El nombre Pentateuco es desconocido de la primitiva tradición judaica, y sólo a partir del siglo II de la era cristiana indica los cinco libros que los judíos designaban con el nombre de Toráh o Ley1, y así son designados por Cristo y los autores del Nuevo Testamento2. La división en cinco libros aparece ya en la versión alejandrina de los LXX. En ellos encontramos la historia de los orígenes del pueblo de Israel y su constitución como pueblo de Dios. El autor, pues, intenta describir los orígenes de la teocracia hebraica--Israel como comunidad religiosa--para probar los designios salvíficos de Dios sobre su pueblo dentro del concierto de las naciones. La expresión de Ex 19,6 "vosotros seréis para mí un reino sacerdotal y una nación santa", puesta en boca de Yahvé, refleja bien la finalidad exclusivamente religiosa de la narración sobre los orígenes del pueblo hebreo. En realidad, en los libros del Pentateuco se mezclan desde el principio la narración histórica y la legislación, en tal forma que aquélla suele estar subordinada al esquema legislativo general que preside la mente del hagiógrafo, compilador de los diversos documentos histórico-legislativos.
Para asentar las bases del monoteísmo, el hagiógrafo se preocupa de la prehistoria de Israel como nación, tejiendo narraciones--reflejo de tradiciones antiquísimas sin contornos cronológicos--relativas a personajes que resultan como las piedras milenarias que nos llevan hasta el primer hombre, el cual, a su vez, procede por creación del mismo Dios. La perspectiva no puede ser más amplia, y por ello, esas figuras anteriores a Abraham están inmersas en el inmenso vacío de la prehistoria, en el que los años se cuentan por decenas de millares. El autor sagrado no intenta reconstruir la historia completa anterior a la constitución de la comunidad teocrática del Sinaí, sino destacar el designio salvador divino en la historia, sorprendiendo el hilo conductor de la primera promesa de rehabilitación de la humanidad--expresada en los albores de la historia3--y siguiendo su trayectoria hasta la elección del pueblo israelita, instrumento excepcional histórico de la Providencia divina en orden a la salvación de la humanidad caída. Por eso, la idea clave teológica de todo el Pentateuco es la elección de Israel como "primogénito" de Yahvé4, y como su particular "heredad" entre las naciones5. En virtud de esta elección, Israel se constituye en instrumento canalizador de los designios salvadores de Dios en la historia en orden a la plena manifestación de los tiempos mesiánicos que se inauguran con el hecho más trascendental de la historia: la encarnación del Verbo. Así, por un misterio de la Providencia, Israel se halla en el centro de la Revelación. El Pentateuco nos da el origen de esta elección.
Los nombres de los cinco libros del Pentateuco responden, en general, a su contenido, y tienen su origen en la versión de los LXX6: Génesis (empieza por los orígenes del mundo y de la humanidad), Exodo (narra la salida de los israelitas de Egipto), Levítico (contiene la legislación cultual relativa a la tribu de Leví), Números (inicia su narración con el censo de los israelitas acampados en el Sinaí), Deuteronomio ("segunda ley", porque es una recapitulación de los hechos y códigos legislativos del desierto, aunque con nuevo espíritu).
El Génesis se divide en dos partes netas:
La crítica moderna ha sorprendido en el Pentateuco diversos estratos literarios, que revelan una mano redaccional primitiva diversa, pues es fácil sorprender multiplicidad de estilos, repeticiones, frases estereotipadas que se repiten en determinados fragmentos, y aun diverso uso de los nombres divinos. Todo ellos prueba la complejidad del problema de composición literaria de estos libros, que la tradición judaico-cristiana atribuía globalmente a Moisés.
En efecto, es fácil percatarnos de la diversidad de estilo en las distintas narraciones del Pentateuco. Aparte de no pocas diferencias lexicográficas, no es difícil sorprender diversas manos literarias en algunos fragmentos. Los críticos han destacado la diversidad literaria del primero y segundo capítulo del Génesis, que tratan de un mismo hecho: el origen del mundo y de la humanidad. El primero es esquemático, artificial, seco, con frases estereotipadas, sin concesiones a la imaginación. Es el esquema doctrinal de un teólogo, procediendo gradualmente según un plan prefijado. En cambio, la narración del segundo capítulo es colorista, antropomórfica, descriptiva, poética, ingenua, infantil y folklórica. Es la obra de un catequista que colorea sus ideas con imágenes plásticas, de forma que todo parece una parábola en acción. Así, se presenta a Dios formando al hombre de la arcilla, infudiéndole el hálito vital por las narices, colocándolo en una finca de recreo y dándole una inesperada compañera, que, para que la amase mucho, la saca de su costilla. Finalmente, Dios aparece paseándose por el jardín, pidiendo responsabilidades y haciendo el primer traje a los primeros padres para salvar su pudor.
