de Babilonia como gobernador del territorio, vinieron a Godolías a Masfa, Ismael, hijo de Netanía, Jojanán, hijo de Careaj, Seraca, hijo de Tanjumet, de Neftoa, y Jozanía, hijo de un macateo, con sus gentes. 24Godolías les juró a ellos y a sus hombres, diciéndoles: «No temáis nada de parte de los caldeos; quedaos en la tierra, servid al rey de Babilonia, y os irá bien». 25Pero el séptimo mes, Ismael, hijo de Netanía, hijo de Elisama, de sangre real, vino acompañado de diez hombres, e hirieron mortalmente a Godolías, así como a los judíos y caldeos que estaban con él en Masfa. 26Entonces todo el pueblo, pequeños y grandes, los jefes y sus tropas, se levantaron y se fueron a Egipto, por temor que tenían de los caldeos.
27El año treinta y siete de la cautividad de Joaquín, rey de Judá, el día veintisiete del duodécimo mes, Evil Merodac, rey de Babilonia, el año primero de su reinado, alzó la cabeza de Joaquín, rey de Judá, y le sacó de la prisión. 28Le habló con benevolencia, y puso su trono por encima de los tronos de los reyes que con él estaban en Babilonia. 29Le hizo quitar sus vestidos de preso, y ya siempre comió a su mesa todo el tiempo de su vida. 30El rey proveyó constantemente a su mantenimiento todo el tiempo de su vida.
Escuchar el Capítulo 25
1 Sedecías había prestado juramento de vasallaje a Nabucodonosor; pero, seducido por los egipcios, se olvió de su deber. El año 589 se presentó el ejército caldeo ante Jerusalén y la cercó. el profeta Jeremías nos ha conservado muchos episodios del cerco largo y duro que Jerusalén padeció.(Volver a Lectura).
8 El mes quinto, que puede ser el de julio, la ciudad fue tomada y, con el templo, quemada y destruida; sus riquezas, llevadas a Babilonia, y lo más granado de la población que había sobrevivido fue conducido en cautiverio a las orillas del Éufrates (587).(Volver a Lectura).
21 La causa de la ruina y la cautividad es la corrupción religiosa. Los reyes ue Babilonia siguieron la política de los de Asiria. Al fin vino la prometida restauración, en la cual no participó sino un corto número de los cautivos, quedando otros muchos en medio de los pueblos paganos.(Volver a Lectura).
27 Es el hijo de Nabucodonosor y sucesor suyo el que saca a Jeconías de la prisión y le honra sentándole a su mesa (562). Ya era tarde.(Volver a Lectura).