Las narraciones duplicadas prueban también diversidad de documentos, pues son versiones diferentes de determinados hechos: la semejanza es sustancial, pero difieren los detalles. Así, encontramos dos relatos de la creación del hombre7, dos narraciones del diluvio8, dos relatos sobre la vocación de Abraham9, sobre el intento de rapto de Sara10, sobre la expulsión de Agar11, sobre la alianza de Dios con Abraham12, sobre la explicación del nombre de Israel13, sobre la venta de José14, sobre la vocación de Moisés15, sobre el paso del mar Rojo 16, el milagro del maná y de las codornices 17, la formulación del Decálogo18 y el catálogo de las fiestas19. La lista podría alargarse. Pero basta esta enumeración para probar que los mismos hechos y leyes aparecen con diversa mano redaccional.
Tampoco faltan anacronismos de índole histórica y geográfica, pues algunas afirmaciones suponen que el redactor habita en Canaán y no en las estepas del Sinaí o de Transjornadia. Así se dice: "entonces habitaba el cananeo en la tierra"20; se habla de los reyes de Edom "antes de que tuvieran rey los hijos de Israel"21, lo que supone que el redactor escribe en los tiempos de la monarquía israelita. Se habla del "otro lado del Jordán" aludiendo a localidades de Transjordania, lo que supone que el autor vivía en Cisjordania22; y también se presenta al Negueb como la región meridional de Palestina23.
Finalmente, el diverso uso de los nombres divinos refleja diversidad de autores. En el Génesis, los nombres de Elohim y Yavé aparecen en una proporción equilibrada, mientras que en los libros siguientes prevalece el nombre de Yahvé. La designación doble Yahvé-Elohim aparece veinte veces en el Génesis y una sola en el Exodo. ¿Por qué esta diferencia de nombres? Sabemos que en la colección elohística del Salterio, el nombre de Yahvé fue sistemáticamente cambiado por el de Elohim. Esto nos hace pensar que los escribas cambiaban el nombre divino según las concepciones de cada época. Pero, con todo, queda en pie la diversidad de los nombres divinos, que es un indicio de diversidad de documentos primitivos.
Supuestos estos hechos insoslayables, los críticos modernos distinguen al menos cuatro documentos o tradiciones en la estratificación literaria del Pentateuco:
Son numerosos los pasajes de la Biblia en los que se habla de la actividad literaria de Moisés24 y la expresión "libro de la Ley de Moisés" aparece ya en Jos 23,6. La frase queda estereotipada y vuelve a reaparecer en los tiempos posteriores al exilio25. Los autores del N. T., conformándose con la creencia ambiental judaica, presentan a Moisés como autor de los libros designados con el nombre de la "Ley26". Naturalmente, estas afirmaciones no prejuzgan el problema crítico del origen literario del Pentateuco, ya que no se lo plantean en el sentido científico actual, sino que sus afirmaciones tienen una finalidad pastoral apologética. La tradición cristiana siguió esta misma pauta, y sólo cuando en los últimos siglos se descubrió la ciencia crítica de la historia, se planteó el problema del origen mosaico del Pentateuco.
Los racionalistas, que prescinden del elemento sobrenatural en la historia de Israel, negaron casi en bloque la paternidad mosaica del Pentateuco. Los católicos tenemos que distinguir el problema de la revelación mosaica--manifestación de Dios en la historia a Moisés, dándole las bases de la teocracia hebrea--y el de la redacción literaria del Pentateuco. Los autores católicos modernos más calificados admiten sin dificultad la existencia de diversos estratos literarios--documentos o tradiciones orales--en la formación del Pentateuco, aunque suponen que el núcleo primordial del mismo llega hasta los tiempos de Moisés. No concuerdan al determinar las fechas de los diversos documentos o tradiciones, pero las escalonan desde los tiempos del Exodo hasta los de Esdras en el siglo V.
El magisterio eclesiástico se ha manifestado en dos ocasiones procurando encauzar el problema. En un decreto de la Pontificia Comisión Bíblica del 27 de Junio de 1905, admite la posibilidad de fuentes y documentos diversos utilizados por el gran legislador hebreo, manteniendo la "autenticidad sustancial mosaica", lo que no excluye la existencia de adiciones, modificaciones y correcciones posteriores, y el empleo de amanuenses que escribieran bajo su responsabilidad27. Esta perspectiva orientadora fue confirmada y ampliada en la carta oficial que el secretario de la Comisión Pontificia Bíblica escribió al cardenal Suhard: "Hoy nadie pone en duda de la existencia de estas fuentes (o documentos) ni del crecimiento progresivo de las leyes mosaicas, debido a las condiciones sociales y religiosas de tiempos posteriores, progresión que se echa también de ver en los relatos históricos. Sin embargo, aun entre los exegetas no católicos corren hoy opiniones diversas sobre la naturaleza y número de estos documentos, sobre su denominación y datación. Ni faltan autores en diversos países que, movidos de razones puramente críticas y sin ninguna preocupación apologética, resueltamente rechazan las teorías más en boga hasta el presente, y buscan la explicación de ciertas particularidades del Pentateuco, no tanto en la diversidad de tales documentos cuanto en la especial psicología, en los procedimientos particulares, hoy mejor conocidos, del pensamiento y de la expresión de los antiguos orientales, o bien en el diferente género literario exigido en conformidad con las diversas materias. Por esto invitamos a los sabios católicos a estudiar sin prejuicios estos problemas a la luz de una seria crítica y de los datos de las otras ciencias relacionadas con la materia, seguros de que este estudio establecerá la gran parte y la profunda influencia de Moisés como autor y como legislado28."
De todo lo expuesto debemos concluir que no se puede atribuir a Moisés globalmente el Pentateuco tal como hoy lo tenemos, en su misma estructura literaria, ya que hay ciertamente estratos legislativos e históricos posteriores al gran profeta. Sin embargo, tampoco debemos aceptar la hipótesis de que los documentos o tradiciones diversas son posteriores a Moisés. Aunque hayan recibido una redacción definitiva en tiempos de la monarquía israelita y aun después del exilio--documento sacerdotal--, esto no quiere decir que sus ingredientes sustanciales o nucleares no sean de la época de la formación de Israel como nación en las estepas del Sinaí. Nada más verosímil que el creador de la teocracia haya dado un código mínimo legislativo para regular la vida cívico-religiosa de aquel pueblo en período de formación, conforme a las exigencias de la alianza. Y nada más natural que haya recogido tradiciones histórico-legislativas de los tiempos patriarcales para trazar los antecedentes de la nueva nación. Todo este conjunto de escritos y tradiciones fueron actualizados en el tiempo conforme a las necesidades de cada época, siendo reunidos en determinadas fechas en un conjunto literario que llamamos Pentateuco. Los datos arqueológicos han demostrado que las tradiciones de la época patriarcal encajan perfectamente en un ambiente histórico tribal de muchos siglos antes de la monarquía israelita, y esto es una confirmación de la existencia de tradiciones antiguas--escritas u orales--que se remontan a los tiempos patriarcales, que muy bien pudieron ser recogidas por Moisés al organizar la nueva teocracia hebrea. Por otra parte, muchas de las leyes tienen su mejor explicación como colectividad nacional bajo la égida creadora de Moisés. Este ha sido el organizador del pueblo, su iniciador religioso y su primer legislador; por ello podemos decir que el Pentateuco es sustancialmente mosaico en su nervio interior vivificante y en su núcleo primitivo histórico-legislativo. La revelación mosaica se fue completando y creciendo conforme a las exigencias de los tiempos, a través de la azarosa historia de Israel. Las grandes figuras--profetas y legisladores--han dejado su huella a través de los siglos, y es tarea del investigador descubrir los diversos estratos literarios de la obra comúnmente adscrita al gran caudillo israelita, que a la vez es el primero de los profetas del pueblo elegido.